Ayala, Juan de. ¿Toledo?, p. s. XVI – Madrid, XI.1594. Consejero de Guerra, diplomático y militar.
Poco se sabe de los orígenes y de los primeros años de su vida. En los inicios de su carrera a las órdenes de Carlos V, alternó funciones diplomáticas y militares. En cuanto a estas últimas, afirmaba haber participado en trece jornadas de guerra al servicio del Emperador. En cuanto a las misiones diplomáticas, colaboró en Italia con Diego Hurtado de Mendoza, embajador en Venecia (1539-1546) y en Roma (1546-1552); aunque se desconocen todavía las fechas exactas de su incorporación a la diplomacia española en Italia, parece que Ayala ya actuaba en Roma en 1548. Hurtado de Mendoza ejerció simultáneamente como embajador de Carlos V ante el concilio de Trento (1545-1546) y como gobernador de Siena (1547-1552). Al menos en esta última tarea también fue auxiliado por Juan de Ayala, que en 1551 consta provisionalmente como tesorero y pagador de las obras de la fábrica del castillo de Siena y de las fortificaciones de Orbetello y Port’Ercole. Parece que Ayala desarrollaba sus cometidos correctamente, pues en 1550 Carlos V le concedió la encomienda de Aguilarejo, de la Orden Militar de Santiago.
En 1555 Carlos V encomendó a Ayala una misión en Polonia relacionada con las reclamaciones de la reina Bona sobre sus estados en el reino de Nápoles. El rey de Polonia Segismundo I (1506-1548) se había casado en segundas nupcias con la princesa italiana Bona Sforza, descendiente de la casa ducal de Milán, pero también de la dinastía aragonesa. En efecto, su madre era Isabel de Aragón, hija de Fernando o Ferrante I, rey de Nápoles. Isabel era duquesa de Bari y princesa de Rossano, importantes señoríos en régimen de vasallaje respecto al reino de Nápoles. A su muerte, esos territorios pasaron a la reina Bona, lo que provocó una delicada situación política. Por una parte, el castillo de Rossano, que la Reina reivindicaba, estaba gobernado por un oficial a las órdenes del virrey español. Por otra parte, tradicionalmente la familia Sforza y los reyes de Polonia habían mantenido buenas relaciones con el rey de Francia, por lo que ceder a las reclamaciones polacas implicaba tener en el interior del reino de Nápoles a un potencial aliado de los franceses.
Más concretamente, la misión de Ayala se debía a que la reina Bona había mostrado a Carlos V su intención de volver a sus territorios italianos, ya que su situación en la Corte polaca se había visto deteriorada porque se le acusaba veladamente de la muerte de su nuera. El retorno de Bona a Italia era imposible sin haber regulado antes la restitución de sus derechos territoriales. Sin embargo, Ayala fue a Polonia porque el agente designado en primer lugar, Juan Bautista Castaldo, ponía reparos al viaje, entre otras cosas por su gran coste. Ayala llegó a Varsovia el 3 de octubre de 1555. Bona salió de Polonia en febrero de 1556 y llegó a Bari en mayo, donde murió en 1557.
Tras pasar por Viena, Ayala estaba en la Corte de Bruselas a mediados de 1556. En agosto de 1556 se le encargó una nueva misión diplomática en la República de Génova, tradicional aliada de los Austrias. Tras ella, volvió a sus actividades militares. En octubre de 1557 fue nombrado veedor general de las Guardas, y como tal encargado de revisar sus cuentas. En mayo de 1558 se responsabilizó de la leva de la infantería y la caballería alemanas que luego participaron en la batalla de San Quintín. Estuvo en Calais coordinando las tropas hispanas e inglesas que defendían la ciudad frente a los franceses. Por entonces realizó un primer viaje a Inglaterra para tratar de la situación de la ciudad. Sus servicios fueron gratificados: en 1559 permutó la encomienda de Aguilarejo por la de Beas, mucho más rentable, ambas de la Orden Militar de Santiago. Además, el Rey le recompensó con 150.000 maravedís.
