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Pablo Antonio de Olavide y Jaúregui

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Biografía

Olavide y Jáuregui, Pablo Antonio de. Anastasio Céspedes y Monroy. Lima (Perú), 25.I.1725 – Baeza (Jaén), 25.II.1803. Fundador de las nuevas colonias de Sierra Morena y Andalucía y autor de informes sobre la reforma agraria y educativa durante el reinado de Carlos III y de escritos religiosos y novelas moralizantes a final de su vida.

Su padre, Martín de Olavide, navarro de nacimiento, se dedicó al comercio y desempeñó diversos cargos en la administración del virreinato del Perú. Su madre, María Ana de Jáuregui, limeña, pertenecía a una familia principal del citado virreinato cuyos miembros desempeñaron importantes puestos en la administración del mismo. En su ciudad natal recibió una educación escolástica, que luego criticó. Estudió en los Colegios de San Felipe y de San Martín, regentado este último por los padres de la Compañía de Jesús y vinculado a la Universidad de San Marcos. A los dieciséis años era profesor en la citada universidad y se había asegurado la interinidad de la segunda Cátedra de Teología (Vísperas de Teología). A los diecisiete, opositó y obtuvo la Cátedra del Maestro de las Sentencias. Esta carrera docente fue acompañada de una rápida ascensión en la jerarquía oficial: en julio de 1741 fue admitido como abogado en la Audiencia de Lima, un año antes de terminar el doctorado en ambos Derechos y previa dispensa de la pasantía. En la misma fecha, el tribunal del Consulado de Lima le nombró asesor, y pasó a ejercer las funciones de asesor general del Cabildo de dicha ciudad, durante la ausencia del titular de este cargo. Finalmente, en los últimos meses de 1745, Fernando VI le nombró oidor de la Audiencia de Lima.

Esta vertiginosa carrera pública se interrumpió al descubrirse su dedicación a diversas actividades fraudulentas, como la ocultación de la herencia de su padre a los acreedores con el fin de frustrar el pago de las deudas de éste o la falsificación de escrituras notariales. Estas actividades, junto a la relajación en el cumplimiento de sus obligaciones como oidor de la Audiencia, provocaron la apertura de un expediente en el Consejo de Indias sobre su conducta y su destitución en dicho cargo en 1750, hasta que explicase por completo las inculpaciones en que aparecía envuelto. Un año antes de su destitución, partió hacia la metrópoli, a la que no llegó hasta 1752, y se dedicó durante este período al comercio.

Desde su partida de Lima y su posterior destitución como oidor de la Audiencia, hasta 1766 no desempeñó ningún cargo público. No obstante, hay en este período ciertos hechos que merecen destacarse: el encarcelamiento debido a las acusaciones de proceso de destitución (1754); la boda con una viuda millonaria (1755), María Isabel de los Ríos, lo que le permitió realizar nuevas operaciones comerciales, introducirse en el círculo social más ilustrado de Madrid —compuesto por Campomanes, Múzquiz y Aranda, entre otros— y viajar a Europa; el ingreso en la Orden de Santiago (1756); la obtención de una sentencia de olvido en el proceso que se inició a raíz de su destitución como oidor de la Audiencia de Lima (1757); y, por último, entre 1757 y 1765 la realización de tres grandes viajes a Europa. Visitó, entre otros lugares, Francia, Ginebra, la península itálica y, por supuesto, París, donde entró plenamente en contacto con la cultura del continente, pero sin olvidar su formación española.

De estos años en los que estuvo alejado de la actividad pública, hay que destacar la publicación, en el año de 1764 y en un entreacto de sus viajes a Europa, de la zarzuela en un acto titulada El celoso burlado. Esta obra fue dispuesta para venderla en el teatro y fue representada en el Teatro del Buen Retiro con motivo de los esponsales de la infanta Luisa con el gran duque de Toscana.

La dirección del Hospicio de San Fernando en mayo de 1766 y la del Hospicio de Madrid, en junio del mismo año fueron los primeros cargos que desempeñó después de diecisiete años lejos de la actividad pública. El Hospicio de San Fernando, creado tras el Motín contra Esquilache, para recoger a los vagos de la Corte, intentó plasmar la idea sobre beneficencia del conde de Aranda. El aragonés, según sus propias palabras, confíó a Olavide la dirección de estas importantes instituciones, que debían ser “modelo” para el resto de las provincias de España, “por su talento, por lo que ha visto en los países forasteros y por la inclinación a establecimientos públicos” de este género.

