Fernández de Velasco, Íñigo. Duque de Frías (II), conde de Haro (IV). ?, s. m. s. xv – Madrid, X.1528. Militar, gobernador y consejero de Guerra, condestable de Castilla.
Fue el segundo hijo de Pedro Fernández de Velasco, II conde de Haro, camarero mayor del Rey y primer condestable, y de Mencía de Mendoza, hija de Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana. Sucedió en la casa a su hermano Bernardino de Velasco, III conde de Haro y camarero mayor del Rey. Se casó con María de Tovar, señora de la casa, estado y marquesado de Berlanga y Astudillo, hija de Luis de Tovar y de María de Bibero.
Entre 1504 y 1508 fue asistente o corregidor de Sevilla y tuvo la encomienda de Pozuelo en la Orden de Calatrava. Como miembro de uno de los más destacados linajes castellanos fue testigo de las turbulencias políticas que acompañaron el nacimiento del siglo xvi. A pesar de ser partidario de la facción del rey Fernando el Católico, en 1506 le abandonó para unirse al nuevo monarca, Felipe el Hermoso. Poco después, debido a la temprana muerte del esposo de la reina Juana, volvió a la causa fernandina, convirtiéndose durante la segunda regencia de Fernando el Católico en uno de los puntales de su gobierno, junto con el duque de Alba y el almirante de Castilla.
Durante este tiempo medió en algunos conflictos nobiliarios para mantener la estabilidad del reino, siempre a favor de la Corona, si bien no salió precisamente contento. Entre ellos, cabe destacar el pleito que se mantuvo por el rico ducado de Medina Sidonia, que concluyó con la ocupación por parte del Rey del estado ducal con el consabido malestar entre los grandes del reino; la rebelión del marqués de Priego, que terminó, a pesar de la intervención de Frías, con un castigo severo al marqués por parte de la Justicia real, o la concesión del lugar de Villar de Frades a Gutierre Quijada, frente al conde de Ureña, que contaba con su apoyo.
La llegada a Castilla de Carlos I le supuso nuevas mercedes al recibir, en virtud de sus servicios a la causa del joven Monarca, el cargo de copero mayor de la Casa de Castilla, que mantuvo entre 1518 y 1524. Ya en octubre de 1517 fue llamado, junto a otros grandes, ante el nuevo Monarca para tratar asuntos relativos al gobierno del reino y el 31 de dicho mes salió a recibirle a Becerril de Campos junto a su familia, en la que destacaban el obispo de Palencia y su hijo el conde de Haro. Durante el segundo capítulo de la Orden del Toisón celebrado en Barcelona, el 7 de marzo de 1519, recibió la insignia de la Orden junto a otros seis nobles castellanos; a los reyes de Polonia y Dinamarca; a Jehan de Luxemburgo, conde de Gaure, y Adrien de Croy, señor de Beaurain; al italiano príncipe de Bisignano, y al duque de Cardona.
Además, asistió a las Cortes de Valladolid con otros grandes, entre los que se encontraban los duques de Alba, Alburquerque y Medinaceli, los marqueses de Villena y Astorga y los condes de Benavente, Lemos y Monterrey, y acompañó al Rey hasta que éste embarcó en La Coruña el domingo 20 de mayo.
Con todo, su figura alcanzó un lugar preponderante en la esfera política gracias a su intervención en el conflicto de las Comunidades, al ser nombrado gobernador del reino y miembro del Consejo de Guerra.
Cuando en mayo de 1520 Carlos I abandonó la Península para ser coronado Emperador, en Castilla había claros síntomas de revuelta (la situación de Toledo era ya de franca rebeldía). A comienzos del mes de junio de 1520, el gobernador Adriano de Utrecht en compañía del Consejo Real, en vista de la situación, buscó refugio en Valladolid y Frías lo acompañaba.
