Risco, Manuel. Haro (La Rioja), 1.VI.1735 – Madrid, 30.IV.1801. Agustino (OSA) y académico numerario de la Real de la Historia.
Nació en el seno de una humilde familia riojana; su verdadero nombre fue Juan Manuel Martínez Ugarte, hijo de Francisco y Antonia. En su villa natal aprendió las primeras letras y fue iniciado en Humanidades en una de las sencillas preceptorías que hubo distribuidas en muchas ciudades españolas, con muy buena aplicación y frutos. Inclinado a la vida religiosa tomó el hábito en 1752 en el monasterio agustiniano de Nuestra Señora del Risco, en el pueblecito abulense de Amavida, santuario muy devoto en todo el valle Amblés, de cuya advocación mariana tomó el nombre como apellido en su profesión religiosa (1753), siguiendo la costumbre de vieja tradición monástica, y en honor de cuya imagen de la Piedad de la Virgen había compuesto un Septenario de Dolores para promover la devoción de la preciosa imagen, del que no ha llegado hasta nosotros en castellano y que se ha conservado en la versión al tagalo hecha por el padre H. Díez para las misiones agustinianas, e impresa en Filipinas por primera vez en 1802.
Siendo el convento del Risco religioso, humilde y observante (en algunos casos lugar de penitencia), se le envió al cercano convento de Madrigal de las Altas Torres a cursar Filosofía, y posteriormente a Salamanca, en 1756, a estudiar Teología, aplicándose con intensidad y aprovechando los ratos libres para instruirse en lenguas orientales para tener acceso directo a fuentes originales, y destacando entre sus condiscípulos conventuales y compañeros universitarios como demostró en muchos de los actos académicos en los que tomó parte.
En 1762 aprobó las oposiciones a lector de Filosofía del convento de Toledo y tres años después pasó a la Cátedra de Teología del Colegio de San Gabriel de Valladolid. Teniendo en cuenta las dotes de fray Manuel, los superiores le trasladaron al Colegio madrileño de María de Aragón (actual Senado) que era un destino reservado para los religiosos más destacados en conocimientos y observancia, siendo regente de estudios de aquella importante casa religiosa; de esta época es su Profesión cristiana en la que explica la doctrina de la Iglesia fundándose en la Sagrada Escritura, principalmente San Pablo, y los santos Padres, atacando la visión de un cristianismo relajado que algunos moralistas ilustrados enseñaban como vivencia válida para los tiempos que corrían.
Cuando en mayo de 1773 falleció en el convento de San Felipe el Real el padre Enrique Flórez, los superiores acudieron al Rey para proponer al padre Risco como persona capaz de seguir adelante con el gran proyecto historiográfico de la España Sagrada que los monarcas habían acogido bajo su real protección. Pocas semanas después, Carlos III nombraba al padre Risco para tal cometido ya que “deseaba se continuase y perfeccionase un proyecto tan útil y necesario como es ilustrar la Historia Eclesiástica de sus Reynos, disipando las fábulas que el falso zelo había introducido” (Real Decreto, 8 de junio de 1773).
La salud del padre Risco era mala y era consciente de las grandes limitaciones físicas para sacar adelante un trabajo tan duro y de tanta responsabilidad, además de creer que no tenía la suficiente preparación para llevar a cabo esa ingente obra —hacía tiempo que se había excusado de colaborar con el propio padre Flórez en el proyecto— y ahora no le queda más remedio que tomar las riendas. En el prólogo del tomo XXX de la España Sagrada, primero que elaboró y redactó él personalmente, da algunas noticias de sus estudios y aficiones, así como de su inutilidad para realizar un trabajo tan arduo como el que ahora emprendía, de los ruegos y presiones recibidas, y de que sólo por obediencia lo ha aceptado. No obstante todavía pudo contar con la ayuda inestimable del padre Méndez que había trabajado durante veinticinco años con el padre Flórez. En vista de esto en el capítulo provincial de 1775 nombraron como auxiliar y colaborador al padre Antolín Merino, aunque sólo permaneció junto a él cuatro años por haberle destinado a otras ocupaciones hasta que de nuevo por una real orden se mandó que la dedicación mayoritaria del padre Merino era la colaboración con el padre Risco, aunque tampoco se cumplió inmediatamente, quedando bastante tiempo trabajando en solitario el mencionado Manuel Risco.
