Mélida Alinari, José Ramón. Madrid, 26.X.1856 – 30.XII.1933. Arqueólogo, historiador y novelista.
Nació en el seno de una familia burguesa. Su padre, Nicolás Mélida y Lizana (hijo de Blas Mélida, natural de la población zaragozana de Aljafarín; y María Teresa Lizana, natural de Azlor, Lérida), fue secretario de Su Majestad con ejercicio de decreto, ministro del Tribunal de Cuentas del Reino, superintendente de Hacienda, abogado y diputado a Cortes, ejerciendo la abogacía en el Ilustre Colegio de Madrid. De su madre, Leonor Alinari y Adarve, heredó las raíces artísticas que le había legado su padre florentino. Fue José Ramón el menor de varios hermanos (Enrique, Arturo, Federico, Alberto y Carmen), dos de los cuales llegaron a adquirir igualmente renombre en el campo de las humanidades: Arturo y Enrique. Alberto y Federico siguieron los pasos del padre y decidieron emprender el camino de la abogacía, acabando Alberto destinado en Puerto Rico, donde desempeñó un cargo oficial en la Administración de la isla. Carmen falleció con sólo dieciocho años.
Enrique era dieciocho años mayor que José Ramón y, a pesar de su pronta inclinación hacia las Bellas Artes, dedicó su juventud a estudiar la carrera de Derecho.
Sin embargo, no tardó en ganarse reputada fama como pintor de cuadros de género y retratos.
En 1883 cambió su residencia madrileña por París, tras casarse con María Bonnat, hermana del pintor francés Léon Bonnat.
El otro hermano, Arturo Mélida, destacó como escultor, arquitecto, pintor y decorador de excelente factura. Al igual que su hermano mayor Enrique, Arturo tuvo que renunciar a su anterior dedicación (la carrera militar), para volcarse en la faceta artística. Suyos fueron el Monumento a Colón, erigido en Madrid, y el sepulcro de Colón de la Catedral de Sevilla, así como la restauración de San Juan de los Reyes en Toledo, la construcción de pabellones en varias exposiciones y la restauración de distintos castillos y palacios.
Fue Arturo referencia familiar indiscutible y apoyo comprometido de su hermano José Ramón, a quien ayudó en la ilustración de novelas, como A orillas del Guadarza.
A la edad de diecisiete años se inició José Ramón Mélida en la titulación de la Escuela Superior de Diplomática.
Superó la prueba y pudo integrarse en el que sería su primer centro de formación oficial.
Este organismo surgió para encauzar y dar cobertura oficial a unos estudios, los de archivero —y por extensión, los de historiador—, que no gozaban de reconomiento institucional alguno. Profesores suyos fueron Juan de Dios de Rada y Delgado, Manuel de Assas y Juan Facundo Riaño, que habrían de marcar sus tempranas preferencias temáticas: la Arqueología egipcia, la Arqueología oriental y las Bellas Artes.
Una vez obtenido el título de la Escuela Superior de Diplomática, las aspiraciones de Mélida se centraron en el Museo Arqueológico Nacional. El 4 de febrero de 1876 fue nombrado, a petición suya, aspirante sin sueldo del Museo mencionado. Se le destinó entonces a la sección primera del mismo, que comprendía las salas de Prehistoria y Edad Antigua y que por entonces dirigía Rada y Delgado. Entre las colecciones que tuvo la ocasión de catalogar figuraban las de los señores Miró, Asensi y Abargues de Sostén.
En abril de 1881, Mélida ingresó como ayudante en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, lo que confirmaba su consagración como futuro funcionario y su inclusión en un foro formado por profesores y ex alumnos de la Escuela Superior de Diplomática. Un año más tarde apareció la primera obra de catalogación de Mélida, titulada Sobre los vasos griegos, etruscos e italo-griegos del Museo Arqueológico Nacional. Sentía la necesidad de aportar nuevos estudios y conocimientos en un campo tan poco estudiado en España como el de la cerámica griega, inspirándose para ello en el sistema utilizado por el arqueólogo belga barón de Witte. Trataba de marcar una nueva línea de estudio y de aplicar nuevos métodos acordes con las investigaciones gestadas en Europa.
