Andagoya, Pascual de. Andagoya (Álava), c. 1498 – Cuzco (Perú), 18.VI.1548. Descubridor y conquistador en la costa meridional panameña, gobernador del Río San Juan y fundador de Buenaventura.
Se ignora su año de nacimiento. La única referencia a su edad procede de Fernández de Oviedo, quien dijo que cuando pasó a Indias era “mancebo”. Viajó en efecto en la gran armada de Pedrarias Dávila que llegó al Darién y al puerto de Santa María la Antigua el 29 de junio de 1514, pero aun así resulta difícil averiguar qué edad tendría nuestro “mancebo”. Posiblemente entre catorce y dieciséis años, lo que nos lleva a pensar que nacería hacia 1498. Su lugar de nacimiento fue Andagoya, un pueblecito vasco que ahora es una aldea del municipio de Cuartango, en la provincia de Vitoria. El mismo Fernández de Oviedo señaló que “era natural del condado de Vizcaya, en el valle de Cuartango, que es a tres leguas de la villa de Tavira de Durango, e a una e media de la ciudad de Orduña”, añadiendo que “fue hijo de un hidalgo llamado Joan Ibáñez de Arca”. Nada se sabe de su madre, ni de su familia, a excepción de un hermano suyo, llamado fray Martín de Andagoya, que era fraile jerónimo y quiso ir a la gobernación del Río San Juan, lo que obligó al Emperador a pedir permiso al Provincial de los jerónimos, de lo que informó a Pascual de Andagoya el 7 de marzo de 1539. Fray Martín estaba ya en Panamá en 1540, camino hacia el Río San Juan. Nuestro protagonista tuvo otro hermano de nombre desconocido que acompañó a Pizarro en la conquista del Perú.
Pascual de Andagoya careció de estudios universitarios, aunque tuvo buena pluma, cosa poco frecuente en su época. Embarcó para América en la enorme armada de Pedrarias (veintidós embarcaciones y más de dos mil hombres), junto con otros muchos hidalgos. Llegó a Santa María la Antigua del Darién el 29 de junio de 1514 y se puso incondicionalmente al servicio de Andagoya, lo que le valió un repartimiento de indios y casarse con una dama del séquito de la señora del Gobernador, Isabel de Bobadilla. Asistió a las penurias de Santa María en 1514 y contempló asombrado la política de cabalgadas contra los indios, emprendida por Pedrarias para capturar esclavos para las minas. Escribió con objetividad, pero sin crítica, que “traían grandes cabalgadas de gente presos en cadenas [...] Todas estas gentes que se traían, que fue mucha cantidad, llegados al Darién los echaban a las minas de oro, que había en la tierra buenas, y como venían de tan luengo camino trabajados y quebrantados de tan grandes cargas que traían, y la tierra era diferente a la suya, y no sana, moríanse muchos”.
Su primera acción de armas fue acompañar a Pedrarias en la expedición que partió en busca del perdido capitán Becerra (1516). Estuvo en la región próxima a Cartagena, donde se supo que Becerra había sido asesinado por los indios. Pedrarias volvió a Santa Maria y dejó a su lugarteniente Gaspar de Espinosa el mando de la tropa, para que hiciera una gran campaña. Andagoya figuró en su hueste y estuvo en Acla, Comogre, Chimán y Pocorosa. Cruzó luego hacia la costa pacífica, pasó por Chepo, Natá (donde se invernó), París, Escoria y regreso finalmente a Santa María. Fue una verdadera cabalgada recogiendo esclavos, robando alimentos y oro, en la que se curtió Andagoya, que quedó además muy impresionado por la crueldad de la conquista. Así señalo que cuando invernaron en Natá recogieron todos los alimentos que había, dejando a los indios sin la comida que tenían para un año, por lo cual “vivieron en gran necesidad de hambre, tanto que llegaban a nuestro real para que les prendiésemos y diésemos de comer”. Al año siguiente fue con Balboa a poblar el puerto de Acla y luego al golfo de San Miguel, donde participó en la construcción de las naves con que se quería explorar la Mar del Sur. Asistió a la decapitación de Balboa y de sus compañeros en Acla del 13 al 21 de enero de 1519, pero sin tomar partido por Balboa o por Pedrarias. Simplemente lo llamo “justicia”. Integró luego la gran expedición de trescientos hombres que mandó Pedrarias para fundar Panamá. Cruzó el istmo nuevamente y estuvo en dicha fundación el 15 de agosto de 1519. Posteriormente participó en otra entrada de Espinosa, que recorrió toda la región pacífica, costeando la península de Azuero y alcanzando Punta Blanca, más al norte de Chiriquí, desde donde la hueste regresó por tierra a Panamá. Se evidencia así que Andagoya fue soldado en el período 1514-1520, época de su auténtica formación militar.
