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Martín de Gaztelu Guibelalde

Biografía

Gaztelu Guibelalde, Martín de. Tudela (Navarra), c. 1510 – Madrid, 21.IX.1580. Secretario de Felipe II.

Dos hermanos Gaztelu Guibelalde sobresalieron en la segunda mitad del siglo xvi. Uno de ellos se llamaba Domingo y el otro Martín. Eran descendientes de la montaña navarra por parte paterna y de Guipúzcoa de la materna. En el escudo de los Gaztelu alternó un castillo del solar de Guiberaldea en Guipúzcoa con la fajas del palacio de Etuláin donde nació su padre. Los dos fueron fieles colaboradores de Carlos V y de Felipe II.

Martín fue primero escribano de cámara del emperador Carlos V, su secretario y testamentario. Fue aquel secretario de Felipe II, como dice José Antonio Escudero, cuya ocupación principal era el trabajo directo con el Rey, a boca y por escrito, lo que no impide que figure esporádicamente en algunos Consejos o Juntas.

En 1555 fue ayudante de Eraso y trabajó en Bruselas bajo sus órdenes. Figuró en el equipo burocrático del Emperador. El último testamento de Carlos V fue redactado en Bruselas el 6 de junio de 1554. Este testamento fue completado por un codicilo el 9 de septiembre de 1558 en el que aparece como secretario Martín de Gaztelu. Firmó el codicilo del testamento imperial en Yuste el 9 de septiembre de 1558. En él el Emperador reconoce las nóminas y gajes de cada uno de los criados y personas que le sirven en Yuste e indica que el criado mejor pagado del Emperador era Martín Gaztelu que cobraba anualmente 625 florines.

En el codicilo, Gaztelu aparece como albacea testamentario.

Tras la muerte del Emperador el 21 de septiembre de 1558, pasó a ser secretario de Felipe II y ejerció este cargo hasta su muerte. En la Cédula Real fechada en Bruselas el 10 de junio de 1559 se decía que el Emperador “le hizo merced, entre otros sus criados, de 400 ducados en cada un año por todos los días de su vida” (Archivo General de Navarra).

Actuó como albacea testamentario de Carlos V por lo que él mismo encargó el retablo de la capilla mayor del monasterio de Yuste a Antonio de Segura. Felipe II confirmó y tuvo por bueno el contrato celebrado entre Antonio de Segura y Martín de Gaztelu su secretario. El mismo Gaztelu muchos años después, en 1570, seguía la construcción de la capilla funeraria de El Escorial para que se pudieran realizar con dignidad los enterramientos reales.

Para entender el envío de Martín de Gaztelu al Concilio de Trento, hay que señalar que desde junio de 1562 Felipe II pidió al emperador Fernando I que diese al conde de Luna el título de embajador imperial. La carta de Felipe II fechada en el mes de agosto afirmaba que el secretario Gaztelu le llevaría los poderes que le acreditaban también como embajador en el Concilio de Felipe II debiéndose acoger a las informaciones personales que le daría el mismo Gaztelu (Fernández de Navarrete et al., 1842-1895, 98: 365).

El 8 de octubre recibió el título de secretario del Rey (Archivo General de Simancas). El 20 de octubre de 1562 se redactaron las instrucciones para el conde de Luna que debía llevar el secretario y se da la razón de su elección cuando se dice: “Os habemos escogido a vos por la confianza que tenemos de vuestra persona y del celo, fidelidad y diligencia con que servisteis al Emperador [...] y me habéis servido a mí.” Partió de Madrid el 26 de octubre de 1562. Pasó por Flandes, en donde se entrevistó con la duquesa de Parma, hermana del Rey, y le dio las cartas de Felipe II. No llegó a Augsburgo hasta el 16 de diciembre.

En esta ciudad entregó los despachos al conde de Luna y se dirigió a Trento. A través de su secretario Gaztelu, Felipe II siguió los avatares del concilio en su tercera sesión. Como los obispos españoles no obedecían el mandato real de no hablar de la continuación del concilio ni de la residencia, se sabe que el Rey les recriminó por medio del secretario Gaztelu, como lo decía la carta de Odescalchi a Borromeo el 12 de noviembre de 1562 (Susta, 1911, III: 427).

Llegó Gaztelu a Trento el 20 de enero de 1563 cuando el Concilio se encontraba en momentos de gran incertidumbre tanto por la temática que estudiaba como por la muerte de los presidentes Gonzaga, el 2 de marzo de 1563, y Seripando, el 17 de marzo del mismo año. Por otra parte, e inopinadamente, se presentó en Trento el conde de Luna el 12 de abril de 1563. A partir de este momento, Gaztelu actuó en el Concilio de Trento como secretario de la embajada española. De Trento a Roma sólo llegaron quejas sobre la actitud de Gaztelu, las cuales por conducto de Borromeo fueron transmitidas a Madrid. Gaztelu adquirió la fama de ser un “bribón y un espía” que junto con el obispo de Guadix se dedicaron a excitar a los obispos hispanos contra el Papa.