En 1882 Mélida representó a España por primera vez en una exposición de Arte Ornamental Retrospectivo español y portugués, celebrada en Lisboa. Las repercusiones de la gestión de Mélida en la instalación de la exposición de Lisboa y sus relaciones con colegas portugueses se materializaron en los meses posteriores a la exposición. El 22 de marzo de 1882 fue elegido correspondiente por la Associaçaõ dos Jornalistas e Scriptores portuguezes de Lisboa, y el 31 de agosto del mismo año el rey de Portugal le nombró oficial de la Antigua, Nobilisima y Esclarecida Orden de Santiago, de mérito científico, literario y artístico.
En el plano editorial, José Ramón Mélida se encargó, junto con Joaquín Costa, de la sección de Arqueología y Bibliografía Crítica del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza entre 1882 y 1883.
Además, como hombre de letras que fue, cultivó el género novelesco. Durante veinte años de su vida — entre 1880 y 1901— llegó a publicar ocho novelas, que quedaron repartidas entre obras de inspiración histórica, drama, e incluso novelas con tintes de comedia.
Su labor de humanista se inscribe dentro de un movimiento regeneracionista temprano que apadrinaron otros hombres de letras aglutinados posteriormente en torno a la Generación del 98.
En la trayectoria formativa del Mélida arqueólogo, el año 1883 fue un verdadero punto de inflexión. Ese año realizó un viaje a París en el que tuvo la oportunidad de conocer museos y colecciones arqueológicas de gran importancia, sobre todo del Egipto Antiguo.
Pronto surgió en él una admiración por lo francés y por los avances que los vecinos del norte acometían en materia arqueológica, circunstancia que se veía favorecida por el monopolio casi exclusivo que tuvo la lengua francesa entre la clase cultivada de la Península.
Una Real Orden del 13 de octubre de 1884 le nombró ayudante de segundo grado del Cuerpo de Archiveros, Biliotecarios y Anticuarios, coincidiendo casi con su designación como jefe de la sección primera del Museo Arqueológico Nacional junto con Fernando Díez de Tejada y Francisco Álvarez-Ossorio.
El mismo año, Mélida publicó Sobre las esculturas de barro cocido, griegas, etruscas y romanas del Museo Arqueológico Nacional, obra cuyo objetivo era completar la serie de cerámicas artísticas antiguas que contenía el Museo Arqueológico Nacional, y que Mélida había iniciado en 1882.
En el último trimestre de 1884 Mélida afrontó su primera oposición para ocupar la Cátedra de Arqueología y Ordenación de Museos de la Escuela Especial (Superior) de Diplomática. Sin embargo, fue Juan Catalina García quien acabó consiguiendo la plaza, no exenta de polémica. Mientras acumulaba experiencia, tuvo la ocasión el madrileño de pronunciar conferencias en el Ateneo de Madrid y el Círculo de Bellas Artes durante estos años de formación.
El 28 de abril de 1892 falleció en París el hermano mayor de José Ramón, Enrique. El mismo año se celebró el IV Centenario del Descubrimiento de América, en el que intervino José Ramón colaborando en la instalación de las exposiciones históricas. Ejerció de secretario de la Comisión Instaladora de la Sección Española de la Exposición Americana y de jurado de la Exposición Histórico-Europea.
En el año 1897 se inició en la publicación de manuales.
El primero en ver la luz llevó por título Historia del Arte Griego y el segundo fue la Historia del Arte Egipcio. Ese mismo año, Mélida comenzó a “sentir la llamada” de la cultura ibérica, a raíz del revuelo que supuso el descubrimiento de la obra cumbre de la estatuaria ibérica: la Dama de Elche. En un principio, Mélida atribuyó el busto ilicitano al pueblo cartaginés, pero ya en 1904 comenzó a reconocer el componente indigenista de la pieza. El tratamiento de la cultura ibérica pasó a ser un tema preferencial a raíz de los acontecimientos que sucedieron al descubrimiento de la Dama de Elche (agosto de 1897) y al empeño del francés Pierre Paris por ver reconocida la originalidad de un arte indígena. Mélida participó de esta tendencia y encontró en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos su medio de expresión y publicación más dispuesto a divulgar los adelantos experimentados.
Otras publicaciones, los Boletines de la Real Academia de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando, incluyeron informes y artículos de José Ramón Mélida por espacio de más de cuatro décadas.
Coincidiendo con el desastroso año para España provocado por la pérdida de las colonias ultramarinas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, efectuó Mélida en el mes de abril de 1898 un viaje en el que recorrió los yacimientos y museos más espectaculares de países como Grecia, Turquía o Italia.
