Borja, Juan de. Duque de Gandía (II). Roma (Italia), c. 1478 – 15.VII.1497. Noble.
Fue el quinto de los nueve hijos reconocidos por el cardenal Rodrigo Borja y el segundo de los que el futuro papa Alejandro VI engendró con Vannozza Catanei, tras el famosísimo César y anterior a la no menos conocida Lucrecia y a Jofré, el menor de los cuatro. El pregón por las calles romanas anunciando la muerte de Vannozza Catanei (26 de noviembre de 1518) la presentaba como “madre del duque de Gandía”, aunque ya hacía más de veinte años que éste había fallecido.
Juan de Borja nació en Roma hacia el año 1478 y, en todo caso, todavía era menor de edad en septiembre de 1488 cuando heredó el ducado de Gandía tras la muerte de su hermano Pedro Luis. Sólo tres meses después, el 13 de diciembre de ese año, y siempre bajo la tutela de su padre, se firmaron en Valladolid las capitulaciones matrimoniales con María Enríquez (prima hermana de Fernando II de Aragón) que ya estuvo prometida a Pedro Luis de Borja, si bien el matrimonio no llegó a consumarse por la prematura muerte de éste. Con el expreso beneplácito del monarca aragonés, la boda se celebró a finales de agosto de 1493 en Barcelona, donde a la sazón se hallaba la Corte por las negociaciones de paz con Carlos VIII de Francia, y el siguiente 23 de noviembre los recién casados se establecían en su palacio gandiense.
Tras haber instituido el mayorazgo de Gandía en el propio documento de compromiso matrimonial, en 1491 se incorporaba el Valle de Ebo (Alicante) a los dominios heredados por Juan de Borja y tres años después, en 1494, él mismo adquiría las baronías de Turís y Corbera, en Valencia, más la “torre” y casas del Grao de Gandía.
Alfonso II de Nápoles, agradecido por el apoyo recibido de Alejandro VI para su acceso al trono, el mismo día de su coronación real (8 de mayo de 1494) le concedía al hijo del Papa el principado de Tricarico, más los condados de Chiaromonte, Lauria y Carinola (que sumaban una renta anual superior a los doce mil ducados de oro) y luego Federico III le cedería el ducado de Sessa, con otros feudos menores en el mismo reino de Nápoles, que se añadirían al ducado de Benevento y las plazas de Terracina y Pontecorvo legados por Alejandro VI a su hijo Juan en el consistorio secreto del 7 de abril de 1497 con la anuencia de todos los cardenales asistentes.
Contraviniendo todos y cada uno de los prudentísimos consejos de su padre, recogidos en la interesantísima correspondencia publicada en su día por mosén J. Sanchis Sivera, el II duque de Gandía llevó una vida disoluta tanto en Barcelona, durante los días previos a la boda, como también después de casado, lo que chocaba frontalmente con la estricta moralidad de su esposa, de modo que el matrimonio estuvo al borde de la separación, como no podía ser de otra manera.
Reclamado insistentemente por su padre, Juan llegó a Roma el 10 de agosto de 1496 para ser investido capitán general de la Iglesia y eso contra la expresa voluntad de Fernando de Aragón, quien venía persiguiendo un acuerdo con Carlos VIII de Francia y no se le escapaba que la primera misión del hijo del Papa era combatir a los señores italianos aliados con el monarca “Cristianísimo”. Pese al apoyo de Guidobaldo de Montefeltro, señor de Urbino, el 24 de enero de 1497 las tropas pontificias sufrieron una estrepitosa derrota ante la fortaleza de Soriano (en Bassanello, provincia de Viterbo), donde el duque de Gandía evidenció su escasa pericia militar y mostró una actitud muy poco heroica.
Unos meses después, en la noche del 14 al 15 de julio de 1497, Juan de Borja fue asesinado tras una cena familiar en casa de su madre. Su cuerpo fue hallado en el Tíber con varias puñaladas mortales y la bolsa del dinero intacta para dejar bien claro que el móvil del asesinato no había sido el robo. Aunque nunca se ha sabido quién o quiénes fueron los autores del crimen ni su inductor, desde el primer instante ya hubo rumores que apuntaban hacia su propio hermano César. La hipótesis del fratricidio alimenta el estigma morboso que parece imborrable en esta familia, pero hoy parece muy poco probable y, en todo caso, mucho menos consistente que la que apunta al círculo de los Sforza y, sobre todo, al de los Orsini. Lo cierto, eso sí, es que para Alejandro VI fue un golpe durísimo, pues parece que, en efecto, y pese a la vida disoluta del duque de Gandía, le tenía un especial cariño a Juan y, de hecho, al año siguiente le puso el nombre del duque de Gandía al penúltimo de sus vástagos, que fue el enigmático Infans romanus, sobre quien pesa la hipótesis del incesto, no probada pero en absoluto descabellada.
Juan volvió a Roma sólo, pues su esposa se hallaba en avanzado estado de gestación de su hija Isabel y, siguiendo los prudentes consejos al respecto del Papa, optó por no acompañar a su marido en un viaje tan largo y, como tal, incierto. Un año más tarde, con no muchos más de veinte cumplidos, María Enríquez hubo de hacerse cargo de las posesiones familiares como duquesa regente viuda hasta la mayoría de edad de su hijo primogénito, quien contaba poco más de tres años a la sazón.
Abundando en la hipótesis que ya sugiriera el padre Batllori, efectivamente parece lo más probable que el César de Borja al que aluden algunos documentos a mediados del quinientos fuera hijo natural del segundo duque de Gandía y no de su sucesor, el tercero, también de nombre Juan. Documentos notariales de esos años se refieren al tal César con los títulos de egregio y de caballero “miles”, e informan de que vivía en Gandía con su esposa Jerónima Tolzá, sin hijos al parecer y algo hace pensar que no gozaban de una situación económica muy desahogada.
No parece probable, en fin, que el rostro de Juan de Borja sea el del Cristo en La Piedad de Miguel Ángel (ni menos aún que el de la joven Virgen María de la escultura esté inspirado en el de su madre, Vannozza Catanei) y tampoco se puede asegurar con rotundidad, aunque resulte mucho más verosímil, que Juan de Borja sea el caballero vestido a la manera oriental y montado sobre un caballo blanco, de espaldas, con la cabeza ligeramente girada, que aparece a la derecha del fresco sobre La disputa de santa Catalina pintado por el Pinturicchio en las estancias borgianas del Vaticano.
Bibl.: R. Chabás, “Alejandro VI y el Duque de Gandía. Estudio sobre documentos valencianos”, en El Archivo, 7 (1893), págs. 85-139; J. Sanchis Sivera, Algunos documentos y cartas privadas que pertenecieron al segundo duque de Gandía don Juan de Borja. Notas para la historia de Alejandro VI, Valencia, Anales del Instituto General y Técnico, 1919 (ed. crít. de S. la Parra López y rev. lingüística de V. García, Gandía, CEIC Alfons el Vell, 2001); J. M. Cruselles Gómez, D. Igual Luis y E. Cruselles Gómez, El duc Joan de Borja a Gandía. Els comptes de la banca Spannochi (1488-1496), Gandía, CEIC Alfons el Vell, 2003.
Santiago la Parra López