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Fernando Álvarez de Toledo

Biografía

Álvarez de Toledo, Fernando. Conde de Alba de Tormes (I), señor de Valdecorneja y Villarias (IV), conde de Piedrahíta (I). Toledo, p. s. XV – ?, 1464. Capitán mayor de las Fronteras de Requena, Écija y Jaén.

Fernando Álvarez de Toledo era hijo de García Álvarez de Toledo, III señor de Valdecorneja, casado con Constanza Sarmiento, en cuyo matrimonio también había nacido otra hija, Constanza. El joven Fernando se ve inmerso en las luchas políticas del reinado de Juan II, incluso antes de la muerte de su padre, siempre acompañado de su influyente tío el obispo de Toledo, Gutierre Gómez de Toledo.

Su vida puede dividirse en dos momentos cuya inflexión es la batalla de Olmedo —1445— que marca un antes y un después. Durante los primeros veinte años —desde la fecha de las Cortes de Palenzuela en 1425, primera escena de la vida política de Fernán— hasta la citada batalla, toda la actuación del IV señor de Valdecorneja y de su tío, el obispo, estuvo determinada por su actitud ante la disyuntiva de apoyar a los infantes de Aragón o al condestable Álvaro de Luna. Aunque en un primer momento parece que colaboraban con la causa de los primeros finalmente se convierten en aliados del condestable participando en combates fronterizos para controlar los ataques procedentes de Aragón. Tras Olmedo —1445— se producirá un cambio radical y Fernando Álvarez de Toledo, ya muerto su tío, se alineará con los enemigos del condestable. A lo largo de su dilatada vida política el I conde de Alba disfrutó de varias dignidades: copero mayor del rey Juan II, camarero mayor del príncipe Enrique, alguacil mayor de Toledo y de Ávila. Pero sus mayores honores están relacionados con la actividad bélica.

Fernando Álvarez de Toledo fue nombrado frontero de Requena —también de Écija y Jaén— y, como capitán mayor, inició su fama militar destacándose en varios episodios de importancia. Probablemente la hazaña más sobresaliente y que evitó la invasión de Castilla fue la de las banderas arrebatadas a aragoneses y valencianos. Por todo ello el Rey le concedió la merced del quinto de las presas de la Corona y, sobre todo, el permiso para que pudiera, en recuerdo de aquella hazaña, exhibir en su escudo de armas las trece banderas a modo de orla. Pero el reconocimiento al linaje alcanzaba también al obispo, verdadero maniobrador político, al que el rey Juan II le concedió Alba de Tormes al tiempo que a Fernando le hacía beneficiario del señorío de Salvatierra.

En la guerra de Granada y como capitán frontero Fernando destacó por sus actuaciones en el arzobispado de Sevilla y obispado de Córdoba, incluso entró en Ronda llegando hasta las puertas de Granada y Málaga. En esta campaña castellana contra el reino nazarí culminada en la batalla de la Higueruela, tuvo un papel estelar con la conquista de la torre de Pinos Puente. Pero un incidente cambió su suerte: junto con el conde de Haro, tío y sobrino, abandonaron la guardia para escaramucear contra los moros lo que les valió una represalia por parte del condestable. En enero de 1432 Álvaro de Luna les aprisionó encarcelándoles durante casi un año. Aquel incidente hizo que, junto con Íñigo López de Mendoza, se formara un germen de oposición nobiliaria al condestable. No obstante, una vez terminada la campaña extremeña y expulsados los infantes, Fernando Álvarez de Toledo fue perdonado.

Como capitán mayor de la frontera en Jaén, el señor de Valdecorneja destacó en muchas hazañas —como la entrada en la vega de Guadix— destacando el auxilio prestado a Rodrigo Manrique.

Como responsable de la guarda y defensa de la franja meridional del reino de Córdoba en sus incursiones en el territorio granadino destruyó torres y atalayas ganando fortalezas —Benzalema, Benamurel— contribuyendo decisivamente en la toma de Huéscar y haciendo muchos cautivos que, más tarde, por orden del Rey, hubieron de ser puestos en libertad al querer convertirse a la fe cristiana.

En 1437 de nuevo se rompen las hostilidades con el grupo de nobles capitaneados por los potentes linajes de los Manrique y Enríquez, pero tío y sobrino permanecen, en esta ocasión, fieles a Álvaro de Luna.

