Fernández de Navarrete y Jiménez de Tejada, Martín. Mirtilo. Ábalos (La Rioja), 9.XI.1765 – Madrid, 8.X.1844. Escritor y guardia marina.
El oficial de Marina y escritor Martín Fernández de Navarrete nació en la riojana villa de Ábalos el 9 de noviembre de 1765. Miembro de una ilustre familia, fueron sus padres Francisco Antonio Fernández de Navarrete y María Catalina Jiménez de Tejada, miembros de la aristocracia navarra y riojana. De 1774 a 1777 estudió en Calahorra, sede de la diócesis eclesiástica, con objeto de aprender Gramática latina.
En 1777 marchó al real seminario de Bergara, fundado el año anterior. En Bergara hizo buena amistad con algunos de los que con el tiempo se convirtieron en los más activos ilustrados del país. Por ejemplo, con Luis de Salazar, luego ministro de Marina. En dicha localidad, se aficionó a la literatura y compuso algunos poemas que le valieron un premio extraordinario en las Juntas celebradas por la Sociedad Bascongada de Amigos del País en julio de 1779, circunstancia que reflejó la Gaceta de Madrid de aquellas fechas. El conde de Peñaflorida, uno de los tres fundadores de la institución, se convirtió en un entusiasta valedor del joven Martín y lo puso en contacto epistolar con Tomás de Iriarte, con el que mantuvo fluida relación por cartas durante toda su vida.
En el seminario —donde ejercían su docencia el profesor de Matemáticas Jerónimo Mas, los químicos Luis José Proust y Pierre François Chabaneau, el literato Vicente María Santibáñez y el riojano Fausto de Elhuyar, a cargo de las enseñanzas de Mineralogía este último— pudo estudiar Filosofía Moral, Latinidad, Francés, Retórica, Historia, Humanidades, Geografía, Física Experimental, Dibujo, Matemáticas y Química. Allí pudo tener contacto con los futuros protagonistas del movimiento ilustrado en el país; por ejemplo, con José Mor de Fuentes, Juan de Olavide, los Ruiz de Luzuriaga, Mendívil, Ezpeleta, Izquierdo, el escritor Pando o Fitz-Gerald.
En 1780 ingresó como guardia marina en el Departamento de el Ferrol, bajo el mando de Francisco de Jovellanos, hermano del escritor Gaspar Melchor y por cuyo intermedio estableció una importante relación epistolar y amistad hasta la muerte del escritor asturiano. Participó durante los primeros años en los Departamentos de Marina en diversas acciones de guerra, tanto en Cádiz como en Cartagena y ganó la amistad de importantes marinos, como José de Mazarredo, también aficionado como él a la literatura, o José Vargas Ponce, con el que compartió su primera acción de guerra importante, el ataque de los ingleses a Gibraltar en octubre de 1782.
Firmada la paz con Inglaterra el 20 de enero de 1783, marchó a Madrid. De esta fecha data su primera relación personal con los más importantes escritores de la Corte, entre otros Gaspar Melchor de Jovellanos, Tomás de Iriarte y Leandro Fernández de Moratín.
Un año más tarde, 1784, fue destinado al Departamento Naval de Cartagena bajo las órdenes de Antonio Escaño y luego de José de Mazarredo, con el que compartió distintas acciones navales. Allá estableció una buena relación con Gabriel Císcar, años más tarde regente del reino. Martín acudió a sus clases de Matemáticas Sublimes y recibió grandes enseñanzas de uno de los más importantes conocedores de su siglo del Arte de la Navegación y de la Ciencia Matemática.
En Cartagena colaboró con algunos artículos en el Semanario de la ciudad y también envió algunas cartas al Censor, publicación periódica dirigida por Cañuelo, donde tras gastar unas bromas al autor de la tragedia Raquel, Vicente García de la Huerta, propuso una importante reforma del teatro nacional bajo un punto de vista muy ilustrado. Colaboró también con la publicación de contenido literario más importante de la época, el Memorial Literario, con un excelente “Elogio póstumo al Conde de Peñaflorida” con ocasión de su muerte.
Tras su estancia en Cartagena, el ministro de Marina Antonio Valdés le encargó la creación de una biblioteca en la Real Isla de León y el reconocimiento y elaboración de un catálogo de obras de la biblioteca de los Reales Estudios de San Isidro en Madrid y de los archivos particulares de los marqueses de Santa Cruz, de los duques de Medinasidonia, del Infantado y de Alba, además de la de El Escorial. Comenzó así la llamada etapa que le sirvió para ganarse el remoquete de “Merlín de los Papeles”, pues tanto fue su empeño en la búsqueda de documentos de Historia y de Letras que adquirió una cultura enorme siendo solicitado de continuo como informador de los intelectuales de la época.