Durante un cuarto de siglo este callado religioso, enfermo, pero entregado a la empresa que le encomendaron, dio a la imprenta trece volúmenes de la España Sagrada más la supervisión de los dos ultimados que había dejado Flórez, además de otras obras, y haber desempeñado algunos cargos. A imitación del Maestro Flórez, el padre Risco viajó por aquellos lugares cuyas iglesias debía historiar para ver los enclaves, y estudiar in situ aquellos detalles que le podían aclarar dudas de situación, además de consultar las obras fundamentales conservadas en archivos capitulares y bibliotecas monásticas; en compañía del padre Merino recorrió el Pirineo, entrando por Irún hasta Bayona y saliendo por San Juan de Pie de Puerto y Roncesvalles, descubriendo los errores de límites consignados en el tratado hispanofrancés de la “Paz de los Pirineos” (1659), pasando luego por Pamplona, Calahorra, San Millán de la Cogolla, etc.
Atendiendo los deseos del cardenal Lorenzana, preparó el estudio de la Iglesia de León para lo que tuvo que viajar en dos ocasiones —años 1782 y 1784— por aquel territorio en busca de documentación para formar los tres volúmenes que le dedicó; por su amistad con Jovellanos tuvo también que anteponer el estudio de la Iglesia de Asturias al de otros territorios empleando otros tres volúmenes y viajando hasta el Principado para hacer acopio de materiales, algunas de cuyas noticias y fuentes le facilitó el mismo Jovellanos.
Por el enfrentamiento del deán y Cabildo de la Catedral de Lugo con el padre Flórez el estudio de aquella Iglesia quedó en suspenso; aprovechando que la mitra lucense estaba ocupada por el agustino Francisco Armañá escuchó en el convento de San Felipe el ruego del prelado (1785), electo ya para arzobispo de Tarragona, que era una pena que quedase el vacío de esta diócesis gallega en la España Sagrada, y que le constaba que el Cabildo estaba deseoso de ponerse a su disposición para facilitarle información y subsanar la laguna existente. Puso el padre Risco manos a la obra y salieron dos volúmenes; agradecidos los capitulares le concedieron los honores y preeminencias de canónigo de aquella Santa Iglesia Catedral.
Además del ingente trabajo que le supuso la continuación de la España Sagrada acometió el estudio de otras importantes obras históricas —sobre el Cid, el Reino y ciudad de León, etc.— y tuvo que coger la pluma para salir en defensa del padre Flórez y su obra sobre Cantabria tras el virulento ataque que sufrió de parte de Hipólito Ozaeta; remitió el original a la Real Academia de la Historia para su censura, siendo aprobado el 27 de septiembre de 1779. Posteriormente, Carmelo Echegaray confirmó en todos los puntos la visión de Flórez sobre los límites de la antigua Cantabria.
Muerto Risco también sufrió los ataques destemplados de Masdeu por su obra sobre el Cid; en esta ocasión fueron los PP. Frías y Merino, y sobre todo José de la Canal, los que tuvieron que defender a su hermano de hábito y dar ejemplo, el último, de respeto con los muertos después de fallecido Masdeu; también Menéndez Pelayo tuvo que condenar la actitud del exjesuita por la acrimonia con la que censuró documentos de indisputable autenticidad y de sucesos que con ningún fundamento racional podían negarse.
El padre Risco había sometido la obra del Cid que había ocasionado esa fuerte crítica a la aprobación de la Real Academia, donde envió el original, y le otorgó la licencia el 22 de marzo de 1792. Igualmente había sometido a juicio de la Real Academia, un año antes, su obra en dos tomos sobre el Reino e Iglesia de León, y se le concedió la aprobación el 3 de noviembre de 1791. En las Memorias de la Real Academia de la Historia hay constancia de cómo Risco leyó en algunas sesiones informes de los trabajos que iba realizando, observaciones que luego incorporó a sus obras.
Sorprende entonces y ahora que un hombre enfermo y casi en solitario produjese aquella obra copiosa. El peruano padre Francisco Javier Vázquez, general de la Orden de San Agustín, nombró a fray Manuel Risco maestro de la Provincia de Castilla en 1779, y poco después se le concedió el honor de exasistente general y la Real Academia de la Historia, conocedora de la importante producción del padre Risco también le nombró miembro, y la Real Academia Española le incluyó en el Diccionario de Autoridades de la lengua castellana.
Cuando a finales del siglo XVIII se impuso la reforma universitaria de Carlos III, que por reacción conservadora no se había hecho voluntariamente durante el reinado de Felipe V, el padre Risco participó en los trabajos de estudio y aprobación de los planes elaborados para la Universidad de Valencia por el señor Blasco, como miembro de la junta presidida por F. Pérez Bayer.
Falleció fray Manuel Risco en el convento de San Felipe el Real de Madrid el 30 de abril de 1801. En el curso 1816-1817, Andrés Rafael de Corpas donó a la Real Academia de la Historia un retrato en yeso de su tío el padre Manuel Risco que fue colocado en una sala de la institución, y Rosa Ruiz de la Prada hizo un retrato de él, con el de otros agustinos académicos, que a su muerte pasaron a la Real Academia.
