Elduayen Gorriti, José. Marqués del Pazo de la Merced (I). Madrid, 22.VI.1823 – 24.V.1898. Ingeniero de Caminos y político.
Nació en el número 4 de la calle del Barquillo de Madrid, en el seno de una familia de origen navarro. Su padre, miliciano nacional, fue impurificado y en 1824 marchó con toda la familia a su Pamplona natal, donde permaneció hasta 1828. José, en noviembre de 1839, ingresó en la Escuela de Caminos, Canales y Puertos y formó parte de la sexta promoción de este centro, que había sido reabierto tras la muerte de Fernando VII. Al empezar el quinto curso, en 1843, fue nombrado aspirante 2º del Cuerpo de ingenieros de caminos y, al terminar la carrera un año después, en diciembre de 1844, fue nombrado ingeniero 2º, con un sueldo anual de 9.000 reales. Su promoción, encabezada por José Morer, constaba de tan sólo cinco individuos, entre los que Elduayen fue clasificado en el cuarto lugar.
El 1 de enero de 1845 fue destinado al distrito de Obras Públicas de Asturias y León y, dentro de éste, pasó a prestar servicio en la provincia de Oviedo. El primer trabajo del que queda constancia que realizase fue el proyecto de la carretera de Villaviciosa a Pola de Siero. Quedó, además, encargado de la construcción del camino de Avilés y el 15 de julio de ese año se le encomendó el proyecto de la carretera de Oviedo a Grado. También se sabe que realizó por entonces la voladura de una roca que obstaculizaba la entrada al puerto de Villaviciosa. Mientras tanto, el financiero Vicente Bertrán de Lis, que había obtenido la concesión del ferrocarril de Gijón a Sama de Langreo y Mieres, destinado a dar salida a los carbones de la zona, le encargó el proyecto de la línea.
Tras un breve paso por el distrito de Valladolid, en el que consta que construyó un puente para la carretera de Madrid a Valladolid en las proximidades de Arévalo, en febrero de 1847 se incorporó a la empresa del ferrocarril. Durante más de siete años trabajó como único facultativo en la construcción de una línea de difícil orografía, con gran pobreza de medios técnicos y en medio de los problemas financieros de la empresa. A finales de 1848 viajó a Francia e Inglaterra para adquirir material ferroviario y para la contratación de un técnico inglés que reconociese las obras y estudiase la posible colocación de los carbones.
El ferrocarril de Langreo, tercero de los realizados en España tras los de Mataró y Aranjuez, obra exclusiva de Elduayen, fue la única línea férrea construida con ancho europeo. Tuvo al menos dos particularidades notables: el túnel de Conhixo, cuya perforación costó dos años de trabajo, y el plano inclinado de San Pedro, que salvaba un desnivel de 90 metros mediante dos vagones que se contrapesaban. Cuando las obras estuvieron suficientemente avanzadas, Elduayen, en calidad de “Ingeniero Jefe de la Esplotación”, redactó unas normas de explotación minuciosas en que se especificaban las obligaciones de los diversos empleados, las tarifas de mercancías y viajeros e incluso el armamento que habrían de llevar los guardas. Su último proyecto para el ferrocarril fue un cargadero de mineral en el puerto de Gijón, que se aprobó en abril de 1853, pero que no llegó a construirse. En octubre de 1855 cesó en la empresa, dejando las obras prácticamente terminadas y reingresó al servicio del Estado. Durante esos años realizó ocasionalmente otros trabajos, como el proyecto del faro de Peñas, una colaboración, en 1852, con la empresa constructora del puerto de Valencia o la dirección de la fábrica de Mieres.
