Fernández de Quiñones, Diego. Conde de Luna (I). León, 1434 – Laguna de Negrillos (León), 2.XI.1491. Merino mayor de Asturias (1455-1490).
Es hijo de Beatriz de Acuña y de Pedro Suárez de Quiñones al que sucede en el mayorazgo principal de la casa de Quiñones cuando éste muere en los primeros días del año 1455. Desde esta fecha, y de manera ininterrumpida hasta 1490, desempeña el cargo de Merino Mayor de Asturias, año en que, tras acuerdo negociado durante largo tiempo, entrega la Merindad a los Reyes Católicos a cambio de 5.000.000 de maravedís y los concejos de Babia. Es nieto por línea paterna de Diego Fernández de Quiñones, “el de la Buena Fortuna” con el que comparte el mismo nombre y apellidos. Casó en únicas nupcias, hacia 1460, con Juana Enríquez, miembro del viejo tronco de los Almirantes de Castilla, con la que tuvo cuatro hijos: Bernardino, Gaspar, Antonio y Enrique y otras cuatro hijas: Beatriz, María, Leonor y Francisca. Con motivo del nacimiento, el 28 de febrero de 1462, de la infanta Juana, hija de Enrique IV, más conocida como la Beltraneja, éste le concede por real privilegio el título de conde de su villa y castillo de Luna, honor y tratamiento que conservarán hasta hoy día sus sucesores.
De la etapa de Diego joven (1455-1468) se poseen pocas referencias, sólo se sabe que se alinea, como hicieron casi siempre sus antecesores, al lado del almirante de Castilla, de los condes de Benavente y de Valencia de Don Juan, del vizconde de Palacios de la Valduerna y de don Enrique Enríquez, en estos momentos ya conde de Alba de Liste. Todos unidos forman una gran liga, constituyen un grupo nobiliario que, junto con el arzobispo Carrillo, el maestre de Calatrava, el marqués de Villena y el marqués de Santillana, tiene como único objetivo el que Enrique IV reconozca como Príncipe de Asturias, y, por tanto, como legítimo heredero, al infante don Alfonso exigiéndole también que restablezca la justicia en sus reinos y, sobre todo, que conserve la debida preeminencia de los nobles. Estas pretensiones sirven al conde de Luna para tomar el principado bajo el supremo poder del “rey” don Alfonso. Corre el año 1465 y Diego y sus seguidores, entre los que sobresale el deán de la iglesia de Oviedo, se enfrentan a otro importante grupo nobiliario, leal a Enrique IV, que encabezan los condes de Acuña y de Trastámara a los que se unen en Asturias diversos caballeros como los Bernaldo de Quirós o los Argüelles. Pero los enfrentamientos no sólo tienen lugar en Asturias, también en León y en diversas zonas castellanas con parecidos actores. El resultado de la anarquía reinante en toda la Corona de Castilla culmina en la conocida “segunda batalla de Olmedo” en el verano de 1467, que termina sin claros vencedores ya que de hecho la paz se establece, momentáneamente, al año siguiente al producirse la muerte del príncipe don Alfonso en Cardeñosa, no lejos de Arévalo. Esta etapa sirvió a Diego para conseguir un constante aumento de su poder político, obtener el condado de Luna y lograr un importante aumento de su señorío solariego y jurisdiccional, pues la comarca de Babia en la montaña leonesa, la villa de Avilés y los concejos de Grado y Pravia pasan a sus dominios, además de ejercer, muchas veces en beneficio propio, el importante cargo de merino mayor del Principado.
La desaparición de don Alfonso (1468) no trae la paz al reino —y se inicia un segundo momento en la vida del conde que dura aproximadamente hasta 1480—, al contrario, provoca que la oligarquía nobiliaria dirigida antes por él, se escinda en dos grupos.
Los que piensan con el arzobispo Carrillo que lo mejor es coronar de manera inmediata a doña Isabel como reina de Castilla, y los más moderados que, siguiendo al marqués de Villena, creen que la mejor solución es convencer al Monarca para que reconozca como legítima sucesora a su hermana. El conde de Luna se alinea con los primeros, aunque en algún momento de los años 1469 o 1470, por intereses o motivos que se desconocen, jure por princesa a doña Juana la Beltraneja, la hija de Enrique IV. No obstante, en marzo de 1471 se le vuelve a encontrar en la órbita de doña Isabel anudando un pacto de mutua ayuda con los condes de Benavente, de Valencia y de Castañeda, así como con el maestre de Santiago y con Alonso de Quintanilla además de con otros destacados caballeros formando un grupo, que se declara defensor de los después denominados Reyes Católicos, en la lucha abierta en Castilla que se inicia al morir Enrique IV y que pasa a la historia como “Guerra de Sucesión”.
