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Juan Pérez de Vivero

Biografía

Pérez de Vivero, Juan. Vizconde de Altamira (I), Señor de Fuensaldaña (II), de la villa y puerto de Vivero (hasta 1475), Barcial de la Loma, Valdesandinas, Urueña, Torrelobatón y Gema, de las Merindades de Galdo y Villajuán y de otras poblaciones. ?, 1439 – Valladolid, 1487.

Juan Pérez de Vivero fue el primogénito de los nueve hijos nacidos del matrimonio formado por Alonso Pérez de Vivero, señor de Vivero, del estado de Fuensaldaña —integrado por la villa de igual nombre y la de Barcial de la Loma, además de las Merindades de Galdo y Villajuán—, de la villas de Valdesandinas, Urueña, Torrelobatón y Gema y de las Pueblas de Burón y Navia, del Consejo y contador mayor del rey Juan II de Castilla, y de Inés de Guzmán, duquesa de Villalba del Alcor, Castro y Palacios (I) desde 1466, señora de Cangas, Tineo y Belmonte de Campos, hija de Gil González Dávila, señor de Cespedosa y Puente del Congosto y de Inés de Guzmán, hija de Luis de Guzmán, maestre de la Orden de Calatrava, señor de Andújar y de Medina Sidonia y biznieta del rey Enrique II de Castilla. Con tan sólo catorce años, tras la violenta muerte de su progenitor acaecida en Burgos en marzo de 1453, y aún bajo la tutela de su madre, asumirá el mayorazgo familiar que había sido constituido mediante escritura pública y previa autorización regia pocos meses antes, el 14 de diciembre de 1452. Entre las cláusulas de este último merece destacarse aquella en que el otorgante establece que en adelante sus sucesores “se llamen del apellido de Vivero” a la par que traigan aquéllas sus armas.

Por mediación del condestable Álvaro de Luna, bajo cuyo amparo había prosperado su progenitor hasta encumbrarse en los puestos más altos de la Administración castellana desde su Vivero lucense natal y que llegó a propiciar su taimado asesinato al considerarle traidor a su persona, recibió de manos del rey Juan II el mismo oficio que desempeñara su padre al frente de la hacienda y las finanzas castellanas —el de contador mayor— junto a otros oficios y quitaciones como asiento en el Consejo Real o la alcaldía de la Aduana de Sevilla (Ceballos-Escalera, en prensa).

Llegado a la mayoría de edad, con diecisiete años, contrajo nupcias el 14 de abril de 1456 con María de Acuña, hija de Pedro de Acuña, conde de Buendía (I), guarda mayor de Juan II, Enrique IV y del infante don Alfonso (XII) y embajador en Navarra, y de Inés de Herrera y Ayala, hija de los señores de Ampudia, lo que supuso un ascenso en la escala social, al emparentar con la aristocracia de mayor empuje del momento, que tantos apoyos le prestaron en lo sucesivo. Como dote, la insigne dama aportaba el lugar de Altamira —la fortificación cimera de la villa de Cabezón y que años más tarde fue sede del primer título nobiliario obtenido por la Casa—, además de las tercias de la villa de Dueñas.

De este matrimonio nacieron cuatro vástagos: Alonso (9 de septiembre de 1458), que sucedió a su padre; Juan; María, que casó con Jorge de Herrera, señor de Castillejo y regidor de Valladolid, y Juana, señora de Fuentescárcel, que casó con su sobrino Martín de Acuña, señor de Matadeón e hijo del duque de Valencia.