Unos meses más tarde, en enero de 1767, fue elegido personero del común del Ayuntamiento de Madrid, desde donde trabajó en defensa del libre comercio. Así, en un informe, firmado junto a José Antonio Pinedo, “sobre licencias y aranceles que se dan a los tenderos, confiteros y demás vendedores de comestibles de Madrid” (inéd., 1767), propone el “ilustrado sistema del Consejo [de Castilla] que en la libertad del comercio funda la esperanza de la concurrencia” en contraposición a la “monstruosa” tasa.

Apenas llevaba un año en la dirección de los hospicios y seis meses en la personería del común, cuando fue nombrado, en junio de 1767, intendente del Ejército de los cuatro reinos de Andalucía, intendente de rentas provinciales del Reino de Sevilla, asistente de la ciudad de Sevilla y superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, y también se le concedió un año después la Superintendencia de las Nuevas Poblaciones de Andalucía. Al frente de estos nuevos encargos estuvo hasta 1776, año en el que fue detenido y encarcelado por el Santo Oficio.

La principal empresa llevada a cabo a partir de su llegada a Andalucía fue la colonización de Sierra Morena —iniciada en los despoblados de La Peñuela en 1767— y Andalucía —iniciada en los despoblados de La Parrilla y de La Moncloa en 1768— con seis mil alemanes. El objetivo principal de la colonización, según Olavide, era servir de “modelo” al resto de España. De los nuevos pueblos se debían adoptar las reformas económicas con el fin de “racionalizar” la infraestructura artesanal y agraria de la sociedad estamental y eliminar los factores limitativos que impedían el aumento de la producción agraria e industrial. Olavide defendía la sociedad estamental en la que vivió, y nunca, a diferencia de muchos utopistas, estuvo a favor de un patrón de vida colectivo, sino que la base de sus reformas fue siempre el fomento del interés propio de los individuos y la aplicación de los adelantos vistos en las poblaciones “mejor ordenadas” y “más felices” de España y de Europa. Su apoyo a la sociedad estamental, no significa renunciar a la crítica de hechos como los siguientes: los excesivos privilegios de la nobleza y su absentismo, los mayorazgos, la existencia de numerosos eclesiásticos de costumbres relajadas, la especulación de los grandes arrendadores profesionales, la situación precaria de los jornaleros y de los pequeños arrendadores, la concentración de la población en pocos lugares, el sistema de arrendamiento y de cultivo, la falta de desarrollo de todos los ramos de la agricultura y de la manufactura y las precarias vías de comunicación.

La base de la colonización olavideña la constituyeron pequeños labradores dispersos por el campo que tenían el dominio útil de la tierra gracias a un censo enfitéutico; labradores que estaban dotados por el Estado de los medios para explotar adecuadamente la tierra y que cercaban su heredad y estabulaban su ganado. Esta situación era la adecuada para que el pequeño labrador mejorara su tierra (aplicara los nuevos sistemas y métodos de cultivos practicados en Europa y regiones más prósperas de España), sembrara diversos granos y semillas, mantuviera adecuadamente cuidado su ganado y desarrollara el resto de los ramos de la agricultura (la horticultura y el plantío de árboles, principalmente). Además, los agricultores tenían una actividad complementaria que los ocupaba en los ratos de ocio, así como a su familia: la industria popular. Junto con esta industria doméstica, se propuso el establecimiento de fábricas dirigidas por particulares, que utilizasen las máquinas y los métodos de producción más adelantados de Europa y España. En definitiva, cuatro son los rasgos básicos de su empresa colonizadora: admisión exclusivamente de población útil (es decir, en edad de trabajar y conocedora de un oficio), primacía de la agricultura y del pequeño labrador, desarrollo de la industria “popular” y dispersión de la población por el campo.