Diego Fernández de Quiñones, al igual que defendiera otrora al “rey” don Alfonso, pone ahora sus fuerzas al servicio de su hermana doña Isabel. Apenas iniciadas las hostilidades entre Castilla y Portugal, el conde de Luna recibe orden expresa de los Reyes Católicos como merino mayor, de repartir en Asturias tres mil peones para que sirvan a la guerra, orden que inmediata y diligentemente cumple. En recompensa a tal envío y a la participación con otras tropas de sus propios estados en la guerra contra Portugal, los Reyes le conceden, después de ciertos tratos, las villas de Cangas y Tineo —que habían pertenecido con anterioridad a su familia— con título de marqués (1477), título que, sin embargo, nunca más vuelve a usar, ya que poco después de recibir la posesión de ambas villas inician los Reyes contra el conde un largo pleito que termina con la incorporación definitiva del occidente asturiano a la Corona real.
El pujante condado de Luna, que había gozado de momentos de esplendor político, escalonados entre 1462 y 1480, sufre a partir de esta última fecha un acusado decaimiento, sobre todo por haber iniciado los Reyes Católicos su conocida política de limitaciones y freno al poder nobiliario. En esta atonía se mantiene hasta los primeros momentos tradicionalmente considerados como comienzo de la época moderna.
Los doce años que comprende esta última etapa del conde, desde 1480 a 1491, coinciden con un momento bastante convulso y complicado para Diego Fernández de Quiñones, por una serie de conflictos que tanto él como su hijo primogénito mantuvieron con tres tipos de instituciones en sus señoríos leoneses.
Por un lado, con los nobles próximos a sus extensos dominios, tanto con los Acuña como, sobre todo, con los Osorio, que estaban vinculados a la familia por lazos de sangre —no hay que olvidar que su hijo Bernardino casa en segundas nupcias con Isabel Osorio—.
En segundo lugar, mantiene tensas relaciones con el concejo de la ciudad de León por las constantes intromisiones del conde en los asuntos ciudadanos y, por último, se producen fuertes enfrentamientos con los monasterios de San Isidoro, Otero de las Dueñas y Carrizo, así como con la iglesia de Astorga por injerencias del conde en lugares pertenecientes a éstos.
Pero además, y sobre todo, son largos y muy perjudiciales para el de Luna los conflictos que mantiene con los Reyes Católicos en Asturias que se manifiestan en los años ochenta con la llegada al Principado de los corregidores Juan de la Hoz (1481) y Luis Mejía (1483), lo que supone un notable freno a su poder y que concluyen con el acuerdo entre ambas partes, en 1490, por el que se establece que los Reyes concedan al conde 5.000.000 de maravedís y los concejos de Babia a cambio de que Fernández de Quiñones entregue a la Corona la Merindad Mayor de Asturias —pocos años atrás (1482) también había perdido la Alcaldía Mayor—, todas las escrituras y derechos que tuviere sobre las villas de Cangas, Tineo, Llanes y Ribadesella —que eran ciertamente muchos— así como la tenencia de las fortalezas de Oviedo, Avilés, San Martín y Tineo que le reportaban pingües beneficios. Diego ha sufrido, por tanto, un duro golpe en sus estados. Poco después, el 2 de noviembre de 1491 falleció en su castillo de la villa de Laguna que, iniciado por su abuelo de igual nombre, él había terminado de construir.
Bibl.: M. de Alcedo y de San Carlos, Los Merinos Mayores de Asturias (del apellido Quiñones) y su descendencia. Apuntes genealógicos, históricos y anecdóticos, Madrid, 1918 y 1925, 2 ts.; C. Á lvarez Álvarez, El condado de Luna en la Baja Edad Media, Colegio Universitario de León, León, 1982; “Castillos, palacios y torres de los Quiñones en la Baja Edad Media leonesa”, en Castillos medievales del Reino de León, Madrid, S.A. Hullera Vasco-Leonesa, 1989, págs. 83-100; Los Quiñones, señores de Valdejamuz (1435-1590), Astorga, Centro de Estudios Astorganos, 1997; “Los Quiñones y el Principado de Asturias”, en Los orígenes del Principado de Asturias y de la Junta General, Oviedo, Junta General del Principado de Asturias, 1998, págs. 165-181.
César Álvarez Álvarez