Obras de ~: La profesión christiana, según la doctrina evangélica y apostólica, y los egemplos santísimos de nuestro Señor Jesu Christo, y de los primeros Christianos [...], Madrid, 1774; España Sagrada, t. XXVIII [obra póstuma del P. Enrique Flórez], Madrid 1774; t. XXIX [obra póstuma del P. Enrique Flórez], Madrid 1775; tomo XXX, Madrid, 1775; t. XXXI, Madrid, 1776; t. XXXII, Madrid, 1779; t. XXXIII, Madrid, 1781; t. XXXIV, Madrid, 1784; t. XXXV, Madrid, 1786; t. XXXVI, Madrid, 1787; t. XXXVII, Madrid, 1789; t. XXXVIII, Madrid, 1793; t. XXXIX, Madrid, 1795; t. XL, Madrid, 1796; XLI, Madrid 1798; t. XLII, Madrid, 1801; El R. P. M. Fr. Henrique Flórez, vindicado del Vindicador de la Cantabria, Don Hipólyto de Ozaeta y Gallaiztegui, Madrid 1779; La Castilla y el más famoso castellano. Discurso sobre el sitio, nombre, extensión, gobierno y condado de la antigua Castilla. Historia del célebre castellano Rodrigo Díaz, llamado vulgarmente el Cid Campeador, Madrid 1792; Historia de la ciudad y corte de León, y de sus Reyes, Madrid, 1792; Iglesia de León, y Monasterios antiguos y modernos de la misma ciudad, Madrid, 1792 (corresponde al tomo segundo de la obra anterior aunque no se indique); Munda y Certima, ciudades de la Celtiberia, confundidas por algunos escritores con Munda y Cartima de la Bética, distinguidas ya hasta la evidencia con l autoridad de Livio, y otros monumentos romanos. Demostración de la ciudad que existió en el famoso cerro llamado Cabeza del Griego junto a Uclés, hecha con suma facilidad después de largas fatigas que los literatos han padecido para su descubrimiento, Madrid, 1801; Viacrucis o ang daang linicaran nang ating Panginoong Jesucristong nag pas-an [...] [del P. Tomás Ortiz, junto con ~] at ang manga pitong saquit na nag lampas sa puso ni Guinoong Sabta Mariang, Pinono, 1802. [= “Viacrucis [...] del P. Ortiz y los siete dolores que traspasaron el corazón de María, escrito en castellano por el P. Risco [...]”].
Bibl.: J. Sempere Guarinos, Ensayo de una Biblioteca española de los mejores escritores del reynado de Carlos III, t. V, Madrid, Imprenta Real, 1789, págs. 20-33; A. Merino, “Breve noticia de la vida pública y literaria del R. P. Fr. Manuel Risco de la Orden de N. P. S. Agustín. Ex-Asistente General, y Continuador de la España Sagrada”, pról. a la España Sagrada, t. XLIII, Madrid, 1819, págs. XXIV-XXXI; J. Martínez Falero, “Impugnación al papel que con el título de Munda y Cértima dio a luz el R.P.M.Fr. Manuel Risco”, en Memorias de la Real Academia de la Historia (MRAH), t. IV, Memoria V, año, 73 págs.; J. De La Canal, “Cartas y Memoria vindicando la autenticidad de la Historia Compostelana, respondiendo a los argumentos con que un día la impugnara Masdeu”, en MRAH, Madrid, 1832, t. VII, págs. XXIX; 1852, t. VIII, pág. VIII; B. Moral, “Catálogo de los escritores agustinos españoles, portugueses y americanos y de sus obras”, en La Ciudad de Dios (CD), 20 (1889), págs. 530-537; M. Fraile Miguélez, “Correspondencia entre D. Rafael Floranes y el P. Manuel Risco”, en CD, 20 (1889), págs. 319-321 [son dos cartas de otras más que mantuvieron]; G. de Santiago Vela, Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, t. VI, Madrid, Imprenta Asilo de Huérfanos S.C. de Jesús, 1922, págs. 545-566; I. Monasterio, Místicos Agustinos Españoles, t. II, El Escorial, Editorial Agustiniana, 1929, págs. 201-204; A. C. Vega, La “España Sagrada” y los Agustinos en la Real Academia de la Historia, Discurso leído el día 11 de junio de 1950, en su recepción pública, El Escorial, 1950; A. Palau, Manual del Librero Hispanoamericano, Barcelona, 1965, t. XVII, págs. 67-68; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, t. VII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1993, págs. 146-148; F. J. Campos, “Correspondencia entre el P. Enrique Flórez y el Deán y Cabildo de la catedral de Lugo”, en Revista Agustiniana, 43 (2002), págs. 599-630.
Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA