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Rodrigo Manrique

Biografía

Manrique, Rodrigo. Conde de Paredes de Nava (I), señor de Amusco. ?, 1406-1412 – Ocaña (Toledo), 21.X.1476. Condestable mayor de Castilla y León, maestre de la Orden de Santiago.

Hijo del matrimonio formado por Pedro Manrique, y Leonor de Castilla, nieta del primer rey Trastámara, Enrique II, Rodrigo Manrique fue señor, entre otros lugares, de Amusco y Paredes de Nava, heredando el título ostentado por su padre de adelantado mayor de Castilla y León. El cronista Fernando del Pulgar le describe físicamente “de mediana estatura y bien proporcionado, pelirrojo y con la nariz larga; esforzado e inasequible al desaliento”. De su carácter destacaba la generosidad, la prudencia y la fortaleza, manifestándose esas cualidades, particularmente en sus dotes militares. Su fama guerrera hasta edad muy avanzada produjo el asombro de propios y extraños. Él mismo, en su testamento, confesaba que las dos motivaciones que habían fundamentado su vida eran su religión y su Rey. Pero quizás sea la obra inmortal de su hijo Jorge —Coplas por la muerte de su padre— en donde se encuentra la descripción —amorosa— de la vida heroica y las valientes virtudes guerreras y personales —liberal, sincero, alegre— del condestable Manrique.

Rodrigo Manrique fue, originariamente, un segundón ilustre dentro de un imponente clan familiar por el que siempre se sintió protegido y con los que le unían lazos afectuosísimos. Hermanos suyos fueron, entre otros, Diego, I conde de Treviño; Íñigo, obispo de Coria desde 1460; Pedro, señor de Valdezcaray, y el poeta Gómez, corregidor de Toledo. Sus hermanas —Beatriz, Juana, Leonor e Inés— emparentaron, por sus matrimonios, con los linajes Velasco, Castro, Stúñiga y Guevara. Los tres enlaces de Rodrigo Manrique y su larga prole reforzaron aún más las conexiones del linaje con otras familias nobiliarias del reino.

En 1432 se casó, en primeras nupcias, con su prima segunda Mencía Enríquez de Figueroa, hermana del I conde de Feria y prima hermana del marqués de Santillana. De este primer matrimonio nacieron Pedro, Jorge, Rodrigo, Diego, Fadrique, Leonor y Elvira.

En 1434, Rodrigo Manrique tomó la plaza de Huéscar, lo que provocó que el entonces maestre de Santiago, el infante Enrique de Aragón, le entregara la encomienda de Segura de la Sierra con el título de comendador —con importantísimos ingresos—, que mantuvo hasta 1474, dos años antes a su muerte. En el episodio de Huéscar, se gestó su fama de valentía relatada por los cronistas, ya que, al comprobar que no llegaban los refuerzos cristianos, pero cercados por los de los enemigos, dijo Manrique: “Nunca el moro me porná miedo porque tengo tal confiança en Dios e en vuestro fuerças que no fallecerán peleando veyendo vuestro capitán pelear”. Su hijo Jorge escribió también: “Mas fizo guerra a los moros, / ganando sus fortalezas y sus villas; / y en las lides que venció, / muchos moros y caballos / se perdieron, / y en este oficio ganó / las rentas y los vasallos / que le dieron”.

Durante el reinado de Juan II, siguió luchando contra los musulmanes en tierras de Jaén, sufriendo una derrota importante en 1443. Un año después falleció su primera esposa, que recibió sepultura en la iglesia de Uclés. Un segundo matrimonio con Beatriz de Guzmán, hija de Diego Hurtado de Mendoza, no le procuró descendencia.

Por su pertenencia al partido de los infantes de Aragón, Rodrigo Manrique se enfrentó, junto con otros linajes, caso de sus parientes los Enríquez, al condestable Álvaro de Luna y a los nobles que le apoyaban, en la primera batalla de Olmedo (19 de mayo de 1445), donde fue vencido junto con toda su familia, que sufrieron graves pérdidas económicas. Al morir el infante Enrique, maestre de Santiago, a consecuencia de las graves heridas contraídas en Olmedo, el condestable Álvaro de Luna forzó a los treces y a los caballeros de la Orden para que le nombrasen maestre.

Rodrigo —que ya era trece de la Orden— manifestó su oposición no asistiendo, por creer que le pertenecía a él el nombramiento y, dos años más tarde, sin la bula del Papa pero con el apoyo de Alfonso V de Aragón, se intituló maestre de Santiago. Con la ayuda de sus hermanos García y Gómez, conquistó buena parte de villas y fortalezas de la Orden, lo que obligó a Álvaro de Luna a recuperarlas, logrando el apoyo de muchas comarcas. Ante un ejército numeroso del Rey, Rodrigo decidió negociar, aunque los resultados de aquel acuerdo no le dejaron satisfecho. Esto le hizo enfrentarse directamente con Juan II, aliándose incluso con el rey de Granada, y actuando en la frontera de Murcia. El proceder de Rodrigo Manrique enfadó al rey Juan II, que mandó tropas contra él a la villa de Hornos de Segura, si bien fueron vencidas (1449).