En noviembre de 1855 fue nombrado jefe de Obras Públicas de Pontevedra, dependiente del distrito de Orense. Se integró muy pronto en la sociedad gallega, especialmente en la ciudad de Vigo, en la que creó vínculos que durarían hasta el final de su vida. Impulsó la construcción de carreteras y obras de todo tipo en la provincia, lo que le dio una popularidad que le llevaría a desempeñar cargos tan diversos como delegado de la cría caballar. Frecuentó las reuniones del marqués de Valladares en las que conoció a dos personas que habrían de tener gran importancia en su posterior trayectoria: Carmen Martínez Montenegro, hija del marqués, con la que habría de casarse, y Joaquín Yáñez, director de El Faro de Vigo y futuro alcalde de esa ciudad, que promovió su candidatura al Congreso de los Diputados y que, en lo sucesivo, sería un eficaz portavoz de sus actividades políticas. En marzo de 1857 fue elegido diputado a Cortes por 112 votos, entre los 175 que componían el exiguo censo electoral del distrito de Vigo. Hasta esa fecha había realizado los estudios y puesto en marcha las carreteras de Vigo a La Guardia, de Vigo a Vincios, de Porriño a Gondomar, de Redondela a Tuy, de Cañiza a la barca de Filgueira y la sección de Puente Bara al límite de Orense, en la de Barbantiño a Pontevedra. Realizó, además, obras en los puertos de Vigo, Bayona y Tuy y en los faros de las islas Cíes y Corrubedo.
Durante dos años compaginó la actividad política con la ingenieril, de forma que, al término del período de sesiones, en marzo de 1858, volvió a ser nombrado jefe de Obras Públicas de Pontevedra y sus actuaciones, como la aprobación del tramo provincial de la carretera de primer orden entre Carballino y Santiago, se convirtieron en útiles herramientas de propaganda electoral. Fue reelegido en diciembre de 1858 y, al final de la legislatura, en agosto de 1859, obtuvo un nombramiento de oficial del Ministerio de la Gobernación, a propuesta, sin duda, de Antonio Cánovas del Castillo, que era director general de Administración, con Posada Herrera como ministro, en un gobierno de Unión Liberal.
A partir de ese momento la carrera política de Elduayen estuvo supeditada a la de Cánovas, con quien le unió una amistad sin fisuras hasta después de la muerte del estadista. Cuando Cánovas ascendió a subsecretario, en agosto de 1860, Elduayen ocupó el cargo de éste y cuando, en febrero de 1864, dentro del Gobierno de Alejandro Mon, Cánovas se encargó de la cartera de Gobernación, llamó a Elduayen para la subsecretaría. En el verano de 1865 marchó Cánovas con su mujer enferma al balneario suizo de Eaux Bonnes y Elduayen marchó con ellos. Después, Elduayen se convertiría en administrador de la fortuna de Cánovas, en testigo de su segundo matrimonio, en su albacea testamentario y siempre en su asesor y confidente, en pieza de recambio para las crisis gubernamentales y, al decir de Fernández Almagro, en su “ángel malo”.
En noviembre de 1862 enviudó Elduayen, pero eso no impidió su implicación, cada vez mayor, en la política local, hasta el punto de que enseguida se convertiría en el prototipo del cacique que, merced a sus influencias en Madrid, ejercía un eficaz patronazgo sobre todos los distritos provinciales. Su actividad principal se centró en el ferrocarril de Medina del Campo a Orense y Vigo y, especialmente, en la construcción de su tramo gallego, para lo cual puso sus conocimientos técnicos al servicio de sus intereses económicos y políticos.
Entre sus actividades parlamentarias de los años sesenta destaca la presidencia de la Comisión del Congreso que aprobó la Ley de Aguas de 1866. Tras la subida al poder de los moderados, Elduayen perdió su acta de diputado y quedó como otros muchos seguidores de O’Donnell, a la expectativa. Volvió al Congreso en las Cortes Constituyentes de 1869 y formó parte de la minoría liberal-conservadora liderada por Cánovas. Su papel fue forzosamente secundario, pero pronunció algún discurso notable como el que se ha denominado “de las alhajas de la Corona”, en el debate que le enfrentó con el ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, en defensa de Isabel II.
