Ayuda

Pedro Luis de Borja y de Borja

Biografía

Borja y de Borja, Pedro Luis de. Játiva (Valencia), 1426-1430 – Civitavecchia (Italia), 26.IX.1458. Capitán general de los ejércitos de la Iglesia, prefecto de Roma.

Hijo primogénito del caballero setabense Jofré de Borja y de Isabel de Borja (hermana del futuro Calixto III), Pedro Luis nació en Játiva entre los años 1426 y 1430. Tuvo cuatro hermanos: Tecla, Rodrigo (que sería Papa con el nombre de Alejandro VI), Juana y Beatriz. Al morir su padre, en 1437, la familia quedó bajo la protección del tío Alfonso de Borja, a la sazón obispo de Valencia, y trasladó su residencia al palacio episcopal de esta ciudad, donde Pedro Luis creció bajo la tutela de su madre.

En 1449 marchó a Italia, llamado por su tío, que era cardenal desde 1444 y buscaba enaltecerlo. Como primogénito y heredero de los derechos nobiliarios, fue enviado a la corte napolitana de Alfonso el Magnánimo, donde ingresó como camarero del Rey. Y en Nápoles estuvo hasta que la elección pontificia de su tío le hizo volver a Roma. El 17 de abril de 1455 llegó a la Ciudad Eterna, y la sencillez con la que su tío lo recibió, hizo concebir a muchos la falsa esperanza de que este sobrino apenas llegaría a tener ascendiente sobre el Papa y volvería a Nápoles. Sin embargo, Pedro Luis no volvió a la corte napolitana y se quedó en Roma, donde conocería una fulgurante aunque efímera fortuna.

Durante el primer año del pontificado se mantuvo en la sombra, sin desempeñar cargos relevantes. Pero pronto comenzó a influir sobre el Pontífice, alejando del entorno papal a los hombres de confianza de Calixto, como los cardenales Orsini y Trevisán y el secretario Mateo Juan. Las fuentes contemporáneas testimonian el afecto desmedido (“sopra natura”, dice Vespasiano da Bisticci) que el Papa sentía por este sobrino, al que consideraba uno dio in terra, como afirma la Cronaca Veronese, un “Cesare novello”, “otro Alejandro Magno, Aníbal o Escisión”, como referían los embajadores milaneses. Su ascenso fue rápido y comenzó por el control del poder militar: el 2 de febrero de 1456 fue nombrado capitán general de los ejércitos de la Iglesia y el 14 de marzo castellano del Castel Sant’ Angelo, sin el habitual consentimiento ni noticia del colegio cardenalicio. Estos nombramientos despertaron gran inquietud, pues hasta el momento tales cargos habían sido desempeñados por eclesiásticos, no por seglares y mucho menos familiares del Papa, por lo que fueron interpretados como un signo del nepotismo que el Papa iba a ejercer en el gobierno de sus Estados.

A lo largo de los meses de abril y mayo de 1456 Calixto pensó poner a Pedro Luis al frente de las tropas pontificio-milanesas que luchaban contra Jacobo Piccinino en tierras de Siena, pues le parecía una buena ocasión para que se cubriera de gloria venciendo a este condotiero, pero el proyecto no llegó a realizarse. En su lugar, Calixto comenzó a concentrar en manos de su ambicioso sobrino gran parte del poder político de los Estados Pontificios, lo que le permitía desembarazarse de enojosas tareas de gobierno para dedicarse a la organización de su cruzada. El 21 de agosto, mediante tres bulas a él dirigidas, lo hizo gobernador de Terni, Narni, Todi, Rieti, Orvieto, Espoleto, Foligno, Nocera, Trevi y otras muchas ciudades, así como de las provincias de Nursia y Cassia y de un buen número de castillos y tierras del Patrimonio de San Pedro. Veinte días después (10 de septiembre de 1456) era nombrado gobernador de Asís, Amelia, Civita Castellana, Nepi y otros lugares, convirtiéndose así en señor del ducado de Espoleto y de la Sabina, en el corazón de los Estados de la Iglesia.

Para completar la maniobra, el 2 de febrero de 1457 le entregó todas las tierras del Patrimonio de San Pedro en Toscana, con centro en Viterbo. Inmediatamente Pedro Luis puso al frente de todas estas fortalezas y ciudades a connacionales suyos, lo cual le atrajo el odio de los italianos.

Investido de tan grande autoridad, Pedro Luis trató de afianzar el dominio papal sobre estos territorios, aunque resultaba evidente que le faltaba la capacidad y la experiencia militar necesarias para ello. Su atención se dirigió a disminuir el poder de los Orsini, convertidos ahora en enemigos de los Borja, invocando para ello la necesidad de poner fin a la guerra que hacían al conde Everso de Anguillara, partidario de los Colonna. Aliado con esta familia —por Roma corrieron rumores de que iba a casar con una sobrina del cardenal Próspero Colonna—, durante los meses de julio y agosto de 1457 Pedro Luis tomó dos castillos de los Orsini que Calixto consideraba propiedad de la Iglesia; si bien ocupó también la fortaleza de Castelnuovo, que estaba en manos de los Colonna, para manifestar que no se inclinaba por ninguno de los bandos, sino que pretendía someterlos al poder de los Borja. Y no le bastaba con esto, pues, de ser ciertos los informes que los embajadores milaneses enviaban al duque Sforza, por aquel entonces tramaba con el conde Piccinino marchar juntos contra Bolonia, a fin de poner la levantisca región de Romaña bajo la autoridad efectiva del Pontífice, es decir, la suya propia.