En 1560 Ayala realizó un segundo viaje a Inglaterra, enviado por Felipe II. Tras la muerte en 1558 de María Tudor, la actitud de la reina Isabel I apuntaba hacia la separación definitiva de la Iglesia de Inglaterra de la obediencia católica, lo que contravenía la política iniciada por la reina María y por su esposo, el propio Felipe II. Los asesores del Rey temían también que la reina de Escocia, María Estuardo, esposa de Francisco II de Francia, aprovechase la situación religiosa para invadir Inglaterra, lo que podría desequilibrar la situación política europea a favor del monarca francés. Felipe II envió a Juan de Ayala a la Reina para advertirle de su peligrosa situación, aunque con instrucciones explícitas de no adoptar un tono amenazador.
En 1561 Ayala fue enviado como embajador extraordinario ante el papa Pío IV. Entre 1561 y 1562 recibió 3500 ducados para los gastos del viaje. Dos eran las misiones principales de Juan de Ayala en Roma: una de carácter confidencial, relativa al concilio de Trento; la otra, de carácter oficial, sobre el título de rey de Navarra.
El papa Pío IV había manifestado su voluntad de volver a convocar el concilio de Trento, cuyos trabajos habían sido suspendidos en 1552. Su intención provocó un arduo debate. El emperador Fernando I y el rey de Francia, interesados en una reconciliación con los protestantes, querían que no se tuviesen en cuenta los decretos conciliares ya elaborados que condenaban la teología luterana. Pretendían, por lo tanto, que el concilio replantease de nuevo todos los temas de las relaciones entre católicos y protestantes. En cambio, Felipe II, partidario de una política de intransigencia, quería que los obispos reunidos en el concilio se limitasen a proseguir los trabajos ya emprendidos, dando por válido todo lo que se había aprobado en Trento para delimitar catolicismo y luteranismo. El 2 de diciembre de 1560 Pío IV firmó una ambigua bula en la que tanto se podía entender que el Papa levantaba la suspensión del concilio ya iniciado como que convocaba una nueva asamblea.
El Rey, molesto, convocó una junta para estudiar el asunto que, presidida por el arzobispo de Sevilla e inquisidor general, Fernando de Valdés, decidió enviar a Juan de Ayala para tratar personalmente del tema con el Papa. El regente Figueroa insistió especialmente en la designación de Ayala y, junto con el doctor Velasco, redactó sus instrucciones, que Felipe II firmó el 12 de marzo de 1561.
Pero, además, Ayala debía evitar que Pío IV reconociese al duque de Vendôme, Antonio de Borbón, el título de rey de Navarra. Antonio de Borbón estaba casado con Juana de Albret, depositaria de los derechos de la dinastía Albret, desposeída por Fernando el Católico cuando invadió Navarra en 1512, pero que conservaba importantes posesiones al norte de los Pirineos. Cuando un nuevo Papa era elegido, los soberanos católicos le enviaban un representante para prestarle obediencia. Vendôme había despachado un emisario a Pío IV, Pedro Albret de Navarra, que prestó oficialmente obediencia el 14 de diciembre de 1560, lo que implicaba un reconocimiento del título de rey por la Santa Sede. El Papa veía en esta maniobra la ocasión de ganar para el catolicismo a Antonio de Borbón y sus territorios. A inicios de 1561, Vendôme quería establecer una embajada permanente en Roma. Ayala debía exponer a Pío IV que Julio II ya había privado a los Albret del reino de Navarra y había dado la investidura a Fernando el Católico.
Ayala salió de Toledo el 16 de marzo de 1561 y llegó a Roma el 16 de abril, donde fue recibido al día siguiente por Pío IV. En días sucesivos realizó otras gestiones, entrevistándose con los principales consejeros del Papa, como los cardenales Borromeo y Morone. La acción de Ayala estaba concertada con la del embajador ordinario de Felipe II ante el Papa, Francisco de Vargas, a pesar de las malas relaciones de éste con Pío IV.
