Bueno y Villagrán, José. Jerez de la Frontera (Cádiz), 1786 – Madrid, 11.III.1850. Médico, último general de la congregación española de Hermanos de San Juan de Dios (OH).
Ingresó en el hospital de Cádiz e hizo la profesión religiosa en 1806. Estudió y se doctoró en Medicina y Cirugía en la Universidad de Cádiz. Sucesivamente fue prior de los hospitales del Puerto de Santa María y Córdoba, provincial de Sevilla y prior de Nuestra Señora de la Paz (Sevilla). En 1816 se hizo cargo, como médico, de la asistencia de los contagiados por la fiebre amarilla en el Puerto de Santa María, mereciendo que la Junta de Sanidad estampara un laudatorio informe: “[...] todos elogian la caritativa, puntual y constante asistencia que allí se dio desde el primer día hasta el último. Todavía más hizo el caritativo prelado: con el mismo interés se encargó de los enfermos que la Junta asistía en sus casas”, En 1830 fue elegido general y reelegido en 1836 con carácter vitalicio.
No obstante la turbulencia antirreligiosa de aquellos años, impulsó cuanto concernía a la buena formación de los religiosos en el espíritu del santo fundador y asistencia profesional de los enfermos, atento a que hubiera religiosos en la Universidad cursando Medicina y Cirugía y la carrera sacerdotal. Hizo imprimir varios libros manuales: Arte de enfermería, de fray José Bueno González, Madrid, 1832; Compendio del Bulario, de fray Manuel Roco, Madrid, 1832; y las Vidas de los Vbles. Juan Grande Pecador, del ilustrísimo señor Gerónimo Mascareñas, de Francisco Camacho, y del padre fray Domingo de Soria, a cuyas causas de beatificación dio nuevo impulso.
En 1832 apareció el cólera en Andalucía y se extendió por la Península haciendo estragos el año 1834.
Mandó el padre Bueno tener abiertos los hospitales para asistir a los contagiosos y que acudieran los religiosos a las poblaciones más atacadas por el mal, pereciendo algunos de ellos. Comprendida la Orden en el decreto de supresión de las comunidades religiosas menores de doce individuos profesos, de 25 de julio de 1835, se abandonaron cincuenta y dos hospitales en España y cinco en Filipinas y Cuba, quedando abiertos solamente los de Madrid, Granada, Jaén, Málaga, Sevilla y Cádiz. Recurrió el padre Bueno al Gobierno y consiguió que en el decreto de supresión total de 9 de marzo de 1836, “[...] fueran exceptuados los conventos de los Hospitalarios de San Juan de Dios, abiertos en la actualidad, con prohibición de recibir novicios y vestir el hábito”. Sólo pudieron acogerse a este decreto los hospitales de Madrid y Sevilla, pues los otros, exceptuados en el anterior decreto, se cerraron en el curso de 1835. Reducida a esta mínima situación la floreciente congregación española, el padre Bueno no perdió las esperanzas de verla restablecida, elevando reiteradas y respetuosas exposiciones al Gobierno y a la reina María Cristina.
Al no ser atendido, tomó prudentemente las medidas previsoras para salvar el archivo general, que trasladó a Sevilla, y los procesos de beatificación que se llevaban en Roma, que confió al padre general de la congregación de Italia. Minada su salud por el dolor y la pesadumbre, falleció santamente resignado con la voluntad de Dios en el Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios o de Antón Martín. A su muerte, la Junta de Beneficencia se hizo cargo del hospital y los pocos religiosos ancianos quedaron recluidos en la clausura. Con la muerte del padre José Bueno Villagrán quedó extinguida formalmente la Congregación Española de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios. Trescientos treinta y cinco hospitalarios quedaron exclaustrados en España con una pensión de cinco reales.
Bibl.: L. Pozo Zalamea, Caridad y Patriotismo, Barcelona, Orden Hospitalaria, 1917; J. G. Antía Martínez, Apuntes Biográficos de los Superiores Generales de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Madrid, Hospitalaria, 1927; J. C. Gómez Bueno, Historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, Granada, Archivo Interprovincial, 1963.
José Luis Martínez Gil, OH