Durante el reinado de Amadeo, seguramente con la aquiescencia de Cánovas, formó parte de un efímero gabinete del general Serrano, en el que, en mayo de 1872, desempeñó la cartera de Hacienda. No duró sino veinte días y sólo supuso una anécdota en su biografía política. Durante la República, con Cánovas y con el resto de su grupo, quedó al margen de la lucha parlamentaria, preparando el terreno para una futura restauración borbónica. Y también quedó al margen durante el año 1874, en el que rechazó los intentos de Serrano, primero, y de Zavala, después, para incorporarle a sus respectivos gobiernos. En noviembre de ese año marchó a Sandhurst, donde estudiaba el príncipe Alfonso, para recabar de éste la firma de un manifiesto redactado por Cánovas. Se ocupó de hacer copias y difundirlas por Europa y esperó al príncipe en París para darle, el 30 de diciembre, la noticia de su proclamación y acompañarle de regreso a España.
Tras la Restauración, recibió Elduayen el marquesado del Pazo de la Merced, en pago a los servicios prestados; pero, de momento, no entró en el Gobierno, por considerarle Cánovas más útil en otros puestos. En mayo de 1875 formó parte de la comisión de treinta y nueve notables que prepararon las bases de la futura Constitución y en 1876 fue elegido senador y nombrado vicepresidente de la cámara. Poco después, desempeñó el Gobierno Civil de Madrid, puesto que Cánovas consideraba especialmente delicado. En octubre de 1877 fue nombrado gobernador del Banco de España y en febrero de 1878 volvió al Gobierno de la nación como ministro de Ultramar, inmediatamente después de firmada la “Paz del Zanjón”. Con este motivo, Cánovas y Elduayen pronunciaron sendos discursos parlamentarios que se recogieron en un folleto titulado La paz en Cuba.
En marzo de 1879 declinó Cánovas la presidencia del Gobierno a favor de Martínez Campos y Elduayen quedó fuera del gabinete. No cristalizó un posible nombramiento como embajador en París y la convocatoria de elecciones le volvió a traer a la política local. Pese a ostentar una senaduría vitalicia, presentó su candidatura al Congreso por el distrito de Vigo y salió elegido sin dificultad. En diciembre de ese mismo año cayó el Gobierno de Martínez Campos y formó Cánovas un gabinete de notables en el que Elduayen volvió a ocupar la cartera de Ultramar.
Concurrían varios factores que hacían delicada la situación en Cuba. No sólo renacía la sublevación, en lo que entonces se denominó la “guerra chiquita”, sino que habían sido rechazados los presupuestos de la isla. Por otro lado, Martínez Campos había dejado un proyecto de ley para abolición de la esclavitud, que importaba mucho encauzar, dados los problemas que de su aprobación habrían de derivarse. El 13 de febrero de 1880 se abolió la esclavitud tras un debate en el que, como en otras ocasiones, Elduayen jugó el papel de duro, para facilitar que Cánovas hiciese las transacciones necesarias.
Poco después, una remodelación del Gobierno, provocada por la dimisión del marqués de Orovio, originó el paso de Elduayen a la cartera de Estado, que venía siendo desempeñada de forma interina por el propio Cánovas. Lo más relevante de su actuación fue la convocatoria de una Conferencia internacional que, para tratar de la cuestión de Marruecos, se celebró en Madrid entre mayo y julio de 1880. Concurrieron a ella catorce países y culminó con la firma de un convenio que fue ratificado por el sultán de Marruecos y que habría de regir la situación del territorio hasta 1906. El papel de Elduayen, a la sombra de Cánovas, ayudó a romper el aislamiento internacional de España. Estuvo en el cargo once meses, hasta febrero de 1881, en que cayó el Gobierno y pasaron los conservadores a la oposición.
