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María de Aragón

Biografía

María de Aragón. ?, 1396 – Villacastín (Segovia), 19.II.1445. Primera esposa del rey Juan II de Castilla.

Hija de Fernando de Antequera y Leonor de Alburquerque, la “rica hembra”, y, por lo tanto, hermana de los renombrados “Infantes de Aragón”: Alfonso (1396-1458), que sería rey de Aragón con el sobrenombre de el Magnánimo; Juan (1398-1479), duque de Peñafiel, conde de Mayorga, señor de Lara, más tarde rey de Navarra y Aragón; Enrique (1400-1445), maestre de la Orden de Santiago y duque de Villena; Sancho (c. 1401-1416), que recibió el maestrazgo de Alcántara; Pedro, fallecido en el sitio de Nápoles en 1438; y, por último, Leonor (1405 sup.-1445), casada con Duarte de Portugal.

El período en el que se desenvuelve la biografía de María coincide con una de las etapas más intensas, complejas y convulsas del panorama histórico de Castilla y, por extenso, peninsular. Además de producirse una lenta recuperación demográfica y un impulso del proceso urbano y económico, la nobleza castellana moldea un nuevo escenario para sus relaciones con el poder real. Desde finales del siglo xiv y comienzos del xv tiene lugar la ascensión de un grupo de linajes, nobleza de servicio, que copa las más renombradas responsabilidades políticas bajo el reinado de Juan II, destacando los Manrique, Pimentel, Ponce de León, Enríquez, Quiñones o Fernández de Córdoba, por mencionar algunos. No obstante, la omnímoda presencia de Álvaro de Luna (1390-1453), privado del Monarca y las actividades de los infantes de Aragón decantarán una división en dos facciones, generando fuertes tensiones y graves enfrentamientos. De un lado, por tanto, los infantes representaron los intereses de una gran parte de la oligarquía nobiliaria, y del otro, un partido monárquico a cuya cabeza estaba el condestable Álvaro de Luna defendiendo las teóricas prerrogativas reales.

Fernando de Antequera se convirtió en tutor de su sobrino Juan a la muerte de su hermano Enrique III, si bien su madre Catalina lo mantuvo en Valladolid hasta su fallecimiento en 1418 con el ánimo de frenar las ambiciones políticas de su tío, figura destacada en Castilla, dada la influencia de sus dominios patrimoniales, por su matrimonio con la de Alburquerque, y su prestigio personal al retomar las campañas contra Granada (1407 y 1410). La elección como monarca aragonés tras el Compromiso de Caspe (1412) coronó sus más nobles ambiciones. Sin embargo, su vinculación con Aragón no marcó el fin de su influencia sobre Castilla, ya que de hecho mantuvo la tónica de intervencionismo a través de sus hijos, claros oponentes a su primo, y piezas detonantes de un enfrentamiento que marcaría la historia de toda la centuria a nivel peninsular.

En este contexto, María de Aragón, una de las hijas del de Antequera, se convertía en la candidata idónea para casar con el Monarca adolescente. Así, y bajo el patrocinio del arzobispo de Toledo Sancho de Rojas se ratificó el desposorio en Medina del Campo, el 20 de octubre de 1418. Pero no sería hasta dos años después, tras haber sido declarado mayor de edad, cuando se produjo el casamiento con María en Ávila.

El 4 de agosto de 1420 se celebró en esta villa por deseo expreso de su primo Enrique, que ansioso por controlar el círculo regio, estaba enfrascado ese verano en un enfrentamiento con su hermano, el también infante Juan. Durante aquellos meses hubo un intenso movimiento de tropas e intercambios diplomáticos entre ambas facciones por núcleos como Tordesillas (donde tuvo lugar el prendimiento del Rey), Segovia y finalmente Ávila. Dadas estas circunstancias y sin previo aviso, Enrique estimó oportuno que tuviera lugar una ceremonia oficiada por el arzobispo de Santiago que no fue acompañada de los acostumbrados festejos. La noticia, con sus motivaciones y detalles, fue comunicada al reino al día siguiente. La joven esposa recibió en arras las villas de Molina, Atienza, Huete y Deza, añadiéndosele más tarde las de Arévalo y Madrigal (1421), Soria y Olmedo (1430). Con el sello de este enlace al infante Enrique le pareció controlar la situación por el momento.

Los hijos nacidos del desposorio real serían cuatro, tres de ellos mujeres, a saber: Catalina (1422-1424), Leonor (1423-1425), Enrique IV (1425-1474) y María (1428-1429); esta última sería enterrada en San Agustín de Dueñas.