El Papa se resistió a modificar su bula de convocatoria del concilio, pero accedió a enviar dos breves confidenciales al Rey el 17 de julio de 1561. En el primero, con un escrito autógrafo, se aseguraba que en Trento se continuarían los trabajos ya emprendidos en las dos etapas anteriores del concilio. El Papa, para dejar clara su intención, había aceptado que el breve fuese mostrado a los obispos españoles en Trento si en el concilio se intentaba reabrir debates ya zanjados. En el segundo breve, Pío IV declaraba que la obediencia del Borbón con título de rey de Navarra no perjudicaba en nada el derecho del Rey Católico a dicho título. El Papa no aceptó ningún embajador ordinario de Vendôme.
Los partidarios de Vendôme difundieron ataques contra Ayala. Se le reprochó en particular haber actuado con suma descortesía, presentándose ante el Papa sin pedir audiencia y sin arrodillarse ante él, como era protocolario, y permaneciendo ante el Pontífice sin quitarse el sombrero. Sean o no ciertas estas acusaciones, lo cierto es que la misión ante Pío IV fue la última actuación diplomática de Juan de Ayala, a pesar de que su nombre figuró en la lista de posibles embajadores de Felipe II ante la tercera etapa del concilio de Trento (1562-63), valorándose su “cordura” y su conocimiento de la lengua alemana. En septiembre de 1561, Ayala volvió de Roma a España.
En 1563 Ayala fue nombrado gobernador del Real Sitio de Aranjuez, cargo que desempeñó hasta 1571. Tras la decisión de fijar la capitalidad de su Monarquía en Madrid, tomada en 1561, Felipe II había previsto rodearla de un entorno naturalista, con diversos palacetes reales y pabellones de caza unidos por vías arboladas. Es el caso del sitio real de Aranjuez, cuyo palacio medieval amenazaba ruina a mediados del siglo XVI. En 1561 Felipe II encargó construir uno nuevo al prestigioso arquitecto Juan Bautista de Toledo, recién regresado de Italia. Éste trabajó en las obras hasta su muerte en 1567. Junto con la construcción se realizaron grandes obras de jardinería, tanto en el diseño de paisajes e introducción de especies vegetales como en la decoración escultórica. Le sustituyó Jerónimo Gili, quien dirigió la continuación de las obras, con intervenciones puntuales de Juan de Herrera.
El gobernador de Aranjuez tenía cierta potestad tanto sobre los aspectos arquitectónicos como sobre las cuestiones administrativas y económicas. Por ejemplo, consta que Juan de Ayala tuvo que aprobar el plan del constructor Francisco Sánchez de reforzar el muro de la presa de Ontígola, en peligro de desmoronarse. Como gobernador, Ayala estaba al frente de una administración reducida, que controlaba la gestión de la construcción y del personal técnico necesario, desde los maestros de obras hasta los peones. A su vez, el gobernador se encontraba a las órdenes de Martín de Gaztelu, secretario de Obras y Bosques.
En 1571 Juan de Ayala fue nombrado ayo y mayordomo mayor de Alberto y Wenceslao de Austria, hijos del emperador Maximiliano II de Austria y de la emperatriz María, hermana de Felipe II. En 1570, con once y diez años, ambos habían llegado a la Corte de Felipe II para ser educados en ella. Venían con la nueva Reina, su hermana Ana de Austria, de modo que, además de sobrinos, eran cuñados de Felipe II. En la Corte hispánica, Alberto y Wenceslao recibieron una educación estricta en humanidades y religión. Wenceslao murió con quince años, y el propio Ayala se encargó del transporte del cadáver al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde fue enterrado. Alberto fue impulsado hacia la carrera eclesiástica y, a petición de Felipe II, fue nombrado cardenal por Gregorio XIII el 11 de marzo de 1577, con sólo dieciocho años.
