Cascales, Francisco. Murcia, c. 1559 – 30.XI.1642. Humanista.
Tras el baile de fechas y lugares de nacimiento a que se ha visto sometida su biografía, parece más oportuno conceder crédito a los datos aportados en el último estudio biográfico, que considera el año 1559 como fecha más segura de nacimiento y la ciudad de Murcia como lugar en que por primera vez vio la luz Francisco Cascales, hijo de Leonor Cascales y de Luis de Ayllón. Las razones esgrimidas por Manuel Muñoz, autor de la monografía, en favor de esta fecha y esta ciudad parecen más solventes que las proporcionadas por otros biógrafos. Éstos suponían otro año posterior de nacimiento y otro lugar, Fortuna (Murcia), así como la condena de su padre por la Inquisición, datos refutados por esta biografía de 1992, que se sirve para fundamentarlos, entre otros, de los documentos del Tribunal de la Inquisición, que no habían sido valorados convenientemente por algunos biógrafos anteriores.
Del interés que ha suscitado la persona y la obra de Francisco Cascales dan testimonio los abundantes estudiosos y críticos que, a lo largo de la historia, se han ocupado de su figura, en muchos casos intentando aclarar los datos oscuros que rodean su nacimiento y juventud.
Algunos autores han deducido, de referencias pasajeras de las Cartas filológicas, que Cascales sirvió como soldado en Flandes hacia 1585, tiempo durante el cual se supone que entró en contacto con los humanistas europeos. Según Manuel Muñoz, no es posible asegurar nada al respecto. Sí se puede considerar probable, en cambio, que estudiara algunos años en Granada, donde se supone que escribió dos sonetos: uno publicado en 1592 en Las obras del famoso poeta Gregorio Silvestre Rodríguez de Mesa, dedicado a este autor, y el otro, de 1594, escrito en homenaje al poeta contemporáneo Cristóbal de Mesa, incluido en su poema heroico “Las Navas de Tolosa”.
El 7 de junio de 1597, dos años después de contraer matrimonio, fue nombrado preceptor de Gramática por el cabildo de Cartagena, ciudad en la que residió hasta que en 1601 consiguió la cátedra de Latín del recién creado Seminario de San Fulgencio de Murcia.
En 1598 publicó su trabajo Discurso histórico de la ciudad de Cartagena, impreso en Valencia, como agradecimiento al favor y distinción que el concejo de la ciudad cartagenera le otorgó con su nombramiento.
En 1608, tras la muerte de su primera mujer, Petronila Ximénez de Quirós, contrajo segundas nupcias con Juana Ferrer, con quien tuvo cuatro hijas, dos de las cuales tomaron los hábitos de monja. En esta época se sitúa el auto sacramental (o tal vez fuera comedia) por el que en este año de 1608 consta que le pagó el concejo; tampoco se tiene noticia de las obritas teatrales que tenía obligación de escribir para que sus alumnos las representaran en la festividad de San Fulgencio. En 1614 viaja a Madrid para conseguir la licencia de sus Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia, que finalmente se publican en esta ciudad en 1621, y de sus Tablas poéticas.
Durante su estancia en la Corte es de suponer que se relacionara con el ambiente cultural de la ciudad, más que probable que coincidiera con su paisano Diego Saavedra y Fajardo y que estableciera lazos de amistad con Lope de Vega, quien lo elogió en su Laurel de Apolo.