Se estableció entonces en la ciudad de Panamá, abandonando las armas. Le fue bastante bien, pues tuvo un reparto de indios, fue nombrado regidor del Cabildo en 1521 y posiblemente se casó entonces con una dama de apellido Tovar, que, como se ha señalado, era del séquito de la mujer de Pedrarias. Por estos años debió nacer su hijo Juan, que siguió la carrera de las armas (estuvo con Hernando Pizarro en el cerco de Cuzco y fue capitán en la gobernación del San Juan). Andagoya prosperó vertiginosamente. Hizo algunos negocios importantes y se convirtió en uno de los hombres más ricos de Panamá. En 1522 fue nombrado visitador general de los indios. En el ejercicio de este cargo llegó a Chochama, donde escuchó de labios de su cacique que su pueblo era hostilizado por las gentes que venían del Virú o Birú, una tierra desconocida, situada al sur de Panamá, que según escribió luego era el Perú: “que de Birú se corrompió la letra y la llamamos Pirú, que deste nombre no hay ninguna tierra”. No se trataba del auténtico Perú, sin embargo, pero Andagoya quedó muy impresionado por aquella revelación y el mismo año 1522 pidió permiso a Pedrarias para “ir a descubrir al cacique del Perú e la costa adelante del golfo de San Miguel. E Pedrarias le hizo su capitán”, como nos dice Fernández de Oviedo. Su expedición al Virú no pasó probablemente del Chocó colombiano, pues ni siquiera llegó al río San Juan, como dijo al mismo Fernández de Oviedo, quien escribió: “e subió la costa adelante (del golfo de San Miguel), e según el me dijo llegó a aquel río del Perú, que está mas acá del río de Sant Joan”. Markam y Fiske piensan que este “Virú” estaba al sur del golfo de San Miguel, entre el Atrato y el Pacífico. Jijón y Caamaño lo ha situado algo más al sur, en la frontera actual de Panamá con Colombia. Rivet y Krikeberg creen que estaba al sur de Colombia, pero Trimborn opina que es demasiado al sur, ya que según Andagoya tardó sólo seis o siete días en ir desde Chochama hasta el Virú. Lo más probable es que se encontrara en el norte del Choco colombiano. Nada tuvo que ver con el verdadero Perú, por consiguiente. En cualquier caso allí tuvo Andagoya un serio percance, que nos describe de la siguiente manera: “y corriendo la costa, los navíos algo apartados de la tierra, e yo en una canoa descubriendo los puertos en ella, me anegué, de manera que si no fuera por el señor que llevaba conmigo, que me tomó en brazos y me echó encima de la canoa, yo me ahogaba; y así estuve, hasta que vino un navío a me socorrer, y puesto en él estuve, entretanto que socorrieron a los demás, mas de dos horas mojado; y con un aire frío y mucho agua, que había bebido, amanecí otro día tullido, que no podía rodearme [...] y así estuve tres años, que no pude cabalgar a caballo”.
Andagoya escribió luego que por causa de su enfermedad, Pedrarias “me rogó que diese la jornada a Pizarro y Almagro y al P. Luque, que eran compañeros, porque tan gran cosa no parase de seguirla”, y añadió que el Gobernador se las ingenió para entrar con ellos en el negocio, “y ansí Pedrarias y ellos tres, que fueron cuatro, hicieron cada uno compañía por su cuarta parte”. La aportación de Pedrarias a tal compañía fue de una ternera. En cualquier caso Andagoya atribuyó su demora en ir a la jornada del descubrimiento del Perú a aquel chapuzón que recibió buscando el cacicazgo de “Virú” y se consideró asimismo el descubridor del verdadero Perú. Lo que sí pudo ocurrir es que sus noticias fueran un incentivo para el descubrimiento del Perú que hicieron Pizarro y Almagro, pero eso fue todo.
