Capmany de Montpalau i Surís, Antonio de. Barcelona, 24.XI.1742 – Cádiz, 14.XI.1813. Historiador, filólogo y político
Antonio de Capmany de Montpalau i Surís nació el 24 de noviembre de 1742 en el marco de una familia gerundense de ciudadanos honrados vinculada a la pequeña nobleza rural. Una familia con incidencia política importante en la historia de Cataluña como ha demostrado Ramón Grau. El bisabuelo tuvo significado protagonismo ante las invasiones francesas durante el reinado de Carlos II. Obtuvo el título de caballero en 1671. El abuelo también destacó en la defensa de Gerona frente al ejército borbónico en 1710, como militante austracista. Acabó exiliándose con la pérdida del status consiguiente. El padre, nacido en 1708, ya en plena pendiente hacia el triunfo borbónico en la guerra, cambió de posición y buscó acomodo en el régimen político de Felipe V. Sería contador del ayuntamiento de Barcelona. Su hermano mayor, Gerónimo, siguió la carrera militar y llegaría a ser teniente de Campo, participando brillantemente en la expedición contra Argel en 1775 y muriendo en aquella trágica aventura.
Antonio de Campany, estudió humanidades en el seminario conciliar de Barcelona, e ingresó en la carrera militar en 1760 siguiendo la tradición familiar. Fue cadete del regimiento de los dragones de Mérida y participó a los 19 años en la campaña con Portugal entre marzo y abril de 1762. Trasladado a Utrera, se casó en 1769, con la sevillana Gertrudis de la Polaina y Maiquiz. Un año después consiguió la licencia para retirarse del ejército. Se asentó en Sevilla, donde se insertó en el equipo de colaboradores de Pablo de Olavide, el ilustrado peruano que, bajo la protección de Aranda, había sido nombrado intendente de Andalucía y director de las nuevas colonias que iban a erigirse en Sierra Morena. En este momento, Capmany inició su carrera literaria con una célebre polémica con Cadalso. Efectivamente, escribió su primera obra Comentarios sobre el doctor festivo y maestro de los eruditos a la violeta para desengaño de los españoles que leen poco y malo, un folleto firmado con el pseudónimo Pedro Fernández. Este texto permaneció manuscrito hasta que, en 1963, lo publicó Julián Marías sin saber la auténtica personalidad de su autor, en el libro La España posible en tiempo de Carlos III. Hoy sabemos que su autor no era otro que el joven Capmany. En el texto, Capmany desdramatiza las críticas de Montesquieu, convirtiendo sus alegatos antihispánicos en provechosas sugerencias haciendo gala de un optimismo evidente en la valoración cultural de la España que estaba viviendo. Reconocía la superioridad de la cultura europea, pero estaba convencido de las posibilidades de modernización en España, conjugando tradición y adecuación a los tiempos presentes. En junio de 1773 ingresó en la Academia de Buenas Letras de Sevilla con una disertación sobre las lenguas con especial acento en la castellana (Discursos analíticos sobre la formación y perfección de las lenguas y sobre la castellana en particular).
En el proyecto de Olavide de introducción de inmigrantes europeos, Capmany logró ser nombrado director de agricultura de las Nuevas Poblaciones. Se estableció con su familia en La Carolina y promovió la inmigración de agricultores y artesanos catalanes a la colonización de Sierra Morena. La ruptura con Olavide se produciría en 1775. En ese año, fue procesado el peruano por la Inquisición y Capmany declaró en su contra acusándolo de favorecer el vicio de la lujuria en las Nuevas Poblaciones y no admitir la bula de la Santa Cruzada. Campany marchó a Madrid, buscando el apoyo de Floridablanca, que le consiguió un humilde puesto en la contaduría de correos, empleo que desempeñó durante nueve años (1775-1783). El 15 de abril de 1784 se convirtió en numerario de la Academia de la Historia, en febrero de 1785 sería secretario interino y en febrero de 1790 fue nombrado secretario perpetuo, oficio al que renunciaría en 1801 para disponer de más tiempo.
En esta labor es especialmente conocido, a partir de la obra de Étienvre, su papel como censor de libros. Entre 1776 y 1802 se le confiaron no menos de 62 censuras (22 traducciones del francés). De sus extraordinarios conocimientos de la lengua francesa y de las traducciones son buen testimonio las obras que dedicó a esta problemática: Arte de traducir del idioma francés al castellano (1776), Comentarios con glosas críticas y joco-serias sobre la nueva traducción castellana de las aventuras de Telémaco (1798), Nuevo diccionario franco-español (1805) y el Diccionario fraseológico de la lengua francesa y española comparadas que dejó inédito.