Poco después abandonó la ciudad del Pisuerga para trasladarse a Burgos, donde las autoridades locales, con el fin de aplacar el clamor popular, le nombraron corregidor, título que aceptó. Días después, a pesar de la influencia y el poder que ostentaba en la ciudad, tuvo que abandonarla, expulsado por el concejo comunero el 11 de septiembre, al oponerse Frías a que Burgos se uniera a las fuerzas de la Junta de Ávila.
Además, dos días más tarde se alzaron en su contra sus villas de Haro y Briones. De camino a sus posesiones recibió el nombramiento como gobernador adjunto del cardenal Adriano, que había de desempeñar con el almirante de Castilla. La designación se realizó el 5 de septiembre, mientras el movimiento comunero alcanzaba su máxima virulencia, y fue traída a Castilla junto a una Sumaria Instrucción, fechada el día 9, con poderes más extensos que los concedidos a Adriano de Utrecht en La Coruña, por Lope Hurtado y Pedro Velasco.
Como gobernador del reino se dedicó en Briviesca a reunir tropas con que sofocar la rebelión. Poco tiempo después, estando el almirante por Cataluña y Adriano en Medina de Rioseco, recibió poderes del Monarca para entender él solo en la gobernación. De este modo, en torno a su persona organizó el gobierno regio con la asistencia del presidente del Consejo Real y de los consejeros Alonso de Castilla, el tesorero Vargas y los licenciados Polanco y Aguirre.
Logró llegar a un acuerdo con la ciudad de Burgos para que ésta, a cambio de ciertas concesiones regresase a la causa real, lo que se rubricó el 25 de octubre.
A comienzos del mes de noviembre entró en la ciudad e intentó, de acuerdo con lo que le había ordenado el Emperador, reunir al resto de los gobernadores y consejeros que permanecían en Medina de Rioseco. Mientras tanto, los intentos por llegar a un acuerdo pacífico con los miembros de la Junta comunera fracasaron, por lo que la alternativa bélica se convirtió en prácticamente la única vía para solucionar el conflicto. Fernández de Velasco nombró a su hijo, el conde de Haro, capitán general de las tropas realistas, dignidad que se entendía correspondía al condestable (sustituyó a Antonio de Fonseca, señor de Coca y Alaejos, con no pocos recelos, que había recibido este nombramiento de Carlos I poco antes de abandonar la Península, con la consabida amargura de Frías). El conde de Haro, Pedro de Velasco, al frente del ejército realista, tomó Tordesillas el 5 de diciembre.
Esta victoria no eliminó las tensiones entre los adeptos al poder real, aunque sí permitió recuperar el control de la reina Juana, si bien hizo que la posición del condestable se hiciese, conforme pasaban las semanas, más inestable debido, sobre todo, a su enfrentamiento con el almirante por alzarse con el mando del bando realista y a la falta de acuerdo entre los tres gobernadores sobre la manera de concluir con la revuelta; particularmente, mientras el almirante defendía una postura más dialogante y negociadora, el condestable abogaba por una vía más inflexible, además, el primero tenía una extracción “felipista”, mientras que Frías era “fernandista”. El cardenal Adriano escribía al Emperador el 4 de enero de 1521: “Entre otros caballeros que acá están ay mucha división y parcialidad que los más tienen la del Condestable y los otros la de Almirante, de los qual se ofrece grand confusión...”. Al primero lo apoyaban el tesorero Vargas, el comendador mayor Hernando de Vega, Diego Hurtado de Mendoza y Rodrigo Manuel, entre otros; mientras que el almirante contaba con Diego de Rojas, señor de Monzón y Cavia, y Alonso Téllez Girón, señor de La Puebla de Montalbán. El emperador Carlos rechazó el nombramiento del hijo de Frías como capitán general, sin duda alentado por Adriano de Utrecht y por el almirante, que no estaba dispuesto a dejar el protagonismo en otras manos, y mostró su disconformidad con los acuerdos alcanzados con la ciudad de Burgos pocos meses antes.
