Gil Álvarez, Rafael. Madrid, 22.V.1913 – 10.VII.1986. Director de cine.
Nacido en el Teatro Real, del que su padre era conservador, y acostumbrado al ambiente artístico y cultural desde muy joven, Rafael Gil Álvarez ejerce la crítica desde muy temprana edad, publicando artículos sobre cinematografía y críticas de estreno tanto en periódicos (Campeón, La Voz, ABC) como en las más importantes revistas especializadas durante la Segunda República (Popular Films, Films Selectos, Nuestro Cinema), sin faltar tampoco asiduas colaboraciones radiofónicas y una no menos activa labor de organizador y difusor de actividades cinematográficas.
Cofundador en 1933 del Grupo de escritores cinematográficos independientes (GECI), llega a publicar un libro teórico titulado Luz del cinema (1935). Por esas mismas fechas se aproxima al cine experimental a través de su colaboración con Gonzalo Menéndez Pidal, Cecilio Paniagua y José Val del Omar (Semana Santa en Murcia, Semana Santa en Cartagena) y llega a escribir y dirigir un cortometraje titulado Cinco minutos de españolada, con fotografía de Menéndez Pidal.
De profundas convicciones religiosas y pensamiento conservador, es movilizado por el ejército republicano, y dada su previa labor cinematográfica, destinado a las unidades de propaganda de la 46.ª División “El Campesino” y del Estado Mayor del ejército del Centro, donde rueda documentales como Sanidad en 1937, y, en 1938, Soldados campesinos, con Antonio del Amo, y ¡Salvad la cosecha!, con Arturo Ruiz Castillo. Finalizada la contienda, Rafael Gil saludará el nuevo Régimen en algunos títulos documentales para CIFESA como La corrida de la Victoria (1939), o Luz de Levante (1940), donde reconstruía el ya mítico punto de vista de José Antonio Primo de Rivera desde su prisión alicantina. La realización de algunos otros cortometrajes sobre las tierras de España, como Feria en Sevilla o Canarias occidentales, constituye el núcleo de su trabajo hasta la ansiada oportunidad de dirigir un largo de ficción que le ofrece la propia CIFESA, empresa productora valenciana regida por Vicente Casanova y que recupera enseguida su destacado primer lugar en la industria cinematográfica española.
Dos de sus tres primeras películas para la compañía, El hombre que se quiso matar y Huella de luz —la otra es la también relevante Viaje sin destino, basada en un argumento de José Santugini—, realizadas en 1942 a partir de muy críticos relatos escritos por Wenceslao Fernández Flórez durante la dictadura primorriverista y enseguida denominadas por la crítica de la época “comedias humanas”, habrán de convertirlo en uno de los más inquietos e interesantes de entre los directores de la primera generación posbélica. Profundamente críticos con la situación de una España injusta, atrasada y cursi, hondamente desesperanzados e impregnados hasta sus estratos más profundos de un particularísimo realismo fatalista y de un humor tierno pero desencantado, los relatos de Fernández Flórez en que se basan van a permitirle realizar un tipo de cine alejado (aunque no siempre aparentemente) de las tendencias cinematográficas postuladas por las muy diversas fuerzas que apoyaban al nuevo Régimen y referirse, casi siempre en clave metafórica (pero también de forma inconsciente, legible a su pesar en las fracturas y las hondas heridas que parecen surgir de entre los bordes de los textos), a la dura posguerra de los primeros cuarenta.
Sus deseos de centrarse en los problemas de la contemporaneidad española y sus opiniones públicas profundamente contrarias, por ejemplo, a la obligatoriedad del doblaje no impiden que su cine sea apresuradamente considerado casi desde ese momento el de un “ilustrador” literario académico, sólido “y de calidad”, pero sin excesivo talento ni estilo propio y definido, y favorecido y premiado siempre por la administración franquista. En efecto, Eloísa está debajo de un almendro (1943), basada en la comedia homónima de Enrique Jardiel Poncela, Lecciones de buen amor (1943), a partir de la obra de Jacinto Benavente, y sobre todo el monumental éxito de su versión del alarconiano El clavo (1944), van a convertirlo muy rápidamente en el director preferido por las principales productoras para adaptar obras literarias de prestigio, fuese cual fuese el tono y el sentido original de éstas (Cervantes, Palacio Valdés, Pérez Lugín, Blasco-Ibáñez, José María Pemán, Carlos Arniches...), así como para llevar a buen puerto films históricos o religiosos en la línea requerida en distintos momentos por los responsables cinematográficos del Régimen. Pero, por otro lado, y sobre todo, la preferencia de Rafael Gil por referirse al conflictivo presente queda de nuevo patente en los proyectos que —entre sólidos films de encargo que realiza con su habitual y profesional solvencia— trata de poner en pie personalmente. Tal ocurre, como paradigmático ejemplo, en los dos excelentes títulos con guiones de Miguel Mihura que realiza a finales de la primera década posbélica (La calle sin sol, 1948, inmediatamente posterior a su célebre versión de Don Quijote de la Mancha, y Una mujer cualquiera, 1949, tras Mare Nostrum, a partir de Blasco Ibáñez y finalizada ese mismo año). La primera de ellas se alza como un mucho más que solvente drama urbano contemporáneo y suburbial que dibuja una tétrica y desasosegante Barcelona, surgida de la pluma de Mihura a partir de una idea del director.
Por su parte, Una mujer cualquiera es un film realmente magistral en el que el sólido eclecticismo del cineasta se transforma —por íntima conexión con su material de partida— en ajustado y contenido rigor formal.