Andagoya vivió luego unos años de paz y prosperidad, mientras recobraba su salud. En 1529 Pedrarias fue sustituido por el gobernador Pedro de los Ríos. Parece que acompañó a Pedrarias a Nicaragua, pero regresó rápidamente a Panamá. Surgieron entonces problemas entre Andagoya y el gobernador De los Ríos. Herrera asegura que como consecuencia de los mismos el gobernador le confiscó todos sus bienes. Estuvo diez días en la cárcel y fue desterrado a Nicaragua. Todo esto coincidió con la muerte de su esposa (la Tovar), por lo que decidió en 1530 irse a Santo Domingo para defender sus intereses ante la Audiencia. Su reclamación concluyó en 1534 con un fallo favorable de dicha Audiencia hacia los cargos que ocupaba y los bienes confiscados. Contrajo segundas nupcias con Mayor Mejía y regresó con ella a Panamá.
En 1534 llegó a Panamá el nuevo gobernador Francisco de Barrionuevo, que le nombró su teniente de gobernador y le restituyó su hacienda, en conformidad con el fallo de la Audiencia. Andagoya aumentó aún más su fortuna, interviniendo en los negocios del Perú (suministro de armas, alimentos, caballos, municiones). Incluso informó al Monarca de varios temas referidos en las reales cedulas, como la conveniencia de no trasladar de sitio la ciudad de Panamá y rechazar el proyecto de hacer un canal interoceánico, pues consideraba más apropiado mejorar el camino de Panamá al río Chagres. En 1536 llegó a Panamá el juez de residencia Pedro Vázquez, que hizo su juicio y le consideró culpable de algunas anormalidades. Le detuvo y envió a España. Tal parece que la enorme fortuna acumulada por Andagoya le dispensaba numerosos enemigos. Antes fue De los Ríos y ahora Pedro Vázquez.
Andagoya permaneció en España los años 1537 y 1538. El primer de ellos lo ocupó en defenderse de las acusaciones que se le imputaban y logró salir con éxito de ellas. El Consejo de Indias le declaró inocente de todas. El año siguiente lo ocupó en intrigas cortesanas, pues supo que había muerto el licenciado Gaspar de Espinosa, que había capitulado con la Corona el 11 de septiembre de 1536 la gobernación del Río San Juan, en la región del Chocó, más al sur de Panamá y antes del Perú. Andagoya puso todo su dinero e influencias en conseguirla y lo logró. Posiblemente hizo valer ante la Corona su supuesto predescubrimiento del Perú en el Virú. Firmó la capitulación en Valladolid el 12 de diciembre de 1538 y fue nombrado gobernador y capitán general, adelantado y alguacil mayor de la misma. En ella se comprometió a “pacificar y poblar la tierra que hay desde el río que dicen de San Juan hasta la provincia que dicen de Catamez”, una cuña costera que lindaría con la gobernación de Pizarro “sin entrar ni llegar a ella, ni a cosa que tenga descubierto e poblado, y por las espaldas de la vuestra gobernación guardaréis los límites della, sin tocar en los límites de la gobernación de Cartagena”. Comprendía, en síntesis, y sobre un mapa actual, la costa que corre hacia el Sur desde el Darién panameño hasta Atacamez en Ecuador; el Chocó, Valle del Cauca costero y Nariño (Pasto), con Tumaco, y la provincia ecuatoriana de Esmeraldas hasta el Atacames. Era una especie de presentido país ecuatoriano, que luego basculó hacia el interior, dependiendo de Quito.