Olavide no sistematizó en un escrito los rasgos de esta sociedad modelo, sino que aparecen esparcidos en la Real cédula que contiene la instrucción y fuero de población, que se debe observar en las que se formen de nuevo en Sierra Morena con naturales y extranjeros católicos (1767), redactada por Campomanes con la colaboración de Olavide y la supervisión de Miguel de Múzquiz; en un escrito redactado al final de su vida (el Evangelio en triunfo, tomo cuarto); y en los informes, representaciones y otra documentación oficial sobre la colonización depositados principalmente en el Archivo Histórico Nacional y en el Archivo General de Simancas y cuyos destinatarios nos muestran la relación directa o indirecta de los miembros más importantes de la Ilustración y, en general, de la sociedad española del setecientos con la empresa colonizadora (el conde de Aranda, el duque de Alba, el marqués de Almodóvar, Miguel Arredondo y Carmona, Francisco de Bruna, Antonio Capmany, José Cicilia Coello Borja y Guzmán, Manuel Ventura Figueroa, el duque de Grimaldi, Miguel de Gijón, Juan Lanes y Duval, Carlos Lemaur, Miguel de Múzquiz, Miguel de Ondeano, Antonio Ponz, Manuel de Roda, Pedro Rodríguez Campomanes y José Moñino, entre otros).

Olavide, como intendente de Sevilla, se ocupó principalmente de la navegación del río Guadalquivir entre Sevilla y Córdoba, de la reforma de los gremios comerciales y del fomento de la agricultura. Uno de los escritos más célebres del intendente es el Informe al Consejo sobre la Ley Agraria (1768), al que su autor llamaba “código de agricultura”, que influyó tanto a Romà i Rosell, Cicilia Coello Borja y Guzmán, Bruna, Sisternes i Feliu y Jovellanos, entre otros economistas de los reinados de Carlos III y Carlos IV, como en las reales provisiones de 11 de abril de 1768 y 26 de mayo de 1770 sobre reparto de tierras concejiles y baldíos.

Para la confección de este Informe contó con un nutrido grupo de especialistas en el tema. Aunque se desconocen sus nombres, los “expertos colaboradores” del intendente pudieron ser los miembros de la Junta de Propios y Arbitrios de la ciudad de Sevilla, que elevaron una representación al Consejo de Castilla, fechada también en 1768, sobre el modo de repartir las tierras de propios de la ciudad de Sevilla. Dicha representación expone las mismas ideas que el Informe: formación de pequeños propietarios, labradores y ganaderos a un mismo tiempo, dispersos a lo largo del campo. Aparece firmada por Pablo de Olavide, Juan Antonio de Zuloeta, Joseph Luis de los Ríos, el marqués de Vallehermoso, el conde de Gerena, el marqués de Grañina, el marqués de Dos Hermanas, Joseph de Santa María y Pardo, el conde de Mejorada y Pedro Joseph Pérez de Guzmán el Bueno. También, hay razones para suponer que los miembros de esta Junta no fueron los colaboradores en la elaboración del Informe. La Junta de Propios y Arbitrios puso continuos obstáculos a los repartos de las tierras de propios de Sevilla realizados según las ideas contenidas en el Informe y es más, uno de los miembros de la Junta, el conde de Mejorada, llegó a declarar que había firmado la representación por imposición de Olavide.

Vicente Palacio Atard (1964: 153-155) avanzó la hipótesis de que un colaborador del intendente en la elaboración del Informe pudo ser José Cicilia en contra de lo mantenido por Defourneaux (1965: 122-124). José Cicilia era personero del Común de la ciudad de Écija y uno de los escasos sujetos que apoyaba la empresa colonizadora en el seno del Cabildo de dicha ciudad y que, cuando abandonó este cargo, trabajó junto a Olavide en las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. Cicilia presentó la Memoria sobre los medios de fomentar sólidamente la agricultura al concurso convocado por la Real Sociedad Matritense de Amigos del País en 1776 sobre “cuáles son los medios de fomentar sólidamente la agricultura de un país, sin detrimento de la cría de ganado y el modo de remover los obstáculos que puedan impedirlos” y obtuvo el primer premio. Defourneaux fue el primero que se percató de la semejanza entre el Informe de Olavide y la Memoria de Cicilia, tras una minuciosa confrontación de ambos textos. Palacio Atard señala que esta semejanza “no haría sino describir el origen de una colaboración [de Cicilia] en el proyecto olavideño”. Defourneaux, en cambio, mantiene que Cicilia copia literalmente la mayor parte del Informe. En primer lugar, argumenta el hispanista francés que la Memoria de Cicilia no sólo tiene el mismo contenido que el Informe del intendente de Sevilla, sino que además plagia la forma y las frases, el estilo y el tono propios de Olavide. Añade Defourneaux que cuando la Matritense concedió el premio a Cicilia en 1777, Campomanes conocía la semejanza entre ambos textos; queriendo premiar de esta manera al intendente que, desde noviembre de 1776, permanecía en las cárceles de la Inquisición. Por lo tanto, Cicilia, más que plagiar a Olavide, hizo un favor a su infortunado amigo al presentar el informe a la Sociedad Matritense y conseguir el primer premio. En suma, Olavide contó con la colaboración de un nutrido grupo de expertos para la elaboración del Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, de los que se desconocen sus nombres.

