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Alonso de Santa Cruz

Biografía

Santa Cruz, Alonso de. Sevilla, 3-15.VIII.1505 – Madrid, 9.XI.1567. Geógrafo, cartógrafo y cronista, sabio de la Casa de Contratación, “cosmógrafo de hacer cartas y fabricar instrumentos para la navegación”.

Nació en el seno de una familia reducida y acomodada, cuyo cabeza —Francisco de Santa Cruz— era funcionario y negociante con aficiones a la cosmología, enclavado en el núcleo medular de la empresa indiana en el tiempo más interesante, con residencia en el centro neurálgico de los descubrimientos, exploraciones y colonización —los Reales Alcázares sevillanos—, aunque también tenía una vivienda de su propiedad en la céntrica y castiza calle de Sierpe. Del matrimonio de Francisco con María de Villalpando nacieron Bernardino, Beatriz y Leonor, la única heredera de su hermano Alonso. Francisco de Santa Cruz participó en la organización de la expedición que hizo el Rey Católico sobre África (1511) tras el desastre de García de Toledo; era veedor y proveedor. La profesión y residencia del padre contribuyeron a la formación de Alonso.

Su etapa formativa a efectos de su obra científica le llegó a través de aquel ambiente familiar en que las lecturas de los autores clásicos en materia cosmográfica realizadas por el padre facilitaron al cosmógrafo en ciernes conocer una abundante bibliografía que, ampliada con posterioridad, le permitieron citar en su Islario hasta cuarenta y seis autoridades, desde Plinio, Ptolomeo y Estrabón, hasta otros más próximos, como Mártir de Anglería, Vespucio, Fernández de Oviedo, sin olvidar a los atractivos Sacrobosco, Virgilio, Macrobio, Tucídides, Beda, Ovidio, Tácito y algunos más que cita de forma memorística. Fue ésta una etapa inicial que tuvo su escenario en la abigarrada ciudad donde Santa Cruz veía partir expediciones eufóricas y regresar con suficientes alicientes para que prosiguiera la magna empresa; donde residían funcionarios y gentes de diversa índole que pululaban en una actividad febril en la ciudad y en su Casa de Contratación, aventureros a la busca de oportunidad para triunfar al otro lado del océano, traficantes al acecho de la mejor ocasión, agentes de banca dispuestos a drenar los mayores beneficios posibles, cosmógrafos interesados en el estudio y la enseñanza, cartógrafos entusiasmados en dar forma a un mundo nuevo, pilotos capaces de conducir hombres, tesoros y toda una cultura a uno y otro lado, y la abundante y heterogénea chusma dispuesta a participar en las más variadas acciones, además de marginados sociales de diverso jaez. Nombres propios con especial fama, Hernando Colón entre ellos, y numerosos desconocidos.

Padre e hijo participaron en la expedición de Sebastián Caboto “hacia la Especiería, en demanda de las islas de Tarsis, Ofir, Cipango y Catayo”; lo hicieron financieramente (Francisco con más de un millón de maravedís, y el hijo con 20.000); además Alonso se enroló en la expedición como “capitán de una nao y por tesorero”. Resultó un viaje aleccionador para el futuro cosmógrafo, pues adquirió experiencia “en el Río de la Plata y en toda aquella tierra hasta la provincia de Charcas, en la tierra del Perú [...] y después de salidos del río nos convino peregrinar, por las corrientes del mar y por la necesidad que teníamos, a la isla Española y al Nombre de Dios y a la Veracruz, provincia de la Nueva España”. Además, se formó en materias complementarias a sus lecturas y saberes que lo capacitaron para escribir sobre cosmografía y cartografía y otros saberes; es cierto que pudo haber sacado mucho mayor partido de sus observaciones que el expuesto en su Crónica de Carlos V y en el Islario; debieron existir otras razones que le aconsejaran el silencio documental en tanto que, paradójicamente, se produjo una transmisión oral a Fernández de Oviedo, quien sí lo recogió en su obra; además, Fernández de Oviedo tuvo ocasión de ver en los papeles de Santa Cruz unos y otros datos de diversa índole: económica (justificantes útiles de cara a su regreso a la Corte), geográfica y cosmográfica, que fueron tan útiles en la obra escrita del madrileño, donde reiteró su excelente opinión sobre Santa Cruz como persona a la que “se da entero crédito, porque es hombre de honra”.

