Cortés de Ojeda (Ojea u Hojeda), Francisco. España, p. t. s. XVI – Osorno (Chile), 1594 post. Piloto y cosmógrafo.
Llegó a Chile cerca de 1553, sin haber noticias de su origen y existencia anterior, aunque se sabe que era hidalgo. Ese año participó como capitán del navío San Jerónimo en una expedición en busca del estrecho de Magallanes, para poder atravesarlo y salir a la Mar del Norte, enviada por Pedro de Valdivia bajo el mando del mariscal Francisco de Ulloa. Se buscaba una ruta directa desde Chile a España, evitando el intermedio del Perú. Utilizando datos documentales de ese tiempo, descubiertos en el siglo XX: el capítulo CXX de la Crónica de Gerónimo de Bibar y otra del piloto Hernando Gallego, se logra una reconstrucción de la ruta seguida; a ello se suma un diario del escribano Miguel de Goizueta que en un segundo viaje menciona algunos acontecimientos ocurridos durante el primero. Zarpó la expedición desde Concepción a fines de octubre de 1553, compuesta de tres naves: la citada San Jerónimo, propiedad del rico armador Francisco Pérez de Valenzuela, de algo más de cincuenta toneles de porte, y otras dos un tanto menores, con no más de treinta tripulantes cada una. Después de hacer escala en las islas Santa María y Mocha, donde se aprovisionaron, y en la ciudad y puerto de Valdivia la flotilla prosiguió hacia el sur el 4 de noviembre de 1553. El día 8 se descubrió el golfo que denominaron “de los Coronados”, que es parte del actual golfo de Ancud, y la bahía de igual nombre, que dan acceso al canal de Chacao, que separa el continente de la isla de Chiloé. Costearon esta gran isla y el 11 de noviembre, bautizan la isla Guafo, como San Martín, el santo del día. Avistando después numerosas islas, que constituyen el archipiélago de los Chonos, separóse de la flotilla la nave menor. Continuó Cortés de Ojeda la navegación por islambres y canales a la vista de nevadas cordilleras, sufriendo las inclemencias del tiempo, encontrando algunas partes pobladas con escasa densidad, lo que no evitó escaramuzas con los naturales.
Aproximadamente, a la altura del grado 48 2/3 se separaron los dos navíos restantes, debido a las inclemencias del clima. Cortés de Ojea continuó hacia el sur costeando y al parecer reunidas las naves lograron finalmente embocar el estrecho de Magallanes el 8 de diciembre de 1553. Una de ellas, pues la capitana se quedó en la boca occidental con su entena quebrada, continuó penetrando hasta avistar la Mar del Norte, desde donde regresó por escasearle la comida. Encontraron allí una cruz que se supone fue la plantada por el comendador sanjuanista Jufré de Loayza en 1526.
En el tornaviaje los expedicionarios sufrieron furiosas tempestades que les hicieron derivar a los 55°. Finalmente pudieron regresar al puerto de Valdivia a fines de enero o principios de febrero de 1554. Gracias a la expedición comandada por Francisco de Ulloa se logró cruzar el estrecho desde el Pacífico hasta la boca oriental, aguas del Atlántico. Se habían explorado las costas desconocidas, apenas avistadas por Magallanes y Camargo, desde la bahía de San Pedro (40º 58’/73º 52’) hasta el grado 55 sur, máximo avance en el acercamiento antártico hasta entonces. Durante la navegación se halló que en el Estrecho “noruesteaba el aguja de marear media cuarta de viento los aceros de ella, sobre los cuales estaba rectamente sentada la flor de lis, y a sabiendas se puso así, para saber la verdad, acerca de lo dicho”, según relata Antonio de Herrera (Década VII).
Este “cosmógrafo de mucha ciencia y experiencia”, según lo describe el historiador Diego de Rosales, volvió a navegar en aquellas procelosas aguas en 1557. En efecto, el gobernador de Chile, García de Mendoza, envió al capitán Juan Ladrillero a efectuar nuevas exploraciones en el estrecho magallánico, quien requirió la colaboración de Cortés de Ojeda y lo nombró segundo comandante y capitán del navío San Sebastián, una de las dos naves que compusieron la flotilla (3 de noviembre de 1557). La expedición se hizo a la mar en Concepción a mediados de octubre; después de recalar brevemente en Valdivia, ocho días después los asaltó una tormenta a la altura del golfo de Penas. Recuperada la calma pudieron tomar contacto con algunos aborígenes nómades de los canales. El 6 de diciembre una potente tormenta separó los buques que no volvieron a reunirse. Cuatro días más tarde la luz del amanecer los “hizo alegres” porque estaban a salvo. Ni fuegos, ni ahumadas, ni banderas u otras señales, lograron juntar la nave de Cortés de Ojeda con su capitana. Goizueta escribía el diario de a bordo consignando accidentes geográficos, estado del tiempo, y el acontecer de la navegación, todo lo cual serviría en la descripción del derrotero para futuros navegantes. También reconocieron a los que antes habían estado en aquellos parajes, la geografía antes vista, haciéndole quite a los témpanos. Entre enfermedades, tormentas y quebrantos, los tripulantes alcanzaron a los 52º 1/3 de latitud sur, resultando infructuosa la búsqueda de la boca del estrecho de Magallanes, creyéndose que un cataclismo podría haberla obstruido, equívoca noticia que después trasladó Alonso de Ercilla a unos de sus versos de La Araucana.(Canto 1.º, estrofa 9.ª).