En el Informe se describe la situación del campo andaluz y sus problemas, se aporta numerosa información y se esboza un plan de reforma completo. Su pensamiento sobre la reforma agraria recogido en este informe y en otros escritos del período 1767-1776 ofrece dos líneas bien diferenciadas dependiendo de las tierras en que se fuera a aplicar la reforma. Si eran tierras estatales (baldíos, principalmente) o concejiles (propios y comunales) se debían aplicar inmediatamente las reglas maestras de la empresa colonizadora de Sierra Morena y Andalucía, que eran un modelo para el resto del país. Si eran tierras particulares, el fin era el mismo pero mediante el empleo de la persuasión, de métodos indirectos, “sin revoluciones”. Es decir, las “demostraciones oculares” de un nuevo método de cultivo o tipo de arado, los ejemplos dados por las nuevas poblaciones de Sierra Morena y Andalucía o una legislación “suave”. La principal medida de la reforma agraria, que parte del rechazo de una tasa para la renta de la tierra, se basa en crear pequeños labradores y poner más tierra en cultivo o mejorar su labor. Propone estimular a los grandes propietarios para que enajenen a canon en frutos o arrienden a largo plazo sus tierras, y más aún a los que lo hagan dividiendo su tierra en pequeñas suertes. Otras medidas serían la educación de los nobles y eclesiásticos, que los inclinará al bien público, el establecimiento de sociedades económicas orientadas a fomentar todos los sectores económicos productivos, y la libertad de comercio interior que beneficia tanto al consumidor como al productor, al conseguir la abundancia y baratura y un “buen precio” de los productos agrícolas, respectivamente.

Su labor como intendente del Ejército de los cuatro Reinos de Andalucía se centró en el suministro de alimentos, utensilios y vestuario a los soldados y oficiales y, en particular, en ubicar el asiento del vestuario del Ejército en el Reino de Castilla y León con el fin de fomentar la industria en Andalucía. Fue más sobresaliente su labor como asistente de la ciudad de Sevilla. En este cargo emprendió diversas reformas, que van desde una ordenación urbanística de la ciudad, hasta una nueva política de abastos, pasando por una reglamentación para la limpieza semanal de las calles. Los tres frentes en los que Olavide trabajó con mayor energía fueron en la ordenación de las diversiones públicas, en la creación de nuevas poblaciones en las tierras de propios de la ciudad (dehesas de Armajal y Prado del Rey, principalmente) y, sobre todo, en la reforma educativa.