Aparte de su rigor filológico, en las censuras quedó bien patente su sensibilidad catalana que le llevó a censurar la obra de Méndez Alonso Casariego: Idea de un príncipe justo o elogio de Felipe V (1784-1785) por considerar que había en este libro invectivas contra los catalanes. También censuró la obra de Masdeu Historia crítica de la cultura española (1744-1817) al que acusó de levantar polémicas estériles con los ilustrados europeos y de su excesiva beligerancia anti francesa.
La presencia en la corte de Capmany coincidió con los ecos de la obra de Campomanes propugnando la disolución de los gremios. Capmany, muy influenciado por su padre desde Barcelona escribió la apología de los gremios en su Discurso económico-político sobre la influencia de los gremios en el estado (editado en 1788 con el pseudónimo de Ramón Miguel Palacio). Sus estudios sobre la lengua española marcaron un hito en la filología. Destacan especialmente sus Discursos analíticos sobre la formación y perfección de las lenguas (1776), Filosofía de la elocuencia (1777) y Teatro histórico-crítico de la elocuencia castellana (1786-1794).
Su gran obra serán las Memorias históricas de la marina, comercio y arte de la antigua ciudad de Barcelona (1779-1792) de cuatro volúmenes a la que se considera el primer texto de historia económica de España. La obra fue apoyada por una subvención económica de la Real Academia de la Historia y contó con el sostén de la junta de comercio de Barcelona. Las Memorias históricas constituyen un homenaje a la burguesía barcelonesa que impulsó el crecimiento catalán desde la Edad Media. La obra fue acompañada de textos como la edición del Libro del consulado, traducido al catalán en 1791. El prestigio alcanzado por Capmany le valió el ser académico de las Buenas Letras de Barcelona en 1782 y un cargo de representante ante la corte. La Junta de Comercio barcelonesa le subvencionaría también la monumental obra ya citada Teatro histórico crítico de la elocuencia española. En 1793 Capmany contribuyó a formar y financiar cuerpos armados para la guerra del Rosellón. Su giro hacia el rechazo al afrancesamiento cultural fue paralelo a su divorcio progresivo con Godoy que en 1802. Recibió el encargo de visitar y ordenar los archivos del Real Patrimonio en Cataluña.
Ya desde marzo de 1808, Capmany se situó entre los críticos más duros de Godoy y tras la invasión francesa escribió su Centinela contra franceses, texto redactado entre agosto y octubre de 1808 que tendría ediciones diversas en portugués (1808), inglés (1809) y francés (1810). La obra se sitúa en el marco del arrebato patriótico antifrancés y antinapoleónico. Tras la capitulación de Madrid ante Napoleón en diciembre de 1808, Capmany huyó a pie a Sevilla donde recibió el encargo de la Junta Central de redactar la Gaceta del gobierno resistente lo que hizo entre enero y junio de 1809 y la preparación de la convocatoria de Cortes. En octubre de 1809, escribió una memoria sobre la necesidad de elaborar una constitución y en diciembre presentó un compendio histórico sobre las instituciones parlamentarias que devendría en su obra, publicada en 1821 Práctica y estilo de celebrar Cortes en el reino de Aragón, principado de Cataluña, reino de Valencia, y una noticia de las de Castilla-Navarra. Se refugió en Cádiz en enero de 1810. Como diputado por Cataluña, participó activamente en los debates. Fue un liberal cargado de contradicciones. Por una parte, estuvo en contra del voto de Santiago, a favor de la libertad de imprenta, y de la abolición de la Inquisición. Pero por otra, defendió a los gremios y votó en contra de la reforma de la Hacienda. Murió en 1813, víctima de la fiebre amarilla. Sus restos fueron retornados a Barcelona en 1857 y depositados en el cementerio de Poblenou, donde fueron profanados en 1936. Su retrato fue incluido en la galería de catalanes ilustres en 1871. Pero nunca fue bien valorado, por el nacionalismo catalán. Rovira y Virgili lo calificó de falsa gloria catalana.
Tuvo relaciones difíciles con los intelectuales y políticos de su tiempo. Los epítetos que se cruzaron Quintana, y Capmany fueron de auténtico órdago. Quintana llamó al catalán “hipócrita, negro calumniador, asesino, pirata, y salteador en el mundo literario, maldiciente, crítico superficial, injusto y maniático, mero practicón y casuístico en gramática, ignorante en los verdaderos principios de la metafísica de la lengua, ansioso de morder y despedazar, envidioso, domine pedante, delator y hombre infame”. Y Capmany le reprochará a Quintana, la vanidad infinita, la ambición incontrolada, el falso patriotismo, la intención de una biografía adhoc. Denunció que era falsa la independencia respecto a Godoy y le atribuyó el 2 de mayo de Madrid y haber construido una red mediática de glosadores insoportables: “se he llegado a creer el presunto sabio de la nación el escritor político de cuya pluma pende la opinión pública el modelo de la oratoria, como antes se lo había creído de la poesía, el espejo del patriotismo verdadero, en el que deben mirar todos los españoles”. Le acusó de que, si se fue de Madrid o Sevilla, fue por triplicar su sueldo como secretario de la junta. La polémica refleja bien el enfrentamiento con las querellas de los intelectuales competitivos en la lucha por los beneficios del poder.
