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Casto Fernández-Shaw e Yturralde

Biografía

Fernández-Shaw e Yturralde, Casto. Madrid, 13.IV.1896 – San Lorenzo de El Escorial (Madrid), 29.IV.1978. Arquitecto.

Hijo del poeta gaditano Carlos Fernández Shaw, fallecido en dramáticas circunstancias en 1911, a los cuarenta y cuatro años, y de Cecilia Yturralde Macpherson, Casto Fernández-Shaw siempre alegó la condición mestiza de su árbol genealógico (raíces andaluzas, vascas, irlandesas y escocesas), integrado por una burguesía ilustrada de escritores o científicos.

El padre también aportó su talento al periodismo, el sainete, el drama y la zarzuela, siendo autor de numerosos libretos para partituras de Chapí, Bretón, Falla o Vives y popularizando a Madrid en zarzuelas como La Revoltosa (1897). Su hijo Guillermo continuó su labor (ocasionalmente, junto a su hermano Rafael), pero Casto heredó asimismo su vena creativa y frecuentó a lo largo de su vida cafés, tertulias y cenáculos de todo tipo, manteniendo contactos constantes con el mundo de la música y del espectáculo (los Falla, Iturbi, Turina, Guerrero...), a la par que gozaba del trato de los arquitectos de su generación y de otros más jóvenes, como J. M. García de Paredes o F. Higueras.

De 1900 a 1911 estudió en el Colegio de la Concepción, con alguno de sus hermanos (eran seis varones y una mujer, Cecilia, que fue religiosa de la Asunción) y los futuros arquitectos de prestigio Arniches y Aguirre.

Por su innata vocación de inventor comenzó los estudios de Ingeniería de Minas, que abandonó para iniciar los de Arquitectura bajo los auspicios y tutela de su tío materno, Daniel Iturralde, y sobre la base de una capacidad para el dibujo que desarrolló con las enseñanzas del pintor Alejandro Ferrant. Ingresó en 1913 en la antigua Escuela de la calle de los Estudios de Madrid y terminó la carrera en 1919, año en el que la Bauhaus se fundaba en Weimar. La Escuela de Arquitectura de comienzos de siglo arrastraba una hipoteca seudoacademicista junto a la retórica gráfica de los Skizzen y los posteriores flujos de la Secesión Vienesa, versión del movimiento modernista al que Fernández-Shaw llamaba “la arquitectura del látigo”.

Dejaron en él su huella los profesores Manuel Aníbal Álvarez, Ricardo Velázquez Bosco, Vicente Lampérez, Modesto López Otero, César Cort, Pedro Muguruza y sus maestros confesos: Teodoro Anasagasti y Antonio Palacios. Su promoción integraba a arquitectos tan significativos como Regino Borobio, Rafael de la Hoz o Luis Vallet, además de Agustín Aguirre o Miguel de los Santos, artífices entre otros, y bajo la dirección de López Otero, de la emblemática Ciudad Universitaria de Madrid, que cautivó a Fernández-Shaw.

Vida y obra fueron irreductibles en él desde que al morir en 1917 su tío Daniel (segunda orfandad) fundó para subsistir, con su hermano Guillermo, la revista Pulgarcito. Aunque se definía como “aliadófilo” en la Gran Guerra europea (1914-1918), antes de terminar los estudios en 1918, su innato pacifismo le movió a alumbrar una idea en la que persistió toda su vida: el “Monumento a la Civilización, a las grandes conquistas de la Idea y a las victorias del Hombre sobre la Naturaleza”, proyectado en una gran presa y ganador de una Medalla de Bronce en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid en 1920.

Al final de la carrera trabajó con Antonio Palacios en el concurso del Círculo de Bellas Artes de Madrid como jefe de delineación; de él heredó el manierismo de sus trazas y por su mediación, y hasta 1923, emprendió una brillante colaboración con los hermanos Otamendi (José María, ingeniero; y Julián, arquitecto) en la Compañía Urbanizadora Metropolitana, culminada en los Titanic, emblemáticos edificios madrileños proyectados con Julián Otamendi como apología del rascacielos y metáfora del célebre transatlántico.