En 1768 redactó el Plan de estudios para la Universidad de Sevilla, junto a seis informes sobre la formación de un hospicio general, un seminario clerical, un seminario de educandas, otro de alta educación para niños y un colegio para estudios de Gramática. Al igual que el Informe sobre la Ley Agraria, el Plan de Estudios es un documento que refleja sus ideas y las de sus amigos. Para su elaboración contó con la colaboración de un nutrido y selecto grupo de intelectuales sevillanos. La Biblioteca Colombina de Sevilla conserva una copia del Plan de estudios con una nota minuciosa del conde del Águila que dice: “De D. José Cevallos es el Plan de Estudios Teológicos, y muchos materiales para la formación del Seminario clerical y lista de Autores. De D. Domingo Morico, la Planta de dicho Seminario Conciliar o Clerical; y toda la parte Matemática y la Médica, esta última con consulta de algunos profesores. Del abogado D. Bartolomé Romero la parte legal. D. Antonio Cortés hizo de Secretario y extendió el informe. El Asistente ingirió [sic] en todas sus ideas y formó los proyectos del Seminario de Nobles, Colegio de Señoritas y Hospicio, siendo originalmente suya la elección de Casas jesuitas para estos destinos. Los médicos consultados fueron D. Cristóbal Nieto y D. Bonifacio Lorite, por el P. Morico D. Antonio Anguita fue preguntado en algo por el Asistente. Todos dijeron lo que podían decir unos hombres que ignoraban el fin de la consulta pues al que más, se le mostró el Plan en bosquejo, y como idea de un facultativo sobre las mejoras que podía hacerse al estudio de la Medicina, sin objeto alguno”. La colaboración de este nutrido grupo de intelectuales sevillanos dio como fruto la convergencia de diversas influencias en el Plan de estudios, que van desde las del valenciano Gregorio Mayáns y Siscar hasta las de portugués Luis Antonio Verney, el Barbadiño. El Plan influyó a Floridablanca, quien, como primer ministro, intentó llevarlo a la práctica en otras universidades, como Alcalá o Granada.

Todas estas actividades en Sevilla y en las nuevas poblaciones se vieron interrumpidas en noviembre de 1776 con la detención de Olavide por el Santo Tribunal de la Inquisición y la celebración de un “autillo de fe” en 1778 en el que se le acusó de impiedad, materialismo y herejía. Hay unanimidad entre sus biógrafos en señalar que el “autillo de fe” pretendió quitar de la escena a un fiel ejecutor de las reformas propuestas por el gobierno “ilustrado” y dar un castigo ejemplar que sirviese de escarmiento y aviso al resto de la minoría ilustrada. Sus reformas pudieron fracasar por diversos errores, contradicciones o enemigos, pero lo que se percibe con claridad es que se paralizaron con su encarcelamiento.

Desde su detención en 1776 hasta su muerte en 1803 no volvió a desempeñar ningún cargo público. Olavide huyó a Francia en 1780 y su imagen fue utilizada por los ilustrados franceses, entre ellos su primer biógrafo Diderot, como prototipo de víctima de la Inquisición por emprender reformas dirigidas a paliar el atraso cultural, social y económico de España. Olavide, aunque aprobó algunas de las primeras medidas de los revolucionarios franceses, no compartió los principios en que se basaba la Revolución Francesa porque destruían los dos pilares de una “buena sociedad”, el Altar y el Trono. A raíz de su desacuerdo con los principios revolucionarios intentó pasar inadvertido y se retiró, huyendo de “los horrores de la Revolución”, al pequeño pueblo de Meung, donde administró el Hotel-Dieu, convertido en “Casa de Socorro”. En esta casa estableció a su costa una manufactura de paño para vestir a ancianos y niños pobres, al igual que años antes hiciera en el Hospicio de San Fernando. Además, fue miembro fundador de la Société Populaire de Meung.

Coincidiendo con un período en que antiguos y nuevos amigos estuvieron en el poder (Jovellanos, como ministro de Gracia y Justicia, y Luis Mariano Urquijo o Francisco de Saavedra en la Secretaría de Estado), Olavide regresó a España en 1798 para retirarse a la ciudad andaluza de Baeza. Los últimos diez años de su vida dio a luz una extensa producción literaria.

La obra más conocida, por las numerosas ediciones en castellano y otros idiomas, es el Evangelio en triunfo, o Historia de un Filósofo desengañado (1797- 1798), escrito en Cheverny. El libro consta de cuatro volúmenes, a destacar el último donde desmenuza de nuevo su pensamiento socio-económico, que había expuesto y llevado a la práctica entre 1766 y 1776.

En cuanto a la reforma agraria, insiste en la formación de pequeños propietarios, poseedores al menos, del dominio útil de la tierra, asociación de la labranza y cría de ganado, introducción de mejoras agrícolas, “industria popular” y el ejemplo para que los propietarios adoptasen estas reformas, “sin revoluciones”. La diferencia más destacable con respecto a sus propuestas anteriores es que la colonización en este caso habría de ser privada, es decir, la tendrían que iniciar los particulares y no el Estado como en 1767. Otras obras de carácter puramente religioso escritas en este período son Los poemas cristianos (1799), el Salterio español o versión parafrástica de los salmos de David, de los cánticos de Moisés, de otros cánticos y algunas oraciones de la Iglesia en verso castellano (1800), y, por último, el incompleto Testimonio de un filósofo conservado en el Archivo Municipal de La Carolina (Jaén).

