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Luis Cáncer (de Barbastro)

Biografía

Cáncer (de Barbastro), Luis. Huesca, c. 1480 – Bahía de Tampa, Florida (Estados Unidos), 26.VI.1549. Religioso dominico (OP), misionero, protector de los indios, protomártir de la Florida, filólogo, escritor.

Ilustre hijo de Barbastro que, ignorado por Latassa y Ortín (Biblioteca antigua de escritores aragoneses, 1796) no ha sido muy atendido por los propios aragoneses (no aparece, por ejemplo, en la Gran Enciclopedia Aragonesa, 2000). Se conocen otros hijos de Barbastro de la noble familia de los Cáncer (o Cancer), como micer Jaime Cáncer, un gran jurisperito, quien posiblemente fuese hermano de fray Luis.

No se sabe con certeza, pero es posible que ingresase muy joven en el convento de la Orden de Santo Domingo de Huesca, a fines del siglo xv (la provincia dominica de Aragón se fundó en 1254). Los primeros cronistas de la Orden que se ocupan de él alaban sus cualidades intelectuales. Sus superiores lo encauzaban hacia el mundo universitario. Sin embargo, su celo apostólico venció y consiguió que sus superiores le autorizaran a marchar al Nuevo Mundo descubierto, cuya noticia llegó a España en 1493. Así, se sabe que en octubre de 1518 dejó la Provincia dominica de Aragón y llegó a la isla Española, como un miembro más de la recién formada Provincia dominicana de la Santa Cruz de las Indias. En 1521 se trasladó con el padre Montesinos a la isla de Puerto Rico, con objeto de abrir un convento dominico, del que resultó fray Luis su primer prior durante bastantes años.

Su afán misionero le llevó, en 1542, a la actual Guatemala, extensa comarca conocida entonces con el nombre maya de “Tuzulutlán”, que significa: “tierra de la guerra”, pues las distintas tribus mayas no sólo guerreaban entre sí, sino que se oponían a la presencia de los primeros españoles que arribaron a su tierra.

Con mucha constancia lograron permanecer algunos dominicos en ese peligroso país. Conoció fray Luis la sensibilidad del pueblo maya hacia la música y decidió usar la canción y la música como una primera forma de adoctrinamiento, aparte de aprender, como tantos misioneros, las lenguas nativas de los indígenas.

En este sentido, los religiosos compañeros de fray Luis narran la excepcional habilidad que éste tenía para aprender los diferentes dialectos de la lengua maya. No solamente hablaba los dialectos quiché de Sacapulas y el q’eqchi’ de Coban, sino que compuso en estos idiomas cánticos espirituales y evangelizadores, de los que en el siglo xix se conservaba todavía en poder de un líder indígena un manuscrito. Con sus bellas canciones en su lengua, fray Luis se atrajo a un buen grupo de indios que ya no era para ellos un enemigo, sino más que un amigo, un padre.

El 28 de agosto del citado año 1542 fray Luis de Cáncer, fray Diego Angulo y Rodrigo de la Cebra fundaron la villa de Lanquín (hoy día importante ciudad) en la actual Guatemala, donde existen unas fantásticas grutas que son Paraíso Natural de la nación.

Lanquín deriva de las voces q’eqchi’es “lam”: “envuelto”, y “quim”: “paja”; “Envuelto en paja”. De paja eran los techos de todas las cabañas e incluso de la iglesia construida de San Agustín y que, por tan precario material, fue destruida por un incendio años después. La iglesia fue reconstruida “con arquitectura española” en 1574.

La comarca donde se construyó Lanquín constituía lo que hoy se sigue llamando “Alta Verapaz”, y pertenecía al obispado de Chiapas, cuyo obispo por entonces era fray Bartolomé de las Casas, quien hizo una visita pastoral a la Verapaz en 1545, conectando con total sintonía con el padre Cáncer en sus ideas sobre la defensa y protección de los indios. A consecuencia de ello, fray Luis, de acuerdo con su vicario pastoral, hizo un viaje a España en 1546 para reclutar nuevos misioneros. Volvió pronto con seis religiosos franciscanos (nótese que él era dominico) a Coban. Fray Luis se reunió con el obispo Bartolomé de las Casas en lo que hoy se llama San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, y juntos, se trasladaron a Ciudad de México, con el vicario, fray Tomás Casillas. La ciudad se oponía a la ejecución de las Nuevas Leyes de Indias, porque otorgaban una total plenitud de derechos a los nativos. Por sus conocimientos teológicos y canónicos fray Luis prestó un gran servicio al obispo De las Casas en las juntas de teólogos de Méjico celebradas en los años 1545 y 1546, que fueron presididas por Tello de Sandoval, delegado del rey de España.