El 25 de marzo de 1899 fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para ocupar la vacante del recientemente fallecido crítico de arte Pedro de Madrazo y Kuntz, hermano del pintor Federico de Madrazo. El mismo año el madrileño se hizo cargo de la nueva edición de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, fundada en 1871 con el título de Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros.
Se trataba de la tercera etapa de la publicación.
El Museo de Reproducciones Artísticas fue su siguiente destino. En 1901 se hizo cargo Mélida de la dirección, que ocuparía durante dieciséis años, al tiempo que comenzaba una fructífera relación epistolar con George Bonsor, que se iba a prolongar hasta 1923.
En 1903 José Ramón Mélida retomó la polémica sobre las falsificaciones de las estatuillas de piedra arenisca encontradas a lo largo del siglo xix en el Cerro de los Santos, dentro del término municipal albacetense de Montealegre del Castillo. Su primera hipótesis había sido vertida en 1882 y atribuía a los fenicios el santuario del Cerro de los Santos. Poco a poco el Cerro de los Santos se fue convirtiendo en discusión arqueológica de primer orden. Su definitivo conocimiento entre los círculos intelectuales se había producido en 1875 a raíz del discurso de ingreso de Juan de Dios de la Rada y Delgado. Ya en 1903, Mélida afirmaba sin rodeos: “Estamos hoy autorizados para decir que hay un arte español o, si se quiere, ibérico, con igual título que se admite un arte chipriota y un arte etrusco, uno y otro procedentes asimismo de una mezcla del arte fenicio y del arte griego con ciertos elementos nacionales”. Durante cuatro años (entre 1903 y 1906), el madrileño abordó, en una serie de artículos en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, la cuestión de autenticidad de las estatuas del Cerro.
Los comienzos del siglo xx fueron testigos del período de gestación en el que se produjo el reconocimiento casi definitivo del arte ibérico, como un arte indígena propio de la península Ibérica.
Mélida fue propuesto académico de la Historia por la Medalla 24 en la sesión celebrada el día 26 de enero de 1906. Su recepción pública y la lectura del discurso tuvo lugar el 8 de diciembre de 1906, bajo el título de Iberia arqueológica ante-romana. Durante 1907 pronunció dos discursos en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, uno en honor de su amigo y compañero Narciso Sentenach y otro con motivo de un discurso inaugural leído por Enrique Serrano Fatigati.
Su primera gran obra de conjunto fue el Catálogo Monumental de Badajoz, elaborado entre los años 1907 y 1910. Se situaba en la línea de los Monumenta o los Corpus llevados a cabo por países europeos y representaba la incorporación de un pensamiento afirmativo y organizador, dominado por los preceptos positivistas y los planteamientos racionalistas, por la historiografía liberal que traía de Europa nuevos vientos de cambio. Completó esta labor con el catálogo correspondiente a la provincia de Cáceres, elaborado entre 1914 y 1916.
La excavación de la ciudad celtíbero-romana de Numancia representa uno de los capítulos más interesantes de la historia de la arqueología española. Por Real Orden de 29 de marzo de 1906, se dispuso el nombramiento de una comisión de excavaciones en la que figuraba el propio Mélida. Lo hizo en calidad de académico de San Fernando. Entre 1907 y 1913, las entregas seriadas bajo el epígrafe “Numantina” en El Correo fueron la principal vía de difusión para dar a conocer al gran público las novedades arqueológicas de Numancia; y entre 1916 y 1924 fueron las Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades las que divulgaron los resultados de los trabajos.
La culminación tuvo lugar el día 18 de septiembre de 1919, cuando José Ramón Mélida pronunció el discurso inaugural del Museo Numantino ante Su Majestad el rey Alfonso XIII.
La primera vez que apareció el nombre de José Ramón Mélida vinculado a un congreso fue en 1909 en la capital egipcia, El Cairo. Se trataba del Segundo Congreso Internacional de Arqueología, y el madrileño acudió en calidad de delegado del Gobierno y de la Real Academia de la Historia entre los días 7 y 15 de abril.
Posteriormente, Mélida tomó posesión de la Cátedra de Arqueología de la Universidad Central de Madrid en 1912, cargo que no abandonó hasta 1927.