En 1617, en las prensas murcianas de Luis Berós, aparece la obra fundamental de Francisco Cascales: las Tablas poéticas. Escrita en 1604, fecha en que la presentó su autor al Consejo Real en solicitud de licencia para imprimirla, fue encargada su aprobación un año después a la Universidad de Salamanca, que dio su visto bueno en el claustro, contando con la anuencia del catedrático de dicha universidad, el maestro Baltasar de Céspedes. Hubo de reposar todavía la obra unos cuantos años más, por razones desconocidas, hasta que su amigo Saavedra Fajardo intercedió ante el mecenas Francisco de Castro, gracias al cual la obra pudo al fin imprimirse trece años después de haber sido escrita. En forma de diálogo recoge la doctrina aristotélica-ciceroniana propia del sistema poético del momento en que fue escrita, sin apenas originalidad. Las cinco primeras tablas tratan de la poesía en general y las cinco restantes de los distintos géneros poéticos: epopeya, épicas menores, tragedia, comedia y lírica. Vilanova coincide con Menéndez Pelayo al considerar el tratado como el más claro y ameno de la tríada preceptista de la época (junto con el de López Pinciano y González de Salas), aunque el menos sólido y profundo de los tres. Basado sobre todo en fuentes italianas (de las que en numerosas ocasiones extracta párrafos enteros), apenas se sirve de las españolas si no es para refutarlas, como sucede con la Philosophía antigua poética de López Pinciano.
La novedad de la tripartición genérica (lírica, épica y dramática), que la historiografía ha atribuido tradicionalmente a Cascales, estaba presente ya de manera nítida en el tratado De Poeta del italiano Minturno, una de las fuentes literales de la doctrina de las Tablas, según advirtió ya García Berrio en el estudio y edición de la obra.
En el propio texto de las Tablas poéticas se da noticia de otra obra que había compuesto su autor: se trata de la traducción de la Epístola a los Pisones, o Poética, de Horacio. Es una versión castellana en verso libre, según dice el propio Cascales, para uso de sus alumnos.
Los únicos fragmentos conservados son los que ilustran numerosos pasajes de esta obra que, para Menéndez Pelayo, se caracteriza por su fidelidad y elegancia y su muy superior calidad frente a las anteriores.
También se anuncia en este libro la existencia de una Epopeya del Cid que, en palabras del autor, “por ventura publicaré algún día” (Tablas poéticas, VI, 6, 2) y de la que se extrae el exordio con la dedicatoria al marqués de Mondéjar y conde de Montilla (casi con plena seguridad Luis Hurtado de Mendoza) para ilustrar esta parte del discurso.
De 1628 data el breve prólogo encomiástico de Cascales al Discurso jurídico por la Inmaculada Concepción de María Santísima de Alonso de Margelina, escrito con motivo de la proclamación del dogma y publicado en 1628. De la autoridad y fama de Cascales dan noticia las elogiosísimas referencias a su persona y obra que aparecen en las Academias del jardín de su paisano Jacinto Polo de Medinilla y en el Laurel de Apolo de Lope de Vega, ambas obras de 1630.
Las amplias relaciones literarias que mantuvo a lo largo de su vida se reflejan en su intensa correspondencia epistolar, parte de la cual fue seleccionada y publicada en su obra Cartas philológicas, publicada en Murcia en la imprenta de Luis Berós, en 1634, año marcado también para el licenciado por la muerte de su segunda esposa, Juana Ferrer. Cascales reunió en este libro treinta cartas: una de Francisco del Villar, otra del maestro González de Sepúlveda y veintiocho suyas. Su contenido, variado, abarca desde disertaciones políticas o morales hasta opiniones literarias, estudios críticos, exegéticos y cuestiones polémicas que, en ocasiones, son reflejo fiel de las controversias literarias más candentes de la época, como el culteranismo, que es rechazado abiertamente (y que provocó, a su vez, la respuesta del gongorista Martín de Angulo con el propósito de rebatirlas), o la controversia sobre la licitud de las representaciones teatrales, que defiende con un criterio moral y estético ajeno a la intransigencia de los paladines de la postura contraria y claramente a favor de la comedia lopesca.