No pasó mucho tiempo desde que había comenzado estas tareas y ya fue nombrado miembro de las más importantes academias e instituciones culturales del país. Así, en 1791, la Sociedad Económica Matritense lo acogió entre sus socios por intermedio del marqués del Parque. El marqués de Santa Cruz procuró su ingreso en la Real Academia Española, en cuyo fin colaboró también Tomás Antonio Sánchez. Para el ingreso en esta última leyó su conocido discurso Sobre la formación y progresos del idioma castellano, y sobre la necesidad que tienen la Oratoria y la Poesía del conocimiento de las voces técnicas o facultativas. Bernardo Iriarte le facilitó el nombramiento como académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Posteriormente se trasladó a Sevilla y se dedicó al catálogo y ordenación del Archivo General de Indias, trabajo que le permitió el hallazgo de muchos documentos de la época de los descubrimientos españoles de los siglos XV y XVI, especialmente los diarios de los viajes primero y tercero de Colón.
Tras participar activamente en la guerra contra la Convención Francesa (1793), formó parte de la Secretaría de Marina ocupado sobre todo en sus investigaciones.
Se casó en 1797 con la murciana Manuela de Paz y Galtero.
Con la llegada de los franceses en 1808, Martín Fernández de Navarrete demostró sus dudas y meditó durante un tiempo su toma de postura. Era buen amigo de muchos afrancesados —su amigo José de Mazarredo, entre otros, ministro de Marina con el Gobierno francés—, pero como buen patriota observaba el ejemplo de los Iriarte y de Jovellanos que se pusieron al frente de la Junta Gubernativa Central.
Por ello no participó activamente en la guerra y no dio su apoyo ni a unos ni a otros. Aunque fue hecho prisionero y el deportado a Francia, luego fue liberado por orden de Mazarredo. A pesar de que se le ofrecieron prebendas y buenos cargos de gobierno, no aceptó ninguno y pasó graves dificultades económicas durante la guerra. Sólo, al final de la ocupación, y cuando la situación se le hacía insostenible, accedió a la dirección de los Reales Estudios de San Isidro.
Tras el regreso de Fernando VII, se ligó definitivamente a las instituciones de las que formaba parte. Así, colaboró activamente en la Ortografía de la Lengua Castellana, importantísimo trabajo que supuso la modernización de la ortografía española convirtiéndose en el hacedor en buena medida de la normativa actual. En la Real Academia de la Historia, de la que ya formaba parte como supernumerario desde 1800, trabajó denodadamente y para esta institución escribió la Historia marítima y su Disertación histórica sobre la parte que tuvieron los españoles en las guerras de Ultramar o de las Cruzadas.
En 1818 publicó una edición de la obra completa del escritor y coronel José Cadalso y un año más tarde la Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, escrita e ilustrada con varios documentos pertenecientes a la historia de la literatura de su tiempo.
Liberal durante el Trienio que va de 1820 a 1823, no sufrió, sin embargo, la ira de Fernando VII al regreso de su exilio, pues aunque lo reconoció como un liberal dijo de él la famosa frase “aunque liberal como deberíamos serlo todos”, curiosa anécdota que revela su espíritu tranquilo y conciliador.
Nombrado director de la Real Academia de la Historia tras el Trienio Liberal, inició los trabajos que lo llevaron a publicar su Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del Siglo XV, con varios documentos inéditos concernientes a la historia de la marina castellana y de los establecimientos españoles en Indias. Dicha obra mereció grandes elogios de Humboldt que lo consideró entre los más destacados historiógrafos europeos sobre la navegación. Washington Irving le rindió homenaje y respeto.
En 1833, una vez muerto Fernando VII, fue nombrado consejero de Estado y luego prócer del reino para temas de la Armada. Y a pesar de sus obligaciones en dichos cargos, no descuidó su labor para él más importante, su Colección de documentos inéditos, auténtico germen para crear —según su opinión— una auténtica historia de España y para cuya realización tuvo como ayudantes a Miguel Salvá y Pedro Sáinz de Baranda.
En estos últimos años se le conceden honores y privilegios de todo tipo. Es nombrado senador por la provincia de Logroño, comendador de la Legión de Honor de Francia, individuo del Instituto de Francia, del Histórico de Río de Janeiro, de la Academia de San Lucas de Roma y de las de Turín, Berlín, Copenhague, Filadelfia, París y Londres. Fue el socio más importante de la Sociedad Económica Riojana.