En 1922, año en que se casó con María Josefa Fernández Oronoz e ingresó en el Ateneo madrileño, concluyó el Salto del Carpio, presa para la que el ingeniero Carlos Mendoza, codirector de la Urbanizadora Metropolitana y presidente de la Compañía Mengemor e Hidroeléctrica del Guadalquivir, le había encargado el diseño de las facetas arquitectónicas; para Fernández-Shaw fue un triunfo de la conjunción entre arte y técnica; recibió como premio la Medalla de Oro de Arquitectura en la Exposición de Artes Decorativas e Industriales Modernas (París, 1925). Allí quedó fascinado por las vanguardias europeas, especialmente por el pabellón de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, de Melnikov. A la presa de El Carpio le siguieron las de Alcalá del Río, El Encinarejo y Jándula, donde con mayor nitidez vinculó el vanguardismo constructivo al dramático énfasis futurista- expresionista.

Los últimos años veinte y los primeros treinta (en los que fue contador de la Sociedad Central de Arquitectos, socio del Real Madrid y de la Playa de Madrid y presidente del Canoe) terminan de forjar la personalidad del joven arquitecto en el umbral de los efluvios europeos del Movimiento Moderno. Su inclusión en la encuesta de La Gaceta Literaria sobre “Arquitectura Moderna” (1928) da fe de su compromiso con la modernidad y más adelante será considerado compañero de viaje del grupo GATEPAC (Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para la Arquitectura Contemporánea), fundado en 1930. Fuera de militancias confesas, pero con anhelos similares a los señalados por Adolf Loos (Ornamento y delito, 1908), Fernández-Shaw aceptó el canon racional-cubista al acecho de una arquitectura sin estilo y de la ruptura con el estatuto de la historia.

Su Estación de Servicio Porto Pí en Madrid (1927) es uno de los hitos del alborear de la modernidad funcionalista en España que, por sí solo, le supondría pasar a la Historia de la Arquitectura. De 1929 son sus propuestas para los concursos del Aeropuerto de Barajas y del Faro de Colón, en la isla de Santo Domingo, al que concurren figuras como el mencionado Melnikov o Tony Garnier y que le reportará cierta difusión internacional, superando su condición más localista como arquitecto municipal de Fuencarral (1928).

La frustración ante el fallo del concurso del aeropuerto (ganado por Luis Gutiérrez Soto), entre otros motivos, le lleva a crear la anacrónica revista Cortijos y Rascacielos, de la que, con discontinuidades, lanzará ochenta números —1.ª etapa: números 1 a 20 (1930-1936); 2.ª etapa: números 21 a 80 (1944-1954)—, con la colaboración de su hermano Guillermo en la segunda etapa. Eco de su singular paradoja, mezcla las arquitecturas más decadentes con las más avanzadas, desde la arquitectura pequeñoburguesa de las casas de campo a las más progresivas tendencias, entre la excepcionalidad y cierta marginalidad estética, en un reflejo de su propia promiscuidad por los “ismos” de las vanguardias del siglo XX. En la citada revista, Casto Fernández-Shaw publica un gran número de artículos firmados con su nombre, con diversos seudónimos —Filiberto, Perico, Iturralde...— o sin firma.

Tras la proclamación en 1931 de la Segunda República española, concibe el proyecto de Estación de Enlace en Madrid en la plaza de Colón (1933-1936), primero ligado al proyecto de enlaces ferroviarios de Indalecio Prieto y más tarde al Ministerio de Comunicaciones de Giner de los Ríos, y fruto de su viaje de 1933 a París, Londres y Bruselas. Sobre un fondo de autovías, autogiros y terrazas-helipuertos, la propuesta racional-cubista inicial ablandará las aristas de sus fachadas en talud (consecuencia de los prejuicios de Juan de la Cierva, creador del autogiro, contra las formas cúbicas y aristadas). Nexo entre las afinidades racionalistas, las veleidades inventivas y las derivas visionarias, la Estación de Enlace resulta una síntesis de su comprensión futurista de la ciudad con el paisaje beligerante del arco histórico europeo, que enquistará la guerra española entre las dos guerras mundiales (1914-1918, 1936-1939, 1939-1945). Este proyecto y otros de entre los más avanzados de Fernández- Shaw, como los garajes radiales, se mostraron en una gran exposición del Círculo de Bellas Artes (1934-1935), del que fue socio y vocal de Arquitectura.

Además de sus numerosas obras en el ámbito racionalista, como las celebradas viviendas de la avenida de Menéndez Pelayo de Madrid, su producción durante la República asumió la modernidad arquitectónica desde posiciones no alineadas (como en el Coliseum de Madrid, con su aire décò; en la apología del rascacielos entre la mística y la megalomanía de La Cruz Soñada; o en la desmesura visionaria de la Torre del Espectáculo).