Concluyó la expedición el 28 de julio de 1530. Inmediatamente se dedicó al estudio de la astrología y cosmografía y adquirió fama suficiente para ser llamado a la Corte, donde explicó sus conocimientos al Emperador durante una década. Residió en Valladolid durante siete años, adonde llevó sus libros y siguió trabajando en cosmografía, geografía y cartografía “de toda España y de todas las provincias de las Indias Occidentales, de punto muy grande que, cuando vuestra señoría fuere servido, las podrá ver, con los instrumentos para el tomar de la longitud”.

La obra de Santa Cruz ofrece un abultado elenco enormemente variado, que abarca desde la invención de instrumentos —que ofreció a examen en 1535— y cartas náuticas, a la de un aparato para calcular la longitud por distancias entre la luna y los planetas. Un año después, inventó un aparato para calcular la longitud por las desviaciones de la brújula y simultáneamente presentaba una Historia Universal a la vez que una carta de marear con indicación de las desviaciones de la aguja. Su trabajo cartográfico prosiguió en 1540 con la construcción de diversos planisferios con proyecciones diferentes, con el dibujo en 1542 de un mapamundi, a la par que escribía la primera redacción del Islario General. Su actividad literaria le condujo a traducir y glosar textos de Aristóteles. En torno a 1545, redactó obras cosmográficas e históricas, como el Astronómico Real (1550); confeccionó mapas de diferentes naciones, según indica en una carta al Emperador; escribió la Crónica de los Reyes Católicos en 1542 y los Árboles de los linajes (1550- 1557), que ofreció a Felipe II (1550-1557). Incansable, continuó con la Crónica del Emperador Carlos V (1551), y la realización de cuadros sinópticos denominados Árboles de las ciencias (1552). En 1555, escribió la redacción de una Geografía del Perú, que presentó al Príncipe, además de un conjunto de astrolabios, cuadrantes y relojes; redactó, y dedicó al príncipe, el Abecedario virtuoso; en aquel tiempo escribió el Libro de las Longitudines. En 1556, preocupado por la acción española en América, redactó un Memorial sobre instrucciones a los descubridores cuando se hallaba ya traduciendo (1562) la Crónica de España de Francisco Atrapa (1562), e hizo una crítica, muy dura, de los Anales de Aragón, de Zurita (1563) y, poco después (1566), emitió su parecer sobre la Demarcación de las islas Molucas. Todo ello ha de sumarse a trabajos tales como la confección de un gran plano de la Ciudad de México. Además, hay que contar entre sus obras Lo que sucedió en Sevilla en tiempos de las comunidades, Los linajes de España, De la caballería del Toisón, El libro de blasones, Nobiliario general, Consultas de Carlos V sobre el impuesto de alcabalas, etc.

Las obras de interés geográfico que más entidad tienen son el Islario general, la Geografía universal (a la que Santa Cruz hizo tantas referencias en sus otros escritos y que no ha llegado todavía a manos del investigador) y las Instrucciones para descubridores, obras que hacen que el nombre de Santa Cruz merezca ser considerado en la historia de la geografía, tanto más si se añade su obra cartográfica. El propio Cruz subraya, conforme al estado de la ciencia, los conceptos básicos sobre cosmografía, geografía y corografía (histórica, descriptiva y humana) que también se aprecia en su Libro de las Longitudines (o longitudes), donde declara brevemente su concepto.

El Memorial con normas para descubridores defiende las empresas por cuenta de la Corona por razones económicas y estratégicas (pueden mandarse hacer los navíos en las Indias), por evitar abusos (los particulares tendrían ansia de resarcirse de los gastos e incrementar las ganancias, además de obtener “grandes libertades y exenciones”, a la par que importantes concesiones, repartimientos e incremento de haciendas de sus colaboradores en perjuicio de los indios). Por todo ello, Santa Cruz pretendía que los capitanes y oficiales tomasen minuciosa nota de la localización y disposición de las tierras y demás datos de los viajes que hicieren, con reseña de las vicisitudes sufridas. Que los pilotos sepan si se produce nordesteo o noroesteo de la aguja como precaución para el viaje de retorno. Que capitanes y oficiales hagan la descripción geográfica de interés fisiográfico, económico y humano, verifiquen la demarcación y límites de los reinos, sus dimensiones, patrones de asentamiento, ciudades y efectos de los vientos “[y] para sentar bien estas cosas se tomarán unas hojas de papel y se pondrán en ellas los ocho vientos principales a manera de carta de marear y puédese hacer un padrón de leguas para que lo que se asentare en ellas sea cierto”. Asentando la toponimia propia (“nombres propios de la tierra y ciudades y de los hombres vengan bien declarados y legibles porque en esto va mucho”) y exónimos, datos antropológicos y culturales (religiosidad, templos, creencias, escritura, armas, comercio, pesas y medidas, vestimenta, alimentación, matrimonio, poligamia y adulterio, jefatura y sus privilegios).