La capitulación le otorgó el doceavo de los provechos de la tierra, después de sacado el quinto real, y partes jugosas del oro hallado en las sepulturas o de capturar a un señor de la región (era el reflejo de lo ocurrido con Atahualpa). Andagoya se comprometió al buen tratamiento y conversión de los indios y a poner dos navíos de remo de diez bancos por banda, para que fueran las personas desde Tierrafirme. Por si todo esto fuera poco, el Emperador le otorgó el 10 de enero de 1539 el título de mariscal de la provincia del Río San Juan, así como un escudo de armas. Demasiadas concesiones si, tal como dijo Fernández de Oviedo, lo hizo el Emperador “en remuneración de lo que dije que sirvió e gasto en aquel su viaje, cuando se hubiera de ahogar”.
El mariscal y adelantado del Río San Juan reclutó sesenta hombres en Castilla, principalmente en Toledo, y se dirigió con ellos a Sanlúcar, adonde llegó a principios de 1539. Embarcó para Indias y llegó a Santo Domingo. Aquí dejó a su cuñado el capitán Alonso Peña (estaba casado con una hermana de Mayor Mejía) para que reclutase más hombres y le siguiera luego, tan pronto como fuera posible. El adelantado partió en vanguardia con ciento cincuenta hombres y cuarenta caballos. Llegó a Nombre de Dios el 24 de junio y continúo viaje hacia Panamá. Unos días después arribó a Nombre de Dios el refuerzo que traía Alonso Peña. Andagoya le envió caballos y mulas para el paso del istmo. Peña fue encargado de conducir a la Gobernación a la mujer del gobernador y algunos enfermos.
Andagoya partió para la conquista de su Gobernación en febrero de 1540 al frente de doscientos hombres y cincuenta caballos, embarcados en un galeón, 215 una galera y dos bergantines. Bajó por la costa hasta el golfo de San Miguel, siguió al Darién, costeó el Chocó y descendió hasta Cabo Corrientes y la isla de Las Palmas, que hizo su base de operaciones. Desde aquí siguió a la bahía de La Cruz, adonde hizo venir la flota, desembarcando la tropa. A continuación remontó el río San Juan, en el que socorrió a varios españoles, y regresó a la bahía de la Cruz para fundar la ciudad de Buenaventura. Considerando este puerto el centro de su gobernación mandó al capitán Peña que trajera al mismo a su mujer “con su casa” y partió hacia el interior. Dejó en Buenaventura a un lugarteniente suyo, llamado Juan de Ladrillero, que era piloto. Ladrillero mejoró Buenaventura, pero fue un caserío hasta fines del siglo XVI, cuando lo incendiaron los indios. La ciudad actual de Buenaventura es de reciente fundación y se hizo sobre la isla de Cascajal.
Andagoya emprendió una travesía terrestre desde Buenaventura hasta el Cauca. El 15 de abril llegó a la provincia de Atunceta, en el valle del Cauca, lugar en el cual se sometieron algunas parcialidades indígenas. Escribió a las autoridades de Cali (ciudad fundada por Benalcázar el 25 de julio de 1536), anunciándoles su llegada, que realizó el 10 de mayo de 1540. Encontró una ciudad devastada y habitada sólo por cuarenta hombres, dieciocho de los cuales estaban tullidos. La situación de la región no era mucho mejor, pues los indios de Apirama habían matado a Añasco y preparaban un ataque a la ciudad de Popayán, cuyas autoridades escribieron a Andagoya diciéndole que esperaban su llegada para reconocerle por gobernador. El cronista Simón afirmó que Andagoya había entrado en Cali y Popayán sabiendo que eran tierras de Benalcázar y que estaba violando lo establecido en la capitulación y que, para ganarse a sus pobladores, ratificó todos los cargos existentes. Sea como fuere, emprendió una intensa actividad. Envió un socorro de cincuenta hombres a Timaná, que estaba cercada desde la época de Añasco. Una vez liberada reconoció también a Andagoya por gobernador. Allí puso por teniente de gobernador a Payo Romero. El adelantado volvió a Cali y envió al capitán Miguel Muñoz en busca de Robledo, que había salido a la provincia de Anserma y del que no se sabía nada. La partida le encontró en Santa Ana y Robledo se sometió a Andagoya. Finalmente mandó otra expedición para abrir un nuevo camino desde Cali a Buenaventura a través del valle del Cauca. Fue el cénit de su mandato.
