Álvarez Osorio, Pedro. Conde de Lemos (I). ?, p. s. XV – Priaranza del Bierzo (León), 1482. Noble y señor de Cabrera y de la Ribera leonesa.
Hijo de Rodrigo Álvarez Osorio y de Aldonza Enríquez. De su padre había heredado un señorío de la Cabrera, la Ribera, y una serie de villas y lugares como Balboa, Valcarce, Corullón y Matilla. Un patrimonio extenso en tierras, pero pobre en vasallos que proporcionaba a sus titulares una renta no superior al millón y medio de maravedís. Pedro conseguiría ampliarlo sustancialmente merced a un afortunado matrimonio con Beatriz de Castro, heredera única de los señoríos gallegos de Pedro Enríquez, conde de Trastámara, y de su esposa Isabel Ruiz de Castro. Durante los primeros años de su matrimonio, Pedro Álvarez Osorio trato de conseguir la recuperación del rico y extenso patrimonio de su esposa que había sido confiscado por Juan II tras la traición del duque de Arjona, Fadrique, hermano de Beatriz, que fue ahorcado por orden del Monarca. Lo lograría en 1434. El Rey accedería a sustituirle todos los bienes y señoríos que habían pertenecido a la familia de su esposa, con la excepción del territorio del condado de Trastámara y las villas de Arjona y Arjonilla que se encontraban en poder de otros señores. Salvo esta amputación tan jugosa, los señoríos de Beatriz pasaban a manos de los Osorio que de esta manera se convertían en uno de los grandes linajes nobiliarios del reino de Galicia y de la comarca leonesa del Bierzo. Entre esos territorios se hallaban villas tan importantes como Ponferrada, Villafranca del Bierzo, Monforte, Sarriá, Triacastela y algunas otras más.
Con esta base territorial tan amplia no le sería difícil a Pedro conseguir de Enrique IV el título de conde de Lemos como consorte de Beatriz; heredera de esos territorios gallegos que habían pertenecido a la familia de su madre, los Castro. Antes de recuperar el patrimonio de su esposa, Pedro había ampliado y redondeado sus señoríos con otras adquisiciones de villas y tierras en la comarca del Bierzo, sobre todo Cacabelos que le fue donada por Rodrigo de Luna, arzobispo de Santiago. Cacabelos, junto con Ponferrada y Villafranca del Bierzo, eran los pueblos mejor poblados del amplio señorío del conde de Lemos y, por tanto, los que más rentabilidad proporcionaban al linaje.
Pedro y su esposa fundarían un mayorazgo en 1453 para su único hijo varón, Alonso Osorio, que de esta manera heredaba un conjunto extenso de señoríos situados entre la actual provincia de Lugo y la de León.
Todo poder en esas comarcas desde el Rey hasta el arzobispo de Santiago tendría necesariamente que contar con los Osorio. Sin embargo, los planes del conde de Lemos se vinieron abajo pocos años después por una serie sucesiva de fallecimientos. Beatriz moría en 1455, su única hija María en 1453 y Alonso, el heredero de ese mayorazgo, en 1467. La desaparición de toda su descendencia dejó al conde de Lemos sumamente preocupado por el porvenir de su patrimonio que con tantas dificultades había logrado reunir. El único heredero del linaje era un niño bastardo, Rodrigo, hijo de Alonso y de una moza de Villafranca llamada Mayor de Valcarce. El conde, falto por completo de sucesión, se apresuró inmediatamente a legitimarlo.
Pedro se había visto obligado a pedir la legitimación de su nieto por bula apostólica, ya que, por una parte, era el único heredero que le quedaba vivo, y, por otra, había sido la voluntad testamentaria de su hijo. Además, en el siglo XV, legitimar a los bastardos era un procedimiento muy habitual, ya que la misma dinastía Trastámara y muchos otros nobles y personajes ilustres de esta época procedían de uniones ilegítimas.
Con este acto, el conde pretendía dejar resuelto de momento el problema de su sucesión. Aun así, Pedro no se sentía seguro, pues comprendía que dejar como heredero de un patrimonio tan formidable a un niño de pocos años era una temeridad, pues si moría antes que él, el problema de la sucesión volvería a plantearse. Decidió entonces que la mejor solución para asegurar el porvenir de su patrimonio pasaba por contraer nuevo matrimonio. Era ya un hombre muy maduro, próximo a la vejez, pero se sintió con fuerzas para casarse en 1468 con María Bazán, hija de Pedro de Bazán, vizconde de Balduerna y señor de la Bañeza, y de Mencía de Quiñones. Un buen matrimonio, sin duda alguna, pues María procedía de un rico linaje leonés, los Quiñones. De este matrimonio, Pedro tuvo cuatro hijas: Juana, nacida en 1470; María, que casaría con el marqués de Villanueva del Fresno; Constanza, que fue marquesa de Astorga, y finalmente, Mencía, que casó con Bernardino Pimentel, marqués de Távara.
Coincidiendo aproximadamente con su segundo matrimonio, el conde de Lemos tuvo que enfrentarse a graves acontecimientos que surgieron en el reino de Galicia. El más importante de todos ellos fue la sublevación de las Hermandades gallegas, revuelta conocida con el nombre de irmandiños, que, desde un primer momento, tendría un marcado carácter antiseñorial.
Pedro, como otros muchos nobles, amenazados por la rebelión, se vio obligado a intervenir. Las Hermandades atacaron y derribaron las fortalezas de Monforte, Sarriá y las murallas de la villa de Puente de García Rodríguez. Tras una cruenta guerra, los irmandiños fueron vencidos, pero al conde de Lemos este conflicto le proporcionó numerosas contrariedades, pues tuvo que desembolsar mucho dinero para restaurar castillos y fortalezas que en sus dominios habían sido derribados. A pesar de esos considerables gastos, Pedro y su segunda esposa pudieron invertir los 698.000 maravedís de juro de heredad, que Enrique IV les había concedido como recompensa por la derrota de las Hermandades, en la compra de nuevas villas, lugares y tierras, entre ellas Arganza, Campelo y la Puebla de Burullón.
El conde falleció en 1482, en el castillo de Cornatel, en Priaranza del Bierzo. Por entonces, era, en opinión de los cronistas Hernando del Pulgar y Jerónimo de Zurita, el mayor señor del reino de Galicia y, sin embargo, moría dejando una complicada herencia que desencadenaría una nueva guerra en aquel reino.
Bibl.: A. Franco Silva, La fortuna y el poder: estudios sobre las bases económicas de la aristocracia castellana (s. XIV-XV), Cádiz, Universidad, 1996, págs. 17-134.
Alfonso Franco Silva