La obra cartográfica quedaba englobada dentro de los términos de “geografía y descripción” y su abultada obra no se conoció hasta la muerte del cartógrafo. Fue entonces cuando se efectuó un minucioso inventario de los mapas y documentos que, primero, guardados en un “arca encorada vieja”, pasaron a manos del doctor Francisco Hernández Liébana. Por orden del Rey fueron entregados a Juan de Ovando y éste se lo hizo llegar a Juan López de Velasco, juntamente con algunos otros documentos: una descripción del Reino de Francia, en pergamino, una descripción de todo el orbe, en pergamino, con las armas reales y un tafetán, otra descripción, en pergamino pequeño, de Europa y parte de Asia, con escudo de las armas reales, cubierto con un tafetán tornasol, otra descripción del orbe, grande, en pergamino, con un escudo de las armas reales con un tafetán anaranjado. Un rollo grande, de pergamino, que parece ser la isla de Cuba, con las armas reales, otro rollo, de pergamino, en que está la descripción de Europa, otro pergamino en que está la descripción de la isla La Española, con un escudo imperial, otro pergamino en que está la descripción de la ciudad de Cuzco, otro pergamino en que está la descripción del orbe, en dos globos, con las armas reales, un rollo, de pergamino, con una descripción de Italia y las islas de Cerdeña, Sicilia y Grecia, una descripción universal en dos hemisferios, en figura de corazones, con un escudo de las armas reales, con un tafetán amarillo que las cubre, una descripción universal en figura de sol, con un escudo con las armas reales, cubierto el pergamino con un tafetán anaranjado, un rollo, de pergamino, con una descripción universal, en cuatro óvalos o cuarterones, de la superficie del globo, con un escudo de las armas reales, cubierto con un tafetán carmesí, otro rollo, de pergamino, con una descripción universal en figura de un corazón, con un escudo de las armas reales, con un tafetán morado que le cubre, otro rollo, de pergamino, con una descripción universal. Tiene un escudo con las armas reales y un tafetán morado que cubre el pergamino. Está realizado en forma de corazón, algo ancho, otra descripción del orbe con dos círculos, redondos, con las armas reales y el tafetán amarillo, otra descripción del orbe, en pergamino; dos globos con un escudo de las armas reales y tafetán amarillo, otra descripción del orbe en dos medios círculos a manera de corazones, armas reales y tafetán encarnado, otra descripción del orbe, en pergamino grande, largo, con un escudo de armas reales y un tafetán de tornasol, otra descripción, en pergamino, de la costa de África y parte de lo que toca al Estrecho, otro pergamino en que está la descripción del Perú, otro pergamino con la descripción de la Ciudad de México, otro pergamino en que está la descripción del orbe, en un círculo, redondo con dos óvalos Norte-Sur, armas reales y cubierto con un tafetán encarnado, otro pergamino en que está la descripción del orbe, en dos “círculos ovalados” puestos en cruz, con las armas reales; cubierto por un tafetán amarillo, otro pergamino en que está la descripción del orbe en un “círculo redondo”; un astrolabio, armas reales y tafetán encarnado, otro pergamino en que está la descripción del orbe a manera de estrella, con un escudo de las armas reales, cubierto con un tafetán anaranjado, otra descripción grande de toda Europa, en pergamino, con un escudo imperial, otra descripción de todo el orbe, en pergamino, en dos círculos redondos, divididos por la Equinocial; tafetán anaranjado, otra descripción del orbe, en “dos círculos redondos”, con escudo real, con unas “rayas” a maneras de astrolabios; tafetán anaranjado, otra descripción, en pergamino, de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Otra descripción de toda España con parte de la costa de África, en punto grande de impresión y mucha parte dorada, envuelta en una funda de angeo, otra descripción en que está la Morea, otro pergamino en que está el orbe, en dos círculos redondos, a manera de astrolabio, armas reales y tafetán encarnado, otra descripción del orbe en figura oval, con un escudo de armas reales y tafetán amarillo, otra descripción del orbe en forma de esfera, con las armas reales y un tafetán anaranjado, otra descripción del orbe por las figuras celestes, en dos “círculos redondos”, escudo real y tafetán anaranjado, otra descripción del orbe en globo prolongado, sobre pergamino, con armas reales y tafetán amarillo, otra descripción del orbe, en figura de concha, con escudo de armas reales, cubierto con tafetán morado, otra descripción de Europa con las costas de África, en pergamino pequeño; escudo imperial, otra descripción, en pergamino, de las islas de Scandia, Ibernia y parte de Inglaterra, con las costas de Flandes, un legajo grande, envuelto en un pergamino, en que hay 169 piezas de papel de marca mayor, en que están figuras de colores que representan muchas provincias, islas, tierra firme, puertos, así de Indias como de otras partes, otro papel en que está descrito el cerro del Potosí; dentro, un rollo de papel con letras de indios, otro rollo grande en que está la descripción de la Asia y la Armenia mayor y menor, en punto grande, un pliego de marca mayor, en que hay descrita parte de España; sin indicación de escala, una descripción grande, en pergamino, de las provincias del Perú y tierra del Brasil y costa de Tierra Firme hasta el principio de Chile, de punto grande, otra descripción del Brasil, costa de Tierra Firme, Perú y Chile, hasta el Estrecho; de punto grande, menor que el de la precedente, otra descripción en pergamino, con las provincias que hay desde Panamá y Nombre de Dios hasta pasado “Caçavalvo” y Yucatán; de punto muy grande, una descripción de toda España, de punto grande, en un pergamino de cuatro pieles de ancho, arrollada sobre una vara larga, otro rollo de pergamino grande en que está descrita la Nueva España, desde Tehuantepeq hasta el río de Palmas, por un parte, y por otra hasta Garay.