Durante el bienio de 1881 a 1884 se recluyó Cánovas en sus estudios históricos y Elduayen en sus negocios, pero no descuidaron la labor parlamentaria. En el verano de 1883 se reunieron ambos en la finca que el ingeniero tenía en Monte Real, cerca de Bayona, para preparar, junto con Romero Robledo, la próxima legislatura. Cayó Sagasta en octubre y, tras el breve mandato de un Posada Herrera que carecía de apoyos en el Congreso, en enero de 1884, volvieron los conservadores al poder. Cánovas formó un Gobierno fuerte que recogía todas las tendencias del partido, con Silvela en Gracia y Justicia, Romero Robledo en Gobernación y Pidal en Fomento. Elduayen ocupó de nuevo la cartera de Estado, tras vencer la fuerte oposición del Monarca, que había mudado la simpatía de los tiempos de Sandhurst por una inquina no disimulada, ya que fue quien, como gobernador de Madrid, había expulsado a Adela Borghi de España.
Se mantuvo este gabinete hasta la muerte de Alfonso XII, en noviembre de 1885. Durante ese bienio, la política exterior española se orientó hacia la diversificación de las relaciones emprendida a raíz de la Conferencia de Madrid. Se firmaron acuerdos comerciales con Portugal, Italia, Dinamarca y los Países Bajos y se elevó a embajada la legación en Alemania. Con este país habría de plantearse, sin embargo, un contencioso a causa de su ocupación de las islas Carolinas y Palaos. La solución satisfactoria del conflicto, gracias a la mediación de la Santa Sede, contribuyó al prestigio de España en el contexto europeo.
Los años siguientes, correspondientes al Gobierno largo de Sagasta, supusieron un oscurecimiento en la actividad política de Elduayen, que ya antes, nombrado senador vitalicio, había cedido la representación del distrito a su yerno, Miguel López de Carrizosa, marqués de Mochales. Su amistad con Cánovas no se interrumpió, sino que se hizo más fuerte. En noviembre de 1887, con Toreno, Molins y Silvela, actuó como testigo de la boda del jefe conservador con Joaquina Osma y sería uno de los más asiduos asistentes cuando el matrimonio abrió los salones en su finca de La Huerta.
Tras la vuelta de los conservadores al poder, en julio de 1890, Elduayen no entró en el Gobierno, pero no quedó preterido. Ocupó la presidencia del Banco Hipotecario y siguió apoyando los intereses de su distrito: en enero de 1891 El Faro de Vigo anunciaba que había conseguido una subvención de 900.000 pesetas para el puerto de Vigo y, con ese motivo, publicaba una extensa biografía del político. En noviembre de ese año, la repentina dimisión de Silvela provocó una remodelación del gabinete y la entrada de Elduayen, que ocupó la cartera de Gobernación. Cesó en julio de 1892 a raíz de una huelga de telegrafistas.
El último paso de Elduayen por el Gobierno se produjo durante el siguiente turno conservador y también para salvar una dificultad imprevista. En enero de 1896 se hizo cargo de la cartera de Estado, ante la repentina dimisión del duque de Tetuán. Al consignar este hecho, Melchor Fernández Almagro apostilla: “O sea, Cánovas mismo”. Pasada la dificultad, cesó en el puesto y, en junio de ese año, pasó a ocupar la presidencia del Senado, cargo más apropiado para su ya avanzada edad. Con ese motivo se le tributaron diversos homenajes, se editó su vieja memoria sobre el túnel de Conhixo, El Faro de Vigo publicó un libro en su honor y la ciudad le erigió un monumento, obra del escultor Querol, en el que cuatro figuras de mujer representan los cuatro ministerios que regentó. Desde este alto cargo le cupo el triste honor de presidir el duelo de Cánovas, asesinado el 8 de agosto de 1897. Antes había acompañado el cadáver de su amigo desde el balneario de Santa Águeda, en Guipúzcoa, a Madrid.
Elduayen fue albacea de Cánovas y depositario, tal vez, de su voluntad política. Apoyó la candidatura del duque de Tetuán a la jefatura del partido; pero derrotado éste por Silvela, ambos lo abandonaron. Se mantuvo al frente del Senado hasta febrero de 1898 y, político antes que nada, no sobrevivió más que tres meses a su jubilación.