Los comienzos de la Guerra Civil los vive en Madrid colaborando con la Cruz Roja, pero en 1937 sale de España y se dirige a París, donde visitará la Exposición Internacional (en la que José Luis Sert levanta su famoso pabellón y Picasso asombra con el Guernica) y mostrará el proyecto del Faro de Colón a los delegados de lo que será la Exposición Universal de Nueva York de 1939. Marcha después a Londres, donde su hermano es agregado cultural de la República (tras la guerra, dos de sus hermanos se exiliarán en Venezuela), para regresar finalmente a España por carencias económicas y presiones familiares. Tras conseguir el preceptivo aval, puede trasladarse a Cádiz para trabajar en el arsenal de La Carraca como conservador, en calidad de ingeniero honorario de la Armada, y en 1939 es nombrado académico de la Provincial de Bellas Artes de Cádiz.

En los primeros años de posguerra reparte su actividad entre Madrid, Andalucía y Marruecos (en especial, Tetuán, donde promueve la Asociación Internacional de Arte), alternando propuestas vanguardistas con otras eclécticas o historicistas, no exentas empero de acentos racionalistas. En 1940 ejercerá como arquitecto consultor en el Centro de Estudios y Proyectos de la Dirección de Construcciones e Industrias Navales. Pertenecía asimismo a la Junta de Reconstrucción de Madrid (1940-1947), y, desde 1941, al Instituto Técnico de la Construcción y Edificación como miembro numerario. En 1946, un año después de la muerte de Antonio Palacios, al que homenajeará en múltiples foros, es nombrado arquitecto conservador del teatro María Guerrero de Madrid y cesa al año siguiente como arquitecto municipal de Fuencarral.

En paralelo, y a partir de la aludida ruptura producida por su Estación de Enlace de anteguerra, gestará el aspecto más onírico de su obra, surgido de su pacifismo ante el brutal espectáculo de la contienda civil y de la Segunda Guerra Mundial, herida abierta durante toda su vida: un nuevo paisaje urbano, visionario y futurista, diseñado contra el asolamiento de las guerras y bajo las leyes de la aerodinámica mediante maquetas, proyectos, bocetos, ilustraciones, etc., de lo que llamaría “ciudades aerostáticas”, “ciudades acorazadas”, “arquitecturas aéreas y antiaéreas”..., y proclamado hasta su muerte en mil cenáculos y escritos, conectando con los ensueños de Sant’Elia y de Fritz Lang, o con las imágenes abstractas y utópicas de personajes como Finsterlin, Kraly o el propio Anasagasti.

En 1949 viaja a Norteamérica, donde, atraído por el rascacielismo y los avanzados medios de transporte, reanuda sus estudios sobre el problema del aparcamiento en las grandes ciudades; a su vuelta, que muchos no esperaban, tras encontrar el vacío y el olvido, denunciará en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Ayer, hoy y pasado mañana de la Arquitectura) el insoportable peso de la tradición (encarnada en el nuevo Ministerio del Aire) que gravita sobre la arquitectura del momento en España. Por ello, ante la próxima convocatoria de la Exposición Bienal Hispano Americana de Arte (Madrid, 1951), a la que concurrirá con una bellísima propuesta de Palacio de Exposiciones y Congresos (Museo Vertical), prepara los proyectos y maquetas de su obra más avanzada.

De sus sorprendentes maquetas, verdaderas esculturas en cuya realización invertía gran parte de los ingresos de su actividad profesional —“Todo lo que la arquitectura me ha dado me lo he gastado en la propia arquitectura”— y ejecutadas en colaboración con artistas como Juan José García, Juan Cristóbal o Juan de Ávalos, aún se conserva una excelente muestra en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Entra así, con los años cincuenta, en una serena y desengañada madurez que alumbra, junto a los jóvenes arquitectos Joaquín Rallo y Roberto Puig, el Grupo de Estudios de la Moderna Arquitectura (GEMA, 1951), publicando en Cortijos y Rascacielos el “Manifiesto en pro de la Arquitectura Moderna”.

