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Benito Feliú Ballestero

Biografía

Feliú Ballestero, Benito. Mas de las Matas (Teruel), 19.III.1732 – Valencia, 13.XI.1801. Escolapio (SChP), teólogo, canonista, provincial, calificador del Santo Oficio y modelo de ilustrados.

Cursó sus primeros estudios en la escuela de Mas de las Matas y los de Humanidades completas en el colegio de los Escolapios de Alcañiz. De aquí pasó a Peralta de la Sal, donde vistió la sotana escolapia y comenzó su noviciado el 5 de enero de 1747. Al emitir sus votos religiosos el 8 de agosto de 1748 quiso llamarse Benito Feliú de San Pedro, y así firmó todos sus escritos y ha sido reconocido por sus biógrafos.

Durante el trienio siguiente estudió en el Juniorato de Daroca Filosofía y Ciencias Naturales. Siguió otro trienio de estudios teológicos en Valencia, donde defendió y publicó en 1784 sus tesis teológico-escolásticas, que llamaron la atención, le ganaron el título de “ilustre teólogo” y animaron a sus superiores a enviarle a Roma, para que completase en la Universidad sus conocimientos teológicos y volviese a enseñarlos a los Juniores de su provincia.

En La Sapienza de Roma estudió durante tres años Teología, Matemáticas, Lenguas orientales, Sagrada Escritura, Liturgia eclesiástica y Antigüedades romanas.

El 9 de marzo de 1757 defendió su tesis doctoral, que fue editada ese mismo año en Roma por la tipografía Zempel. Durante este período romano contactó con los nuevos métodos y corrientes culturales que se abrían paso en Italia y Europa. Viajó por varios países europeos, dialogando “con los sabios y visitando Escuelas, Academias y Universidades”, como él mismo confiesa. Y más adelante añadirá que logró dominar las lenguas latina, griega, arábiga y hebrea, “y también las hermanas italiana y francesa”. Los cardenales Portocarrero y Sacripanti, que presidieron el ingreso del padre Feliú como académico de número en la Academia de Teología de La Sapienza, y el padre Eduardo Corsini, superior general de las Escuelas Pías, insistieron para que se quedase definitivamente en Roma, pero él consideró más provechoso volver a España y enseñar lo que había aprendido a los jóvenes escolapios de su Provincia aragonesa.

Comenzó así su período magisterial. En el filosofado de Daroca durante un trienio (1758-1761) enseñó Filosofía, Matemáticas, Ciencias Físico-Naturales y Griego. Más adelante añadió Teología y Derecho Canónico. Era el maestro total, el verdadero ilustrado.

En el terreno filosófico procuró armonizar el tomismo clásico con las nuevas corrientes científicas, defendidas por Descartes, Malebranche, Leibnitz, Wolff, Hobbes, Gassendi, Newton, Kepler, Neper y los escolapios Luis Newman, Florian Dalham, Liberato Fassoni, Giambattista Beccaría y Eduardo Corsini.

En Daroca el padre Feliú presidió veinte actos públicos de sus alumnos, al finalizar sus cursos filosóficos.

En 1761 fue trasladado a Valencia como profesor y director del teologado que la Provincia de Aragón tenía allí instalado. Durante nueve años (1761-1770) enseñó fielmente la doctrina de Santo Tomás, y el Derecho Canónico según los cinco libros de las Decretales de Gregorio IX, dirigió en actos públicos las tesis de sus alumnos, redactadas algunas en griego y en hebreo, y preparó un plantel de escolapios, que prolongaron durante un largo período las líneas culturales de su maestro.

En 1763 se inauguró en Valencia el Seminario Andresiano, verdadero internado para nobles, fundado por el arzobispo Andrés Mayoral a instancias del padre Feliú, quien escribió las Constituciones del Seminario, enseñó Matemáticas, Geografía y Cronología y lo dirigió como rector (1767-1772). Este último año fue nombrado rector del colegio de las Escuelas Pías, al que estaba adscrito el Seminario Andresiano (1772-1778) y el trienio siguiente rigió desde Valencia los destinos de toda la Provincia de Aragón (1778-1781).