La vida privada de Elduayen, tan compleja e intensa como su vida profesional y su vida política, ha sido estudiada por Ignacio Pérez-Blanco en el contexto de la historia del marquesado de Valladares. En marzo de 1855, en Madrid, había tenido con su prima segunda María Joaquina Mathé, hija del brigadier José María Mathé, un hijo natural, Ángel Elduayen Mathé. Ello no fue óbice para que, en mayo del año siguiente, casara en Vigo con Carmen Martínez Montenegro, de 19 años. Carmen falleció en noviembre de 1862 después de haber tenido un hijo, que murió pronto, y dos hijas Milagros y Dolores. Elduayen se volvió a casar en 1864 con Purificación Fontán, que le sobreviviría muchos años como marquesa del Pazo de la Merced en el pazo de Tortoreos y en el palacio de la calle Recoletos, de Madrid. Elduayen se ocupó de su hijo Ángel, al que en 1891 promovió a diputado por el distrito pontevedrés de Lalín y para el que obtuvo el título de marqués de Elduayen que, al no poderlo ostentar por su condición de ilegítimo, se otorgó a su mujer María Jiménez de Sandoval.
José Elduayen entre otras distinciones, fue caballero de la Gran Cruz de la Orden de Carlos III y el 30 de agosto de 1895 fue elegido caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro.
Obras de ~: El ferrocarril de Langreo, Gijón, 1846; Instrucciones y reglamentos para el ferrocarril de Langreo, s. l., [1853]; con A. Cánovas del Castillo et al., La oposición liberalconservadora en las Cortes Constituyentes de 1869 a 1871 (discursos), Madrid, M. Rivadeneyra, 1871; con A. Cánovas del Castillo, La paz en Cuba (discursos), Madrid, Manuel Ginés Hernández, 1878; La hacienda de la isla de Cuba (Discurso pronunciado por el Excmo. Señor Don ~, Ministro de Ultramar en la sesión celebrada en el Congreso de los Diputados el día 16 de febrero de 1880), Madrid, Manuel Ginés Hernández, 1880; Construcción del subterráneo de Conhixo en el ferrocarril de Langreo, Madrid, 1896.
Bibl.: El Faro de Vigo, Galicia y D. José Elduayen. Testimonio de los notables adelantos que Galicia en general y la ciudad de Vigo más particularmente, deben al Excmo. Sr. D. José Elduayen, Marqués del Pazo de la Merced, Madrid, Est. Tipográfico de Sucesores de Rivadeneyra, 1896; N. Taboada, Estudio Biográfico-Político del Excmo. Sr. D. José Elduayen, Marqués del Pazo de la Merced, Vigo, Imprenta de El Independiente, 1896; M. Fernández Almagro, Cánovas, su vida y su política, Madrid, Ambos Mundos, 1950; F. Sáenz Ridruejo, Ingenieros de Caminos del siglo XIX, Madrid, Editorial AC, 1990, págs. 191-230; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998, págs. 490-493; A. de Ceballos-Escalera y Gila (dir.), La Insigne Orden del Toisón de Oro, Madrid, Palafox & Pezuela, 2000, pág. 563; M. de los Á. Valle de Juan, Presidentes del Estamento de Próceres y del Senado (1834-1923), Madrid, ELECE, Industria Gráfica, 2002; F. Castro Pérez, En torno ó elduayenismo: reflexións sobre a política clientelista na provincia de Pontevedra. 1856-1879, Santiago de Compostela, Servicio de Publicacions da Universidade de Santiago de Compostela, Instituto Universitario de Estudios e Desenvolvemento de Galicia, 2002; J. L. Sampedro Escolar y F. Alos Merry Val, Ministros de Hacienda y de Economía. De 1700 a 2005. Tres siglos de Historia, Madrid, Ministerio de Economía y Hacienda, 2005; I. Pérez-Blanco y Pernas, Un viaje por la historia de Galicia. Del señorío al marquesado de Valladares, vol. II, Madrid, Doce Calles, 2018.
Fernando Sáenz Ridruejo