De la figura de Capmany, más allá de sus valores del gran ilustrado que fue, hoy se resalta su singular concepto de España que algún historiador ha calificado de avanzadilla de la identificación de España como nación de naciones por su intento de armonizar la unidad de la nación política y la pluralidad de naciones culturales. Distinguió entre país que identificaba con territorio, con respecto a la nación o patria, que identificaba con unidad de voluntades vinculada a unas leyes, costumbres, lengua, conciencia militante frente a otras naciones: “¿Qué le importaría a un rey tener vasallos si no tuviese nación? A esta la forma no el número de individuos sino la unidad de voluntades de leyes, de costumbres y del idioma que las encierra y contiene de generación en generación... si los italianos y los alemanes divididos en tantos estados de intereses, costumbres y gobiernos diferentes, hubiesen formado un solo pueblo, no hubieran sido invadidos ni desmembrados. No son naciones. El grito general: ¡Alemanes! ¡Italianos! no inflama el espíritu de ningún individuo". Significativamente en sus intervenciones en las Cortes, en junio de 1811 y enero de 1813 les dice a los diputados: "Aquí no hay provincia, aquí no hay más nación que España. Nos llamamos diputados de la nación y no de tal o cual provincia. Hay diputados por Cataluña, por Galicia, no de Cataluña o de Galicia... Entonces caeríamos en el federalismo, llámese provincianismo". Pero su visión de la unidad patriótica española no tiene nada que ver con la de Francia: "En la Francia organizada, que quiere decir aherrojada, no hay más que una ley, un pastor, y un rebaño destinado por constitución al matadero. En Francia no hay provincias, ni naciones, no hay Provenza ni provenzales, Normandía ni normandos, se borraron del mapa del territorio y hasta sus nombres, como ovejas que no tienen nombre individual, sino la marca común del dueño. Aquí no hay patria señalada por los franceses, todos se llaman franceses al montón como quien dice carneros". Frente al jacobinismo de libres e iguales se plantea: "¿Qué sería ya de los españoles si no hubiera habido aragoneses, valencianos, murcianos, andaluces, asturianos, gallegos, extremeños, catalanes, castellanos...? Cada uno de estos nombres inflama y envanece y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran nación, que no conocía nuestro conquistador, a pesar de tener sobre el bufete abierto el mapa de España a todas horas". Unidad, que no uniformidad. Nación constituida por pequeñas naciones. Un mensaje ambivalente que nunca sería tenido en cuenta en los siglos XIX y XX ni por el centralismo ni por el federalismo.
Capmany tenía claro que el tronco originario de España es Castilla. No se resiste a la tentación victimista a la hora de valorar la dialéctica entre la Corona de Aragón y la Corona de Castilla, sobre todo en torno a las ventajas del comercio americano denunciando el monopolio castellano y que los de la Corona de Aragón "son súbditos del mogol y de una misma monarquía". Consideraba que los auténticos extranjeros son Flandes, Nápoles y Milán, porque "aunque eran dominios de la Corona de España no eran parte de nuestro continente, ni sus habitantes naturales españoles". Su mayor nostalgia se focaliza en la Cataluña medieval. Establece un contraste caracteriológico entre las virtudes catalanas y los vicios castellanos, considera al pueblo catalán, especialmente laborioso, lo contrario del castellano. Curiosamente, su visión de la lengua catalana es muy negativa sobre todo en su capacidad competitiva en el mercado con respecto a la lengua castellana. Considera el catalán, "lengua muerta, anticuada, plebeya y desconocida hasta por los propios catalanes". Defendió celosamente la tauromaquia en los primeros grandes debates que se abrieron en torno a esta problemática con su libro con su Apología sobre la fiesta de los toros, publicado póstumamente en 1815.
El juicio de los historiadores sobre Capmany ha estado muy determinado por las propias concavidades ideológicas del pensamiento de éste, por su condición de fronterizo entre dos épocas. Ilustrado que se quedó antiguo, ante el empuje de los liberales impacientes. Javier Herrero lo calificó de reaccionario y Moreno Alonso lo llama, demagogo, viejo envidioso y vanidoso. Fontana por el contrario lo juzga "el más grande los científicos sociales que ha tenido Cataluña en los tiempos modernos".