Murió el 8 de octubre de 1844 en Madrid, a la edad de setenta y nueve años.
Su labor al frente de las diferentes instituciones culturales de su tiempo lo convirtieron en un referente fundamental en la vida intelectual del país. Como miembro y director de la Real Academia Española colaboró en la elaboración de la Gramática, en el Silabario, en la edición del Quijote y en las diferentes revisiones del Diccionario, además de continuar el trabajo de Tomás Antonio Sánchez, Colección de poesías castellanas anteriores al Siglo XV y la puesta en marcha de una novedosa Colección de Autores Clásicos.
Sus actividades en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando buscaron alentar la creación artística siempre cerca de pintores como Goya, José de Madrazo, José Aparicio, etc., junto a otros miembros de la institución, como Jovellanos o Ceán Bermúdez. En la Real Academia de la Historia se convirtió en el socio más activo y comprometido con su fomento.
Publicó bajo sus auspicios la citada Colección de documentos inéditos para la Historia de España, con ciento doce tomos, auténtica cantera documental para la historia de nuestro país y su Colección de los viajes que por mar hicieron los españoles, calificada por Humboldt de “monumento geográfico”, innumerables trabajos de investigación, sirviendo de norte para los más jóvenes al punto de convertirse en el auténtico Nicolás Antonio del siglo XVIII.
Obras de ~: “Elogio histórico del Conde de Peñaflorida, fundador de la Sociedad Vascongada”, en Memorial Literario (Madrid, Imprenta Real) (junio de 1786); “Carta dirigida a los autores del Semanario Literario de Cartagena, en 1.º de septiembre de 1786 sobre el origen y utilidad de las obras periódicas, y los medios de mejorar la que se proponían publicar”, en Semanario Literario de Cartagena (SLC) (1786); “Carta remitida al Censor en 1786 por D. Cándido Peláez de Vera sobre algunas reformas que convendrían al Estado de resultas de haberse ajustado la paz entre España y la Turquía y las potencias berberiscas”, en El Censor (1786); “Carta remitida a los autores del Semanario Literario de Cartagena en 1 de enero de 1787 sobre el uso de la electricidad para la curación de las calenturas intermitentes”, en SLC (1787); “Cartas escritas a los autores del Semanario Literario de Cartagena sobre los poemas dramáticos y sus representaciones teatrales”, en SLC (1787), pág. 349; Discurso sobre los progresos que puede adquirir la economía política con la aplicación de las ciencias exactas y naturales, y con las observaciones de las sociedades patrióticas, Madrid, Imprenta de Sancha,1791; Epítomes de las vidas de D. Álvaro de Bazán, primer Marqués de Santa Cruz, de D. Jorge Juan, de Juan Sebastián del Cano y de D. Felipe Gil de Taboada, Madrid, Imprenta Real, 1791; Discurso histórico sobre los progresos que ha tenido en España el arte de navegar, leído en la Real Academia de la Historia a 10 de octubre de 1800, Madrid, Imprenta Real, 1802; Noticia histórica de las expediciones hechas por los españoles en busca del noroeste de la América, Madrid, Imprenta Real, 1802; Idea general del Discurso y de las Memorias publicadas por la Dirección Hidrográfica sobre los fundamentos, que ha tenido para la construcción de las Cartas de marear, que ha dado a la luz desde 1797, Madrid, Imprenta Real, 1810; “Idea sobre el derrotero de las islas Antillas”, en Gaceta de Madrid, 21 de agosto de 1810; Reflexiones sobre los montes de Segura de la Sierra, y sobre las ventajas que resultarán al estado de convertirlas en propiedades particulares, Madrid, Imprenta de Ibarra, 1811; Oración para felicitar al Señor Rey D. Fernando VII por su feliz advenimiento al trono en 1808, Madrid, Ibarra, 1814; Ortografía de la Lengua Castellana, Madrid, Imprenta Real, 1815; Vida de Miguel de Cervantes Saavedra escrita e ilustrada con varios documentos pertenecientes a la historia de la literatura de su tiempo, Madrid, Imprenta Real, 1819; Juicio crítico de la exposición dirigida al Congreso nacional por unos apoderados de Soria para que no se altere el estado presente de su provincia y capital. Carta de un riojano a un diputado a Cortes en la cual se ilustran con este motivo varios puntos históricos y geográficos de La Rioja, Madrid, Imprenta de D. Miguel de Burgos, 1821; “Disertación histórica sobre la parte que tuvieron los españoles en las guerras de Ultramar o de las Cruzadas, y cómo influyeron estas expediciones desde el siglo xi hasta el XV en la extensión del comercio marítimo y en los progresos del arte de navegar”, en Memorias de la Real Academia de la Historia (Madrid), t. V (1817), págs. 37 y ss.; Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo xv con varios documentos inéditos concernientes a la historia de la marina castellana y de los establecimientos españoles en Indias, Madrid, Imprenta Real, 1825, ts. 1.º y 2.º; 1829, t. 3.º; y 1837, ts. 4.º y 5.º; Discurso sobre la utilidad de los diccionarios facultativos con un examen de los que se han escrito de marina, y con las advertencias concernientes para formarlos y corregirlos en lo sucesivo, Madrid, Imprenta Real, 1831; Resumen de las actas de la Academia de San Fernando desde 1808 leído en la junta pública que presidió el Sr. Rey D. Fernando VII el 27 de marzo de 1832, Madrid, Ibarra, 1832; Cuatro discursos leídos en la Academia de la Historia al concluir otros tantos trienios del cargo de director, a saber en 1834, 1837, 1840 y 1843, Madrid, Aguado, 1843; Disertación sobre la historia de la náutica y de las ciencias matemáticas, que han contribuido a sus progresos entre los españoles, Madrid, Imprenta de la Viuda de Calero, 1846.