También en 1571 Ayala fue nombrado miembro del Consejo de Guerra, aunque sin asiento en el Consejo de Estado, como tenían muchos de sus colegas. Mientras el Consejo de Estado dirigía la política exterior de la Monarquía hispánica, el de Guerra se ocupaba de los asuntos estrictamente militares, por lo que ambos estaban muy relacionados. El secretario del Consejo de Guerra, Juan Delgado, se había quejado de que esta acumulación de funciones retrasaba mucho las decisiones sobre los asuntos ordinarios. De ahí los nombramientos de Ayala y de Francés de Álava como consejeros de Guerra sin plaza en el de Estado.
Ayala participó en las deliberaciones ordinarias del Consejo sobre la evolución militar en el norte de África, la rendición de los últimos focos rebeldes moriscos en Granada, la construcción de navíos de guerra, la situación en las fronteras... Fue miembro de determinadas juntas emanadas del Consejo: la Junta para “la fábrica de naos y plantíos” desde 1574 o la Junta “de Almagro”, en 1575, para tratar de un conflicto surgido entre el gobernador de Almagro, que dependía del Consejo de Órdenes Militares, y un capitán que realizaba una leva en la ciudad. Pero quedó al margen de las juntas principales, como la de las galeras, presidida por Juan de Austria, o la de fortificaciones. Sólo en 1576 accedió a una junta más importante, la de “visitas de fronteras”, que examinaba las inspecciones de los enclaves militares fronterizos. En 1580 participó en las reuniones para tratar de los aspectos militares de la anexión de Portugal y sobre aspectos de la defensa de Italia. Además, el 8 de noviembre de 1578 Felipe II le confirió la encomienda de Moratalla.
En marzo de 1580 el Rey partió de Madrid hacia Portugal, llevando en su séquito al cardenal Alberto y, entre otros consejeros de Guerra, a Juan de Ayala. Mientras la Corte estuvo en Lisboa, el Consejo de Guerra mantuvo un cierto funcionamiento, en tanto que el de Estado se reunía en Madrid presidido por el cardenal Granvela.
Cuando en marzo de 1583 Felipe II partió con su Corte de vuelta a Castilla, dejó a cargo del gobierno de Portugal al cardenal archiduque Alberto de Austria y, entre sus asesores, a Juan de Ayala. Los otros consejeros de Guerra volvieron a Madrid. No está todavía aclarado cuál es el papel que desempeñó exactamente Ayala en Portugal. Cabrera de Córdoba dice que participó en las juntas para prevenir los ataques de los ingleses contra Portugal en 1589. Cabe recordar que, para evitar que creciese la susceptibilidad ante la presencia española, se había acordado que se mantendrían los cargos tradicionalmente existentes en Portugal y que los oficios serían ejercidos por portugueses. Sin embargo, algunos ministros castellanos se quedaron en el reino para auxiliar al archiduque.
Alberto de Austria volvió a Madrid en 1593 y en 1594 fue nombrado arzobispo de Toledo a presentación de Felipe II. Juan de Ayala retornó a Madrid con el cardenal archiduque y en esa ciudad murió en noviembre de 1594. En 1596 su hija Inés de Ayala casó con Luis Gaytán, hijo del secretario Gaytán que había entrado también al servicio del cardenal archiduque.
Bibl.: Colección de Documentos Inéditos para la historia de España, vol. IX, Madrid, 1842, págs. 93-96 y 253; J. L. González Novalin, “Ventura y desgracia de don Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla. Un episodio tridentino y el concilio provincial hispalense”, en Anthologica Annua, 11 (1963), págs. 107-109; C. Gutiérrez, Trento, un problema: la última convocación del Concilio (1552-1562), Madrid, Universidad Pontificia Comillas, 1995; S. Fernández Conti, Los Consejos de Estado y Guerra de la Monarquía Hispánica en tiempos de Felipe II, 1548-1598, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998; J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales, Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía Hispana, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1998, págs. 329-330.
Ignacio Fernández Terricabras