Ese mismo año, aceptó a Álvaro como maestre, recuperando los bienes que había perdido en la batalla de Olmedo, y tres años después obtuvo el perdón real y su señorío de Paredes de Nava con el título de conde.

Por entonces, diseñó la boda de su hija Leonor con el adelantado de Murcia, Pedro Fajardo.

Con la llegada al trono de Enrique IV, el conde de Paredes acabó por recuperar el resto de los bienes perdidos en Olmedo en 1454. Continuó su carrera militar en las campañas contra los granadinos a lo largo de la década de 1450, y con la ayuda de su hijo primogénito, Pedro, reconquistó Huéscar en 1458 y Montizón en 1465, y fue nombrado comendador su hijo Jorge.

Cuando en 1464 estalló la rebelión contra Enrique IV, capitaneada por el marqués de Villena, los Manrique, y concretamente Rodrigo, se mostraron incondicionales de los derechos del entonces infante Alfonso, jurado príncipe y, en 1465, proclamado Rey en Ávila, del que recibió la espada de condestable.

A lo largo del reinado de Alfonso, recibió Rodrigo —que, junto con el almirante Enríquez y el arzobispo Carrillo, militaba dentro del partido aragonés— varias mercedes y también fue beneficiado su linaje, si bien las fidelidades fueron fluctuantes. Gómez Manrique se mostró incondicional del Rey mientras que el conde de Treviño le reconoció en 1466 y los condes de Castañeda y Osorno abandonan la opción alfonsina cuando el Monarca concedió el maestrazgo de Santiago al marqués de Villena.

En 1469 se casó Rodrigo Manrique, por tercera vez, con Elvira de Castañeda y Meneses, hija del conde de Fuensalida, de cuyo matrimonio nacieron Enrique, Alonso y Rodrigo. Fueron los Manrique de Ayala. Al año siguiente se casó su hijo Jorge con Guiomar Castañeda Meneses Ayala y Silva, y, ese mismo año, se destacó en la batalla de Ajofrín.

Al morir Juan Pacheco, en 1474, el conde de Paredes consiguió su sueño de ser nombrado, en Uclés, maestre de Santiago, lo que provocó un cisma en la Orden, puesto que el prior de San Marcos de León designó, con el mismo título, a Alonso de Cárdenas.

Su hijo Pedro, II conde de Paredes, le sucedió en la encomienda de Segura de la Sierra, y a su yerno, Pedro Fajardo, se le concedieron plenos poderes en el reino de Murcia en virtud de los cuales su hijo y, por lo tanto, nieto del maestre, Juan, consiguió la encomienda de Caravaca en 1476. Al tiempo, se estaba produciendo en Castilla la guerra de sucesión que enfrentaba a isabelinos y juanistas. Rodrigo Manrique y sus hijos se distinguieron defendiendo los derechos de la futura reina Isabel, lo que les obligó a enfrentarse con el maestre de Calatrava, el marqués de Villena, y otros nobles que apoyaban los derechos de Juana y del rey de Portugal. Algunos episodios —como el de Alcaraz— fueron notables. Tampoco entregaron Ciudad Real a la viuda de Enrique IV. Con el apoyo de Diego Hurtado de Mendoza, consiguió Rodrigo Manrique tomar Uclés, defendida por las tropas de López Pacheco, en su victoria número veinticuatro, según reza el epitafio de su tumba.

En 1476, se asentó en Ocaña, lugar de residencia favorito de los maestres de Castilla. Ese mismo año redactaba su sentido testamento aquejado de una terrible úlcera facial que describía en una carta a su hijo Jorge —que también se hacía eco en sus Coplas de la terrible dolencia— como “la fiereza de una enfermedad que me araña el rostro y va nublándome la vista [...] que no alcanza a un tiro de ballesta”. Por haber vendido sus bienes fuera del mayorazgo, el maestre murió en tal pobreza que confesaba que no tenía ni para pagar su enterramiento; pero murió rodeado de amor: “Cercado de su mujer, / de sus fijos y hermanos / y criados, / dio el alma a quien se la dio”, escribe Jorge Manrique en sus Coplas. En el testamento también se comprueba ese amor fraternal, pero, más aún, el filial descrito magistralmente por su hijo Jorge.

Rogaba a su primogénito Pedro que aceptase a su madrasta Elvira de Castañeda como la verdadera madre y no dejara de proteger a sus medio-hermanos nacidos de ese matrimonio. El hecho de que buena parte de la familia eligiera el mismo lugar de enterramiento, en la capilla de Uclés, es muestra de la unión familiar.

Así lo dispuso, en 1481, su hijo Pedro poco antes de morir, mandando que tanto él como sus hermanos muertos —Jorge había fallecido en la campaña del castillo de GarciMuñoz dos años antes—, junto con su madre, reposaran junto a su padre.

El maestre de Las Coplas [...] —enemigo de enemigos, amigo de sus amigos, señor para criados y parientes—, inmortalizado para siempre por su hijo Jorge, está sepultado frente al altar mayor del convento de Uclés. En el epitafio de su tumba de piedra reza la siguiente inscripción: “Aquí yace muerto un hombre que dejó vivo su nombre”.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz