Ulloa, Rodrigo de. Señor de La Mota y Villavieco. ?, m. s. xv – 1496. Contador mayor de Cuentas y del Consejo de los Reyes Católicos, regidor y alcaide de Toro.
En los primeros días de diciembre de 1474 un emisario de Madrid llegó a Segovia para comunicar la muerte del rey Enrique a su hermana, la princesa Isabel. El emisario era Rodrigo de Ulloa, un fiel servidor del Monarca fallecido, que también lo acabaría siendo de su hermana. Perteneciente a la pequeña nobleza, Ulloa se distinguió como un buen financiero y mejor diplomático, lo que lleva a algunos autores a establecer un paralelismo con otros personajes, caso de Andrés Cabrera y Gonzalo Chacón que, al morir Enrique IV, pasaron a integrarse en el nuevo equipo de Gobierno de los Reyes Católicos.
Las noticias documentales sobre Rodrigo de Ulloa se remontan a finales del reinado de Enrique IV y, concretamente, tras la muerte del rey Alfonso XII (1464-1468), cuando Isabel se prepara para solicitar sus derechos como sucesora de ambos hermanos. Una primera escena conduce a Guisando. Ulloa, junto con otros, había ido a buscar a la reina Juana a Alaejos, donde permanecía como rehén en virtud de los pactos entre alfonsinos y enriqueños. También actuó como emisario intermediario entre los nobles y siempre como representante de los intereses del Monarca. Esto se comprueba documentalmente cuando, a raíz del Pacto de los Toros, el arzobispo de Sevilla, el maestre de Santiago y el conde de Plasencia prometían en sus manos —“ caballero e homefijodalgo que de nos lo recibe”— para que el Rey y la princesa cumplieran lo contenido. Pero cuando la situación entre el Rey y su hermana la princesa se enconó, tras el incumplimiento del Pacto de Guisando por ambas partes, Rodrigo de Ulloa y Álvaro de Bracamonte fueron enviados por el Rey a Medina del Campo con objeto de desapoderar a Isabel de esta villa, entregando las rentas de las ferias que se celebraban en ella al duque de Alba y al arzobispo de Sevilla.
Muerto Enrique IV el 11 de diciembre de 1474, sólo diez días más tarde, el 22 de diciembre de 1474, Ulloa fue nombrado por cédula de la Reina, contador mayor y de su Consejo en pago de los servicios hechos al rey Enrique con todos los maravedís, quitaciones, salarios derechos y ayudas de costa y “otros cualesquier maravedises” que le pudieran corresponder. Cinco días después (27 de diciembre de 1474) los nobles —el cardenal Mendoza, el condestable Velasco, el almirante Enrique y el conde de Benavente— firmaban un pacto de defensa y ayuda mutua en el que reconocían como reyes de Castilla a Isabel y a su marido, comprometiéndose a defender y guardar los estados de los nuevos Monarcas, jurando en manos de Rodrigo de Ulloa que no pedirán jamás absolución de este compromiso.
La guerra civil entre la princesa Juana y la reina Isabel debió de poner al fiel servidor de Enrique IV en un aprieto. Algunas noticias sin confirmar apuntan que inicialmente apoyó a los partidarios de la mal llamada Beltraneja. Sí, en cambio, está muy comprobado el enriquecimiento de Ulloa a partir de ahora y durante el reinado de Isabel y Fernando. De hecho es uno de los datos más destacables de su biografía. Los importantes servicios a la causa isabelina le hicieron acreedor de recompensas, pero buena parte de su fortuna, construida durante los años de las guerras, estuvo sujeta a revisión. Así, las Cortes de Toledo de 1480 le revocaron aquella merced que Enrique IV le hiciera mancomunadamente —con Andrés Cabrera— de un cinco por mil de las rentas reales, matizando que podía disfrutarlo vitaliciamente y de hecho así ocurrió hasta el año de su muerte (1496), si bien en su testamento Rodrigo transmitiría ese derecho a su hijo Juan junto con el mayorazgo. Los Reyes no admitieron la transmisión pero, al demostrar que las deudas que tenían con él no estaban amortizadas, atribuyeron a Juan de Ulloa un juro de 300.000 maravedís el 4 de enero de 1496. Esta concesión, con otros ingresos —seguramente mal conocidos—, reportó a Ulloa un enorme poder. En el momento de su muerte gozaba de un juro de 121.000 independiente de otros 300.000 en el mismo concepto, lo que revela que había seguido invirtiendo en la deuda pública colocando a contribución su dinero para redondear sus posesiones y siguiendo, según algunos autores, un plan de engrandecimiento sistemático. En este contexto debe entenderse la incorporación a su señorío de los bienes del chantre de Zamora, Gonzalo de Valencia, en 1478, y de la villa de Torregalindo, lo que no le evitó un pleito por ese señorío con Beltrán de Cueva, el duque de Alburquerque, que había sido confiscada a Alfonso de Sequeira.
Las mercedes y privilegios concedidos al contador Ulloa son muy numerosos. Del 9 de junio de 1483 consta una orden de la Reina para que le libraran 50.000 maravedís anuales como ayuda de costa en virtud de su alcaidía de la fortaleza de Toro. Las cantidades registradas como libramientos, en las que se agrupan los distintos conceptos son muy variadas. Del 13 de junio de 1480 figura catalogada una carta de los Reyes en la que el contador mayor y regidor de Toro, con Fernando Bazán —que con él era regidor en esta ciudad— solicitaban que el salario de todos ellos fuese disminuido y se aumentase en cambio el de las dos escribanías que tenían en la ciudad. El 5 de octubre de 1478 se le hizo merced de los pedidos, monedas y moneda forera de la villa de la Mota, cuyo señor era, en la sacada de Toro, por sus servicios. El 17 de enero del año siguiente se le situaron 50.000 maravedís en las alcabalas y tercias de esa villa por juro de heredad sus servicios. Ese mismo año, le fue expedido un albalá para 100.000 maravedís que le habían prestado. Otro juro de 60.000 maravedís vitalicios consta del 7 de julio de 1480. Entre el 15 de julio de 1486 y 1493 ocho renunciaciones en el contador mayor, incluso a través de cláusulas testamentarias, le reportaron más de 200.000 maravedís en juros. Una fe de los contadores reales informaba de su licencia para mudar 70.000 maravedís de juro a cualesquier renta y de que gozaba de un privilegio de 84.000 maravedís de juro y se le debía el año de 1490 —de los derechos de la gente de guerra— medio millón de maravedís. Los Reyes también intervinieron a su favor en el pleito que sostuvo por su localidad de Villavieco.
Rodrigo de Ulloa también gozó de una vida familiar acorde con la de un engrandecido por la fortuna. Se casó con una biznieta de rey Pedro I, Aldonza de Castilla; casó a su hija María de Ulloa con Diego Álvarez Osorio, el 3 de abril de 1486, al que ayudó a levantar un mayorazgo. Él y su esposa fundaron mayorazgo en su sucesor y primogénito Juan de Ulloa el 20 de abril del 1491, que los Reyes confirmaron tres años más tarde: el 23 de abril de 1494. Ulloa murió en 1496 y hasta el último momento se mantuvo en la alta estima personal de los Reyes. En este contexto se comprende su papel de acompañante de la princesa Isabel en su viaje a Portugal en 1490 para contraer matrimonio con el futuro Rey del Reino vecino.
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Dolores Carmen Morales Muñiz