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Esperanza Ignacia Blanc Ranzón

Biografía

Blanc Ranzón, Esperanza Ignacia. Barbastro (Huesca), 18.XII.1761 – Madrid, 1821. Hija de la Caridad (HC) de San Vicente de Paúl, superiora local en el Hospital de Santa María de Lérida, Escuelas de Barbastro e Inclusa de Madrid. Una de las fundadoras de la Compañía en España.

Nacida en el seno de una familia de buena posición, sus padres, Jorge Blanc y María Ranzón, se preocuparon de darle buena educación en una de las mejores escuelas de Barbastro, ciudad en la que había una comunidad de misioneros de la Congregación de la Misión desde 1752. Por ellos tuvo conocimiento de la Compañía de las Hijas de la Caridad a través de un folleto editado por el padre Fernando Nualart (1782). Convencida de que Dios la llamaba a seguirle en esta institución, se dirige a Barcelona acompañada de Manuela Lecina. Allí el padre Nualart reúne e instruye a las seis primeras postulantes españolas, entre las que se encuentra Esperanza. Parten para Narbona (Francia), el 18 de marzo de 1782, acompañadas del mismo padre Nualart para realizar su postulantado o prueba. Después de seis meses en el Hospital de Narbona, se dirigen a París para ser Hijas de la Caridad. Son recibidas por la superiora general, sor Magdalena Drouet (1778-1784), en la casa madre de la Compañía ubicada entonces en el barrio de San Dionisio, entorno de la parroquia de San Lázaro.

Ingresó en la Compañía el 25 de agosto de 1782, y después del tiempo reglamentario de formación en el seminario, es destinada a la enfermería de la Escuela Militar de Gros Caillou en París. Al estallar la Revolución francesa (1789), el embajador de España en París, conde de Fernán Núñez, y otras personas influyentes gestionan su vuelta a Barcelona. En primavera (26 de mayo de 1790) regresan para prestar sus servicios sanitarios y sociales en el Hospital de la Santa Cruz. Pronto surgieron conflictos con los administradores y se vieron obligadas a dejar el hospital y el servicio a los enfermos y niños abandonados (24 de junio de 1792).

La dispersión de las seis hermanas y dieciséis postulantes admitidas dio lugar a nuevas fundaciones en Barbastro y Lérida (1792), y el Hospital de Reus (1793). Sor Esperanza será la superiora de la comunidad del Hospital de Lérida, donde, con otras tres hermanas, organiza la fundación (25 de noviembre de 1792), ejerce como enfermera y actúa como maestra y pedagoga singular, compartiendo su labor educativa con la de formadora de las vocaciones jóvenes. A propuesta de sor Esperanza, Jerónimo María de las Torres, obispo de Lérida, autoriza a las hermanas a iniciar la acogida y cuidado de niños expósitos el mismo día del establecimiento de la comunidad, habilitando para este fin una sala del hospital. En esta institución permanece como superiora de 1792 a 1800. Al trasladarse a Madrid sor Manuela Lecina ocupará su lugar como superiora de la comunidad y directora de las escuelas de Barbastro. Allí continúa la labor educativa de su predecesora con tesón y entusiasmo atrayendo a bastantes jóvenes al carisma de la caridad y permanece hasta la invasión francesa (1808), fecha en que la comunidad se dispersa y sor Esperanza se ve obligada a refugiarse en Lérida.

Terminada la Guerra de la Independencia, vuelve a Barbastro para reorganizar las escuelas. Previamente envía una memoria (1 de septiembre de 1813) desde Lérida suplicando al Ayuntamiento que se admita su petición para poder reabrir las escuelas gratuitas para las niñas pobres de la ciudad. De nuevo se entrega a la acción educativa y con sor Manuela Lecina consigue imprimir en español, en la imprenta Isidro de Barbastro, las reglas de la Compañía, traducidas por el comendador de la Orden de San Juan de Malta, Francisco Zamora. A partir de 1815, la Junta de Damas de la Inclusa de Madrid solicita insistentemente su presencia como superiora de la institución, hecho que no será posible hasta los inicios de 1817. Desde su llegada a Madrid, apoya incondicionalmente la defensa de la identidad de la Compañía emprendida por sor Manuela. Con las señoras de la Junta busca los medios para hacer ver al Rey que no hay ninguna razón para cambiar las reglas dadas por san Vicente, hecho que había consumado el cardenal de Toledo con las hermanas del noviciado. El talante hábil y conciliador de sor Esperanza hizo posible que las separadas volviesen al redil mediante acta de reincorporación firmada por Antonio Allué, obispo de Gerona y confesor de la Reina (21 de septiembre de 1818).

Mientras tanto, su dedicación a los niños de la Inclusa y Colegio de La Paz, su prudencia y habilidad para la conciliación han obligado al historiador Pedro Vargas a considerarla como una de las superioras de mayor eco histórico entre las Hijas de la Caridad. Su correspondencia con la Reina, damas de la Junta de la Inclusa y miembros del Consejo de Castilla pone de relieve su prudencia y talante conciliador. Falleció en Madrid a los sesenta años de edad, tras una vida de entrega a la acción social y caritativa a favor de los necesitados.

 

Bibl.: R. Sanz, Compendio de la Historia de San Vicente de Paúl y de las Hijas de la Caridad, Madrid, Imprenta de Severiano Omaña, 1844; S. López Novoa, Historia de Barbastro, vol. I, Barcelona, Pablo Riera, 1861 (ed. facs., Barbastro, Sociedad Mercantil y Artesana, 1981); “Superioras y Visitadoras del Noviciado de las Hijas de la Caridad: Sor Esperanza Blanc”, en Anales Españoles de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad (AECMHC), (Madrid), 39 (1931), pág. 528; P. Nieto, Historia de las Hijas de la Caridad, vol. I, Madrid, Imprenta Regina, 1932; N. Mass, Fundación de las Hijas de la Caridad en España, vol. I, Madrid, 1976; S. López Novoa, Notas para la Historia de las Hijas de la Caridad en España, vol. II, Salamanca, Ceme, 1986; M.ª C. Hernández Zapatel, Las Hijas de la Caridad en España (1782-1856). Documentos, Salamanca, Ceme, 1988; J. Barceló, Las seis primeras y sus seguidoras, Barcelona, 1990; P. Vargas, Historia de las Hijas de la Caridad de la Provincia española, Madrid, 1996 (ed. digital por P. Junquera); M.ª Á. Infante Barrera, “Llegada de las Hijas de la Caridad a Madrid”, en AECMHC, 109 (2001), págs. 39- 65; Huellas para un camino: bicentenario del primer Seminario de las H.C., en AECMHC, 111 (2003), págs. 239-252.

 

Ángeles Infante Barrera, HC