Confección de mapas e instrumentos para la navegación —que no deja de ser parte de la misma cosa—, fue una actividad incesante en Santa Cruz; un trabajo desarrollado en la capital sevillana desde 1535 hasta 1554, que es cuando determinó “venir, por mandado de Su Majestad, a Valladolid”.

El inicio (1533) fue consecuencia de la orden expedida por el Consejo de Indias para que procediera a reunir al piloto mayor y a los maestros de hacer cartas e instrumentos náuticos, para examinar los instrumentos y cartas que presentaba Alonso de Santa Cruz; se les pide, juntamente con sus pareceres, los instrumentos aportados por el cosmógrafo. Es un límite cronológico oficial, inicial, nítidamente señalado; su actividad inmediata fue de inusitada intensidad, como puede verificarse por los materiales inventariados que se guardaban en la famosa “arca encorada vieja” y, además, ya en 1540, Venegas de Busto hizo un traslado testifical de cuánto había trabajado Santa Cruz en estas materias: ha hecho la “traza de España” pero corrigiendo las tablas antiguas, construyó cartas de marear por alturas y por derrotas, hizo “una bola redonda traída en plano, abierto por los meridianos, para conocer la proporción que tiene lo reducido a lo plano”, otra hizo abriendo por la Equinocial y dejando los polos en medio, una nueva abierta por la línea de partición castellano-portuguesa, acordada en el tratado de Tordesillas, “que dista de la costa de España setecientas leguas”, dice Venegas, no dejando de ser notable que no utilice los términos del tratado, a la letra, otra, de forma que parece “la media septentrional por todo el círculo de la equinocial; y para que se pareciese la media de abajo dióle cuatro sajaduras o aberturas que, subidas en plano, hacen la señal de la Cruz alrededor de la Equinocial”, la siguiente varía en el número de aberturas de la parte inferior, dos. “Y subidas en plano con la equinocial hacen la figura del huevo”, hizo dos más “con láminas, del astrolabio”. Otra alargada, con el desarrollo del Globo, una nueva con los usos horarios “de tal artificio que tiene encima un zodiaco, para saber, cuando en una parte es mediodía, qué hora será en otra”, efectuó correcciones a los “corazones” de Venerio y Oroncio e, incluso, realizó dos más perfectos, y, finalmente —a petición de Carlos V— una carta “abierta por los meridianos, desde la Equinocial a los Polos, en la cual, sacando por el compás las distancias de los blancos que hay de meridiano a meridiano, queda la distancia verdadera de cada grado, reduciendo la distancia que queda a leguas de línea mayor”. Y fue el propio Alonso de Santa Cruz, en 1551, aproximadamente, quien explicó al Emperador muchas de las cosas que tenía hechas; entre ellas, un gran mapa de España y otros de Francia, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Alemania, Flandes, Hungría, Grecia, Italia, Córcega, Sicilia, etc.