Apareció entonces en escena Benalcázar, con su flamante título de gobernador de Popayán. Había hecho acopio de hombres y caballos en Santo Domingo, pasado a Panamá y llegado finalmente a Buenaventura. Juan de Ladrillero se negó a reconocerle, pero parece que fue un formalismo, pues le indicó el mejor camino para llegar a Cali, que fue el puerto del Realejo. Benalcázar desembarcó sus doscientos arcabuceros y ballesteros y emprendió el camino al interior. Andagoya envió un pequeño destacamento para detenerle. Fueron setenta hombres, mandados por el capitán Luis Bernal, que se cambiaron de bando. Benalcázar llegó así reforzado a Cali. Los dos bandos nombraron unos negociadores que se reunieron en el convento de la Merced, donde examinaron las provisiones de Benalcázar y de Andagoya para tratar de averiguar a quién pertenecía aquel territorio, cosa que consideraron imposible dilucidar. Al llegar la noche los regidores de Cali se pasaron a Benalcázar, y éste mandó a un teniente suyo, llamado Madroñero, con una buena tropa, para que prendiera al mariscal y adelantado. Le pusieron grilletes, le tomaron cuanto tenía, y le remitieron a Popayán. Era marzo de 1541.
Benalcázar quedó así dueño de toda la gobernación, a excepción del puerto de Buenaventura, adonde llegó el capitán Alonso de la Peña, con la mujer de Andagoya y una fuerza apreciable: cien hombres y cuarenta caballos. Peña sostuvo Buenaventura por Andagoya e inició conversaciones para tratar de liberar a su jefe. Imprevistamente arribó también a Buenaventura el licenciado Vaca de Castro, visitador y presidente de la nueva Audiencia de Lima, a quien Peña hizo toda clase de agasajos. Aunque Vaca estaba enfermo, se empeñó en ir a Cali, acompañado de los hombres de Andagoya. Llegó después de un viaje espantoso y mandó comparecer a Benalcázar. Se presentó éste, reconoció su autoridad e hizo sus alegaciones. El presidente y los dos gobernadores se reunieron entonces, tratando de encontrar una solución. No la encontraron y al cabo acordaron que Andagoya fuera libremente a España para que el Emperador determinara “así en esas diferencias y agravios como en los límites de ambas gobernaciones”, según escribió Fernández de Oviedo. Tras esto cada uno volvió a su sitio: el presidente a Popayán, camino de Quito, para ver al marqués Francisco Pizarro, Benalcázar a su gobernación y Andagoya a Buenaventura, donde se encontró muerta a su señora. Se hicieron los funerales a esta última y luego el adelantado y su yerno Peña abandonaron Buenaventura. Al frente de este puerto, y en espera del regreso del adelantado, quedó una guarnición bajo el mando del capitán Payo Romero.
Andagoya y Peña fueron a Panamá y luego a Nombre de Dios. Desde aquí Peña se marchó a Santo Domingo, donde se estableció definitivamente. Andagoya embarcó para España, dispuesto a defender sus derechos. Pleiteó incansable y gastó “tras su título y gobernación, más de cincuenta mil pesos de oro, e con deuda de más de otros veinte mil”, según indicó Fernández de Oviedo. Quedó así arruinado. En cuanto a Payo Romero, concertó cierto arreglo con Benalcázar, pero murió de mala forma a manos de los indios. Benalcázar se quedó así con toda la gobernación, aunque pronto volvió a tener problemas de límites, esta vez con los cartageneros del norte.
Andagoya estuvo en España hasta 1545. Supo entonces que Gonzalo Pizarro se había sublevado en el Perú y que se enviaba para someterle a Pedro de Lagasca. Vio una oportunidad de reivindicarse, sirviendo al Emperador, y embarcó para las Indias con el “Pacificador” Lagasca a comienzos de 1546. Llegó a Nombre de Dios el 27 de julio del mismo año y a Panamá el 19 de noviembre, siguiendo después viaje a Perú. Militó en el bando realista hasta la derrota pizarrista definitiva de Xaquijaguana en marzo de 1548.