Pero éste no dio su aprobación a estos planes, que encenderían una peligrosa guerra en Italia y estorbarían su cruzada.

La fortuna de Pedro Luis llegó a su cénit cuando, el 19 de agosto de 1457, Calixto lo nombró prefecto de Roma, cargo que había estado en manos de la familia Orsini. Aunque los cardenales y los patricios de la urbe fingieron dar de buena gana su consentimiento, lo cierto es que el nombramiento fue muy mal recibido.

Consciente de ello, el Papa se esforzó en presentar a su sobrino como persona “de espíritu y hábitos itálicos [...] [que] tenía ánimo de ser, vivir y morir como ciudadano romano”. Pero fue vano y con este nombramiento sólo logró granjearse la aversión de los romanos, que se quejaban de su mal regimiento, y aumentar el odio de los Orsini, que se tradujo en esporádicos pero constantes enfrentamientos entre sus hombres y los de Pedro Luis en las calles de Roma, a menudo con resultado de muertos.

En octubre de 1457 sufrió una grave enfermedad, que le tuvo en cama hasta mediados de diciembre. En estas circunstancias, el Papa hizo voto de enviarlo a luchar contra el turco si recuperaba la salud, y parece que el mismo Pedro Luis también lo hizo. De hecho, una vez sano corrió la voz de que se pondría al frente de la cruzada, e incluso se dijo que el Papa le había nombrado emperador de Constantinopla. Tan descabellado rumor se originó porque en este momento el Papa llevaba a cabo tratativas con el rey Juan II de Chipre en orden a casar a su heredera, Carlota, con Pedro Luis, y, para favorecer estas negociaciones, daba pábulo a tales rumores, a fin de despertar el interés del monarca chipriota. Pero ni el matrimonio llegó a efectuarse ni Pedro Luis marchó a la cruzada.

A primeros de junio de 1458 el Papa le encomendó pacificar las luchas entre facciones que laceraban la ciudad de Viterbo, mas su gestión no obtuvo resultados positivos, en parte porque, apenas transcurrido un mes de su partida, Calixto le ordenó volver a Roma, al tener noticia de la muerte del rey Alfonso el Magnánimo. El 11 de julio Pedro Luis entró en Roma, haciendo sospechar a muchos que el Papa lo destinaba a la conquista del reino napolitano porque quería nombrarlo rey; si bien es más verosímil creer, como afirmaban otros, que Calixto deseaba entregarle el gobierno de Nápoles en nombre de la Iglesia, pues consideraba que, al morir el Magnánimo sin heredero legítimo, el reino volvía al Pontífice, que era su señor feudal. A lo largo del mes de julio el capitán general recibió del Papa diversas sumas para engrosar y poner a punto su ejército, pero dichas cantidades no eran suficientes para acometer una acción bélica de tanta envergadura como era la conquista del reino, pues apenas podía reunir dos mil soldados, a pesar de lo cual proclamaba que marcharía a la empresa y llevaría a cabo grandes cosas.

Mas los sueños del Pontífice y las esperanzas de su sobrino se esfumaron cuando, el 20 de julio, el embajador de Milán comunicó al Papa la oposición de su señor el duque a sus planes sobre el reino, por lo que al día siguiente, considerando con realismo sus escasas posibilidades, Calixto ordenó a su sobrino que regresara a Viterbo. Pero apenas se había alejado unas millas cuando tuvo que volver, al saber que su tío se encontraba muy enfermo. A pesar de su grave estado, éste no se olvidaba de engrandecer a su sobrino y, el último día de julio, llevó a cabo desde el lecho un postrero e inútil gesto de nepotismo, nombrándole duque de Benevento y conde de Terracina, con potestad para transmitir estos vicariatos (que habían sido del Magnánimo) a sus herederos; y le entregó en feudo los vicariatos “que en otro tiempo correspondieron al oficio de Prefecto de la insigne Urbe romana” (Caprarola, Civitavecchia, Montagnola, Vetralla y otros, que habían sido traspasados en el pasado a la Cámara Apostólica). Los pocos cardenales presentes dieron su asentimiento, por miedo a que el sobrino del Papa los encarcelara si se negaban. Al atardecer de ese mismo día, Calixto entró en coma y corrió la falsa noticia de que había muerto, desencadenándose una violenta reacción del pueblo romano contra los compatriotas del Pontífice y en especial contra todos aquellos que llevaban la divisa del capitán general de la Iglesia. Similares disturbios se produjeron en diversas ciudades al frente de cuyas fortalezas se encontraban hombres de Pedro Luis.