La “carta abierta por los meridianos desde la Equinocial a los Polos” fue considerada por Fernández de Navarrete como principio teórico para la construcción de cartas esféricas, sistema cartográfico que fue perfeccionándose. Santa Cruz fue capaz de apreciar el fenómeno de la deformación que sufría la figura de la Tierra al ser trasladada al plano pero no pudo llegar a una conclusión definitiva sobre la proporción. Se trataba del avance desde las denominadas cartas planas, características del siglo xv, a la aparición a mediados del siglo xvi a las llamadas cartas esféricas o de “latitudes aumentadas”. Santa Cruz conocía los errores de la cartografía y sintió la necesidad de abandonar la proyección cilíndrica. Queda un ejemplar notable; el mapa del mundo realizado por Santa Cruz en 1542 (en Estocolmo, pergaminos de 790 por 1440 mm). En la carta se hallan 1240 topónimos, en negro y rojo, al estilo portulano; mapamundi en dos hemisferios y con una cartela clarificadora: “Nova, verior et integra totius orbis descriptio nunc primum in lucem edita per Alfonsum de Santa Cruz, Caesaris Charoli V archicosmographum. A. D. MDLII”. Incluso años antes, en 1530, Santa Cruz había iniciado la construcción de una carta de variaciones magnéticas encomiada por Rey Pastor y al estilo de Halley (1700); una consideración que también se hizo el propio Humboldt. Asimismo, Santa Cruz hizo una toma de posición sobre el viejo tema de la valoración del grado terrestre (17 leguas y media) según criterio defendido en las Juntas de Badajoz-Elvas.

La obra más famosa de Santa Cruz es el Islario manuscrito sobre papel con un mapamundi en ocho hojas y un conjunto cartográfico de más de cien islas de todo el mundo, conocidas a mediados del siglo xvi e incluyendo las ciudades de Cádiz, Venecia y México dedicando la parte cuarta a las Indias Occidentales “a los antiguos todos, ignotas [...] lo cual nos ha sido no pequeño trabajo”. De carácter complementario es el mapa de Tenochtitlan, en Upsala; especialmente notable es el Atlas de El Escorial, cuya autoría le ha sido atribuida recientemente por A. Paladini.

En el aspecto cosmográfico sobresalen el Astronómico Real, el Libro de las longitúdines y, en menor medida por su escasa originalidad y carácter sintético, la Breve introducción a la sphera.

Beneficiario de su obra fue Andrés García de Céspedes (cosmógrafo mayor del Consejo de Indias y catedrático de la Academia de Matemáticas), que tuvo en su poder los trabajos de Santa Cruz y entusiasmado usurpó la autoría de algunos de ellos.

Santa Cruz completó su obra escrita con crónicas y otros trabajos de diferente índole que fueron inventariados en la mencionada arca de cuero: un libro antiguo de Alfonso X, la Crónica de Enrique IV, una gran parte de la Historia de España y la introducción a la Historia General. Pero, además de estos escritos de su propiedad o salidos de su pluma, existen otros a los que se ha hecho referencia: su traducción de la Crónica de España de Francisco Tarapha (único trabajo que pudo ver editado antes de su muerte y considerado el peor salido de su pluma); censura a los Anales de Zurita, pero lo más notorio son la Crónica de los Reyes Católicos y la de Carlos V (1550).