En dicha batalla fue herido en una pierna. Tuvo complicaciones y se trasladó a Cuzco, donde murió el 18 de junio de 1548. Algunos historiadores, como Esteve Barba, afirmaron que murió el 25 de septiembre de 1548.
Escribió dos obras importantes, que fueron Carta del Adelantado Pascual de Andagoya dirigida al Emperador Carlos V sobre su partida de Panamá y prosecución de su viaje y reconocimiento hasta Cali, y Relación que da el Adelantado de Andagoya de las tierras y provincias que abaxo se hará mención. La primera tiene el título que figura en el catálogo de manuscritos de América, de la Biblioteca Nacional, de J. Paz. Está fechado en Cali a 15 de septiembre de 1540 y se trata de un informe al Rey del adelantado y gobernador de la provincia del Río San Juan sobre la Gobernación que le concedió y la entrada efectuada a la misma, principalmente desde el puerto de la Buenaventura hasta Cali y Popayán. Cronológicamente va desde el 21 de febrero de 1540 hasta mediados de septiembre del mismo año. Su contenido es la narración de los hechos ocurridos desde la salida de Panamá hasta la llegada a Cali y Popayán, costumbres, ritos y ceremonias de los indios y algunas reflexiones para corregir abusos administrativos y pedir mercedes para su hijo. Está escrita en un estilo llano y directo y con una verdadera obsesión protagónica.
La segunda es una copia de un manuscrito original perdido, que se encuentra en el Archivo General de Indias, Patronato, 26, 5. Es muy conocido y fue publicado por primera vez en 1794 por Fernández de Navarrete, bajo el título de Relación de los sucesos de Pedrarias Dávila en las provincias de Tierra Firme o Castilla del Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la Mar del Sur y costas de Perú y Nicaragua, en su edición de la Colección de Viajes. Ha sido publicada varias veces, siendo de resaltar las ediciones hechas por Antonio B. Cuervo (1892), Jijón y Caamaño (1938) y Herman Trinborn (1954). El último hizo una traducción al alemán y Roberta Markhan la hizo al inglés. Una nueva trascripción directa del original sevillano ha sido hecha por Adrián Blázquez en 1986. Por los datos intrínsecos parece que fue hecha por Andagoya en España entre 1542 y 1546, quizá poco antes de salir con Lasca para América. La narración recoge lo ocurrido desde 1514, fecha de la salida de la expedición de Pedrarias hasta la muerte de Pedro Alvarado en 1541, así como su exploración en la gobernación del río San Juan desde febrero de 1540 hasta agosto de 1541. No se sabe para qué la hizo, ni a quién la dirigió, pero quizá no tuviera otra finalidad que la de mostrar su propio fracaso como ejemplo del mal gobierno que regía los destinos de Indias. Contiene datos preciosos sobre las creencias, ritos y costumbres de los indios, la geografía (orografía, clima, calidad de la tierra, etc.). Las regiones son Nicaragua, Panamá, Antillas y región circuncaribe centroamericana y colombiana, Panamá en sus dos costas, valle del Cauca colombiano y finalmente del mundo inca.
Sobre Pascual de Andagoya se han hecho juicios muy variados. Fue soldado leal a la Monarquía, ingenuo frente a su medio y sobre todo frente a sus opositores. Castellanos le calificó de hombre de poco seso. La verdad es que no contó con experiencia frente a los curtidos conquistadores con que se cruzó. Llegó a Panamá “sin escuela” militar y apenas ejerció unos años como soldado. Fue además un hombre profundamente religioso que sufrió la crueldad con que se trataba a los indios, como lo demostró en sus escritos, pero sin proponer ninguna solución para remediarla. A su favor puede anotarse que luchó por establecer una gobernación al sur de Colombia y al norte de Ecuador, que pudo cambiar la historia regional del norte de Suramérica. En cierto modo su fracaso acarreó consigo el de esta costa pacífica colombiana que quedó como una zona marginal, manejada y dirigida en el futuro por las oligarquías interioranas payanesa y santafereña.