Como premio a su actividad en la frontera el rey Juan II le confirmó el señorío de Salvatierra en 1437 con seiscientos vasallos en Cogolludo y Loranca así como las villas de Villoria y Babilafuente. Pero aún fue mayor el premio adquirido dos años después, dignidad de trascendencia histórica para su linaje: el 25 de diciembre se le hace merced, con el título de conde, sobre la villa de su tío, esto es, Alba de Tormes.

Mientras tanto los infantes habían vuelto —lo que significaba una amenaza para el disfrute de parte de los bienes del nuevo conde al haber pertenecido a ellos— y el condestable sufre destierro en Escalona.

Fernán Álvarez de Toledo toma parte en la rehabilitación del partido realista en donde también participa el contador Vivero, Lope de Barrientos y Pero Yáñez, entre otros. Tanto predicamento tenía Fernando Álvarez con el Rey que éste pasó alguna temporada en sus dominios, concretamente en Piedrahíta.

Pero los nobles contrarios a Álvaro imponen un programa de gobierno cuya medida previa consistía en el alejamiento de los partidarios de aquél, entre otros, el conde de Alba. El enconamiento entre partidarios de Álvaro y del partido realista y sus adversarios, que apoyaban a los infantes, llegó al definitivo enfrentamiento de Olmedo, el 19 de mayo de 1445. El triunfo de los primeros y el definitivo alejamiento de los infantes de Aragón es un hecho incontestable, aunque el premio al conde de Alba fuera pequeño y fruto de alguna merced confiscada. Unos meses después de tan decisivo encuentro, Gutierre, ya muy anciano, otorga testamento —el 22 de febrero de 1446— de sus villas de Alba de Tormes, Alaraz y Torrejón de Velasco en favor, naturalmente, de su sobrino Fernán, muriendo poco tiempo después.

Se produce entonces el segundo momento en la actuación política del conde de Alba que acabará por alinearse con los enemigos de Álvaro de Luna, lo que provocó, además, el odio del futuro Enrique IV. Así Fernando Álvarez entró en el partido del rey de Navarra y en la amistad con el almirante Enríquez. Esto último se ratificó, nada menos que a través de un matrimonio, el de su primogénito García con María Enríquez, hija de Fadrique Enríquez, que, a su vez, era abuelo del futuro Fernando el Católico. Esto convertía a los Alba en parientes íntimos del linaje real.

Pero en los años sucesivos, y a consecuencia de aquella opción, Fernán Álvarez de Toledo pasó todo tipo de tribulaciones. El golpe de Záfraga dado por Álvaro de Luna, ya maestre de Santiago, y el marqués de Villena con el fin de eliminar a sus enemigos, incluido el conde de Alba, le costó a Fernando Álvarez, de nuevo, la prisión. Comienza ahora un largo cautiverio desde Segovia, Roa y Toledo, y que finalizó años después no sin antes verse despojado, por parte del entonces príncipe de Asturias, del secuestro de sus villas y el expolio de juros y oficios.

Su heredero, García, tomó su bandera: ejerció el Adelantamiento de Cazorla y acompañó al almirante Enríquez, su suegro, al famoso viaje italiano que tenía como fin el que Alfonso V encabezara una rebelión para expulsar al condestable. Las negociaciones dieron sus frutos, pero, a pesar de que en 1450 se firmó la paz entre todos —incluyendo al rey Juan de Navarra y al príncipe de Viana—, por lo que los prisioneros de Enrique IV fueron acogidos en perdón—; el conde de Alba siguió encarcelado quizás porque sus hijos —García y Pedro— se mostraron rebeldes antes de la firma de esa paz y extendieron una lucha de años para recuperar las posesiones de su señorío.

El 2 de junio de 1453 era ejecutado Álvaro de Luna y poco después fallecía Juan II. El nuevo Rey —Enrique IV— en una de sus primeras actuaciones concedió el perdón a los condes de Alba y Treviño, pero esto no se materializó hasta tiempo después y en ningún caso supuso una vuelta a la situación anterior a 1448, porque algunos lugares fueron conservados por el Monarca durante años. Seis años había durado el encarcelamiento de Fernando Álvarez de Toledo, que retornaba a la vida política y a las actividades bélicas a pesar de las profundas heridas psicológicas.