La muy activa década de 1950, en la que realiza una media de dos o tres películas por año, la mayoría para Aspa Films y Suevia Films-Cesáreo González, nos ofrece, de nuevo, a un Gil trabajando a destajo en los subgéneros más oficialistas del cine español, aunque otra vez y no por casualidad, los títulos más relevantes del período habrán de venir de la mano de Miguel Mihura, como la costumbrista ¡Viva lo imposible!, en 1957, con Paquita Rico, Manolo Morán y Miguel Gila, y de su nostálgico retorno al universo “fernándezflorezco” en la muy interesante y oscura Camarote de lujo (1958), interpretada de nuevo por Antonio Casal y ambientada en La Coruña en los trágicos años de la salida masiva de emigrantes gallegos desde el puerto herculino. Ambos films, no por azar, constituyen los inaugurales proyectos de su propia compañía productora, Coral Films, en torno a la cual realizará la mayor parte de los títulos de la segunda y mucho menos relevante mitad de su carrera, en la que, progresivamente y como habría de sucederle a otros destacados cineastas de su generación, su filmografía entra en un proceso de declive en el que conviven empeños todavía relevantes (la adaptación de “El abuelo” de Pérez Galdós con guión de Rafael J. Salvia y protagonizada por Fernando Rey [La duda, 1972]) con versiones meramente alimenticias de las más reaccionarias novelas de Vizcaíno Casas (Y al tercer año resucitó, 1979; De camisa vieja a chaqueta nueva, 1982) que, con todo, no pueden enturbiar el muy eminente lugar de Rafael Gil en la cinematografía española.
Obras de ~: Filmografía: Dir. en Sanidad, 1937; con A. del Amo, Soldados campesinos, 1938; Resistencia en Levante, 1938; con A. Ruiz-Castillo, ¡Salvad la cosecha!, 1938; Ametralladora, 1939; La corrida de la Victoria, 1939; La copa del Generalísimo, 1939; Flechas, 1939; Luz de Levante, 1940; Feria en Sevilla, 1940; Islas de Gran Canaria (Canarias orientales), 1941; Isla de Tenerife (Canarias occidentales), 1941; Fiesta canaria, 1941; Tierra canaria, 1941; El hombre que se quiso matar, 1942; Viaje sin destino, 1942; Huella de luz, 1942; Eloísa está debajo de un almendro, 1943; Lecciones de buen amor, 1943; El clavo, 1944; El fantasma y doña Juanita, 1944; Tierra sedienta, 1945; La pródiga, 1946; Reina Santa, 1947; La fe, 1947; Don Quijote de la Mancha, 1947; La calle sin sol, 1948; Mare Nostrum, 1948; Una mujer cualquiera, 1949; Aventuras de Juan Lucas. España, 1949; Teatro Apolo, 1950; La noche del sábado, 1950; El gran galeoto, 1951; La Señora de Fátima, 1951; 50 años del Real Madrid, 1952; De Madrid al cielo, 1952; Sor Intrépida, 1952; La guerra de Dios, 1953; El beso de Judas, 1953; Murió hace quince años, 1954; La otra vida del capitán Contreras, 1954; El canto del gallo, 1955; La gran mentira, 1956; Un traje blanco, 1956; ¡Viva lo imposible!, 1957; Camarote de lujo, 1958; La casa de la Troya, 1959; El Litri y su sombra, 1959; Siega verde, 1960; Cariño mío, 1961; Tu y yo somos tres, 1961; La reina del Chantecler, 1962; Chantaje a un torero, 1963; Rogelia, 1963; Samba, 1964; La vida nueva de Pedrito Andía, 1965; Currito de la Cruz, 1965; Es mi hombre, 1966; Camino del Rocío, 1966; La mujer de otro, 1968; Verde doncella, 1968; El marino de los puños de oro, 1968; Sangre en el ruedo, 1968; Un adulterio decente, 1969; El relicario, 1970; Sexto Centenario de la Coronación de Nuestra Señora de Lledo, 1970; El sobre verde, 1971; Nada menos que todo un hombre, 1971; La duda, 1972; La guerrilla, 1972; El mejor alcalde, el rey, 1973; Novios de la muerte, 1974; Olvida los tambores, 1974; Los buenos días perdidos, 1975; A la Legión le gustan las mujeres... Y a las mujeres les gusta la Legión, 1975; Dos hombres... y en medio dos mujeres, 1977; La boda del señor cura, 1979; Y al tercer año resucitó, 1979; Hijos de papá, 1980; De camisa vieja a chaqueta nueva, 1982; Las autonosuyas, 1983; Las alegres chicas de Colsada, 1983.
Bibl.: C. Fernández Cuenca, Rafael Gil, Madrid, Revista Internacional de Cine, 1955; L. Rubio (com.), Rafael Gil. Director de cine, Madrid, Centro Cultural Conde Duque-Comunidad de Madrid-Ayuntamiento de Madrid, 1997; F. González García, Crise no Cinema Espanhol. As adaptaçoes de textos literarios de Rafael Gil para a Cifesa: 1942-1945, Viseu, Sétima Europa-Mostra de Cinema/Cine Clube de Viseu, 2001; J. L. Castro de Paz, Un cinema herido. Los turbios años cuarenta en el cine español (1939-1950), Barcelona, Paidós, 2002; J. L. Castro de Paz (com.), Rafael Gil y CIFESA, Madrid, Filmoteca Española, 2007.
José Luis Castro de Paz