Al margen de estas actividades profesionales, impulsa la creación de la Sociedad de Amigos de los Castillos, fundada en 1952, aunque precedida por una gran exposición del Círculo de Bellas Artes de Madrid (1949) que más adelante se trasladará a París (1957) con gran éxito. En 1971 se le premia por su labor en pro de los castillos y, en 1975, recibe la Medalla de Oro de la Asociación. Ingresa asimismo en 1956 en la Sociedad Española de Amigos del Arte. En 1953 y 1954 mueren, respectivamente, su hermano Juan Antonio y su madre. En 1957 enviuda su hija Conchita y se trasladará a vivir con sus padres en un piso de la casa del paseo de Recoletos que lleva la firma de Fernández-Shaw, una suerte de casa-estudio llena de perros y maquetas donde brotan incesantes inventos y patentes, en particular sobre el tema del “garaje radial” con el que ya en 1934 proponía la resolución del problema del estacionamiento en las grandes ciudades.

Lo desarrollará en una arquitectura mecanizada de garajes y “autosilos”, subterráneos o en superficie, objeto de múltiples proyectos, escritos, conferencias y hasta de numerosas gestiones ante el Ayuntamiento de Madrid y otros foros de España y América para llevar a efecto sus propuestas. Con el ingeniero Juan Giner funda la sociedad ESPROGA (1959) y recibe la Medalla de Oro del Salón Internacional de Inventores de Bruselas (1961) por el garaje radial que llevaba ese nombre, reconocimiento de los valores diferenciales de su singularidad frente a la incomprensión, si no reserva, que sufrió por parte de la “inteligencia oficial” de su tiempo.

De 1953 es su modelo de “arquitectura eólica” para un teatro (no construido) en la bahía de Cádiz, en el que habría de estrenarse La Atlántida de Manuel de Falla, terminada por Ernesto Halffter. Y en 1960 se dirigió al presidente egipcio Nasser para ofrecerle la adaptación del Salto de El Carpio a la presa de Assuán, ensayando a tales efectos múltiples bocetos de su primera presa, representada en el Monumento a la Civilización de 1918. En 1957 realiza un viaje de trabajo a Sudamérica, visitando a sus hermanos en Venezuela. Durante los años cincuenta y sesenta participará “a su manera” en la apertura de la arquitectura española a las corrientes internacionales, frustradas tras el conflicto civil español, con propuestas que sintetizan su personalidad, entre ellas, el palacio de Congresos y Exposiciones (1965), destacado como una de las ideas arquitectónicas más interesantes de la década por Juan Daniel Fullaondo, que dedica a su figura una monografía en la revista Nueva Forma. El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid le mostrará igualmente su reconocimiento con varios homenajes: uno en 1961, a raíz del premio obtenido en Bruselas; otro en 1965, a instancias del arquitecto Javier Carvajal Ferrer, ganador del concurso del pabellón español en Nueva York al que Fernández-Shaw también concurrió; y el tercero en 1972, con la entrega del Premio de Honor del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM). En 1968, el programa de TVE Ésta es su vida reconoció también su singular trayectoria. Los años setenta marcan la recta final de su vida y su obra. De su familia más próxima, en 1970 sobreviven su hermana Cecilia y él, que vive con su mujer y su hija. En 1973 aún insiste en la realización de sus obras más visionarias como el Monumento a la Paz Universal en la presa de Assuán. La demolición de la Estación de Servicio Porto Pí, en 1975 (reconstruida en los años noventa), le causó un profundo disgusto. Cesan sus salidas a cafés y tertulias y alterna su vida en Madrid (en su nuevo piso de la calle de Arturo Soria) con las estancias en El Escorial. Murió en San Lorenzo el 29 de abril de 1978, a los ochenta y dos años. Durante las últimas décadas se ha revisado en diferentes medios la trascendente personalidad de Fernández-Shaw, el más singular, sin duda, de los arquitectos españoles la figura más representativa —quizás la única— del futurismo en la arquitectura española, que aunaba su vocación de inventor y una mente constitucionalmente utópica. Se le dedicaron un libro homenaje editado por el COAM en 1980, una tesis doctoral sobre su figura (Félix Cabrero, Casto Fernández-Shaw, arquitecto utopista, 1982), dos exposiciones (una menor —Ayuntamiento de Las Rozas, 1986—, y la gran muestra antológica patrocinada por el Ministerio de Fomento, ya en los noventa) y la edición de un folleto y un gran libro-catálogo en el que se recogen toda su obra, sus escritos y una exhaustiva bibliografía, incluyendo las interesantes memorias de sus proyectos inéditos.

Su figura está incluida en las más importantes obras de referencia para el estudio de la arquitectura, y diversas guías de arquitectura recogen por fin su obra construida o desaparecida.