Durante su estancia en México fray Luis discutió con otros dominicos las posibilidades de una pacífica evangelización de la Florida. Aprobados sus propósitos por sus superiores, se embarcó de nuevo para España a principios de 1547. Llegado a Sevilla, marchó a Valladolid, y presentándose a Carlos I (otros, como Gabriel de Cárdenas, dice que con quien habló fue con “el príncipe don Felipe”), obtuvo de éste una favorable acogida y cartas reales para que el virrey Antonio de Mendoza le proveyera de lo que necesitare.

Se reunió con el Consejo de Indias, que a pesar de encontrar algún aspecto desfavorable a la expansión por Florida, quedó muy convencido al informarse bien de la gran labor de fray Luis en la Verapaz. La Real Cédula de 7 de diciembre de 1547 le otorgaba el apoyo financiero del virreinato para su misión. Otra Real Cédula despachada en Alcalá el 28 de diciembre dirigida al licenciado Alonso López Cerrato (“hombre de valor, letras, prudencia, rectitud, constancia y celo al culto de Dios”, según Gabriel de Cárdenas, pág. 115) que era presidente de la Audiencia, le ordenaba que cuantos esclavos de la Florida estuvieran en México o en Guatemala, por haberlos sacado en su tiempo la gente del Adelantado Hernando de Soto, se tomaran de cualquier persona que los tuviese con cualquier clase de título y se los dieran al padre Cáncer para llevarlos consigo y devolverlos a su tierra nativa de Florida. Con estos favorables documentos, fray Luis emprendió enfervorizado un rápido regreso a México, embarcándose en Sevilla y llegando con felicidad “y una presteza maravillosa” (F. de Cárdenas, ibidem), al puerto de San Juan de Ulloa.

Llegado a México fue muy bien recibido por todos: virrey, otras autoridades y hermanos de religión.

Enseguida encontró como voluntarios para acompañarle a los padres dominicos Gregorio de Beteta, Juan García y Diego de Tolosa (o de Peñalosa, según Cárdenas) y un seglar apellidado Fuentes. Respecto a los indios esclavos, no se encontró ninguno, a pesar de las pesquisas que hizo el licenciado Cerrato en Guatemala y Chiapas, aparte de México, pues alguno que encontró no era esclavo, sino libre, y querían permanecer voluntariamente en la Nueva España y no querían regresar a su tierra natal. Así lo atestiguó con su cumplido celo el licenciado Cerrato en un documento firmado en la ciudad de Gracias a Dios.

Los expedicionarios dejaron Veracruz en la primavera de 1549 a bordo del navío de alto bordo nominado Santa María de la Encina, del que era piloto Juan de Arana, y arribaron a La Habana, cuyo gobernador cumplió muy bien las órdenes escritas que le dieron firmadas por el virrey. En un barco, que había conseguido para la ejecución de su piadosa y civilizadora empresa, se dio a la vela para la bahía del Espíritu Santo, que así se llamaba en Cuba a la bahía de Tampa. En La Habana se incorporó a la expedición una india de la Florida, bautizada como Magdalena, que les serviría de intérprete.

No se encuentran detalles más precisos como los que da Herrera en su última y Década Octava (ed.

1728), sobre la resolución de misionar en la Florida, gestiones hechas y llegada (se ha respetado la ortografía inicial). Comienza así: “Cap. XIV. Que quatro Padres de la Orden de Santo Domingo fueron à predicar a la Florida; i lo que les sucediò [1549].