Al final de su vida también escribió, con el seudónimo de Anastasio Céspedes y Monroy, novelas recogidas en sus Lecturas útiles y entretenidas (1800-1817). Algunas de estas novelas fueron reeditadas póstumamente en Nueva York en 1828. Se trata de novelas de carácter moralizante e influidas por autores ingleses como Richardson, que critican los vicios que afectan a las sociedades y a las buenas costumbres y cantan las ventajas y pureza de la vida en el campo.

 

Obras de ~: El zeloso burlado, Madrid, Joachin Ibarra, 1764; Plan de Estudios para la Universidad de Sevilla, redactado en Sevilla, 1768 (ed. de F. Aguilar Piñal, Barcelona, Ediciones Cultura Popular, 1969; reed. Sevilla, Universidad, 1989); Informe al Consejo sobre la Ley Agraria, Sevilla, 1768 [publicado en el Memorial ajustado, hecho de orden del Consejo, del Expediente consultivo que pende de el (...) sobre los daños y decadencia que padece la Agricultura, sus motivos, y medios para sus restablecimiento y fomento, Madrid, 1784; ed. de R. Carande y J. Ruiz del Portal en Boletín de la Real Academia de la Historia, 138-139 (1956), págs. 357-462; ed. de G. Anes en Informes en el expediente de la ley Agraria (Andalucía y La Mancha, 1768), Madrid, Instituto de Estudios Fiscales-Instituto de Cooperación Iberoamericana-Quinto Centenario-Antonio Bosch, 1990; y en A. Merchán, La reforma Agraria en Andalucía. El Primer Proyecto Legislativo (Pablo de Olavide, Sevilla, 1768), Sevilla, Universidad, 1996 (2.ª ed. 1997)]; El Evangelio en triunfo o historia de un filósofo desengañado, Valencia, 1797- 1798 [una selección de las principales cartas sobre asuntos socioeconómicos del Evangelio en triunfo se recogen en “Cartas de Mariano a Antonio. El programa ilustrado de ‘El Evangelio en triunfo’”, ed. de G. Dufour en Etudes Hispaniques, 16 (1988)]; Poemas cristianos, Madrid, 1799 (México, Imprenta de Galván, 1835); Salterio español, o versión parafrástica de los salmos de David, de los cánticos de Moisés, de otros cánticos y algunas oraciones de la Iglesia en versión castellano, a fin de que se puedan cantar: para el uso de los que no saben latín, Madrid, Imprenta de D. J. Doblado, 1800; A. Céspedes y Monroy (seud.), Lecturas útiles y entretenidas, Madrid, Joseph Doblado- Dávila, 1800-1817; Obras dramáticas desconocidas de Pablo de Olavide, ed. de E. Núñez, Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 1971; Obras narrativas desconocidas de Pablo de Olavide, ed. de E. Núñez, Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 1971; Obras selectas, edición de E. Núñez, Lima, Centenario-Banco de Crédito del Perú, 1987.

 

