Marín Cayre, Guillermo. Madrid, 12.VIII.1905 – 21.V.1988. Actor.
Hijo de la actriz Gloria Cayre y de un militar de carrera, de quien quedó huérfano a los seis meses. Con su madre asistió por vez primera a una representación teatral a los seis años de edad, y a los catorce años se escapó con la modesta compañía de Nieves Suárez y José Santiago con la que debutó en el teatro Rojas, de Toledo, con La noche del sábado, de Benavente en el papel de Príncipe Pálido. Luego, una comedia de Francisco Ramos de Castro y la obra calderoniana El alcalde de Zalamea, en donde representó el papel del hijo de Pedro Crespo. Con esta compañía ambulante conoció a fondo los entresijos del teatro. Fue ocasionalmente apunte, maquinista y hasta se ocupó de la sastrería.
Con diecinueve años pasó a la compañía de Ricardo Calvo, que fue su gran mentor y maestro; de él aprendió mucho, sobre todo el arte de declamar el verso clásico, aunque cultivó todos los géneros teatrales y muy especialmente la alta comedia.
A partir de 1925 se enroló en una gira americana con la compañía de Calvo que duró casi cinco años ejerciendo todos los papeles de galán joven del teatro clásico y conquistó a la hija de Ricardo Calvo: Pepita Calvo Vázquez, con quien se casó y fruto de su unión continuó después la saga en su hijo Fernando Marín.
A su regreso, Guillermo Marín perteneció luego a otras compañías, las de Ricardo Puga, Matilde Moreno, José Romeu, Emilio Portes y José Tamayo, así como las de los teatros nacionales Español y María Guerrero, e incluso mantuvo compañía propia, que formó con su esposa, Pepita Calvo.
En 1933, alcanzó la consagración profesional estrenando la obra de José María Pemán El divino impaciente, en el teatro Princesa (más tarde, María Guerrero), que perduró tres años en cartel. Consagración prorrogada dos años más tarde, con su papel en la obra cumbre de Eduardo Marquina, En el nombre del padre. Acaparó grandes elogios por su Segismundo de La vida es sueño en la versión que dirigió Luis Escobar en 1941, así como por Hamlet, La tejedora de sueños o Círculo de tiza caucasiano.
En 1942 interpretó por primera vez el Don Juan Tenorio, de Zorrilla, que luego llevó a escena en más de un millar de ocasiones a lo largo de su vida, siendo el actor que más veces representó a este personaje.
Al año siguiente se estrenó en el cine de la mano de José Luis Sáenz de Heredia en su película El escándalo, después se convertiría en un actor habitual de la filmografía española durante las décadas de 1940 y 1950, donde cineastas como Edgar Neville y Rafael Gil sabían extraer su genio interpretativo, pero, a partir de 1960, declinó su actividad cinematográfica, por verse junto a la niña prodigio Marisol o del cómico Paco Martínez Soria o de las cantantes Lola Flores, Paquita Rico y Carmen Sevilla, potenciando sus apariciones en programas dramáticos de la televisión, como Estudio 1 —grabó, entre otros muchos, Diego de Acevedo (1966); El sí de las niñas (1969); La otra orilla (1972); Silencio, estrenamos (1974)—, si bien prolongó sus apariciones en la gran pantalla hasta 1983 y 1985 en las películas Las bicicletas son para el verano y La Corte del Faraón, sus últimas de medio centenar de cintas, de Fernando Fernán Gómez y José Luis García Sánchez, respectivamente.
En todo caso, Guillermo Marín fue fundamentalmente un hombre de teatro. Cosechó un gran triunfo estrenado Los endemoniados en 1944, y sus éxitos continuaron con obras como Un espíritu burlón, en 1946, y Plaza de Oriente, al año siguiente, o, en el estreno de la Historia de una escalera de Buero Vallejo, en 1949, bajo la dirección de Luca de Tena. Su prestigio se consolidó aún más si cabe en la siguiente década con títulos como El gran Minué (1950); Entre bobos anda el juego (1951); Llama un inspector (1951); La tejedora de sueños (1952); El alcalde de Zalamea (1952); La alondra (1954); Edipo (1954); Crimen perfecto (1954); Los tres etcéteras de don Simón (1958); Celos del aire (1959). Durante la década de 1960 cosechó grandes triunfos en el teatro Español con obras como Una cigüeña bromista (1962); El zapato de raso (1965); La paz (1969); Proceso de un régimen (1971); Tal vez un prodigio (1972), y, sobre todo, con El sí de las niñas (1975) y Julio César (1976); y, las últimas de su vida, El barón, en televisión, y Casandra, ambas en 1983. Ciertos problemas de salud le alejaron de los escenarios y se murió en mayo de 1988 en una precaria situación económica sin haber cumplido un viejo sueño: representar Cyrano de Bergerac, a pesar de haberse especializado en personajes de aire distinguido, a los que brindaba gestos y ademanes perfectamente estudiados, aunque brillaba también cuando tenía que interpretar a otros, villanos de naturaleza, por ejemplo. Por esta razón se hizo merecedor de la Orden de Alfonso X el Sabio en 1947 y por dos veces del Premio Nacional de Teatro (1970 y 1981), así como de la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes y de la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (1975).
Bibl.: F. Nieva, “Muere un actor”, en ABC (Madrid), 5 de junio de 1988, pág. 3; M. Román, Los cómicos, vol. III, Barcelona, Royal Books, 1996, págs. 33-36; C. Aguilar y J. Genover, Las estrellas de nuestro cine, Madrid, Alianza Editorial, 1996, págs. 358-359; M. Gómez García, Diccionario del teatro, Madrid, Ediciones Akal, 1997, pág. 516; A. J. Castro Jiménez, Sagas españolas del espectáculo, Madrid, Centro Cultural de la Villa, 2003, págs. 52-53.
Manuel Román Fernández