Aguilar, Jerónimo de. Écija (Sevilla), c. 1489 – México, c. 1531. Conquistador, intérprete y regidor.
Tras recibir órdenes menores, pasó a América con Diego Colón, estableciéndose en La Española (Santo Domingo) a comienzos de 1509. En noviembre de ese mismo año marchó al Darién (actual Panamá) con el conquistador Diego de Nicuesa. Tomó parte en las luchas de esta región entre Nicuesa y Vasco Núñez de Balboa. En 1511 iba a bordo de la nave del corregidor Juan de Valdivia, que se dirigía a La Española para informar sobre los desórdenes del Darién y en busca de avituallamiento y gente. Esta carabela fue sorprendida por una tempestad que la desvió de su rumbo y la arrastró hasta unos islotes llamados de las Víboras, próximos a Jamaica, donde naufragó. Unos veinte o treinta hombres (las cifras varían según los cronistas) consiguieron salvarse del naufragio, tras poner a flote un precario batel, en el que embarcaron sin agua y sin alimentos. Entre ellos se encontraban Aguilar, Valdivia y el marinero Gonzalo Guerrero. Durante quince días permanecieron a merced de las corrientes marinas. Algunos murieron de hambre y sed y fueron arrojados al mar. Finalmente, los pocos que quedaban con vida arribaron a la costa oriental de Yucatán, donde inmediatamente fueron capturados por los indios mayas, uno de cuyos caciques sacrificó a sus dioses a Valdivia y a cuatro hombres más y puso al resto en prisión. Aguilar y sus compañeros consiguieron escapar y ocultarse en la selva, hasta que cayeron en manos de otro cacique, al que los cronistas llaman Aquincuz, que gobernaba la región de Xamahná. Este cacique, enemigo del anterior, dio amparo a los fugitivos, si bien los redujo a servidumbre. Pronto fueron enfermando y muriendo, hasta quedar vivos solamente Aguilar y Gonzalo Guerrero.
Aguilar demostró en todo momento su obediencia y espíritu de servicio para con su amo, quien le dedicó a transportar agua, leña y pescado, así como a trabajar en los maizales. Según algunos cronistas (Torquemada, Herrera, Solís) también ayudó a su señor peleando en una batalla contra un cacique rival, de la que salió vencedor el amo de Aguilar.
A finales de febrero de 1519, Hernán Cortés, que marchaba a la conquista de México, arribó con su hueste a la isla de Cozumel, frente a la costa de Yucatán.
Aunque está muy difundida la idea de que Cortés se enteró de la existencia de españoles en tierras mayas de manera casual y por boca de los indios, el suceso del naufragio acaecido ocho años atrás era de sobra conocido por los españoles, por lo que en las instrucciones que el gobernador de Cuba y organizador de la expedición, Diego Velázquez de Cuéllar, había dado a Cortés, figuraba la de averiguar qué había sido de estos náufragos y rescatar a los que todavía quedasen con vida.
Tras recabar información sobre su paradero de unos comerciantes indígenas, Cortés dispuso que el capitán Diego de Ordaz cruzase con una partida de soldados a tierra firme llevando cartas para los prisioneros y abalorios para sus amos. Las instrucciones de Ordaz eran esperar en el cabo Catoche la llegada de los náufragos durante un plazo de ocho días. Transcurrido el plazo sin que éstos aparecieran, Ordaz y sus soldados regresaron a Cozumel.
Cuando, el 5 de marzo, perdida ya toda esperanza de rescatar a los prisioneros, Cortés y sus hombres se hacían a la mar para proseguir su viaje, la avería de uno de los barcos los obligó a volver a puerto.
Una vez reparado el barco y cuando ya estaban a punto de embarcar de nuevo, vieron que se dirigía hacia ellos, cruzando desde tierra firme, una canoa de remos en la que viajaban cuatro indios. Cortés comisionó entonces al capitán Andrés de Tapia para que saliera a su encuentro con una partida de soldados y averiguara sus intenciones. Al acercarse, los españoles pudieron ver que uno de los que iban en la canoa era Jerónimo de Aguilar, quien llevaba el pelo cortado y peinado a la manera maya y vestía como los indios, en compañía de los tres mensajeros indígenas que Diego de Ordaz había dejado en la costa de Yucatán. Tras relatar sus vicisitudes en tierras mayas, Aguilar explicó que su amo le había dado permiso para marchar con los españoles y que él personalmente había intentado convencer al otro superviviente, Gonzalo Guerrero, quien, finalmente, había preferido quedarse con los indios. El encuentro con Aguilar, que hablaba a la perfección la lengua maya después de ocho años viviendo en Yucatán, produjo una gran satisfacción a Cortés, que desde ese momento contaba entre sus filas con un intérprete fiel, elemento imprescindible para las negociaciones con los indígenas La primera misión de Aguilar tuvo lugar en Tabasco. Consistió en la traducción ante los indígenas de un requerimiento para que éstos aceptaran hacerse vasallos de la Corona de España. La lectura pública del requerimiento fue contestada por los indios con una rociada de flechas y con la amenaza de matar a todos los españoles que se atrevieran a entrar en sus aldeas. Poco después se produjo la batalla de Centla, en la que el ejército de Cortés se alzó con la victoria. Al día siguiente, 15 de marzo de 1519, los caciques de Tabasco se presentaron ante los españoles para sellar una alianza de paz y les hicieron entrega de un presente de mantas de algodón y piezas labradas en oro, así como de veinte jóvenes indias para su servicio, entre las que se encontraba la Malinche, quien poco después se convertiría en la principal intérprete de la conquista de México.
Aguilar siguió haciendo de intérprete durante el recorrido de la expedición por tierras mayas. Cuando se internaron en territorio azteca, los españoles descubrieron que la Malinche hablaba tanto el maya como el azteca. Se estableció entonces un triple sistema de traducción: los aztecas hablaban a la Malinche en su lengua y ésta lo traducía al maya para que Aguilar, a su vez, se lo comunicara en castellano a Cortés y sus hombres. Cuando la Malinche aprendió el castellano, se hizo innecesaria la colaboración de Aguilar como intérprete y éste se integró en la hueste de Cortés únicamente como soldado. En calidad de tal, participó en todos los sucesos de la Conquista y en los combates librados contra los aztecas hasta la caída de su imperio en agosto de 1521.
Al término de la Conquista, se estableció en la capital de México, donde permaneció hasta el fin de sus días. En 1523 fue nombrado regidor. En 1525, el Ayuntamiento le concedió un solar para edificar su casa. Por los servicios prestados en la Conquista fue premiado con tres encomiendas en el norte del valle de México que le fueron concedidas en 1527.
Enemistado con Cortés, en 1529 compareció como testigo en el juicio de residencia al que fue sometido el conquistador, contra el que formuló las más graves acusaciones.
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Cristina González Hernández