Despuig, Luis. Játiva (Valencia), 1403 – Valencia, 3.X.1482. Octavo maestre de la Orden de Montesa.
Destacado diplomático al servicio de la Corona de Aragón, capitán general de Valencia.
Fue hijo de Bernardo Despuig, baile de Játiva, y natural de esa ciudad, al igual que sus hermanos Bernardo y Francisco. Con anterioridad a su elección como octavo maestre de Montesa, elección que tuvo efecto el 12 de diciembre de 1453, llevaba ya más de veinte años sirviendo a la Orden. Fue comendador de Perputxent, alférez y, desde enero de 1446, clavero.
Simultaneó su fidelidad a la institución con una leal dedicación a la causa de la Monarquía por cuyo rey, Alfonso V, sentía una gran admiración y amistad y al que sirvió militarmente con eficacia en la guerra de conquista de Nápoles y como embajador en los más diversos destinos. En la definitiva ocupación de Nápoles (1442-1443) estuvo al mando de una buena parte de la armada y, concretamente, contribuyó con heroísmo al asedio y conquista de Bicari, en Apulia. Inmediatamente después fue enviado a Castilla como embajador. Estuvo en el citado reino en tres sucesivas misiones diplomáticas que se desarrollaron entre 1443 y 1445. Los problemas que atender eran muchos, pero su cometido se redujo a dos objetivos concretos: evitar el apoyo castellano a los genoveses, implacables enemigos de la Corona de Aragón, y concordar en la medida de lo posible al rey castellano Juan II con el rey de Navarra, también Juan, hermano de Alfonso V, y quintaesencia de los intereses “aragonesistas” en tierras castellanas. Desde 1447 y hasta su elección como maestre, Luis Despuig concentró su actividad diplomática en el avispero norteitaliano, donde el hegemonismo milanés amenazaba con romper el precario equilibrio de poderes en la zona, especialmente cuando el condottiero de nombre Francisco Sforza se hizo con el control del ducado a la muerte de Felipe María Visconti. En calidad de embajador plenipotenciario del rey de Aragón, Luis Despuig visitó Milán en varias ocasiones y en circunstancias muy distintas, negoció delicadas operaciones con Venecia y mantuvo importantes contactos con el Papa. Con este último, concretamente Nicolás V, contribuyó a preparar la solución pacificadora que acabó materializándose en la paz de Lodi de 1454.
Poco antes le había sorprendido en Venecia su elección como maestre.
Dicha elección no supuso para él la interrupción de su carrera diplomática. Formó parte de la espléndida embajada que Alfonso V decidió enviar al papa español Calixto III nada más acceder éste al solio pontificio en 1455. Su papel fue también muy activo en las tensas e inacabables negociaciones que mantuvieron el rey Juan de Navarra, heredero del trono aragonés, y su hijo el príncipe Carlos de Viana. En ellas estuvo ocupado en 1457 y 1458, y cuando en este último año murió Alfonso V, Luis Despuig desempeñó un papel decisivo en la consolidación del duque de Calabria, Ferrante, hijo natural del Monarca fallecido, al frente del trono de Nápoles.
El maestre mostró hacia Juan II de Aragón la misma lealtad que hacia su hermano y antecesor Alfonso V. A la defensa de su causa y la de su hijo Fernando —el futuro Fernando el Católico— dedicó todos sus esfuerzos en la crítica década de los años sesenta. Fue en aquel momento cuando, a raíz de la muerte del príncipe de Viana, la Generalidad de Cataluña declaró la guerra abierta a Juan II. Se trataba de un problema complejo con implicaciones de todo tipo, capaz de movilizar en distintos momentos apoyos castellanos, portugueses y franceses. En 1462 el maestre destacó por su defensa de la reina Juana Enríquez y el infante Fernando en el asedio de que eran objeto en Gerona por parte del conde de Pallars.
Luis Despuig actuó con contundencia en calidad de capitán general y veguer de la ciudad, cargos para los que fue designado por la Reina en junio de aquel año. Meses después, en marzo de 1463, actuó como embajador de Juan II ante la Corte de Luis XI de Francia, y a la vuelta de su misión diplomática, desplegó todo su genio militar para pacificar Cataluña, y también algunas porciones de su propio señorío montesiano, parcialmente sublevado contra la autoridad de Juan II. Concretamente, freires montesianos combatieron a las órdenes de su maestre frente a los rebeldes apoyados por los hospitalarios del prior Juan de Beaumont en la región de Tortosa, y también contra los vasallos sublevados del monasterio de Poblet en la zona de Espluga de Francolí. No mucho después, en junio de 1466, contribuyó eficazmente al sometimiento de la castellanía de Amposta. Pero los problemas no tardaron en recrudecerse: fracasadas las alternativas de Enrique IV de Castilla y del condestable Pedro de Portugal, los cabecillas de la revolución catalana decidieron entregar el principado a Renato de Anjou, el duque de Provenza que tan encarnizadamente se había opuesto a la política de Alfonso V y de su hijo Ferrante de Nápoles. Obviamente contaba con todo el apoyo de Luis XI de Francia, y fiado en él, un hijo de Renato, el duque Juan de Lorena, invadía el territorio catalán en calidad de lugarteniente del principado antes de acabar el año 1466. La contraofensiva realista, en buena parte protagonizada por Luis Despuig, fue un fracaso, y de resultas de ella el maestre, junto con otros muchos partidarios de Juan II, fue hecho prisionero por el duque de Lorena en los meses finales de 1467.