El 15 de abril de 1777 recibió el nombramiento de calificador del Santo Oficio del tribunal de Valencia.

En el informe previo se afirma que “su talento es distinguido y su instrucción nada vulgar, adornada con el conocimiento de lenguas extranjeras”. El tribunal debía solucionar el problema que ocasionaban “las entradas de libros que se hacen por esta Playa, para cuyo examen es necesario el conocimiento de Lenguas Italiana y Francesa, que posee dicho Religioso”. Aparte otros encargos, posiblemente el mejor servicio del padre Feliú consistió en la lectura de libros sospechosos, algunos provenientes del extranjero, con los correspondientes informes para el tribunal. Este encargo le llevó en 1797 a revisar y perfeccionar notablemente El Evangelio en Triunfo de Pablo Olavide.

El arzobispo Andrés Mayoral se interesó para que el padre Feliú se presentase a oposiciones de la cátedra de Matemáticas en la Universidad de Valencia.

No hubo lugar, al negarle el permiso sus superiores porque “se perderían para las escuelas los mejores talentos”.

Ni la influencia del arzobispo, ni un informe de Campomanes convencieron a los superiores escolapios.

En 1776 quedó establecida en Valencia la Sociedad Económica de Amigos del País. Poco después sus socios declararon al padre Feliú miembro de mérito y justicia, con voz y voto. El 12 de junio de 1788 fue admitido como socio numerario. Entre 1791 y 1799 presidió cuarenta y siete juntas ordinarias y parece ser que recayó sobre él todo el peso de la Sociedad.

Trabajó en los más variados asuntos y concibió ideas valiosas y muy avanzadas para su tiempo. Intervino con autoridad y experiencia en temas educativos y en la corrección de libros sobre enseñanza. En Agricultura escribió informes sobre el cultivo del arroz, la segunda cosecha de la seda, la plantación de árboles, el cultivo de la caña de azúcar y de la pebrella, los beneficios del aceite de uva y el aumento de regadíos.

En Minería y Geología, más informes sobre minas de carbón y cobre en la región y sobre el hundimiento del monte del Baladre, cerca de Alcira. En la rama industrial informó sobre dos memoriales, uno relativo a zapatos de señora y otro a relojería, e inspeccionó, a pedido de la Sociedad, los beneficios de una máquina fumigadora y de dos fábricas, de agujas para telares y de azulejos. En el capítulo hidráulico presentó un proyecto para comunicar, mediante un canal, Valencia con El Grao, informó sobre otro proyecto para la conducción de granos por el Turia desde Teruel a Valencia, presentó una moción para disecar “los pantanos nocivos que abundan en esta Región”, y formó parte de la comisión encargada de estudiar la construcción de una compuerta en la Albufera, que facilitara la entrada del agua del mar y mejorase la producción de pescado. La opinión del padre Feliú apareció en dos cuestiones relacionadas con la repoblación y el bienestar de los campesinos. En una Memoria sobre la necesidad de nuevas poblaciones en este Reino, proponía la posibilidad del traslado de gente inactiva en la ciudad a zonas cultivables, fundando nuevos pueblos. Pero como esto resultaba difícil imponerlo desde arriba, debía estimularse a los poderosos para que favorecieran la instalación de colonos en sus tierras, ofreciéndoles grados de nobleza o más privilegios.

Sobre el bienestar de los campesinos, Vicente Tornos propuso establecer Montepíos de Labradores en las ciudades cabeza de partido. Comisionado el padre Feliú para estudiar la propuesta, respondió que no le parece viable el proyecto.

