Pérez de Vivero, Alonso. Vivero (Lugo), p. s. xv – 1453. Contador mayor de Juan II de Castilla.
Nada se sabe de sus orígenes ni de su primera formación. Debió de entrar al servicio de Álvaro de Luna, privado de Juan II, a comienzos de la década de 1420.
La primera vez que las crónicas le mencionan con el oficio de contador mayor es en el año 1439, pero desde luego desempeñaba ya este cargo a comienzos de la década de 1430; al menos lo era ya en 1434. Debió de conseguir ese puesto en torno a 1431 o 1432, coincidiendo con los años que contemplan el extraordinario crecimiento del poder de don Álvaro de Luna tras la expulsión de los infantes de Aragón. Era una buena prebenda la que recibía del privado de Juan II, pues el cargo de contador mayor, sobre el que recaía todo el peso de la gestión de la hacienda regia, era uno de los oficios mejor retribuidos de la Corona de Castilla, y además permitía a su titular formar parte del Consejo Real. Sucedía al frente de ese cargo a Fernán Alfonso de Robles, otro personaje que había sido de la absoluta confianza de don Álvaro, y que había caído en desgracia por haber traicionado a este último unos años antes; traición que, curiosamente, se repetiría de forma similar años más tarde, cuando Pérez de Vivero, siguiendo el ejemplo de su antecesor, venda también al condestable Luna. Otros hombres “oscuros y menudos”, como el doctor Pero Yáñez, Fernando de Ribadeneira y Fernán López de Saldaña, se convirtieron también, como Vivero, en funcionarios de la Corte y fueron promocionados a importantes cargos por seguir el partido de don Álvaro. De todos ellos fue Vivero, a no dudarlo, la persona de la máxima confianza del condestable, por lo menos hasta el año 1452. Fue el representante personal de don Álvaro en importantes negociaciones políticas, como las que tuvieron lugar en 1439 en la villa de Tordesillas, que condujeron a la concordia de Castronuño, en la que Juan II se reconcilió con los infantes de Aragón y en la que también se decidió el destierro del condestable por seis meses. Aunque el privado abandonaba la Corte, continuaban en el Consejo Real sus partidarios, entre ellos Pérez de Vivero; la presencia en la Corte de esta quinta columna de partidarios de don Álvaro no pasaría inadvertida a los infantes de Aragón, que aguardaron el momento más oportuno para reaccionar y eliminarles. Éste llegó en 1441 cuando el privado, tras plantar cara a los infantes y combatir contra ellos en diversos frentes, tuvo que batirse en retirada. La victoria de los infantes significaba la expulsión de la Corte de todos los partidarios de don Álvaro, entre ellos Pérez de Vivero que perdió su puesto de contador mayor tras pugna entre ambos bandos continuaría.
Al final, los infantes fueron derrotados en la batalla de Olmedo (1445). Pérez de Vivero, que seguía apoyando a don Álvaro, recuperó su oficio que continuó desempeñando hasta su muerte.
El salario de contador mayor, cargo que le permitía controlar los ingresos del Rey y cobrar las rentas y derechos pertenecientes a la Corona, le había facilitado la adquisición de una serie de heredades y rentas en el término de Valladolid y en otros territorios que habían pertenecido a la orden de Alcántara.
El inventario de sus bienes, realizado por su viuda, Inés de Guzmán, tres meses después de su muerte, nos describe una apreciable fortuna que, al parecer el contador mayor había conseguido en buena parte con los beneficios que le dejaba su importante oficio hacendístico. Vivero se mantendría fiel a Álvaro de Luna hasta 1452, un año antes de la muerte de ambos. En los primeros meses de 1452, el contador mayor, que conocía bien al Monarca por su continua relación con él, comienza a darse cuenta de que don Álvaro iba progresivamente perdiendo el favor real. Al mismo tiempo, las relaciones del condestable con la nobleza empeoraban progresivamente tras la derrota de su enemigo. El almirante de Castilla y sus parientes en Palenzuela. Dirigida ahora por el conde de Plasencia, Pedro de Estúñiga, y contado con fuertes simpatías en la reina Isabel, segunda esposa de Juan II y enemiga del Condestable, la oligarquía nobiliaria se puso en marcha contra el valido.
Se le acusaba de ser el principal responsable de los males del reino. En este ambiente de conjura, Pérez de Vivero decide traicionar a su protector y descubre al conde de Plasencia el plan previsto por don Álvaro para ocupar la fortaleza de Béjar y prender al conde. La traición del contador mayor significó su sentencia de muerte. Don Álvaro mandó matar a su antiguo hombre de confianza en la semana santa de 1453. Fue un crimen perfectamente preparado; la desaparición de Pérez de Vivero tuvo aún un trágico epílogo. Pronto se supo la verdad. Al asesinar a Vivero, don Álvaro brindó un magnífico pretexto a sus enemigos que ansiaban perderle. Fue un paso en falso que le costaría la propia vida. En efecto, pocos días después del asesinato del contador mayor, el condestable fue degollado en Valladolid. Amo y criado desaparecían, pues, en el mismo año con la diferencia de pocos meses.
Bibl.: J. de Mata Carriazo y Arroquia (ed.), Crónica de Don Álvaro de Luna, Madrid, Espasa Calpe, 1940; A. Franco Silva, La Fortuna y el Poder: estudios sobre las bases ecónomicas de la aristocracia castellana (s. xiv-xv), Cádiz, Universidad, 1996, págs. 401-431.
Alfonso Franco Silva