Bibl.: D. Diderot, Don Pablo de Olavide, précis historique rédigé sur mémoires fournis à M. Diderot par un Espagnol, c. 1779 [reprod. en I de M. Defourneaux, Pablo de Olavide ou lafrancesado (1725-1803), Paris, Presses Universitaires de France, 1959]; J. A. Lavalle, Don Pablo de Olavide (apuntes sobre su vida y sus obras), Lima, Imprenta del Teatro, 1885 (2.ª ed.); C. Alcázar Molina, Los hombres del Reinado de Carlos III. Pablo de Olavide, s. l., Voluntad, 1927; Las colonias alemanas de Sierra Morena (Notas y documentos para su historia), Madrid, Universidad de Murcia, 1930; J. Caro Baroja, “Las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. Una experiencia sociológica en tiempos de Carlos III”, en J. Caro Baroja, Razas, pueblos y linajes, Madrid, Revista de Occidente, 1957; M. Defourneaux, Pablo de Olavide ou lafrancesado (1725-1803), op. cit. [trad. al esp., Pablo de Olavide o el afrancesado (1725-1803), México, Renacimiento, 1965]; V. Palacio Atard, Los españoles de la Ilustración, Madrid, Ediciones Guadarrama, 1964 [reed., Córdoba, Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1988]; M. Defourneaux, “La historia religiosa de la Revolución francesa vista por Pablo de Olavide (un capítulo inédito del Evangelio en triunfo)”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 156 (1965), págs 113-190; F. Aguilar Piñal, La Sevilla de Olavide (1767-1776), Sevilla, Ayuntamiento, 1966 (reed. bajo el título Historia de Sevilla. Siglo xviii, Sevilla, Universidad, 1982); G. Dufour, Recherches sur El Evangelio en triunfo de Pablo de Olavide, tesis doctoral, Paris-Sorbone, 1966; J. López Sebastián, Reforma agraria en España (Sierra Morena en el siglo xviii), Madrid, ZYZ, 1968; F. Aguilar Piñal, La Universidad de Sevilla en el siglo xviii. Estudio sobre la primera reforma universitaria moderna, Sevilla, Universidad, 1969; E. Núnez, El nuevo Olavide, Una semblaza a través de sus textos ignorados, Lima, 1970; C. Bernaldo de Quirós, Espartaquismo agrario y otros ensayos sobre la estructura económica y social de Andalucía, ed. de J. L. García Delgado, Madrid, Ediciones de la Revista de Trabajo, 1973; M. J. Alonso Seoane, “La obra narrativa de Pablo de Olavide: nuevo planteamiento para su estudio”, en Axerquía, 11 (1984), págs. 11-94; R. Rodríguez-Moñino, El intendente don Pablo de Olavide y la ciudad de Baeza, La Carolina, Seminario de Estudios Carolinenses, 1985; M. J. Alonso Seoane, “Los autores de tres novelas de Olavide”, en Andalucía y América en el siglo xviii, t. II, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1985; J. E. Ruiz González, Estudio de la repoblación y colonización de Sierra Morena, Jaén, Cámara de Comercio e Industria de la Provincia de Jaén, 1986; L. Perdices de Blas, “La sociedad ‘modelo’ fundada en Armarjal y Prado del Rey por Pablo de Olavide. Un ensayo de reforma económica en tierras gaditanas al final del Antiguo Régimen”, en Cádiz e Iberoamérica, 5 (1987), págs. 27-35; “La lucha por la libertad de comercio interior en el reinado de Carlos III”, en Información Comercial Española, 663 (1988), págs. 44-58; M. J. Alonso Seoane, “Algunos aspectos de las ideas ilustradas de Olavide en las ‘Lecturas útiles y entretenidas’”, en Alfinge, 3 (1988), págs. 215-228; M. E. García León, Pablo de Olavide: Su obra narrativa, Madrid, Universidad Complutense, 1989; M. Avilés Fernández, “Historiografía sobre las ‘Nuevas Poblaciones’ de Carlos III”, en Actas del Coloquio Internacional Carlos III y su siglo, t. I, Madrid, Universidad Complutense, 1990; A. A. Fernández Sanz, Utopía y realidad en la Ilustración española: Pablo de Olavide y las nuevas poblaciones, Madrid, Editorial Complutense, 1990; Fuero de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía y legislación complementaria, ed. de J. M. Suárez Gallego, Guarromán, Ayuntamiento, Seminario de Estudios Guarromanenses, 1992; L. Perdices de Blas, Pablo de Olavide, el Ilustrado (1725-1803), Madrid, Editorial Complutense, 1992; Ensayo sobre la bibliografía de las obras impresas y manuscritas de Pablo de Olavide, Jaén, Cámara de Comercio e Industria de la Provincia de Jaén, 1994, 2 ts.; A. Merchán, La reforma Agraria en Andalucía. El Primer Proyecto Legislativo (Pablo de Olavide, Sevilla, 1768), Sevilla, Universidad, 1996; E. M. Valle, La obra narrativa de Pablo de Olavide, Ann Arbor, UMI Dissertion Services, 1998; C. Sánchez Martínez, La Carolina en el entorno de sus colonias gemelas y antigua población de Sierra Morena. Prehistoria a 1835, Jaén, Caja Rural de Jaén, 1998-2003, 4 vols.

 

Luis Perdices de Blas

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