No tardó en ser liberado, pero bajo la condición del pago de un fuerte rescate de 12.000 florines, que el convento de Montesa se apresuró a librar en abril de 1468. Todavía un año después, el maestre contribuía a liberar el Ampurdán de la presencia francesa. La revolución catalana no duró ya mucho tiempo, y Luis Despuig abandonó definitivamente el conflictivo escenario del principado.
Sus innumerables servicios a la Corona obtuvieron pronto cumplida retribución. Poco antes de morir en febrero de 1468, la reina Juana Enríquez lo había nombrado albacea del príncipe Fernando, y Juan II no mucho después lo premió con el gobierno y capitanía general del reino de Valencia, responsabilidad que mantuvo hasta 1478, pero que siguió simultaneando con actividades diplomáticas en Italia; en 1475, por ejemplo, acudió a la Corte papal a cumplimentar al nuevo pontífice Sixto IV.
Tanta actividad político-militar al servicio de la Corona, sin duda contribuyó a restar al maestre dedicación a su propia Orden, pero hay datos más que suficientes para demostrar que no la abandonó. Durante su gobierno, la base rentista del maestrazgo se vio incrementada y obtuvo de la Monarquía importantes privilegios jurisdiccionales y fiscales a favor de las tierras de su señorío. También fue celoso de la independencia disciplinaria de su institución.
Se sabe, por ejemplo, que recurrió ante el Papa el contenido de las definiciones que el abad de Morimond, Guillermo II, había dictado para su convento en mayo de 1468 y que él consideraba lesivas para su dignidad; pues bien, un año después obtenía la derogación apostólica de dichas definiciones por parte del papa Pablo II. Del mismo modo, se mostró intransigente a la hora de defender el patrimonio de la orden. En este sentido, solicitó de la Corona la definitiva resolución del complejo tema de la villa y fortaleza de Peñíscola, enajenada del señorío por el papa Benedicto XIII y precariamente recuperada mediante compra por el maestre Romeo de Corbera, de modo que la Monarquía podía recuperarla en cualquier momento por el mismo precio de la venta. Por fin, el maestre Despuig obtuvo de Fernando el Católico, el 20 de julio de 1481, el reconocimiento de dominio absoluto sobre la villa y su castillo.
Había sido poco antes cuando el maestre hubo de hacer frente al último gran reto de su fase de gobierno.
Los turcos habían ocupado en el verano de 1479 la isla de Leucade, para pasar unos meses después a la de Rodas, en cuya capital quedó cercado el maestre hospitalario Pedro de Aubusson. De la resistencia de Rodas dependía en buena parte la defensa del Mediterráneo: su definitiva caída se traduciría en directa amenaza para Italia, hacia cuyos mares se dirigía ya la flota turca. El maestre de Montesa, sensible ante el problema y obediente, una vez más, a los llamamientos de la Corona, aprestaba en 1480 un gran navío con destino a Rodas, capitaneado por el freire y futuro maestre Felipe Vivas de Cañamas. Aquel año los turcos habían desembarcado ya en la costa italiana de Apulia, concretamente en Otranto, de donde fueron expulsados meses después.
Tras casi treinta años de gobierno, Luis Despuig falleció en el palacio maestral de Valencia el 3 de octubre de 1482. En sus días, la colaboración de un máximo responsable de la Orden con la Monarquía llegó a su cota más elevada. Fue también un hombre de letras, protector de la cultura y él mismo autor de alguna composición poética en honor de la Virgen.
Fue sepultado en la capilla de San Jorge, que había erigido en la iglesia del sacro convento de Montesa.
Obras de ~: A. Ferrando (ed.), Els certàmens poètics valencians del segle xiv al xix, València, Institució Alfons el Magnànim, 1983, pág. 249.
Bibl.: H. Samper, Montesa Ilustrada, vol. II, Valencia, 1669, págs. 495-510; J. Villarroya, Real Maestrazgo de Montesa.
Tratado de todos los derechos, bienes y pertenencias del patrimonio y maestrazgo de la real y militar Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, t. I, Valencia, Oficina de Benito Monfort, 1787, lib. I, pág. 146; A. L. Javierre Mur, Privilegios reales de la Orden de Montesa en la Edad Media. Catálogo de la serie existente en el Archivo Histórico Nacional, Madrid, Blass, 1945, págs. 41-47; L. Dailliez, L’Ordre de Montesa, successeur des Templiers, Niza, Alpes Méditerranée édition, 1977, págs. 43-46; J. Zurita, Anales de la Corona de Aragón, ed. de A. Canellas López, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1976-1980, lib. XIX, caps. 7, 10, 21, 26, 38, 39 y 57; A. Ryder, Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón, Nápoles y Sicilia (1396-1458), Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 1992, págs. 394 y 516.
Carlos de Ayala Martínez