Obras de ~: Comentario sobre el Doctor festivo y Maestro de los eruditos a la violeta, para desengaño de los españoles que leen poco y malo, de “Pedro Fernández”, 1773 (ed. de J. Marías, 1963, págs. 181-218); Discursos analíticos sobre la formación y perfección de las lenguas, y sobre la castellana en particular, c. 1773 (inéd. perdido; fragmentos en J. Sempere y Guarinos, 1785, págs. 139-144); Oración gratulatoria, leída al ingresar en la Real Academia de la Historia, 1775 (ed. de H. Juretschke, 1969, págs. 208-214); Discurso político-económico sobre la influencia de los gremios en el Estado, en las costumbres populares, en las artes y en los mismos artesanos, c. 1775 (ed. como anónimo por A. Valladares de Sotomayor, Semanario erudito, t. X, Madrid, Blas Román, 1788, págs. 173-224; reed. de L. Sánchez Agesta, 1949, págs. 67-109); Arte de traducir el idioma francés al castellano, Madrid, Antonio de Sancha, 1776; Filosofía de la eloquencia, Madrid, Antonio de Sancha, 1776 (2.ª ed. rev., Londres, H. Bryer, 1812); Discurso económico-político en defensa del trabajo mecánico de los menestrales y de la influencia de sus gremios en las costumbres populares, conservación de las artes y honor de los artesanos, de “Ramón Miguel Palacio”, Madrid, Antonio de Sancha, 1778; Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona, Madrid, Antonio de Sancha, 1779, 2 vols.; Discurso pronunciado […] en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 1782 (ed. de J. Antón Pelayo, 2001, págs. 167-173); Compendio cronológico-histórico de los Soberanos de Europa, Madrid, Miguel Escribano, 1784; Teatro histórico-crítico de la elocuencia española, Madrid, Antonio de Sancha, 1786-1794, 5 vols.; Descripción política de los Soberanos de Europa, Madrid, Miguel Escribano, 1786; Antiguos tratados de paces y alianzas entre algunos reyes de Aragón y diferentes príncipes infieles de Asia y África, desde el siglo XIII hasta el XV, Madrid, Imprenta Real, 1786; Ordenanzas de las Armadas navales de la Corona de Aragón aprobadas por el rey D. Pedro IV, año de MCCCLIV, Madrid, Imprenta Real, 1787; Código de las costumbres marítimas de Barcelona, hasta aquí vulgarmente llamado Libro del Consulado, Madrid, Antonio de Sancha, 1791; Suplemento a las Memorias históricas sobre la marina, comercio y artes de la antigua ciudad de Barcelona, Madrid, Antonio de Sancha, 1792, 2 vols.; “Noticia del origen, progresos y trabajos literarios de la Real Academia de la Historia”, en Memorias de la Real Academia de la Historia, I (1796), págs. I-CLXI; Colección de los tratados de paz, alianza, comercio, etc., ajustados por la Corona de España con las potencias extranjeras desde el reinado del señor Don Felipe Quinto hasta el presente, Madrid, Imprenta Real, 1796-1801; Comentario con glosas críticas y joco-serias sobre la nueva traducción castellana de las Aventuras de Telémaco, Madrid, Sancha, 1798; Nuevo diccionario francés-español, Madrid, Sancha, 1805 (2.ª ed. aum., Madrid, Sancha, 1817); Qüestiones críticas sobre varios puntos de historia económica, política, y militar, Madrid, Imprenta Real, 1807; Centinela contra franceses, Madrid, Gómez Fontenebro y Compañía, 1808; Centinela contra franceses. Parte segunda, Madrid, Sancha, 1808 (ed. de las dos partes reunidas: Manresa, Ignacio Abadal, 1808); Informe […] a la Comisión de Cortes, 17 de octubre de 1809 (ed. Álvarez Junco, 1967, págs. 533-551); Carta de un buen patriota que reside disimulado en Sevilla, escrita a un amigo suyo domiciliado hoy en Cádiz, 18 de mayo de 1811, Cádiz, Imprenta Real [1811]; Segunda carta del buen patriota disimulado en Sevilla, a un amigo suyo domiciliado hoy en Cádiz, 20 de junio de 1811, Cádiz, Imprenta Real, 1811; Manifiesto de D. Antonio de Capmany en respuesta a la contestación de D. Manuel José Quintana, Cádiz, Imprenta Real, 1811; Exposición que en favor de los Ayuntamientos leyó […] en la sesión pública de las Cortes el día 13 de junio de 1813, Cádiz, Vicente Lema, 1813; Práctica y estilo de celebrar Cortes en el reino de Aragón, principado de Cataluña y reino de Valencia, y una noticia de las de Castilla y Navarra, Madrid, José Collado, 1821.
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Ricardo García Cárcel