El Rey, adoctrinado por el nuncio, mostró desagrado, agregando que si el secretario había cometido tal desorden, lo pagaría, “ni dejaría de hacer reconocer el mal comportamiento de Gaztelu”. En la Corte española se culpaba a Gaztelu de haber alterado su comisión, pero no parece que se adoptara ninguna medida represiva contra el secretario. El nombre de Gaztelu no vuelve a aparecer en el concilio hasta el 29 de julio con motivo de la aprobación del Catecismo de Carranza. Su estancia en Trento le proporcionó poca gloria y muchos descontentos. Él mismo advierte que muchos padres del concilio le cobraron odio y enviaron quejas de su actuación al Rey porque hacía instancia sobre la reformación de la Curia Romana.

Objetivamente se puede afirmar con Goñi Gaztambide que su pasividad, su extraña afirmación de que el concilio carecía de libertad, sus desconsideradas alabanzas al arzobispo Guerrero y su torpe proceder en la cuestión de la precedencia, sólo condujeron a una mayor división entre los padres conciliares.

Ya en España comenzó a trabajar en 1564 en la casa del príncipe don Carlos como secretario sin título, aunque lo recibió más tarde en 1566. Tras la muerte de Hoyo recibió el título relativo a Obras y Bosques por orden fechada en El Escorial el 10 de noviembre de 1568. Gaztelu recibió una instrucción para el cumplimiento de este nuevo cargo firmada por el cardenal Espinosa (Biblioteca Francisco de Zabálburu, Madrid, carpeta 145: copia de la Instrucción que se dio al secretario Gaztelu).

A la muerte en Madrid de Francisco de Eraso, el 26 de septiembre de 1571, se produjo un reajuste de las Secretarias por lo que se le asignaron “lo de Ordenes, encomiendas, hávitos y iglesias y que entre en la Cámara y quede con lo de bosques y obras”. Es decir, como afirma Escudero, que a excepción del Patronato, los nombramientos de carácter eclesiástico fueron a manos de Martín de Gaztelu.

De forma conclusiva, puede decirse que desde 1568 tenía tras la muerte de Hoyo los papeles de Obras y Bosques y tras la desaparición de Eraso en 1571 asumió la Secretaría de las Órdenes Militares, la Secretaría de Patronato y la del Consejo de Cámara por la que corrían los nombramientos eclesiásticos.

El gran poder de Gaztelu no dejó de suscitar ciertos recelos, por ejemplo en el propio Mateo Vázquez, cuando éste pudo sospechar que Gaztelu quería llevar el tema de la propuesta de nombramientos eclesiásticos de forma verbal y no con propuestas escritas.

Con el nombramiento de Antonio Gracián como secretario regio el 1 de enero de 1571 se le asigna el reparto de peticiones y memoriales enviados al Rey que antes desempeñaba Gaztelu.

Martín de Gaztelu murió el 21 de septiembre de 1580. Después de su muerte, se le asignó el salario de cien mil maravedís a su viuda doña Leonor.

Felipe II dispuso que todos los billetes con notas de Gaztelu fueran guardados en un cajón con cerradura en custodia de Francisco González de Heredia.

Los papeles de Obras y Bosques y los del monasterio de El Escorial debían ser inventariados y entregados a Juan de Ibarra. Cuando se proveyeron los cargos de Gaztelu, se dio a Juan de Ibarra las Obras y Bosques, y el Patronato y las Órdenes a Francisco González de Heredia.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Navarra, Mercedes reales, lib. 5, fols. 212v.-213; Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte, leg. 33, caja 2.

M. Fernández de Navarrete, M. Salvá, P. Sáinz de Baranda et al., Colección de documentos inéditos para la Historia de España, vol. 98, Madrid, Viuda de Calero, 1842-1895, pág. 365; J. Susta, Die Röminsche Curie unda das Concil von Trient unter Pius IV, Wien, 1911; A. Marichalar, “Los Gaztelu. Los hermanos navarros en Trento (Contribución a su centenario)”, en Príncipe de Viana, VI (1945), págs. 425-445; J. Goñi Gaztambide, Los navarros en el concilio de Trento, y la reforma tridentina en la diócesis de Pamplona, Pamplona, Imprenta Diocesana, 1947; J. A. Escudero, Felipe II: El rey en el despacho, Madrid, Universidad Complutense, 2002.

 

José Luis Orella Unzué