Entre 1465 y 1487, año este último indubitable de su fallecimiento, fue protagonista de numerosos acontecimientos políticos, unas veces apoyando al rey Enrique IV —hasta en tres ocasiones volvió a su obediencia (principios de 1465, verano de 1468 y septiembre de 1470), obteniendo nuevas mercedes a cambio en todos los casos, la más significativa, el vizcondado de Altamira (c. 1465, ratificado en 1473)—, y en otras ocasiones, uniéndose a la liga nobiliaria que encabezada por el marqués de Villena integraban significados miembros de la nobleza castellana con los que le unían férreos lazos familiares. Desde su destitución, por traición, como contador mayor del reino y la subsiguiente confiscación de sus bienes, en junio de 1465, apoyó sin reservas tanto al rey Alfonso de Ávila, hasta la muerte de éste en junio de 1468, como la candidatura de la princesa Isabel, futura Reina Católica, quien llegó a celebrar sus esponsalicios con el príncipe Fernando de Aragón y Sicilia en sus propias casas vallisoletanas, en octubre de 1469. En los años finales del reinado del rey Enrique (1470-1474) y los primeros de los Reyes Católicos, hasta su muerte en 1487, sufrió dolorosas pérdidas patrimoniales —así, la destrucción de las fortificaciones construidas en sus palacios vallisoletanos—, a la par que familiares, como la caída en desgracia y destierro de su hijo primogénito.

Alonso Pérez de Vivero, II vizconde de Altamira y señor de Fuensaldaña, nacido el 9 de septiembre de 1458 (Cronicón de Valladolid, 42) y fallecido probablemente en 1509, heredó el título y estados de la Casa entre enero y agosto de 1487, data esta última en que un documento de los Reyes Católicos le testimonian ya con tal título junto a su segunda esposa (Archivo General de Simancas [AGS], Registro General del Sello [RGS], 1487, V, 125). Testigo con diez años del matrimonio de Isabel y Fernando en su casapalacio vallisoletana, compartió con su padre los avatares de fines del reinado enriqueño. Casó en primeras nupcias con Elvira de Bazán, hija de Pedro de Bazán, I vizconde de los Palacios de Valduerna, y de Mencía de Quiñones, con la que engendró dos hijas: Mencía de Quiñones Vivero Bazán, dama de la reina Isabel entre 1497 y 1502, que contrajo nupcias con García de Villarroel, adelantado de Cazorla, y Ana de Vivero y Bazán, esposa que fue de Lope García de Porras, VI señor de Castronuevo. De su segunda esposa, María Manrique de Benavides, hija de Gome de Benavides, señor de Frómista, nació Juan de Vivero Manrique, que heredó el mayorazgo y títulos anejos a excepción de la villa y puerto de Vivero. Frente a la postura paterna, abrazó el partido de la Excelente Señora doña Juana y su esposo el rey de Portugal contra los Reyes Católicos entre 1475 y 1480, por lo que sufrió destierro, del que no recibió regio perdón hasta el 9 de junio de este último año, no levantándosele el mismo hasta el 26 de agosto de 1490, aunque previamente (5 de diciembre de 1483) se le desembargaron los bienes que le habían sido incautados a excepción del castillo de Fuensaldaña (AGS, RGS, 1480, VI; 1483, XII y 1490, VIII). Por estas mismas fechas, antes de 1487, fue acusado de la muerte de su primera esposa, lo que complicó aún más su estancia en la Corte. Su fallecimiento debió de acaecer en Valladolid en diciembre de 1509 (Espejo, 1907: 348).

Las últimas investigaciones (Avalle-Arce, 1974; Mazzocchi, 1986) parecen haber demostrado que el nombre del poeta, que figura en el Cancionero General de Hernando del Castillo y en otros testimonios bajo el título de vizconde de Altamira, es el de Alonso Pérez de Vivero, aunque investigadores posteriores (Ceballos Escalera, en prensa), sigan proponiendo a Juan Pérez de Vivero, I vizconde de Altamira y padre del anterior. Pensamos que las relaciones y los intercambios poéticos que mantuvo el vizconde de Altamira con Pedro de Cartagena (Rodado, 2000), Lope de Sosa (Beltrán, 2003), Carlos de Guevara y Garci Sánchez de Badajoz (Beltrán, 2002), poetas que pertenecen a la misma generación que Alonso Pérez (Beltrán, 1988), avalarían su candidatura. Se podría añadir en su favor, aunque sin certeza, el único dato que aparece en sus poemas, el nombre de “Juana”, mujer a la que dedica versos galantes en dos de sus “Invenciones y letras de justadores”, bajo el que podría encubrirse la Excelente Señora doña Juana, por la que tomó partido frente a los Reyes Católicos. Sin embargo, sigue siendo un problema la relación familiar que estableció Garci Sánchez de Badajoz en su Infierno de amores (González Cuenca: 2004, n.º 264, coplas xvi -xvi ), según la cual el vizconde de Altamira y Luis de Acuña eran hermanos; afirmación que favorece al I vizconde, pues éste contrajo matrimonio con María de Acuña, hermana de Luis de Acuña. En este vínculo, Sánchez de Badajoz comete, sin duda, un error, pues no eran hermanos consanguíneos, sino políticos, es decir, cuñados (Ceballos Escalera, en prensa); aun así, este dato apoyaría la autoría de Juan Pérez de Vivero.