 

Obras de ~: con J. Cristóbal y Lozano, Monumento al triunfo de la Civilización, a las grandes conquistas de la Idea, a las victorias del hombre sobre la Naturaleza, a la Paz Universal, 1918-1919 (no construido); con J. Otamendi, Titanic, edificios de vivienda, Madrid, 1919-1923; con C. Mendoza, A. del Águila y J. Cristóbal, Salto de El Carpio, El Carpio y Pedro Abad (Córdoba), 1920-1925; con C. Mendoza y A. del Águila, Salto de Alcalá del Río, Alcalá del Río (Sevilla), 1925-1931; Estación de servicio para automóviles “Porto Pí”, Madrid, 1927; con C. Mendoza, A. del Águila y R. Benjumea, Salto de El Encinarejo, Andújar (Jaén), 1927-1930; con C. Mendoza y A. del Águila, Salto de El Jándula, Andújar (Jaén), 1927-1930; Super Cinema (Cinema Monumental), 1928-1930 (no construido); con M. Durán y Loriga, Iglesia parroquial de Nuestra Señora (Tetuán) de las Victorias, Madrid, 1928-1930; Faro-Monumento a la memoria de Cristóbal Colón en la República Dominicana, 1929 (no construido); con R. Sol, Aeropuerto de Barajas, 1929 (no construido); Templorascacielos La Cruz Soñada, 1930 (no construido); con P. Muguruza Otaño, Edificio de viviendas y Cine-Teatro Coliseum, Madrid, 1930-1933; Estudios Cinema Español, S. A., ECESA, Aranjuez (Madrid), 1930-1934; Urbanización del pueblo y término de Fuencarral, Madrid, 1932 (no realizada); Estación central de enlace ferroviario, de autobuses y autogiros en la plaza de Colón de Madrid, 1932-1933 (no construida); Edificio de viviendas de alquiler, Madrid (av. de Menéndez Pelayo), 1933- 1935; Ciudad aerostática y acorazada contra los bombardeos, 1934 (no construida); Garaje radial subterráneo, Autopark, 1934 (no construido); Torre del Espectáculo, 1934 (no construida); Casas de renta protegida, Madrid (calle de Quintana con vuelta a la de Juan Álvarez Mendizábal), 1935-1936; Residencias Riscal, viviendas amuebladas, Madrid, 1935-1944; El huevo, refugio contra bombardeos aéreos CFS-1, 1937 (no construido); Arquitecturas dinámicas y aerodinámicas (diversas propuestas), 1937 (no construidas); Ciudades acorazadas, futuras y del porvenir (diversas propuestas), 1937 (no construidas); Monumento a los caídos en el mar y a la patrona de los náufragos, la Virgen del Carmen, en la isla de las Puercas de la bahía de Cádiz, 1938-1943 (no construido); Mercado de San Fernando, Madrid, 1939-1944; con F. Alonso Martos, Colegio y capilla de la Asunción, Málaga, 1939-1955; Lonja antigua de pescado, Barbate (Cádiz), c. 1940; con J. M. de la Quadra-Salcedo y J. M.ª Tejero, Mercado nuevo, Tetuán (Marruecos), 1941- 1942; con Clemente (sobre una obra de Emilio Ortiz de Villajos, 1930), Sede social y edificio de viviendas para el Banco Hispano de la Edificación, Madrid, 1943-1944; con T. Rodríguez y C. Martínez, Edificio de viviendas y locales comerciales, Madrid (calle de Recoletos con vuelta al Paseo de Recoletos), 1944-1948; Casas de viviendas, Madrid (calle de Quintana con vuelta al Paseo del Pintor Rosales), 1946-1950; Basílica Hispanoamericana de Nuestra Señora de la Merced en Madrid, 1949 (no construida); Templo del Sumo Hacedor (y variantes), 1949 (no construido); Teatro Atlántico y pantalla eólica en el castillo de San Sebastián de Cádiz, 1949-1956 (no construidos); Palacio de Exposiciones y Congresos, Museo Vertical, en Madrid, 1950-1951 (no construido); con Avendaño y Goiri, Autosilo garaje radial Esproga, 1951 (no construido); con F. Alonso Martos, Iglesia parroquial de los Doce Apóstoles, Madrid, 1952-1956; Mausoleo de Qaide-Azan-Mohamed Alí Yinnah en Karachi (Pakistán), 1957 (no construido); Estación de servicio Barajas, Madrid, 1958-1960; con J. L. Sanz Magallón, Edificio comercial y de oficinas, Madrid (calle de Barquillo con vuelta a la de Augusto Figueroa), 1959-1961; Parking radial (Radiosilo) en Chicago, 1963 (no construido); Teatro Nacional de la Ópera en Madrid, 1963 (no construido); Pabellón de España en la Feria de Nueva York, 1965 (no construido); Palacio de Asambleas, Reuniones, Congresos y Exposiciones en Madrid, 1965 (no construido); Edificio de oficinas y aparcamiento para la Sociedad General de Autores en España, Madrid, 1968-1970; Viviendas adosadas para la cooperativa San Lorenzo, San Lorenzo de El Escorial (Madrid), 1968-1973.