Santa Cruz escribió también un Abecedario virtuoso (1555), para la educación del príncipe Carlos y otros trabajos de interés político y económico con atención a cuestiones como las alcabalas (“sería bien que viniesen, allende de los procuradores, otras personas las más sabias que se pudiese, así para lo de las alcabalas”), reformas judiciales y creación de juzgados de paz (“que en los pueblos principales eligiesen algunos buenos hombres cada año, para que fueren jueces de paz y concordia, porque echasen agua a tanto fuego como es el de los pleitos que queman las almas y vidas y haciendas de las gentes”), defendiendo la perpetuidad de las encomiendas y una mayor explotación minera (aunque las minas de plaza —dice— fueran la mitad de ricas que dicen, deberían pagar más del quinto real), buscarse nuevos recursos como el hierro y proceder a su aprovechamiento mediante la metalurgia así como se preocupa de la navegabilidad de los ríos, la extensión agraria (como de los cultivos de la morera y el olivo) y aspectos corregibles en la Península (“que los mesones y ventas de España son tan malos que no se sabe de otros tan malos”).

Fueron sesenta y dos años llenos de trabajo y cargados de actividades, también de aventuras, de un hombre lúcido, emprendedor y afortunado, aunque no vio publicadas sus obras.

 

Obras de ~: Historia Universal, 1536; Mapamundi de Estocolmo, 1542; Islario general de todas las islas del Mundo, 1542 (ed., transcr. y est. de M. Cuesta Domingo, Madrid, Real Sociedad Geográfica, 2003, 2 vols.: vol. I, Islario de Santa Cruz; vol. II, Cartografía de Santa Cruz); Traducción y glosas de Aristóteles, 1545; Astronómico real, 1550; Crónica de los Reyes Católicos, 1550 (ed. de J. de Mata Carriazo, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1951, 2 vols.); Crónica del emperador Carlos V, 1551 (ed. de R. Beltrán y Rózpide y A. Blázquez y Delgado-Aguilera, pról. de F. de Laiglesia y Auser, Madrid, Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intendencia e Intervención Militares, 1920-1925, 5 vols.); Mapa de México-Tenochtitlan, de Uppsala, 1551; Libro de las longitudes y manera que hasta agora se ha tenido en el arte de navegar con sus demostraciones y ejemplos, dirigido al muy alto y muy poderoso señor Dom Philpe II [...], 1555 (ed. de A. Blázquez y Delgado de Aguilera, Sevilla, Publicaciones del Centro Oficial de Estudios Americanistas, 1921); Árboles de Linajes, 1557; Abecedario virtuoso, 1555; Geografía del Perú, 1555; Instrucciones para descubridores, 1556; Árboles de las Ciencias, 1557; F. Tarafa, Crónica de España, trad. de ~, 1562; “Censura”, en J. Zurita, Anales de Aragón, 1563; Memorial sobre la demarcación del Maluco y Filipinas, 1566; Atlas de España (tesis de Paladini); Libro de los linajes (atrib.); Libro de blasones (atrib.); Nobiliario general (atrib.); Lo que sucedió en Sevilla en tiempo de las Comunidades (atrib.).

 

Bibl.: E. W. Dahlgren, Map of the World by the Spanish cosmographer Alonso de Santa Cruz, Stockholm (Sweden), Royal Printing Office, 1892; F. R. Wieser, Die karten von Amerika in dem Islario General des Alonso de Santa Cruz, cosmógrafo mayor des Kaisers Karls V, mit dem spanischen original texte und einar kritischen einleitung, Innsbruck, 1908; G. Latorre, Documentos desconocidos de Alonso de Santa Cruz, Madrid, 1913; J. de Mata Carriazo, “Estudio preliminar”, en A. de Santa Cruz, Crónica de los Reyes Católicos (hasta ahora inédita), op. cit., 1951; M. Cuesta Domingo (ed.), Alonso de Santa Cruz y su obra cosmográfica, Madrid Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1983-1984, 2 vols.; M. Esteban, I. Vicente y F. Gómez, “La recuperación del gran tratado científico de Alonso de Santa Cruz: El Astronómico Real”, en Asclepio (Madrid), XLIV, 1 (1992), págs. 3-30; A. Paladini Cuadrado, “Sobre el Atlas de El Escorial y su probable autor”, en Boletín de Información del Servicio Geográfico del Ejército, Madrid, 1997; M. Cuesta Domingo, “Estudio preliminar”, en Islario y cartografía de Santa Cruz, vol. I, op. cit., 2003.

 

Mariano Cuesta Domingo

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