A pesar de no disfrutar, ni él ni su hijo, del mando único de las tropas, Fernández de Velasco se concertó en febrero de 1521 con el duque de Nájera, virrey de Navarra, para que le enviase tropas con las que reforzar su ejército y poder, y de este modo salir de Burgos. El 8 de abril pudo salir de la ciudad, dejando el gobierno en manos del conde de Nieva, y avanzar hacia el Sur con tres mil infantes, setecientas lanzas y bastante artillería, acabando a su paso con diversos reductos comuneros y derrotando al ejército del conde de Salvatierra, Pedro de Ayala. El día 21 de abril se reunió con el almirante en Tordesillas. Dos días más tarde, las tropas realistas derrotaron completamente al ejército comunero en Villalar, mientras éste iba de paso desde Torrelobatón a Toro. La victoria en el campo de batalla no supuso el definitivo fin del levantamiento comunero, debido al inmediato ataque francés en el norte peninsular.
Francisco I de Valois decidió aprovechar la situación de debilidad e inestabilidad provocada por las Comunidades para cosechar algunos frutos. Navarra, en aquellos momentos, se encontraba bastante desprotegida debido al envío de tropas con que el virrey ayudó a Frías. De este modo, en el mes de mayo el príncipe de Bearne, apoyado por el Monarca francés, atravesó la frontera y ocupó sin demasiada oposición las plazas más importantes. Los gobernadores reunieron apresuradamente sus tropas y se encaminaron hacia Burgos a repeler la amenaza; para ello tuvieron que dejar algunos focos comuneros, como el de Toledo, todavía vivos. El 30 de junio de 1521 las tropas realistas vencieron al ejército francés en Noain y pudieron, por fin, dirigirse a finales del mes de agosto hacia Logroño y desde allí a Madrid para terminar con la rebelión de Toledo. No obstante, en el otoño de 1521 los franceses volvieron a atravesar la frontera, esta vez por el País Vasco, y tomaron el 18 de octubre Fuenterrabía, para cuya recuperación hubo que esperar un par de años.
El condestable y el almirante de Castilla se pusieron de acuerdo en esperar a la primavera siguiente para reanudar las operaciones y despidieron, sin el apoyo de Adriano de Utrecht, a los grandes y caballeros.
Además, durante la primavera de 1522 las operaciones languidecieron esperando la inminente y deseada llegada de Carlos V. Por fin, en julio de 1522, el Emperador regresó a Castilla y relevó de sus funciones al frente del gobierno al almirante y al condestable de Castilla (Adriano fue elegido para el solio pontificio).
Un año más tarde, el Emperador eligió al condestable Frías para comandar el Ejército real que debía recuperar Fuenterrabía del poder francés, lo que se efectuó el 27 de febrero de 1524. Entonces la guerra contra Francia se trasladó a escenarios continentales.
Tras sitiar y tomar el enclave vasco el condestable regresó a la Corte, donde permaneció de manera intermitente, sin contar mucho en los círculos de poder.
Tras la derrota francesa de Pavía en febrero de 1525 el Emperador le encomendó al delfín de Francia y a su hermano el duque de Orleans, a los cuales custodió Frías en sus estados patrimoniales.
Íñigo Fernández de Velasco falleció en Madrid a comienzos del mes de octubre de 1528. Escribió unos Linajes ilustres de España.
Bibl.: A. López de Haro, Nobiliario Genealógico de los Reyes y títulos de España, Madrid, 1622 (ed. facs., vol. I, Orrobaren, Wilsen, 1996, págs. 186-187); J. Fernández de Velasco y Sforza, duque de Frías, El condestable don Íñigo Fernández de Velasco, gobernador de los reinos, y su mujer doña María de Tovar, Madrid, Real Academia de la Historia, 1975; M. Jiménez Fernández, Bartolomé de las Casas. II. Capellán de S. M. Carlos I y poblador de Cumaná (1517-1523), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984, págs. 11, 249, 349, 926, 929, 1094 y 1097; S. Fernández Conti, “Fernández de Velasco, Íñigo”, en J. Martínez Millán (dir.), La corte de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 132-134.
Santiago Fernández Conti y Félix Labrador Arroyo