Rodríguez de Chaves, Diego. Diego de Chaves. Trujillo (Cáceres), 6.VII.1507 – Madrid, 17.VI.1592. Teólogo dominico (OP), conciliarista, confesor real.
Fueron sus padres el caballero santiaguista Álvaro Rodríguez de Escobar y María de Chaves y Sotomayor.
Hizo la profesión religiosa en su villa natal el 22 de julio de 1525. Estudió Artes o Filosofía y Teología en el Convento de San Esteban de Salamanca. Ganó por oposición una plaza en el Colegio-Universidad de Santo Tomás de Sevilla, fundado por Diego de Deza, ingresando y jurando los estatutos en 1541.
En 1544 fue nombrado profesor o lector de Artes en el Convento de San Esteban de la ciudad del Tormes.
Durante el año escolar de 1547-1548 substituyó a Domingo de Soto, que estaba en el Concilio de Trento, en la Cátedra de Vísperas de Teología de la Universidad salmantina. En mayo de 1549 hubo de sustituir a Melchor Cano en la Cátedra de Prima de Teología de la misma Universidad. En ese año, por octubre, recibió el doctorado en Teología por la Universidad de Sigüenza. El capítulo general de la Orden dominicana, celebrado en Salamanca en 1551, le concedió el título de maestro en Sagrada Teología. El capítulo provincial, celebrado también en Salamanca en ese mismo año le aceptó o reconoció ese magisterio. Se encontraba enseñando en la Universidad de Salamanca y en el Estudio General de San Esteban de esa ciudad, cuando fue enviado con Melchor Cano como teólogo al Concilio de Trento en 1551. Chaves aparece en el concilio como socio de Cano.
El 29 de octubre de 1551 intervino en Trento en torno a los sacramentos de la extremaunción y de la penitencia y mantuvo la tesis de la insuficiencia de la atrición para la eficacia del sacramento de la penitencia, y que el sigilo de la confesión es de derecho divino. A su vuelta siguió enseñando en Salamanca.
Hacia 1555 pasó a la Cátedra de Prima de Teología de la Universidad de Santiago de Compostela hasta 1559. Fue luego prior del Convento de San Pedro Mártir de Toledo. En Toledo entró en contacto con la Corte de Felipe II, llegando a ser confesor del Rey y del príncipe Carlos, y, según algunos, también de la reina, Isabel de Valois. En 1772 fue llamado a Roma para dar su parecer como teólogo en la causa inquisitorial de Bartolomé de Carranza, retornando a España en 1576. Santa Teresa de Jesús y el venerable Palafox, obispo de Osma, que lo conocieron de cerca, emitieron juicios elogiosos de Chaves.
Su discípulo Domingo Báñez le llama “varón incorruptísimo”.
Una prueba de esa incorruptibilidad es su actitud como confesor y consejero de Felipe II. El Rey, por querer que todo pasara por sus manos, difería excesivamente la solución de los asuntos de su reino; D. de Chaves le recriminaba duramente y le aconsejaba rodearse de personas que tratasen muchos de esos negocios. En carta del 19 de marzo de 1592 llega a advertirle: “oblígame el mismo Dios a no administrarle a V. M. ningún sacramento no haciendo las cosas dichas, porque no le puede V. M. recibir. Y he de hacerlo así infaliblemente hasta que V. M. lo haga”. Gran elogio hace Báñez de Chaves en sus comentarios a la Suma de Teología, cuando escribe, entre otras cosas: “Didacus de Chaves, sicut genere, ita ingenio plurimaque sapientia praeclarissimus est. Qui, si nobiscum Salmanticae permansisset, haud dubium qui iam in cathedra primaria ante annos multos jubilationis gratia gauderet”. Murió D. de Chaves en el Convento de Santo Domingo el Real de Madrid y fue sepultado en el de Santo Tomás, donde se colocó pronto un breve epitafio con su título de maestro y confesor regio y con la fecha precisa de su muerte.
Obras de ~: De translatione episcoporum, s. l., s. f.; Mss. en la Biblioteca Apostólica Vaticana y otras bibliotecas.
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Ramón Hernández Martín, OP