Deseando algunos Padres Dominicos, que los Naturales de la Florida no careciesen de la predicacion del Santo Evangelio, i que entre ellos se predicase como en las otras Provincias de las Indias, persuadiendose que sin las Armas de los Soldados allanarian la Tierra, para ser admitidos, i oidos, el Padre Frai Luis Cancer propuso su santo deseo al Rei, i como quiera que esto fuese muy conforme à la Catolica piedad, ordenò, ‘que queriendo ir à efectuar su santo proposito, desde Sevilla, los Oficiales de la Casa de Contratación, diesen todo lo que huviesen menester, para si y para los Religiosos, que con el fuesen, asi de pasage como de Ornamentos para celebrar, i todo lo demàs, y si no en Nueva-España, adonde èl lo escogiese’: i pareciendole que desde Nueva-España se encaminaria mejor al Visorrey Don Antonio de Mendoza, como celoso del servicio de nuestro Señor, luego diò à este Padre el aviallamiento que havia menester, con otros tres compañeros, que fueron Frai Gregorio de Beteta, Frai Diego de Tolosa, y Frai Juan Garcia, i embarcandose en un Navio, que havia à solo esto, cuyo Maestre era Juan de Arana, llegaron bien al Abana, i la vigilia del Ascensión de nuestro Señor de este Año fueron a surgir a la costa de la Florida, en altura de veintiocho Grados [...], como vieran gran hermosura de Arboledas, quisieron salir, i al instante, vno que viò tres Indios, voceò diciendo: ‘Indios, Indios’ [...]”.

Desembarcaron y se congregaron a su alrededor muchos indios, que les pedían cosas, pero sobre todo machetes y cuchillos, lo que hizo desconfiar a algunos, pero la intérprete aseguraba que eran indios de paz. El día del Corpus Christi bajaron a tierra y oficiaron allí su primera misa. Después hicieron una entrada por tierra; algunos indios aceptaron camisas, y ofrecieron a los frailes pescados; sin embargo, otros indios rechazaron los regalos y el contacto con ellos. Un cacique les dijo: “amigos, amigos, no espada”. Acudieron más indios “sin arcos ni flechas”. Se retiraron los padres a la barca y al navío y allí encontraron que se había presentado en una canoa un castellano que había quedado en aquella tierra del tiempo de la expedición de Hernando de Soto, que se llamaba Juan Muñoz y que “casi había olvidado su natural lengua”.

Volvieron a desembarcar el 23 de junio. Se acercaron algunos indios a la playa, les ofrecieron pescados y pidieron camisas a cambio. La india Magdalena decía en su lengua a sus compatriotas: “Venid acá, que estos no traen armas”. Algunos cronistas dicen que la india traicionó a los padres. De los contextos no se puede asegurar tal cosa. Herrera dice que Magdalena enseñaba una cruz a los indios y les decía: “no son ejército, sólo son cuatro frailes que predican grandes cosas”. Pero el contacto entre religiosos e indios resultaba difícil. Tanto que terminaron desastrosamente, con efusión de sangre.

Y se traen ahora algunos párrafos finales del segundo capítulo de Herrera: “Cap. XV. Que continùa lo que sucediò a los quatro Religiosos Dominicos, que fueron a predicar a la Florida [1549 [...] Otro dia, a los veinte y seis, el Padre Frai Luis porfiò en su propòsito, i llegando cerca de la Tierra, vieron Indios en los Arboles, que no lo tuvieron por buena señal; [...] y el Padre Frai Luis Cancer se aparejaba para salir à Tierra, i el Padre Frai Gregorio de Beteta le persuadia, que no lo hiciese [...] el Padre Frai Gregorio le dixo [...] que por amor de Dios se detuviese vn poco, y sin mas saltò en el Agua, i desde Tierra pidiò vna Cruz pequeña, que se le havia olvidado, dixeronle que no havia quien la llevase, porque aquella era Gente de mal arte, i que por amor de Dios se bolviese, no quiso: saliò vn Indio del Monte, abraçolo, y llevòlo del braço, i salieron otros, que le llevaron de priesa, i vno le quitò el sombrero, i luego vieron como le mataron con grandes, i muchos golpes, i con vna gran grita salieron todos los Indios de priesa à flechar à los de la Chalupa [...], los quales se bolvieron al Navio, i rogaron al Piloto que los llevase à otra parte, como era obligado, el cual dixo, que era contento, pero que para començar nuevo viage tenia necesidad de volver al Abana à proveerse de muchas cosas que faltaban en el Navio, i a veinte y ocho de Junio se hicieron a la vela [...]”.

No dice Herrera otros horribles detalles, como que muerto fray Luis, le desollaron la cabellera y se comieron todo su cuerpo. Cárdenas (pág. 117) dice así: “Delante de todos le dieron cruel muerte los indios, los cuales muy ufanos después los enseñaban los hábitos à los del navío”. En la más moderna historia sobre el martirio de fray Luis escrita por A. Rodríguez, OP, se dice que sus últimas palabras fueron: “adjuva me, Domine” (ayudáme, Señor).

