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Francisco Hernández de Liébana

Biografía

Hernández de Liébana, Francisco. Aldearrubia (Salamanca), c. 1512 – 11.V.1583. Consejero de Castilla, de la Cámara, de Indias y de Hacienda y miembro del Consejo de Órdenes.

Catedrático en Salamanca desde 1541, habiéndose formado en el colegio de Santiago el Zebedeo, adquirió una notable fama como docente y una gran reputación como estudioso y conocedor del Derecho castellano.

Prueba de ello es que fue seleccionado a la cabeza de una lista de las personas más doctas de la universidad encargada por el regente Maximiliano de Austria en 1550. Dispuso de una cierta popularidad en los claustros salmantinos, no sólo por su saber, sino también por su trato cordial, obteniendo un carisma que le permitiría en el futuro su ascenso y promoción en el servicio real.

En 1551, el presidente del Consejo Real de Castilla, Hernando Niño, que también había sido colegial de Cuenca y era presidente de Castilla, se acordó de Hernández de Liébana y quiso favorecerlo, obteniendo para él la plaza de fiscal de la Chancillería de Granada.

Cuando murió Niño en 1552, quienes habían estado bajo su amparo, pasaron en su mayoría a formar parte de la facción emergente encabezada por Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli. De modo que, en 1556, obtuvo la promoción a la plaza de fiscal de la Real Chancillería de Valladolid, donde permaneció hasta mayo de 1558. En dicho año, llegó a la Corte para ocupar el puesto de fiscal del Consejo de Indias, aprovechando una ampliación del número de consejeros de dicho organismo. A los cuatro años de haber ocupado el cargo de fiscal de Indias, en 1562, ascendió en el escalafón siendo nombrado consejero de Indias.

Mientras tanto, mediada la década de 1560, comenzó el ascenso hacia la privanza uno de los hombres que serían más poderosos en el reinado, Diego de Espinosa, que fue uno de sus alumnos predilectos en Salamanca y que no había olvidado a su maestro, al que introdujo en el Consejo de Castilla en 1565, muy poco tiempo después de haber accedido a su presidencia.

En estos años, su amistad con Espinosa se fue estrechando, y el trato entre el discípulo aventajado y su antiguo maestro fue cada vez más asiduo y cotidiano. Por ello el privado le confió importantes tareas en su proyecto reformista, a la par que favoreció su encumbramiento.

Como miembro del Consejo de Órdenes, en el que había entrado en 1567, y tal vez por su experiencia como consejero de Indias, participó en la gran junta convocada en el verano de 1568 que, presidida por Espinosa, pretendía reformar el gobierno eclesiástico en América y que es conocida como “Junta Magna”.

Su participación en los trabajos de la Junta Magna no parece que fuera muy relevante, puesto que su nombre aparece simplemente como consejero ocasional. Sí influyó su obra precedente, pues el libro de la “gobernación espiritual” elaborado por el Consejo de Indias, cuya primera redacción se le atribuye, sirvió de base de trabajo para la Junta.

Pero, donde desempeñó un importantísimo papel fue en la penetración del control espinosista en los asuntos italianos. Espinosa tenía un gran interés por reformar el gobierno de Italia, poco menos que abandonado a la iniciativa de los virreyes y establecer una fuerte dependencia de aquellos respecto a la Corte. Para ello situó a Antonio Pérez en la Secretaría de Estado de Italia y al cardenal Quiroga en la presidencia interina del Consejo de Italia, encomendando a nuestro biografiado la Visita de este organismo, con dos finalidades, castigar los abusos y explorar las condiciones para efectuar una “reformación” del organismo.

El fin de la visita era expulsar al secretario Vargas del control del despacho de Italia y crear una nueva estructura que primase al consejo sobre la Secretaría, haciendo de este organismo la correa de transmisión entre la Corte y las provincias y a través del cual se vertebraría su gobierno.

Comenzado este cometido con gran ímpetu, los celos y la rivalidad con Quiroga, frenaron sus trabajos. También, el hecho de que hubo de compatibilizar esta misión con otras tareas. En 1570 entró en el Consejo de Hacienda y en octubre de 1572 en la Cámara de Castilla.

Espinosa lo introdujo en los asuntos hacendísticos, para que estudiara los remedios para frenar la disminución de las rentas de la Corona.

La muerte de Espinosa en 1572, no alteró su ascenso en la carrera del poder. El secretario Mateo Vázquez lo mantuvo a su lado por consideración a su difunto y común patrono y también por amistad. En sus manos continuaron la revisión de los papeles de Hacienda y las pesquisas de la visita del Consejo de Italia.

La solución tomada para resolver la situación de la Hacienda se hizo a la luz de sus informes, concentrándose la autoridad en estas materias en la llamada Junta de Presidentes, dejando al Consejo de Hacienda una capacidad muy limitada. La Junta comenzó a funcionar el día de San Juan de 1573 (24 de junio), formándola él mismo, el obispo Covarrubias (en cuya estancia se celebraba), Juan de Ovando (presidente de Indias), Antonio Padilla (presidente de Órdenes), el doctor Velasco, el licenciado Fuenmayor, el contador Garnica y Mateo Vázquez.

El 3 de marzo de 1575 entró en una junta especial para abordar la política flamenca, presidida por Covarrubias y en la que también estaba un buen número de sus amigos, los licenciados Fuenmayor, Andrés Ponce de León, Juan de Ovando y Antonio de Padilla. La Junta de Flandes tenía una doble función, aconsejaba en alta política y actuaba en la sombra como consejo.