Bibl.: E. Fernández de Navarrete, “Necrología de don Martín Fernández de Navarrete”, en Gaceta de Madrid, 12 de octubre de 1844; L. Villanueva, “El Excmo. Sr. D. Martín Fernández de Navarrete”, en Semanario Pintoresco (Madrid), II, 3.ª serie, 15 de diciembre de 1844, págs. 398-400; E. Duflot de Mofras, Mendoza et Navarrete. Notices biographiques, Paris, 1845; C. Fernández Duro, Disquisiciones náuticas, Madrid, Arbau y C.ª, 1876-1881, vol. I, págs. 52, 56, 84 y 102; vol. II, pág. 167; vol. III, pág. 401; vol. IV, págs. 201, 311, 334, 348, 356 y 394; y vol. V, págs. 37, 44 y 46; “Paradero de los restos mortales de don Martín Fernández de Navarrete”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), t. XXVI (1895), págs. 384-385; F. Fernández de Navarrete, Breves rectificaciones a la biografía de don Martín Fernández de Navarrete, publicada por don Luis Vidart, Zaragoza, 1895; R. Estrada y Arnaiz, Don Martín Fernández de Navarrete: gran geógrafo, erudito investigador e ilustre marino, Madrid, C. Bermejo, 1944; J. Guillén Tato, ”El centenario del capitán de navío don Martín Fernández de Navarrete y Jiménez de Quesada (1765-1844)”, en Revista General de Marina (Madrid), vol. II (1944), pág. 895; “Una figura de la Hispanidad: don Martín Fernández de Navarrete”, en ABC, 12 de enero de 1944; ”Más sabio que Merlín”, en El Español, 8 de octubre de 1944; Inventario de papeles pertenecientes a don Martín Fernández de Navarrete, existentes en Abalos, en el archivo del marqués de Legarda, Madrid, Publicaciones del Instituto de Cultura Hispánica, 1944; D. Valgoma y Díaz- Varela, Don Martín Fernández de Navarrete: su linaje y blasón; apuntes, Burgos, Aldecoa, 1944; A. Cotarelo Valledor, “Don Martín Fernández de Navarrete en la Real Academia Española”, en Instituto de España (Madrid), 1945, págs. 45- 75; J. Guillén Tato, Don Martín Fernández de Navarrete en la Real Academia de la Historia, Madrid, Publicaciones del Instituto de España, 1945; F. J. Sánchez Cantón, Don Martín Fernández de Navarrete en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, Publicaciones del Instituto de España, 1945; J. Guillén Tato, Cómo y por qué se formó la colección de manuscritos de Fernández de Navarrete que posee el Museo Naval, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1946; V. Vela, Índice de la colección de documentos de Fernández de Navarrete que posee el Museo Naval, Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1946; A. Vargas Zúñiga y Montero de Espinosa, marqués de Siete Iglesias, “Real Academia de Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de su archivo”, en BRAH, t. XLXXV, cuad. I (enero-abril de 1978), págs. 79-81; J. L. Pando Villarroya, Colón y Fernández de Navarrete, Madrid, Pando Ediciones, 1984; VV. AA., Exposición conmemorativa del 150 aniversario de la muerte de Martín Fernández de Navarrete, 1844-1994, Madrid, Lunwerg, 1995; J. F. Cáseda Teresa, Martín Fernández de Navarrete y la literatura de su tiempo, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 2000.
Jesús Fernando Cáseda Teresa