Una terrible tempestad ocurrida el 13 y 14 de febrero de 1558, dejó convertido al San Sebastián en una ruina, perdidas las anclas, jarcias y un batel. Debieron invernar en un abra del estrecho Trinidad.
Cortés de Ojeda decidió construir un bergantín con los restos del navío, para lo cual arengó a sus hombres, no más de veinticinco, logrando el equilibrio entre autoridad y libertad. Trabajando en la construcción del bergantín, recolectando alimentos, pactando y defendiéndose de los indios, lograron superar infinitos obstáculos en aquel teatro cruel y gélido.
El 15 de abril estuvo terminada la nave que Cortés de Ojeda bautizó San Salvador, porque en sus maderos estaba la salvación de todos. El 25 de julio botaron el bergantín al agua, pero no pudieron emprender el retorno hasta comienzos de agosto. La travesía fue por el exterior de la costa, con pocas recaladas, entre ellas una en la isla de Guafo. En el golfo de los Coronados chocaron con una ballena que casi destroza la embarcación. Arrastrados por la corriente cruzaron el canal de Chacao rumbo al oriente, revisando el mar interior y buscando provisiones en tratos con indios hostiles, retornando por donde habían entrado a aquel golfo. Pudieron conseguir recursos de los naturales cerca de Carelmapu. Allí supieron que en febrero anterior había andado por aquella costa continental a dos jornadas el teniente Altamirano, de la expedición de García. Logró arribar Cortés de Ojeda a Valdivia el 1 de octubre de 1558, en lamentable estado. Las observaciones de Ladrillero, que sí logró cumplir el objetivo de la expedición, y de Cortés de Ojeda echaron por tierra las ilusiones de presuntas riquezas de aquellas tierras australes al sur de Chiloé; no había especias. Pero se aumentó el conocimiento de las etnias, flora y fauna, y otros para ayudas de la navegación.
Cortés de Ojeda fue vecino de la ciudad de Valdivia y de los fundadores de la de Osorno y su regidor en los años 1560 y 1578. Estuvo de paso en Santiago (8 de agosto de 1564). Sigue figurando en Osorno en 1585 y aún vivía en 1594, siendo uno de sus encomenderos.
Una hija suya, Francisca Cortés, era casada en 1612 con el capitán Melchor de los Reyes.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Patronato, 32, N. 1, R. 1, R. 5.
R. Guerrero Vergara, “Documentos para la Historia Náutica de Chile. Los descubridores de las costas occidentales de Chile: Ruy Díaz, Francisco Cortés Ojea”, en Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, t. 5 (1879) págs. 401-480; M. de Goizueta, “Viaje del capitán Juan Ladrillero al Estrecho de Magallanes (1557-1559)”, en Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, t. 5 (1879), págs. 453-525; J. T. Medina, Diccionario Biográfico Colonial de Chile, Santiago, Imprenta Elzeviriana, 1906, pág. 220; T. Thayer Ojeda, Formación de la Sociedad Chilena y Censo de la Población de Chile en los años de 1540 a 1565, t. I, Santiago, Prensas de la Universidad de Chile, 1939, pág. 263; L. de Roa y Urzúa, El Reino de Chile, 1535-1810, estudio histórico, genealógico y biográfico, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Jerónimo de Zurita, 1945, págs. 267-268; J. M. Barros, “Expedición al Estrecho de Magallanes en 1553: Gerónimo de Vivar y Hernando Gallego”, en Anales del Instituto de la Patagonia, vol. 12 (1981), págs. 31-40; I. Vázquez de Acuña y García del Postigo, Historia Naval del Reino de Chile, 1520-1826, Santiago, Compañía Sudamericana de Vapores, 2004.
Isidoro Vázquez de Acuña y García del Postigo