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Hilarión Díez Fernández

Biografía

Díez Fernández, Hilarión. Valladolid, 21.X.1761 – Manila (Filipinas), 7.V.1829. Agustino (OSA), arzobispo de Manila.

Nació el 21 de octubre de 1761 en Valladolid. Fueron sus padres Pedro y María. Vecino al Campo de Marte de su ciudad espigaba el Real Colegio Seminario de Agustinos Filipinos, en donde ingresó el 19 de octubre de 1777 para ponerse bajo la tutela del maestro de novicios. Finalizado el año del tirocinio, emitió su profesión solemne el día 25 de octubre de 1778.

En las aulas de dicho claustro cursó sus estudios eclesiásticos, finalizando la carrera en 1784.

Llegó a Filipinas en la Misión del año 1786 y pronto le encomendaron la cura de almas destinándole como prior-ministro al pueblo de San Pablo de los Montes (1787); luego ejerció el mismo oficio en Batangas (1791), Pasig (Tagalos) (1796; 1810), Taguig (1802), Malate (1805), Tondo (1806) y Paombong (1812). Aunque por poco tiempo fue también procurador general de la provincia (1800).

En los comicios de 1818 fue elegido prior provincial, gobernando la provincia hasta el Capítulo de 1825, aunque desde 1822, en que se publicó en Filipinas el decreto de las Cortes de 1820, sólo figuró como prior vocal. El 7 de agosto de 1824, cuando Fernando VII derogó la Constitución, recuperó el título de prior provincial. Fueron años difíciles y cruciales los de su mandato, teniendo que afrontar problemas derivados de la escasez de personal misionero, sin rebajar las exigencias en la formación, por lo que siempre fue exigente con el Seminario de Valladolid y pidió rigurosidad en los exámenes a los candidatos a las Misiones. Se mostró especialmente sensibilizado por el problema de la piratería mora en Filipinas, y recaudó fondos para que en las isla de Cebú se organizaran expediciones contra los invasores, lo cual contribuyó a una mayor quietud en las comunidades cristianas costeras. Destacó también su atención y cuidado de los apestados con motivo de la epidemia que asoló Manila en el otoño de 1820.

Fue, sin embargo, la batalla de la secularización de los curatos, que estaban en manos de los regulares, en la que más se batió. R. Blanco sintetiza bien tal cuestión: “Todas las provisiones en materia religiosa elaboradas por los gabinetes liberales desde principios de 1820 fueron vistas con recelo e indisimulada hostilidad por parte de las cabezas pensantes de las Órdenes religiosas. La nueva tarjeta de presentación del liberalismo en Filipinas venía condicionada por el negativo recuerdo que había producido en los sectores más conservadores el efímero período constitucional de 1812 y, sobre todo, porque las disposiciones legislativas del Trienio amenazaban rotundamente la preponderancia de los Institutos regulares en el país. Terminada la visita regular, el provincial agustino Hilarión Díez, por medio de una extensa, algo alarmista y erudita circular, fechada a 26 de marzo de 1821, advirtió a sus súbditos de la necesidad de combatir con todas las fuerzas la introducción de las nuevas ideas en el Archipiélago... En realidad el religioso agustino revela en su escrito gran parte de ese discurso monolítico tan característico del clero regular filipino”. Aunque el tiempo le hizo ganar alguna batalla en este frente abierto, al final perdió la guerra, que alcanzó a sus tiempos de arzobispo.

Terminado su provincialato fue nombrado prior de Pasig en Tagalos (1825). El 12 de marzo de 1826 le presentó el Rey en primer lugar de la terna para el arzobispado de Manila. Fue consagrado en la iglesia de San Agustín de Manila por el prelado monseñor Francisco Albán, obispo de Nueva Segovia, el día 21 de octubre de 1827. Contaba sesenta y seis años de edad y su pontificado fue uno de los más breves en la historia de la archidiócesis de Manila. Hizo gala de un excelente celo pastoral en su gobierno. Fue un hombre caritativo y generoso para con los necesitados, y pronto giró la visita diocesana de los pueblos extramuros de Manila y de las provincias limítrofes.

Gobernó un tiempo la diócesis de Cebú, sede vacante.

Luego, consciente de que su fin estaba cercano y para evitar dicha vacantía en su sede, pidió se le nombrara un auxiliar para que en caso de indisponibilidad o fallecimiento no dejara desatendida su feligresía. Dos años y ocho meses escasos estuvo al frente del arzobispado de Manila, pues falleció el 7 de mayo de 1829.

 

Bibl.: M. Miranda, Oración fúnebre, Sampaloc, 1829; M. Pastor, Oración fúnebre, Madrid, 1830; G. Cano, Catálogo de los Religiosos de N. P. S. Agustín de la Provincia del Smo. Nombre de Jesús de Filipinas desde su establecimiento en estas Islas hasta nuestros días, con algunos datos biográficos de los mismos, Manila, Ramírez y Giraudier, 1864, pág. 228; J. Lanteri, Eremi Sacrae Augustinianae, II, Roma, 1875, págs. 128- 130; E. Jorde, Catálogo bio-bibliográfico de los religiosos agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila, Colegio de Santo Tomás, 1901, págs. 348-350; G. de Santiago Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, II, Madrid, Asilo de Huérfanos del Corazón de Jesús, 1915, págs. 240-246; M. Merino, Agustinos evangelizadores de Filipinas (1565-1965), Madrid, Archivo Agustiniano, 1965, pág. 203; I. Rodríguez-J. Álvarez, Al servicio del evangelio. Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1996, págs. 264-265; R. Blanco, “Hilarión Díez, provincial agustino y arzobispo de Manila en tiempos de crisis”, en Archivo Agustiniano, 86 (2004), págs. 3-75.

 

Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA

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