Perduró la memoria de fray Luis Cáncer a través del tiempo. Tres siglos después, en 1859, el obispo de Saint Petersburg (Florida), Augustine Veroit, que era francés, inauguró en Tampa la parroquia de San Luis, una advocación al santo rey francés san Luis IX y al que creía que iba a ser también santo: fray Luis de Cáncer (cfr. Veroit, 1859). Y ya en el siglo xx, en 1965 la Hillsborough County Historical Society colocó una artística lápida en el Bayshore Boulevard, de Tampa, en recuerdo de los protomártires de la Florida, con un histórico relato de su martirio, que empieza así: “Dominican Proto-Martyrs of America. A. D. 1549 – A. D. 1965. Near this spot in Tampa Bay, Father Louis Cancer [...]”. La moderna iglesia del Espíritu Santo, de Safety Harbour, en el NW de la bahía de Tampa, luce una espléndida vidriera del artista neoyorquino V. Rambush sobre el martirio del padre Cáncer. Y en 1999, al cumplirse el CDL aniversario de su martirio, se inauguró en la citada diócesis de Saint Petersburg el Luis Cancer Distinguished Priestly Service Award.

 

Obras de ~: Varias Canciones en verso Zapoteco sobre los Misterios de la Religión para uso de los Neófitos de la Vera-Paz, ms. (sin más datos; así en Beristain de Souza, 1883, pág. 231). Parece con seguridad que el siguiente es el mismo, con título más correcto: Varias coplas, versos e himnos en lengua de coban Verapaz, sobre los misterios de la religión para uso de los Neófitos de la dicha provincia, compuestos por el Ven. Padre Fray Luis Cancer, de la orden de Santo Domingo (así en Conde de la Viñaza, 1892, quien añade: “MS. en 4º, de 33 hojas”, y da noticias de su fuente: “Este documento proviene de los antiguos archivos del Obispado de Coban, en la Verapaz. Cuando yo llegué a Rabinal, lo poseía Ignacio Coloché, entonces secretario de la comunidad indígena, el cual me lo regaló, juntamente con otros documentos de igual índole”, Brasseur de Bourboug, 1871, pág. 37).

 

Bibl.: A. de Herrera y Tordesillas, Historia General De Los Hechos De Los Castellanos En Las Islas y Tierra Firme del Mar Oceano, vol. IV, Amberes, Juan Bautista Verdussen, 1728, Década Octava, Lib. V, caps. XIV y XV, págs. 112-115 (vol. IV, Madrid, Universidad Complutense, 1991, págs. 496-500); G. de Cárdenas y Cano (A. González de Barcia), Ensayo Cronológico para la Historia General de la Florida [...] desde el año 1512 [...] hasta el de 1722, Madrid, Imprenta de los hijos de D.ª Catalina Piñuela, 1829, págs. 114-117; S. López Novoa, Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Barbastro y descripción geográfico-histórica de su diócesis, vol. II, Barcelona, Pablo Riera, 1861, págs. 20-23 (Barbastro, Sociedad Mercantil y Artesana, 1981); E. y Ch. Brasseur de Bourboug, Abbé, Bibliothèque Mexico-Guatemalienne, Paris, Maisonneuve, 1871, pág. 37; J. M.ª Beristain de Souza, Biblioteca Hispano Americana Septentrional, vol. I, Amecameca, Tipografía del Colegio Católico, 1883, pág. 231 (2.ª ed.); J. D. G. Shea, The Catholic Church in colonial days. Thirteen colonies, the Ottawa [...], Florida, [...] 1521-1763, New York, John G. Shea, 1886, págs. 123-126; Conde de la Viñaza, Bibliografía Española de Lenguas Indígenas de América, n.º 727, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra, 1892, pág. 246; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. XI, Madrid, Espasa Calpe, 1911, pág. 50; M. Cuevas, Historia de la Iglesia en México, vol. I, Tlalpan, Asilo Patricio Sanz, 1921, págs. 431-438; VV. AA., Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclesiastiques, vol. XI, Paris-VI, Librairie Latouzey et Ané, 1949, págs. 715-716; VV. AA., Gran Enciclopedia de España, vol. V, Zaragoza, Enciclopedia de España, S.A., 1992, pág. 2075; A. Rodríguez, OP, “Fray Luis de Cancer, O. P. Dominican Pioneer, Pacifist Preacher & Martyred Missionary, Proto-Martyr of Florida”, en Southern Dominican Province of St. Martin de Porres, ‘And the preaching continues, 1979-1999 (http://www.domcentral.org/trd/cancerop.htm).

 

Fernando Rodríguez de la Torre

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