En el llamado Plan de Escuelas, presentado por la Sociedad de Amigos del País al Consejo de Valencia en 1781, intervino directamente el padre Feliú, “por cuya mano había pasado todo este negocio por hallarse provincial cuando tuvo principio”, después de constatar que miles de niños de la ciudad carecían de escuela. Deseaba él que los escolapios, que ya dirigían el colegio, el seminario y la escuela de San Cayetano en el barrio de San Camilo, se hiciesen cargo de todos los niños marginados en nuevas escuelas. El “sueño dorado” del padre Feliú no pudo hacerse realidad y le afectó sensiblemente. Mayor éxito tuvo en la reforma de la Universidad de Valencia, tan alabada por Menéndez Pelayo y Modesto de la Fuente. Desde 1761 la influencia científica del padre Feliú entre los catedráticos de la Universidad fue notable, como se deduce de la respuesta escrita por Antonio José Cabanilles al artículo de Masson de Morvilliers en la Encyclopedie methodique, que negaba a España toda aportación a la cultura europea. Cabanilles pone como modelo al padre Feliú “por cuyo consejo la Universidad de Valencia ha sustituido en sus lecciones las obras del Abate Condillac y Munchenbroeck a los detestables fárragos que se estudian aún en gran parte de Europa...”. Vicente Blasco era el rector y se propuso reformar el plan de estudios de la Universidad. Intervino el padre Feliú y en 1786 fue llamado a Madrid, por real orden, para formar parte de la Junta que debía examinar el Plan Blasco. Acudió gozoso a Madrid “con el más ardiente deseo de promover el real servicio en el mejor establecimiento de los estudios como se me mandó”, como afirmó en respuesta al conde de Floridablanca.

El padre Feliú conocía Madrid, pues en dos ocasiones anteriores, 1782 y 1785-1786, había estado trabajando por orden directa del Rey. Ahora trabajó en la Junta desde el 30 de abril al 16 de noviembre y el 20 de mayo de 1787 fue aprobado el Plan. Agradeciendo su valiosa colaboración, el Monarca le señaló una pensión anual de 1.900 ducados, que fue invirtiendo el padre Feliú en libros para la biblioteca de su colegio y en la fundación de un gabinete de Historia Natural, de un Museo Arqueológico y de un Monetario.

Un nuevo y valiosísimo servicio del padre Feliú a la cultura nacional fue la preparación de la primera edición de la Biblia, traducida al español por el padre Felipe Scío. Eran los dos buenos amigos y conocía bien el castellano la sabiduría del aragonés. Por eso escribió: “Quise que la impresión se hiciese en la ciudad de Valencia y que de la corrección y cuanto fuese necesario para su exactitud y fiel correspondencia, se encargase el padre Benito de S. Pedro, ex Provincial de las Escuelas Pías de Aragón”. El padre Feliú unió en este empeño ciencia y cariño. El conde de Contamina, miembro de la Sociedad de Amigos del País, escribió tras la muerte del padre Feliú: “... él corrigió, enmendó, anotó, añadió, quitó de la sabia traducción del padre Scío lo que juzgó oportuno, consultando antes los Intérpretes y los Padres con el mayor cuidado; y poniendo a la frente de esta inmortal obra doctísimos prólogos y sabias ilustraciones, que apenas dejan qué desear en la materia”. Gracias a su trabajo, los diez volúmenes de la edición prínceps (Valencia, 1790-1793) siguen siendo un ejemplo inigualable para las más de setenta ediciones posteriores de la Biblia del padre Scío.

El campo intelectual del padre Feliú corresponde al de un auténtico ilustrado. Es amplio y sorprendente.