Durante los últimos años de su vida estuvo concentrado en las cuestiones patrimoniales y la recuperación de aquellas villas confiscadas, caso de Granadilla, conseguida en 1460. Políticamente continuó en el bando nobiliario heredero de los aragoneses —arzobispo Carrillo—, si bien sus relaciones con el nuevo valido de Castilla, el marqués de Villena, fueron excelentes.

La vida familiar de Fernando Álvarez de Toledo le proporcionó grandes compensaciones. En su matrimonio con Mencía Carrillo, hija de Pero Carrillo de Toledo, copero y aposentador de Juan II, y de Elvira Palomeque, tuvo los siguientes hijos: García; Pedro, adelantado de Carzorla; Mayor, casada con el conde de Oropesa; Teresa, casada con Gómez Carrillo, señor de Albornoz; María, casada con Juan de Tovar, señor de Caracena; e Inés casada con Esteban Gudiel. Fernán Álvarez de Toledo testó, por vez primera en 1447 en Córdoba, si bien hubo de hacerlo de nuevo, una vez fallecido su hijo Pedro, en 1455. Su primogénito, emparentado con los Enríquez —el 10 de diciembre de 1458 había nacido Fadrique de Toledo, su nieto—, no dejó de darle satisfacciones al continuar en primera línea en la política del reino.

En 1464 cuando se avecinaba una tremenda tormenta en Castilla que llevaría el reino a la guerra civil y a la dualidad monárquica, fallecía Fernán Álvarez de Toledo. Su hijo recogió su legado y, en 1473, engrandeció el linaje al hacerse beneficiario del título de I duque de Alba, título llamado a protagonizar las más brillantes actuaciones en la historia de España del siglo XVI.

 

Bibl.: P. Carrillo de Huete, Crónica del Halconero de Juan II, ed. de J. de Mata Carriazo, Madrid, 1946; E. Benito Ruano, Toledo en el siglo XV, Madrid, Escuela de Estudios Medievales, 1961; H. del Pulgar, Claros Varones de Castilla, ed., intr. y notas de J. Domínguez Bordona, Madrid, Espasa Calpe, 1969; A. de Palencia, Crónica de Enrique IV de Castilla, introd. de A. Paz y Meliá, Madrid, Atlas, 1973 (col. Biblioteca de Autores Españoles); J. M. Calderón Ortega, “Una aportación documental para el estudio de una hacienda señorial: los Álvarez de Toledo, señores de Valdecorneja”, en Cuadernos Abulenses (CA), 3 (1985), págs. 175-183; J. M. Monsalvo Antón, El sistema político concejil. El ejemplo del señorío medieval de Alba de Tormes y su concejo de villa y tierra, Salamanca, Universidad, 1988; I. Pastor Bodmer, Grandeza y tragedia de un valido. La muerte de Álvaro de Luna, Madrid, Caja de Ahorros de Madrid, 1992; J. M. Calderón Ortega, “Los riesgos de la política en el siglo XV: la prisión del conde de Alba (1448-1454)”, en Historia, Instituciones, Documentos (Sevilla), 21 (1994), págs. 41-62; “Aspectos políticos del proceso de formación de un estado señorial: el ducado de Alba y el señorío de Valdecornejo”, en CA, 23 (1995), págs. 11-116; P. A. Porras Arboleda, Juan II de Castilla, rey de Castilla, Burgos, Diputación Provincial de Palencia, 1995; L. Suárez Fernández, Enrique IV de Castilla, la difamación como arma política, Barcelona, Ariel, 2001; J. E. López de Coca, “Fernando Alvarez de Toledo (1434-1437), Capitán de la Frontera de Jaén”, en Anuario de Estudios Medievales, 33 (2003), págs. 645-666; J. M. Calderón Ortega, El ducado de Alba. La evolución histórica, el gobierno y la hacienda de un Estado señorial (s. XIV-XVI), Madrid, Universidad de Alcalá de Henares, 2005; C. Quintanilla Raso y M. J. García Vera, “Señores de título en la Castilla del siglos XV: su creación en el reinado de Enrique IV”, en Homenaje al profesor Eloy Benito Ruano, vol. 2, Murcia, Sociedad de Estudios Medievales - Universidad de Murcia, 2010, págs. 653-670; H. González Zymla, “El Castillo Palacio de los Álvarez de Toledo en Alba de Tormes”, en Anales de historia del arte, 2 (2013) , págs. 455-468.

 

Dolores Carmen Morales Muñiz