A la vista de estos desórdenes, los cardenales intentaron en vano que éste depusiera sus poderes y les entregara las fortalezas que tenía en nombre de la Iglesia, pero Pedro Luis se limitó a prometerles que las entregaría al nuevo Papa cuando su tío muriese. Mas, a pesar de su actitud altiva y desafiante, la situación en que se encontraba era muy apurada, pues dudaba de la lealtad de sus tropas, ya que la mayor parte de sus soldados eran italianos, estaban descontentos con él a causa de sus modales despóticos y habían intentado rebelarse. Por esta razón, su hermano, el cardenal Rodrigo de Borja, le impidió llevar adelante sus proyectos de hacerse con el control de Roma por la fuerza, y le aconsejó seguir una conducta prudente, convenciéndole de que entregara Castel Sant’ Angelo a cambio de veintidós mil ducados. Así lo hizo y la madrugada del 6 de agosto, el mismo día en que moría Calixto, Pedro Luis abandonó Roma, disfrazado de simple soldado, para librarse de la furia de los Orsini que buscaban vengarse de él. El cardenal Pedro Barbo, su hermano Rodrigo y el protonotario Cesarini le acompañaron con un destacamento de trescientos jinetes y doscientos infantes hasta la Puerta de San Pablo, donde se despidieron de él, ordenando a la tropa, en nombre del colegio cardenalicio, que lo escoltase hasta Ostia; pero ésta se negó a proseguir y Pedro Luis tuvo que continuar el camino en solitario.

Refugiado en la fortaleza de Ostia, esperó en vano una galera al mando de su pariente Miguel de Borja, a la que había enviado sus más valiosas pertenencias y una buena cantidad de dinero; pero ésta nunca llegó porque fue apresada por naves napolitanas. En tan desesperada situación, Pedro Luis no tuvo más remedio que huir en una barca al castillo de Civitavecchia, desde donde negoció con el nuevo Papa, Pío II, la renuncia a sus cargos y la entrega de las fortalezas de la Iglesia que todavía le eran fieles, a cambio de dieciséis mil ducados (3 de septiembre de 1548). Allí murió de fiebres el 26 de septiembre —aunque también se dijo que había sido asesinado—, mientras esperaba una galera que le llevara a Valencia. Sus restos fueron trasladados a la nativa Játiva y sepultados en la iglesia del convento de los franciscanos, hasta que en 1470 su hermano, el cardenal Rodrigo de Borja, mandó trasladarlos a la capilla funeraria familiar de la colegiata setabense.

 

Bibl.: P. Pagliucchi, I castellani del Castel S. Angelo di Roma, con documenti inediti relativi alla storia della Mole Adriana, I-I. I castellani militari (1367-1464), Roma, Tipografia Polizzi & Valentini, 1906; L. Pastor, Historia de los Papas desde fines de la Edad Media, vol. II, Barcelona, Gustavo Gili editor, 1910; L. Fumi, “Il disinteresse di Francesco I Sforza alla crociata di Callisto III contro i turchi. Un Borgia re di Cipro e imperatore di Constantinopoli?”, en Archivio Storico Lombardo, serie IV, 33 (1912), págs. 101-113; P. de Roo, Material for a History of Pope Alexander VI, his relatives and his time, vol. I, Bruges, Desclée de Brouwer, 1924; J. Rius Serra, “Catalanes y aragoneses en la corte de Calixto III”, en Analecta Sacra Tarraconensia, 3 (1927), págs. 193-330; G. Signorelli, Viterbo nella storia della Chiesa, vol. II, Viterbo, 1938; P. Paschini, Roma nel Rinascimento, en Storia di Roma, vol. XII, Bologna, Istituto di Studi Romani, 1940; Regesto ibérico de Calixto III, Barcelona, Escuela de Estudios Medievales (col. Textos, vols. 10 y 29), 1948 y 1958; E. Petrucci, “Borgia, Pier Luigi”, en VV. AA., Dizionario Biografico degli Italiani, vol. XII, Roma, Istituto della Enciclopedia Italiana fondata da Giovanni Trecanni, 1970, págs. 730-736; S. Schüller-Piroli, Los Papas Borgia Calixto III y Alejandro VI, Valencia, Alfons el Magnànim, 1991 (col. Estudios Universitarios, vol. 50); M. Batllori, La família Borja. Obra completa, vol. IV, Valencia, Edicions 3 i 4, 1994 (col. Biblioteca d’Estudis i Investigacions, vol. 21) (trad. española, La familia de los Borjas, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999 [col. Clave Historial, vol. 18]); M. Navarro Sorní, Alfonso de Borja, Papa Calixto III, en la perspectiva de sus relaciones con Alfonso el Magnánimo, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2005 (Col·lecció Biografia, vol. 35); Documents per a la història d’Alfons de Borja, Papa Calixt III, València, Institució Alfons el Magnànim, 2006.

 

Miguel Navarro Sorní