Fajardo y Córdoba, Pedro. Marqués de Los Vélez (III). Vélez Blanco (Almería), c. 1530 – ?, 12.II.1579. Político y humanista.
Era hombre de carácter pacífico, melancólico y enfermizo, con frecuentes “calenturas” como entonces se decía, lo que, quizá, le apartó de la carrera de las armas, inclinación prevalente de sus antepasados, y le lanzó a la vida cortesana. Tenía en cambio excelentes cualidades para el trato de gentes y habilidad diplomática. Según cuenta un embajador veneciano, probablemente Lorenzo Priuli, que visitó Madrid en 1577 enviado por el Senado de Venecia, “el Marqués de Los Vélez, mayordomo mayor de la Reina, es reservado y poco comunicativo; presume de habilidad y gran conocimiento en los asuntos de Estado. Es de un carácter embozado, como el Rey, que se sirve mucho de él; y ayudado por su partido, que él dirige ahora, parece que subirá más todavía”. El secretario Antonio Pérez coincidía en este retrato del personaje, elogiando sus dotes de buen consejero y acertado juicio, y considerándole como confidente y “privado grande” del Rey.
A los veintitrés años, aproximadamente, casó con Leonor de Girón, hija segunda de los condes de Ureña, de la poderosa casa de Osuna. La condesa de Ureña, María de la Cueva, era la camarera mayor de la reina Isabel de Valois. Leonor de Girón murió, en julio de 1566, de sobreparto. Trató entonces el marqués de casar con una hermana de ella, Magdalena, tercera y última de las hijas de los condes de Ureña, dama de la reina Isabel de Valois, que tenía veintidós años y gran belleza, pero aunque buscó todas las influencias posibles, y él mismo se trasladó a Roma para implorarlo de Pío V, no pudo conseguir la obligada dispensa por consanguinidad. Tres años más tarde, en 1571, contrajo nuevo matrimonio con Mencía de Requesens y Zúñiga, hija del comendador mayor de Castilla, Luis, heredera única de los Requesens. Ella tenía sólo quince años cuando se casó y más de cuarenta su marido.
Se sabe que en la Corte mantuvo buenas relaciones con el malogrado príncipe Carlos, de cuya casa formó parte. En diciembre de 1571, a sugerencia del cardenal Espinosa, presidente del Consejo Real, Felipe II nombró al marqués de Los Vélez para una embajada extraordinaria a Viena, ante el emperador Maximiliano II, para tratar el delicado caso de la estratégica plaza portuaria de Finale, ocupada por tropas españolas, y procurar el mantenimiento de la Liga Santa contra el Turco. El marqués se retrasó y partió sólo, sin su esposa, en marzo de 1572. El asunto de Finale pudo arreglarse, y a finales de 1572, aprovechando su estancia en Viena, se le envió a Polonia, donde la muerte de Segismundo II había abierto una crisis sucesoria —lo que era habitual en aquel reino en estos casos por tratarse de una Monarquía electiva— con el objeto de tratar de que fuera un candidato católico y adicto a España. La Dieta polaca eligió soberano al duque de Anjou, después Enrique III, rey de Francia.
En cambio, sus esfuerzos por afianzar la Liga resultaron inútiles, pues estaba desmoronándose por la mutua desconfianza de los aliados, y al sobrevenir la muerte de Pío V, en mayo de 1572, facilitó la paz unilateral de Venecia con los turcos en marzo de 1573.
Pedro Fajardo, que deseaba abandonar cuanto antes Viena, pidió, en marzo de 1574, a Felipe II su cese, que primeramente se le señaló para el verano, pero cambió de parecer, ya que deseaba enviarle a Flandes para asistir a su suegro Luis de Requesens, nombrado gobernador de aquellos países. Pero el marqués de Los Vélez insistió en regresar a España, a convivir con su mujer. Al conocer la muerte de su padre, ocurrida el 4 de julio de 1574, la intervención de su suegro convenció al Rey, que cedió a los deseos del marqués.
Sin embargo, en este año de 1574 se agravaron en Génova, república aliada de España, las tensiones entre facciones y se nombró como embajador extraordinario a Juan de Idiáquez, al que en Consejo pareció conveniente acompañara un grande. Uno de los propuestos fue el marqués de Los Vélez, que no aceptó y, al parecer sin licencia regia, decidió volver a España.
En mayo de 1575 estaba en Barcelona, donde pasó unos meses con su esposa; volvió a Madrid a mediados del mismo año de 1575. El Rey retrasó el recibirle y cuando accedió lo hizo fríamente, por la negativa a aceptar la misión de Génova y haberse vuelto sin su licencia. Sin embargo, por influencia de Antonio Pérez, que buscaba un aristócrata que encabezara en Corte su partido, debilitado por el fallecimiento del príncipe de Éboli dos años antes, el Monarca le nombró, en septiembre de 1575, mayordomo mayor de la reina doña Ana, y en abril de 1576 miembro de los Consejos de Estado y Guerra. El marqués de Los Vélez, de la mano de Pérez, se convirtió en uno de los más importantes e influyentes consejeros, aunque como figura sin ímpetu, a quien el astuto secretario aprovechaba en sus turbios designios. Formó parte de la Junta de Flandes, y tuvo en estos años de 1576-1578, con el secretario de la misma, Antonio Pérez, y el presidente del Consejo, cardenal Quiroga, acceso a los asuntos más reservados. Era precisamente un momento tan delicado como el de la actuación de Juan de Austria, gobernador en Flandes. Intervino también, en el año de 1578, en la Junta de Portugal, creada al plantearse la crisis de la sucesión, al fallecimiento del joven rey Sebastián en el mes de agosto. El 7 de octubre de ese año recibió del Monarca la encomienda mayor de León de la Orden de Santiago.
Marañón, en su libro sobre Antonio Pérez, sobre la base de documentos ciertamente de dudosa veracidad por emanar del citado secretario, conjetura que éste, a finales de 1578, tras de haber inducido al Monarca a consentir en hacer desaparecer a Juan Escobedo, secretario de Juan de Austria, para librarse de sus peligrosas intrigas, le convenció también de la conveniencia de hacerlo saber al marqués de Los Vélez. Buscaba con ello el astuto secretario involucrar al mencionado prócer y dar mayor fuerza a su trama. El propio Pérez fue encargado de comunicárselo, exponiéndole las razones, exageradas o no, pues es imposible saberlo, que justificaban la determinación. El crimen se realizó el día de Pascua: el 31 de marzo de 1578. En noviembre o diciembre de este mismo año, se le manifestaron a Pedro Fajardo fiebres fuertes y desvaríos, efectos de una larga y grave enfermedad que venía arrastrando de tiempo atrás, lo que debió servir de pretexto al Rey, cuya gracia había perdido a la caída de Antonio Pérez, para alejarlo de la Corte, en la que podía ser un testigo peligroso. El propio marqués, advirtiendo la situación, decidió en enero de 1579 retirarse, desengañado, a su mansión-castillo de Vélez Blanco en busca de reposo. Murió en el camino, el 12 de febrero probablemente en algún lugar de La Mancha, de Albacete o de Murcia.
Bibl.: G. Marañón, Antonio Pérez (El hombre, el drama y la época), Madrid, Espasa Calpe, 1958 (3.ª ed.); Los tres Vélez (Una historia de todos los tiempos), Madrid, Espasa Calpe, 1960; S. Fernández Conti, Los Consejos de Estado y Guerra de la Monarquía Hispana en tiempos de Felipe II (1548-1598), Valladolid, Junta de Castilla y León, 1998.
Valentín Vázquez de Prada