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Santos Gómez Marañón Curiel

Biografía

Gómez Marañón Curiel, Santos. Valladolid, 1.XI.1763 – Cebú (Filipinas), 23.X.1840. Agustino (OSA), obispo de Cebú (Filipinas).

Fue hijo de Bartolomé Marañón y Damiana Curiel. Ingresó en el colegio de los filipinos, donde profesó el día 1 de noviembre de 1779. En dicho real colegio seminario concluyó su carrera eclesiástica con gran lucimiento y demostrando notables cualidades para las ciencias exactas y naturales. Ejerció la docencia hasta 1788 y fue nombrado lector de Filosofía en dicho centro.

A principios de marzo de 1788 subió en La Galga, nao que partió de El Puerto de Santa María. La descripción que se hizo de él por los funcionarios de la Casa de Contratación fue ésta: “3. P. Santos Gómez Marañón, del Colegio de Valladolid; natural de id., de 25 años; P. C., pelo negro y ojos negros”.

Los primeros años de su estancia en Filipinos continuó dictando clases en el convento de San Pablo de Manila hasta que fue nombrado párroco del pueblo de Hagonoy, donde permaneció hasta mayo de 1796, en que salió para el curato de Pasig en Tagalos, para el que fue reelegido varias veces. Otros cargos desempeñados en el seno de la provincia agustiniana de Filipinas fueron los de profesor de Teología (1796- 1799), definidor provincial (1810) y superior provincial (1825-1829).

Gobernó a los frailes bajo su jurisdicción con celo, tacto y prudencia, lo cual no pasó desapercibido a las autoridades civiles que, cuando vacó la sede cebuana, lo incluyeron en la terna de candidatos. A pesar de ir en segundo lugar y de su resistencia a aceptar tal dignidad, el rey Fernando VII lo presentó ante el Solio Pontificio con la Real Orden remitida desde Madrid el 26 de julio de 1829. Su consagración episcopal tuvo lugar en la iglesia de San Agustín de Manila el 28 de octubre de 1830.

De su actuación al frente de la diócesis de Cebú merecen resaltarse tres puntos, todos ellos bien recogidos por su biógrafo el padre Santiago Vela. En su primera circular episcopal expresó su preocupación social al desear “enfermar con los enfermos”, por eso su caridad fructificó en la construcción de un hospital para leprosos: “Su generosidad y largueza se vieron liberalmente recompensadas cuando, tratando de reorganizar el hospital de lazarinos de Cebú, que había sido su preocupación constante, acudió a los vecinos pudientes y a los párrocos de los pueblos para arbitrar recursos suficientes que le permitieran ampliar el edificio, dar alimentación más escogida a los enfermos y dotarles de un capellán exclusivamente dedicado a su asistencia, y no sólo consiguió llevar a cabo estas mejoras, sino que a su solicitud se expidieran por las autoridades las órdenes oportunas para que los enfermos de aquella clase que existían en los pueblos de la provincia fueran remitidos a Cebú, donde encontraban un asilo de beneficencia que les libraba del aislamiento y abandono a que les condenaba su enfermedad contagiosa y repulsiva”.

Prelado sabio y erudito se preocupó no sólo de su propia ilustración, sino también de la formación de los pastores de su diócesis, por lo que, según Santiago Vela, “la instrucción del clero indígena fue también objeto de sus especiales cuidados, creando nuevas cátedras de asignaturas que los candidatos se veían precisados a cursar en Manila por no explicarse en el seminario diocesano, en el que puso un personal escogido e ilustrado que nada tenía que envidiar al que existía en otros centros semejantes... por estos medios pudo conseguir que su Diócesis contara con un clero celoso e ilustrado que era la corona de su Obispo”.

Pero su diócesis era muy extensa, por eso luchó, desde su primera visita pastoral, por la desmembración y creación de otra nueva. No le amilanaron las dificultades del proceloso océano ni de las intrincadas veredas que conducían a los pueblos, pero en diferentes memoriales expuso la necesidad urgente e inmediata de erigir un nuevo obispado para conseguir una mejor evangelización y administración. No lo vieron sus ojos, pero en 1867, gracias a su razonada y larga exposición, nacería la diócesis de Jaro.

Finalmente, afirma Santiago Vela que no se puede pasar por alto su afición a la “arquitectura, arte favorita que cultivó toda su vida y en la cual era peritísimo, como lo acreditan innumerables monumentos que para la gloria suya hoy se admiran. Siendo párroco de Pasig, en tagalos, hizo los artísticos jardines que ocupaban el atrio de la iglesia y convento, adornados con fuentes y saltos de agua, que no es aventurado afirmar fuera la primera obra de esa clase en Filipinas. La bonita iglesia con que dotó al Beaterio de aquel pueblo fue planeada y dirigida por él, así como cuyo es también el plano de la iglesia y torre de Pateros. Cuando era ya Obispo, construyó el palacio episcopal de Cebú, la hermosa torre de la catedral, y el panteón llamado de los obispos... Obras son también del Sr. Gómez Marañón el atrio de la iglesia y convento del Sto. Niño y el artístico templete de forma octogonal donde se conserva la primera cruz levantada por Magallanes, según se cree, a su llegada a Cebú. Suyos son además los planos del espacioso convento de Sibonga y de la esbelta y majestuosa torre de Argao, así como el de las iglesias de Naga y Oslob”.

El 13 de agosto de 1833 el trono le concedió la Cruz de Isabel la Católica. Siete años más tarde, después de una plácida agonía, entregó su alma al Creador en el palacio de Cebú el 23 de octubre de 1840.

 

Bibl.: J. Lanteri, Eremi Sacrae Augustinianae, t. II, Roma, 1875, pág. 137; R. Redondo, Pastorales y demás disposiciones circulares a los párrocos de esta diócesis de Cebú (y también a los de Jaro antes de su separación) por los Señores Obispos o sus Vicarios Generales para el buen gobierno de la diócesis, Manila, 1883, págs. 1-157; E. Jorde Pérez, Catálogo bio-bibliográfico de los religiosos agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila, Est. Tipográfico del Colegio de Santo Tomás, 1901, págs. 350- 351; G. de Santiago Vela, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, III, Madrid, Imprenta Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1917, págs. 131-136; M. Merino, Agustinos evangelizadores de Filipinas (1565-1965), Madrid, Archivo Agustiniano, 1965, págs. 358-359; I. Rodríguez, Historia de la Provincia Agustiniana del Smo. Nombre de Jesús de Filipinas, IX, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1974, págs. 215-216; I. Rodríguez y J. Álvarez, Al servicio del evangelio. Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, Valladolid, Estudio Agustiniano, 1996, págs. 279-280.

 

Isacio Rodríguez Rodríguez, OSA

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