Aunque Alonso Pérez de Vivero parece contar con más posibilidades, sea quien sea el vizconde de Altamira, éste es el título único que encabeza sus poemas.

Su producción no es muy extensa, consta de veintiséis poesías de atribución segura y cuatro dudosas; la mayoría están recogidas en el Cancionero General de Hernando del Castillo (González Cuenca, 2004) y en el Cancionero de la British Library (Moreno, en prensa), y poemas sueltos se encuentran en el Cancionero Musical de Palacio (Romeu Figueras, 1947), en el Cancionero de poesías varias (Labrador, 1986) y en otros cancioneros impresos del siglo xvi. Si bien el número de composiciones conservadas no es muy elevado, la temática de sus versos trata de amores y galanteos cortesanos y, en menor medida, también muestra preocupación por asuntos filosófico-morales y religiosos. Con sus “letras” e “invenciones” escenifica en las fiestas palaciegas el sufrimiento por el desamor y la muerte como liberación, junto al galanteo amoroso, y en sus canciones, villancicos y glosas juega con los tópicos del amor cortés, sin excluir la parodia sacroprofana, como en la Oración a su amiga: “Señora de hermosura” (González Cuenca: 2004, n.º 86) o en las cinco coplas reales que componen Las oras de la Pasión: “Señora, pues [no] se muda” (Mazzocchi: 1986, n.º xxi ), en las que el poeta pone en juego “un’inusitata liturgia d’amore” (Mazzocchi: 1986, 260). La poesía de tema religioso está representada por una sola composición, una copla castellana que dedica A las cinco letras de Nuestra Señora (González Cuenca: 2004, n.º 17). Y, finalmente, para la temática filosófico-moral, compone el más extenso y laborioso de sus poemas, un debate entre El Sentimiento y el Conoscimiento: “Yo, el muy triste Sentimiento” (González Cuenca: 2004, n.º 85), que construye con veintinueve coplas reales; en él sigue la tradición del contemptus mundi y a los poetas como Juan de Mena, en sus Coplas de los pecados mortales, o Fray Íñigo de Mendoza, en su Historia de la questión y diferencia que ay entre la Razón y la Sensualidad, a la vez que manifiesta su cultura y el conocimiento de las artes retóricas (Mazzocchi: 1986, 264-297).

Las relaciones con los poetas de la Corte isabelina se ponen de manifiesto en el debate poético de carácter filosófico-moral que mantiene con Garci Sánchez de Badajoz, acerca del acierto y del error en esta vida terrena, tomando como imagen la ballesta (González Cuenca: 2004, n.os 698/1-698/2); en las coplas que le dedica Pedro de Cartagena, en las que ambos compiten en el cortejo de una dama (Rodado, 2000: 109), o en el villancico que comparte con Lope de Sosa: “Su muerte vido es que os vio” (González Cuenca: 2004, n.os 634-635), en el que canta las penas de amor.

Para el desarrollo de los temas, utiliza modalidades poéticas de forma fija y generalmente breves: la “canción” y el “villancico” corteses, la “esparza” o la “copla”; su metro es el octosílabo, acompañado a veces del verso quebrado (Mazzocchi: 1986, n.º i), con el que ensaya diferentes combinaciones: pareados, tercetos, redondillas, y coplas, castellanas, de arte menor, reales o mixtas.

