Su obra de nueva planta fue escasa, aunque de importancia, puesto que por su dedicación a la enseñanza (llegó a catedrático de proyectos en la Escuela de Madrid y a director desde 1918) y a la Real Academia de San Fernando, de la que fue elegido el 2 de noviembre de 1909 en la plaza de José Urioste, sus intervenciones tuvieron amplio eco. El 17 de abril de 1910 ingresó en San Fernando.

Fue, además, un activo restaurador de monumentos, aunque sus drásticas decisiones fuesen, ya en su tiempo, muy controvertidas. Especialmente la que realizó en la iglesia palentina de San Martín de Frómista (1895), prácticamente reconstruida y trasladada de lugar. También “sufrieron” su actividad restauradora San Juan de Baños (1900), la colegiata de Cervatos (1900), la Universidad de Alcalá de Henares (1925) y el Hospital de Santa Cruz de Toledo (1928). Su actitud “nacionalista” un tanto confusa no impidió que fuese considerado un magnífico docente. [...]