Obras de ~: Carta del Adelantado Pascual Andagoya dirigida al Emperador Carlos V sobre su partida de Panamá y prosecución de su viaje y reconocimiento hasta Cali (inéd.), Cali, 15 de septiembre de 1540, Biblioteca Nacional de Madrid, ms. n.º 19267; Relación que da el Adelantado de Andagoya de las tierras y provincias que abaxo se hará mención (c. 1542-1546), ed. de M. Fernández de Navarrete, Madrid, 1794 (eds. de A. B. Cuervo, Bogotá, 1892; J. Jijón y Caamaño, Quito, 1938; H. Trinborn, Hamburgo, 1954; A. Blázquez, Madrid, 1986); “Relación de los sucesos de Pedrarias Dávila en las provincias de Tierrafirme o Castilla del Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la Mar del Sur y costas del Perú y Nicaragua”, en M. Fernández de Navarrete (ed.), Colección de viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, vol. 3, Madrid, Imprenta Real, 1829.
Bibl.: A. Herrera y Tordesillas, Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del Mar Océano, Madrid, Imprenta real de Nicolás Rodríguez Franco, 1727; P. de Andagoya, “Relación de los sucesos de Pedrarias Dávila en las provincias de Tierrafirme o Castilla del Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la Mar del Sur y costas del Perú y Nicaragua”, op. cit.; C. R. Markhan, Narrative of the proceedings of Pedrarias Dávila the provinces of Tierra Firme or Castilla del Oro, and the Discovery of the South Sea and the coasts of Peru and Nicaragua, written by Adelantado Pascual de Andagoya, works issued by the Hakluyt Society, t. 34, London, 1865; G. de Espinosa, “Relación e proceso que el licenciado Gaspar Despinosa, Alcalde Mayor, hizo en el viaje [...] que fue desde esta ciudad de Panamá a las provincias de Paria, Natá [...]”, en J. F. Pacheco, F. de Cárdenas y L. Torres de Mendoza (dirs.), Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados de los Archivos del Reino, y muy especialmente del de Indias, t. XX, Madrid, Imprenta de M. Bernaldo de Quirós, 1873; A. B. Cuervo (comp.), Colección de documentos inéditos sobre la Geografía y la Historia de Colombia, Bogotá, Imprenta de vapor de Zalamea hermanos, 1892; J. Fiske, The discovery of America, Boston-New York, Houghton Mifflin, 1892, 2 vols.; P. Cieza de León, La guerra de Quito, en M. Serrano y Sanz (comp.), Historiadores de Indias, vol. 2, Madrid, Bailly Baillière, 1909 (col. Nueva Biblioteca de Autores Españoles, vol. XV); P. Rivet, “A propos de l’origine du mot ‘Perú’”, en Anthropologie, t. XXII, Paris, 1911; G. Delgado Gallego, “Notas para la biografía de D. Sebastián Belalcázar”, en Boletín de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, Córdoba, 1927-1928 y 1930; F. A. Kirkpatric, Los conquistadores españoles, Madrid, Espasa Calpe, 1935; J. Jijón y Caamaño, Sebastián de Benalcázar, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1936-1938, 2 vols.; P. Álvarez Rubiano, Pedrarias Dávila, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1944; J. de Castellanos, Elegías de varones ilustres de Indias, Madrid, Atlas, 1944; P. Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, Bogotá, Ediciones de la Revista Bolívar, 1953, 9 vols.; H. Trimborn, Pascual de Andagoya. Ein Mensch erlebt die Conquista, Hamburg, Cram. de Gruyter & Co., 1954; G. Fernández de Oviedo, Historia General y natural de las Indias, Madrid, Atlas, 1959, 5 vols.; F. Esteve Barba, Historiografía Indiana, Madrid, Gredos, 1964; W. Krickeberg, Altmexikanische Kulturen, Berlin, Safari, 1966; R. Porras Barrenechea, Las relaciones primitivas de la conquista del Perú, Lima, Instituto Raúl Porras Barrenechea, 1967; A. Blázquez (ed.), Pascual de Andagoya. Relación y Documentos, Madrid, Historia 16, 1986.
Manuel Lucena Salmoral