A veces se trata de meros juegos o de pruebas de ingenio, o simplemente de reflexiones sobre cuestiones muy diversas, como se puede comprobar por el tenor de algunos de los títulos: “Sobre el número ternario” (Epístola VI, Década I), “Acerca del uso antiguo y moderno de los coches” (Epístola VII, Década II), “Sobre la cría y trato de la seda” (Epístola VIII, Década II), “Contra las piedras preciosas” (Epístola VII, Década III), etc. No se puede pasar por alto el tono erudito y la voluntad de estilo que envuelve a las epístolas, a pesar de que el tema tratado no siempre responda a un contenido literario o cultural de gran calado. Plenamente inserta en la tradición epistolar clásica rehabilitada por los humanistas al estilo de las compuestas por Justo Lipsio, esta obra asume las dos tradiciones del género, la de las cartas familiares y las eruditas, aunque es muy ostensible el mayor peso que asumen las segundas. Se adscribe en esta última tradición a humanistas como Luis Vives, Juan Ginés de Sepúlveda o Pedro de Valencia. Por su carácter familiar, estas epístolas se alinean también con autores como Antonio de Guevara, Gaspar de Texeda o Blasco de Garay, entre los españoles, o Erasmo y el propio Montaigne, entre los europeos.
Después de jubilado de su cátedra de San Fulgencio en 1638, a los setenta y nueve años de edad, Cascales no abandonó sus estudios humanísticos. De hecho, tenía ya publicada por estas fechas una de sus últimas obras, Epistola Horatii Flacci de Arte poetica in methodum redacta (impresa en Valencia por Silvestre Sparsa), en la que pretende ajustar la Poética de Horacio a un plan ordenado y sistemático del que aquélla carecía —según Cascales— por voluntad expresa de su autor, cuya intención no fue escribir un tratado, sino unos consejos acerca del poeta y de su arte. Al final del texto se insertan unas notas, veintidós concretamente, sin mucha relación con la obra precedente, que titula “Novae in Grammaticam observaciones”, donde Cascales debate algunos puntos gramaticales de Nebrija y del Brocense. Su último trabajo publicado lleva por título Florilegium artis versificatoriae, brevísimo compendio de métrica latina ilustrado con ejemplos y escrito probablemente para uso de los alumnos de su cátedra. El 30 de noviembre de 1642 falleció Francisco Cascales en Murcia y fue enterrado en el altar mayor de la iglesia de Santo Domingo.
La obra de Cascales conoció una gran difusión a partir de la segunda mitad del siglo XVIII y, sobre todo, en el XVIII se convirtió en referente obligado para la defensa de la doctrina neoclásica (frente a las innovaciones barrocas del siglo anterior) por la mayor parte de los teóricos dieciochescos, excepción hecha de Luzán, quien consideraba las Tablas poéticas de Cascales (al igual que a la mayoría de los tratados de poética de los siglos XVI y XVII) como carentes de cualquier originalidad.
Leandro Fernández de Moratín lo situó, junto con Cervantes y Luzán, en el sumo tribunal de la lengua y del gusto literario en su obra Derrota de los pedantes (1789) y la Real Academia Española lo incluyó rápidamente entre las autoridades de la lengua española.
En definitiva, cualquier estudioso de la poética áurea, o posterior, o del humanismo en general, no puede dejar de remitir a la obra de Cascales como referencia inexcusable de nuestra tradición humanista.
Obras de ~: Discurso de la ciudad de Cartagena, Valencia, Juan Crisóstomo Garriz, 1598; Tablas poéticas, Murcia, Luis Berós, 1617 (ed. de F. Cerdá y Rico, Madrid, Imprenta de A. de Sancha, 1779; ed., intr. y notas de B. Brancaforte, Madrid, Espasa Calpe, 1975); Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia, Murcia, Luis Berós, 1621; Cartas philológicas, Murcia, Luis Berós, 1634 (ed., intr. y notas de J. García Soriano, Madrid, Espasa Calpe, 1961); Epistola Horatii Flacci de Arte Poetica in methodum redacta versibus horatianis stantibus, ex diversis tamen locis ad diversa loca translatis, Valentiae, Sylvestrem Sparsam, 1639; Florilegium Artis versificatoriae, Valentiae, Sylvestrem Sparsam, 1640 (ed., intr. y notas de S. I. Ramos Maldonado, Francisco Cascales, Epigramas. Paráfasis a la poética de Horacio. Observaciones nuevas sobre Gramática. Florilegio de versificación, Madrid, Akal, 2004).
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Luis Alburquerque García