En 1769 había publicado su Arte del Romance Castellano, un libro, que en la mente del autor abrió paso a la reforma de los estudios de la época. El latín seguía siendo la lengua culta. El castellano era siempre apoyo. Pero el autor creía que el propio idioma debe ser la base para futuros estudios y para una renovación cultural y social. El programa del Arte apareció distribuido en cinco Libros. El primero, en 10 capítulos y 123 páginas, trata del “Origen y épocas de la Lengua Española”. En su obra el padre Feliú probó sus afirmaciones con autoridades literarias de los mejores autores clásicos castellanos, acudió a las lenguas clásicas y orientales para aclarar fenómenos lingüísticos y confeccionó esquemas didácticos para simplificar los contenidos y evitar repeticiones. En el Plan Blasco se dice: “La gramática por donde se han de enseñar los Rudimentos y la Sintaxis será por ahora la que se usa en las Escuelas Pías de Valencia”. A este veredicto universitario habría que añadir una carta de Gregorio Mayans en la que elogia los muchos méritos del Arte del padre Feliú. El profesor F. Lázaro consideró el Arte como la primera gramática, que, al siglo de haber sido expuestas, trajo a España las orientaciones gramaticales de la Grammaire Générale de Port-Royal. En esta misma idea, razonada y profundizada, abunda el profesor Félix San Vicente.

Llevado por las mismas ideas que le movieron a escribir su Arte y procurando afianzar en sus alumnos los valores culturales, religiosos y patrióticos, tradujo “en verso español” las LXXII odas latinas de los Monumentos sagrados de Benito Arias Montano. “Éstos son mis designios en la publicación de éste y otros libritos, que tengo dispuestos a uso de las escuelas”, dice en el prólogo de la traducción. Pero aquí no se trata de un “librito”, sino de un tomo de trescientas diez páginas, que demuestran total conocimiento de la lengua latina y un exquisito gusto poético.

La mentalidad abierta y atrevida del padre Feliú aparece en un documento proyectista, que guarda el Archivo de Simancas y que lleva por título Situación actual. Fue escrito en 1789, va dirigido a un “Excmo. Sr.”, probablemente el Secretario de Gracia y Justicia. Aunque anónimo, lo presenta Bernardo Belluga, discípulo del Andresiano. Hoy nadie duda de que el verdadero autor del escrito fue el padre Feliú, como argumenta su mejor comentarista Joan Florensa.

El proyecto defiende que los escolapios enseñen en escuelas ajenas a la Orden —cátedras universitarias incluidas—, que obtengan títulos universitarios, que participen en la vida cultural de otras entidades; que sigan reformándose los planes de estudios y los sistemas educativos vigentes; que, para lograr lo anterior, las Provincias escolapias de España se desvinculen del padre general de Roma y se nombre para ellas un Superior especial y único... El último deseo se hizo realidad medio siglo más tarde. Parecía una rebeldía, pero salvó la vida de la Escuela Pía española y logró su fecunda expansión por Hispanoamérica.

 