Escritos: “La construcción de grandes bloques de edificios para viviendas”, en Ingeniería y Construcción, 5 (1923), págs. 21-23; La película de la paz, notas para un guión, c. 1938 [en F. Cabrero Garrido y M. C. García Pérez (eds.), Casto Fernández-Shaw, inventor de arquitecturas, folleto de la exposición, Madrid, Ministerio de Fomento, 1998]; Arquitectura y electricidad, ¡luz, más luz! (conferencia pronunciada en el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de Madrid el día 11 de abril de 1945), Madrid, 1945; “Palacios ha muerto”, en Revista Nacional de Arquitectura, 47-48 (1945), págs. 390-393; Arquitectura aérea y antiaérea, conferencia pronunciada por el arquitecto Casto Fernández-Shaw en el Instituto Técnico de la Construcción y Edificación, Madrid, el día 17 de abril de 1942 (Aircraft and anti-aircraft architecture, lecture given by the architect Casto Fernández-Shaw at the Technical Institute of Building and Construction on the 17th april, 1942, Madrid, Cortijos y Rascacielos, 1946); El transporte motorizado en Norteamérica, impresiones de un viaje a los Estados Unidos, Madrid, 1949 (inéd.); Ayer, hoy y pasadomañana de la arquitectura, conferencia dada por don Casto Fernández-Shaw, en los locales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas [...], 29 diciembre de 1949, Madrid, 1949 (inéd.) [extracto en Cortijos y Rascacielos, 56 (1950), pág. 37]; La marabunta, c. 1949 (inéd.); La defensa contra los seísmos y otros fenómenos naturales, expresada en las formas arquitectónicas del arte hispanoamericano, Madrid, c. 1950 (inéd.); “Arquitectura moderna”, en Mundo Hispánico (1951); Proyectos presentados a la Exposición Bienal Hispano Americana de Arte en Madrid, 1951, Cortijos y Rascacielos (1951); “Una conferencia sobre arquitectura dinámica y aerodinámica, por el arquitecto Casto Fernández-Shaw”, en Cortijos y Rascacielos, 67-68 (1951); La presa de Assuán, monumento a la paz del mundo, 1958 y 1960 (inéd.); “El problema del estacionamiento de automóviles y su solución”, en Arquitectura, 32 (1961), págs. 19-21; “Consejo a los jóvenes arquitectos”, Arquitectura , 157 (1972), págs. 41- 43. Puede consultarse la relación exhaustiva de escritos en: M. C. García Pérez y F. Cabrero Garrido (eds.), Casto Fernández-Shaw, arquitecto sin fronteras, 1896-1978, op. cit.

 

Bibl.: L. B. S., “La obra del Salto de El Carpio, Córdoba”, en Arquitectura, 74 (1925), págs. 132-133; “Estación para el servicio de automóviles, Madrid”, en Arquitectura, 100 (1927), págs. 301-303, y 101 (1927), pág. 319; F. García Mercadal (dir.), “Arquitectura, 1928, nuevo arte en el mundo”, en La Gaceta Literaria, 32 (1928); “Concurso para un aeropuerto en Madrid”, en Arquitectura, 129 (1930), págs. 13-28; A. Kelsey (ed.), Programa y reglas de la segunda etapa del concurso para la selección del arquitecto que construirá el Faro Monumental que las naciones del mundo erigirán en la República Dominicana a la memoria de Cristóbal Colón, junto con el informe del jurado internacional, los diseños premiados, y otros muchos también sometidos en la primera etapa, Washington, Unión Panamericana, 1931; A. 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Félix Cabrero Garrido y María Cristina García Pérez

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