Su creación formaba parte del “paquete” de actuaciones conducentes a desmontar la política albista en los Países Bajos y tratar de reconducir la situación en las provincias rebeldes.

En fecha no determinada, a fines de 1575 o principios de 1576 se formó la llamada Junta de la Hacienda de Italia en la que también participó junto con el conde de Chinchón, como tesorero general de Italia, el licenciado Avalos, Hernando de Montenegro, el contador Garnica, el conservador Molina y dos regentes del Consejo de Italia: Herrera y Cutinario. Gaytán y Antonio Pérez actuaban como secretarios pero era Mateo Vázquez quien tenía asiento en la Junta, aunque su presencia era inusual.

Dada la diversificación de cometidos y alegando problemas de salud, solicitó en 1577 que se le adjuntase en la visita de Italia al doctor Padilla, presidente del Consejo de Órdenes. Ambos provocaron cierta sorpresa en la Corte al afirmar que no se podían hacer cargos ni imponer penas por faltar pruebas para incriminar a nadie, no obstante, redactaron sendos informes proponiendo la reforma del consejo y secretaría de Italia, que constituirían la urdimbre con que se redactaron las instrucciones de octubre de 1579.

Es posible que las alegaciones de falta de salud fueran una simple excusa, pues le siguieron llegando encargos y cometidos que no rechazó. El 9 de octubre de 1578, ante el problema de la bula In Coena Domini a requerimiento del comisario general de Cruzada y por deseo de Felipe II, entró en la Junta creada a este efecto con los letrados Tomás, Contreras, Hernando de Chaves y Luis Tello y los teólogos a fray Diego de Chaves, fray Hernando del Castillo y fray Lorenzo de Villavicencio.

Asimismo formó parte de la junta creada por Felipe II entre febrero y marzo de 1579, para estudiar la cuestión de la sucesión al trono portugués, en donde tomaron asiento los presidentes de los Consejos de Castilla y Órdenes, Juan de Silva (embajador en Portugal), fray Hernando del Castillo, y los juristas Molina, Vázquez de Arce, Fuenmayor y Juan Tomás.

Es su momento de mayor gloria y quizá de esta fecha sea su retrato, que se conserva en la catedral vieja de Salamanca, en el que aparece con su hábito de letrado con billetes de consulta en la mano. Había alcanzado la cima de su carrera profesional, entraba en casi todas las juntas, y sus dictámenes eran solicitados para tomar las decisiones más importantes del momento Fue entonces cuando se produjo su caída. Su pasión desmedida por el juego, fue el medio por el cual Antonio Pérez lo atrajo a su bando, organizando partidas en su finca de La Casilla donde le dejaba ganar para ir haciéndose con su confianza. Por lo que en 1579, al producirse el enfrentamiento entre los dos secretarios mantuvo un doble juego en el que fingía seguir siendo amigo de Vázquez para ayudar secretamente a Pérez.

Su ambigua posición en la crisis cortesana de 1579, su incompetencia para dar fin a la visita de Italia (bajo la cual se amparaba la protección a sus amigos y a que se había hecho con el control del Consejo, actuando como presidente y utilizando sus amplios poderes para coaccionar a sus miembros) y el deseo expresado por Granvela de verle fuera de la Corte, fueron las causas de la abrupta conclusión de su carrera, que auguraba un fin más brillante del que, a la postre, le deparó el destino.

La enemistad del cardenal venía de antes, pero la exacerbó el hecho de que fuera el único consejero que se opuso a la rehabilitación del duque de Alba en la junta celebrada el 15 de octubre de 1579 para levantar su destierro.

El 4 de noviembre de 1579, fue cesado como visitador de Italia. A los pocos meses, perdida la entrada en los siete u ocho consejos de los que era miembro, partía hacia Valladolid, para ocupar la presidencia de la Chancillería. Su caída en desgracia se atribuyó, además de a causas políticas, a su poco morigerada vida.

En Valladolid, lejos de la Corte y sin esperar regresar a ella, parece que estas conductas escandalosas se hicieron más públicas y frecuentes, por lo que en el Consejo de Castilla se lamentó haber tomado la decisión de mandarlo allá y no a su casa. Por eso, en 1582 se aceptó su petición de retiro, recibiendo una pensión equivalente a su salario completo. Alejado de la Corte y olvidado por todos murió en su tierra natal, Aldearrubia, diócesis de Salamanca, el 11 de mayo de 1583.

 

Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España, ms. 989, Papeles y documentos del Consejo de Italia.

C. Giardina, Il Supremo Consiglio d’Italia, Palermo, Reale Accademia di Scienza, Lettere e Belle Arti, 1934; J. de la Peña Cámara, “Las redacciones del libro de la gobernación espiritual. Ovando y la junta de Indias de 1568”, en Revista de Indias, año II, n.º 5 (1941), págs. 93-133; J. L. González Novalín, “El cardenal Espinosa (†1572): proceso informativo para su consagración episcopal”, en Anthologica Annua, 15 (1967); M. de la S. Martín Postigo, Los presidentes de la real Chancillería de Valladolid, Valladolid, Institución Cultural Simancas, 1982; M. Rivero Rodríguez, Felipe II y el gobierno de Italia, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1998.

 

Manuel Rivero Rodríguez

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