De su fama de penado amador, dejó testimonio Garci Sánchez de Badajoz en la copla xvii de su Infierno de amores (González Cuenca: 2004, n.º 264), copla que remata con los dos primeros versos de la Esparsa del vizconde (González Cuenca: 2004, n.º 86).

Como poeta, estuvo representado en cancioneros manuscritos e impresos hasta bien entrado el siglo xvi; el Cancionero general editó sus versos en todas las ediciones que se hicieron del Cancionero, desde la de Valencia de 1511 hasta la de Amberes de 1573 y el estribillo de su villancico: “Más pierde de lo que piensa” (González Cuenca: 2004: n.º 611) fue glosado a finales del siglo xvi por Joaquín Romero de Cepeda (Mazzocchi: 1986, n.º xx ).

 

Bibl.: P. Sainz de Baranda (ed.), Cronicón de Valladolid, Madrid, 1848; C. Espejo, “El Contador Mayor de Enrique IV, Juan Pérez de Vivero, I Vizconde de Altamira y II Señor de Fuensaldaña (Notas para su biografía)”, en Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, III (1907-1908), págs. 346-348 y 375-379; J. Romeu Figueras (ed.), Cancionero musical de Palacio (Siglos xv-xvi), La música en la corte de los Reyes Católicos, IV, vol. 3, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1947 y 1965, 2 ts.; J. de Olózaga, “Casa Fuensaldaña, hoy condes de Fuensaldaña. Apellido Pérez de Vivero”, en Hidalguía. La Revista de Genealogía, Nobleza y Armas, año III, n.º 9 (1955), págs. 197-216; J. B. Avalle-Arce, “Tres poetas del Cancionero general (Ii): El vizconde de Altamira”, en Temas hispánicos medievales, Madrid, Gredos, 1974, págs. 316- 338; “Algo más sobre el poeta Vizconde de Altamira”, en Crítica Hispánica, II (1980), págs. 3-12; J. J. Labrador, C. Á. Zorita y R. A. Di Franco (eds.), Cancionero de poesías varias (Manuscrito n.º 617 de la Biblioteca Real de Madrid), Madrid, El Crotalón, 1986; G. Mazzocchi, “Alonso Pérez de Vivero, Visconte de Altamira”, en G. Caravaggi et al., Poeti cancioneriles del sec. xv, L’Aquila-Roma, Japadre Editore, 1986, págs. 169-180; A. Franco, “Pérez de Vivero, Contador Mayor de Juan II de Castilla. Un traidor y su fortuna”, en Hispania. Revista Española de Historia, XLVII, n.º 165 (1987), págs. 83- 116; V. Beltrán, La canción de amor en el otoño de la Edad Media, Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias (PPU), 1988; B. Dutton (ed.), El cancionero del siglo xv (c. 1360-1520), Salamanca, Universidad, 1990-1991, 7 vols.; M. Á. Zalama, “El Palacio de los Vivero, sede de la Audiencia y Chancillería de Valladolid, en época de Carlos V”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, LIX (1993), págs. 279-290; I. Macpherson, The invenciones y letras of the Cancionero general, Londres, Department of Hispanic Studies, Queen Mary and Westfield College, 1998; V. Beltrán (ed.), “Alonso Pérez de Vivero, Vizconde de Altamira”, en Poesía española 2. Edad Media: lírica y cancioneros, Barcelona, Crítica, 2002, págs. 699-703; H. del Castillo, Cancionero general, ed. de J. González Cuenca, Madrid, Castalia, 2004, 5 ts.; A. Ceballos-Escalera, El Vizconde de Altamira y su cuñado Don Luís de Acuña: algo sobre las vidas y las obras de dos poetas cortesanos del siglo xv (en prensa); M. Moreno (ed.), Cancionero de la British Library (en prensa).

 

Félix Martínez Llorente y María Jesús Díez Garretas

 

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