Obras de ~: Theses Theologicae Scholasticae, quibus nonnullae ad expositivam, aliae ex solemnioribus ad polemicam theologiam accedunt, iuxta miram Angelici Doctoris Doctrinam, Valencia, 1754; Disceptationes Pholosophicae de integritate atque auctoritate Hebreorum Graecorumque utriusque Foederis Codicum, de illustrioribus Christianae Reliponis Dogmatis, ac de veteri Hispaniae Eclesiae dignitate, Roma, 1757; Ex universa Philosophia proposiciones selectas, Calatayud, 1760 y Valencia, 1763; Sermón en la inauguración del Seminario Andresiano, Valencia, 1763; Constituciones del Colegio Andresiano de las Escuelas Pías, establecido en la Ciudad de Valencia por el Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. D. Andrés Mayoral, arzobispo de la misma, de buena memoria, año 1763, y perfeccionado por su sucesor el Ilmo. Sr. D. Francisco Fabián y Fuero, Prelado Gran Cruz de la Orden de Carlos III, Patrono de dicho Colegio, Valencia, 1763, y Madrid, 1785; Sacra doctrina ex tolo disciplinarum theologicarum orbe ad mentem angelici Doctoris et ex universo iure canonico secundum V libri decretalium constituía. De iure canonico universo, deque praecipuis eius controversiis... iuxta doctrinam a PP. Remigio Maschat et Joannee Walbrecht Scholaruni Piarum in suis commentariis et disputastionibus eruditissime traditam, Valencia, 1765; Oración panegírico en honor de Santo Tomás de Aquino, Valencia, 1768; Oración fúnebre en las honras de don Andrés Mayoral, Arzobispo de Valencia, Valencia, 1769; Arte del Romance castellano dispuesto según sus principios generales y el uso de los mejores autores, Valencia, 1769; Nuevo Arte de la Gramática latina, Valencia, 1769; Monumentos sagrados de la salud del hombre desde la caída de Adán hasta el juicio final, que en verso latino cantó en LXXII odas D. Benito Arias Montano y en verso español el P. Benito (Feliú) de San Pedro, de las Escuelas Pías, Valencia, 1774; Diálogo sobre los misterios de la vida de Cristo, Valencia, 1774; Novena en honor de San Joseph de Calasanz, Valencia, 1775, y 1804, Madrid, 1793; Oración gratulatorio que en la junta general de la Real Sociedad de Amigos del País, compuesta por el su socio P. Benito (Feliú) de San Pedro, de las Escuelas Pías, Valencia, 1778; Descripción del hundimiento y cortaduras del monte Baladre, Valencia, 1783; Memoria sobre la restauración de la caña de azúcar en Valencia, Valencia, 1793; Elogio histórico del Excmo. Sr. D. Luis de Urbina, Valencia, 1799; Vita Martini Pérez de Ayala, Valencia, s. f.

 

Bibl.: Conde de Contamina, Elogio del socio M. R. P. Benito Feliú de San Pedro, Valencia, 1802; C. Lasalde, Historia Literaria y bibliográfica de las Escuelas Pías de España, vol. II, Madrid, Imprenta de la compañía de impresores y libreros, 1893 (2.ª ed. 1925, págs. 393-400); F. Latassa, Biblioteca Antigua y Nueva de Escritores Aragoneses, t. I, Zaragoza, Calixto Ariño, 1895, págs. 480-481; Á. Clavero, Historia de las Escuelas Pías de Aragón, t. IV, Zaragoza, 1947 (inéd.), págs. 164-206; J. Florensa, “Reforma de la Universidad de Valencia afines del siglo XVIII y el P. Benito Feliú”, en Analecta Calasanctiana, 12-13 (Salamanca, 1964-1965); “Hacia el Plan Blasco. Reforma de la Universidad de Valencia en 1778”, en Analecta Calasanctiana, 15 (1966); “Un hombre de la Ilustración a través de la Sociedad de Amigos del País de Valencia”, en Analecta Calasanctiana, 18 (1967); F. San Vicente, “Racionalismo y empirismo en la gramática española de Benito Feliú de San Pedro (1732-1801)”, en Studi italiani de linguistica teorica ed applicata (Bolonia), 3 (1978); J. Florensa, “Entre dos oposiciones a cátedra: 1768y 1783”, en Archivum Scolarum Piarum (Roma), 6 (1979); “Situación actual: un documento proyectista presentado en 1789 ante la visita del Dr. Cabañas”, en Archivum Scolarum Piarum, 7-8 (1980); “Familiares del P. Benito Feliú (1732-1801)”, en Analecta Calasanctiana, 47 (1982); J. Burgués, El P. Benito Feliú y su obra, Más de las Matas (Teruel), 1983, vol. III del Grupo de Estudios Masinos, págs. 7-77; D. Cueva, “Benito Feliú”, en C. Vila Palá y L. M. Bandrés Rey (coords. y dirs.), Diccionario Enciclopédico Escolapio (DENES), t. II, Salamanca, Ediciones Calasancias, 1983, págs. 223-224.

 

Dionisio Cueva González, SChP

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