La reina María dio a luz a la primera de sus hijas en Illescas. El alumbramiento tuvo lugar el 5 de octubre de 1422, contando con la ayuda de un nutrido grupo de damas enviadas por su esposo, ausente y ocupado en la compleja trama de los infantes de Aragón. Entre ellas destacan Juana y María de Mendoza, la priora del monasterio de Santo Domingo del Real de Toledo, Teresa de Ayala y Elvira Portocarrero, esposa de Álvaro de Luna y designada como aya de Catalina.

Tras el parto y el bautizo, que celebró el obispo de Zamora, los Monarcas de reunieron en Toledo, sede de la Corte desde hacía más de un año y donde le sería administrado el crisma. Allí, tanto María como su hija fueron recibidas solemnemente con festejos que duraron una semana, y, a pesar de no ser un varón, fue elevada a la categoría de vástago heredero. Así lo promovió el obispo de Cuenca, si bien no llegaron a reunirse Cortes para un posible juramento, debido a la pestilencia existente. No obstante el infante Juan, los caballeros y las ciudades prestaron un pleito-homenaje.

La segunda de sus hijas, Leonor, nacería poco más de un año después, el 4 de diciembre de 1423 en la ciudad de Ávila.

El año siguiente falleció la primogénita, en concreto el 10 de septiembre, en Madrigal, villa a la que se había retirado la Reina, embarazada, ya que en Segovia el verano estaba siendo demasiado caluroso para su estado. La noticia afectó sobremanera al Rey, pues tras los funerales y exequias en el monasterio de Las Huelgas de Burgos, fue declarado un luto de tres meses en todo el reino. La niña Leonor se presentaba como la opción hereditaria y así la nobleza cortesana que estaba junto a Juan, en Burgos, tuvo que jurar como heredera a la segundogénita.

Estando la Corte en Valladolid, María dio a luz al tercero de sus hijos el 5 de enero de 1425, esta vez un varón. Tanto el Monarca como el conjunto de sus súbditos manifestaron una profunda alegría por el nacimiento del niño, que tomó el nombre de Enrique.

El futuro Rey sería bautizado por el obispo de Cuenca, Álvaro de Isorna. Hubo de esperar a la primavera para que se formalizara el juramento como heredero, a pesar de que ya se había puesto en marcha el proceso sólo dos días después de su nacimiento. La jura ante el príncipe de Asturias, que tendría lugar el 21 de abril en el refectorio del monasterio de San Pablo de Valladolid, no sin ciertos altercados entre los representantes de las ciudades que pleitearon por el orden de intervención. El año 1429 su padre le otorgó por ayo a Pedro Fernández de Córdoba, hijo del mariscal Diego, y por maestro de Teología a fray Lope de Barrientos, nombrando además otros oficiales de su casa.

La gran influencia del de Luna y el recrudecimiento del enfrentamiento castellano motivaron el alejamiento de María con respecto a las posiciones políticas de su esposo. A ello hay que añadir la tensión entre el condestable y la Reina que quedó materializada ya en 1437, cuando María tuvo que entregar la villa y el castillo de Montalbán, heredado de su madre. Esta posesión pasó a formar parte a renglón seguido del conglomerado patrimonial de Álvaro, provocando un mayor grado de distanciamiento entre ambos personajes.

El mes de enero de 1441, la Reina pactó con su hermano Juan, monarca navarro, la eliminación del condestable y el reparto de un lote de señoríos, en manos de la nobleza juanista. El condestable había alejado, incluso físicamente, a ambos esposos, pues, tal y como relata el cronista Palencia, temía la posible influencia de María. Desde esa fecha la Reina se puso activamente del lado de los infantes, interviniendo, por ejemplo, en la firma de la Sentencia Arbitral de Medina del 9 de julio 1441, que preveía el confinamiento del condestable durante seis años de San Martín de Valdeiglesias o Riaza y la entrega a la Reina de la fortaleza de Molina.

El cronista Alonso de Palencia afirma que tanto María como su hermana Leonor, reina de Portugal, fueron asesinadas por orden del condestable. Al parecer ambas fueron envenenadas a través de sus damas de compañía, la primera en Villacastín y la segunda en Toledo, el mes de febrero de 1445. De hecho, esto no sería extraño, ya que por entonces se había complicado sobremanera el conflicto entre la facción dirigida por el de Luna y la de los infantes de Aragón.

Una vez muerta, su esposo casaría en segundas nupcias con Isabel, hija del príncipe Juan de Portugal, en Madrigal de las Altas Torres el 17 de agosto de 1447.

María está enterrada, por disposición propia, en el monasterio de Santa María de Guadalupe.

 

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Julia Pavón Benito

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