El 13 de diciembre de 1913 fue nombrado decimocuarto anticuario de la Real Academia de la Historia, en sustitución de Fidel Fita.
La excavación de la ciudad romana de Mérida se convirtió en la mayor aportación del madrileño en su trayectoria como arqueólogo de campo. Con la experiencia acumulada durante cinco años de participación en las excavaciones llevadas a cabo en Numancia, este nuevo episodio catapultó a un Mélida ya maduro dentro de las grandes excavaciones acometidas en nuestro país a principios de siglo. El teatro era el monumento que más atención reclamaba y para su excavación Mélida contó con el concurso de la Subcomisión de Monumentos. Formaban parte de ésta: Juan Grajera, Manuel Gutiérrez, Casimiro González, Alfredo Pulido y Maximiliano Macías. Tras el teatro (1910-1915), fueron excavados el anfiteatro (1915- 1919), una casa-basílica romano-cristiana (1916), el circo (1920-1925) y la posescena del teatro (1929- 1931).
Uno de los momentos más relevantes en la trayectoria profesional de Mélida fue su nombramiento como director del Museo Arqueológico Nacional.
El día 8 de marzo de 1916 dejó de prestar servicio en el Museo de Reproducciones Artísticas —después de quince años ejerciendo el cargo— para dirigir la máxima institución museística nacional en el ámbito arqueológico. Gracias a su gestión, el Museo se nutrió de numerosas adquisiciones mientras ocupó el cargo de director.
A lo largo de su trayectoria como arqueólogo, fueron pocas las incursiones que Mélida hizo en el campo de la Prehistoria. Sin embargo, sus acercamientos a este período los llevó a cabo casi siempre a partir del análisis de la decoración cerámica, que le sirvió como guía para defender sus postulados.
Entre 1924 y 1925 acometió Mélida la excavación de Medinaceli. Escogió la ciudad romana de Ocilis para completar el cuadro arqueológico de la provincia de Soria, aportando así más luz sobre esta zona de la Península comprendida entre las provincias de Zaragoza, Guadalajara, Soria, y en la que el marqués de Cerralbo se había mostrado como el arqueólogo más activo.
Uno de sus mejores reconocimientos en el plano internacional le llegó en 1929 cuando fue elegido presidente efectivo del IV Congreso Internacional de Arqueología, celebrado en Barcelona entre los días 23 y 29 de septiembre. Además, Mélida fue designado presidente honorario de todos los congresos arqueológicos internacionales que fueran a celebrarse en lo sucesivo.
En el ámbito de la Arqueología internacional, una de las colaboraciones más activas del madrileño fue su aportación en 1930 al Corpus Vasorum Antiquorum.
El alma de este proyecto había sido el ceramógrafo francés Edmond Pottier. Ese mismo año de 1930, Mélida fue nombrado director honorario del Museo Arqueológico Nacional y presidente de la Junta de Patronato del mismo museo, después de hacer efectiva su dimisión al frente de la institución.
El máximo logro editorial de Mélida en el año 1931 fue, sin duda, la publicación de un capítulo en el volumen titulado Arte Clásico (Grecia y Roma), dirigido por el alemán Gerhart Rodenwaldt perteneciente a la Enciclopedia de Historia del Arte editada por Labor. Concretamente, el capítulo redactado por Mélida aparecía bajo el encabezamiento “El arte clásico en España”. Su último manual, titulado Arqueología clásica, y editado también por Labor, vio la luz en 1933.
Su vida estuvo constantemente salpicada de distinciones, nombramientos y méritos, como haber sido reclamado para formar parte de la Associazione Internazionale per gli Studi Mediterranei, con sede en Roma, en febrero de 1930; haber pertenecido a la Real Academia de Bellas Letras de Barcelona, la Hispanic Society of America de Nueva York, la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, la Sociedad Numismática Americana de Buenos Aires, la Sociedad de Anticuarios de Londres; o haber recibido distinciones como el premio Duseigneur de Arqueología por la Academia de Inscripciones y Bellas Letras de París, las Grandes Cruces de Isabel la Católica y Alfonso XII, la Gran Cruz Oficial de la Corona de Italia, de Leopoldo de Bélgica, de Instrucción Pública y la Gran Cruz de caballero de la Legión de Honor de Francia.
Obras de ~: El Sortilegio de Karnak, Madrid, 1880; Sobre los vasos griegos, etruscos e italo-griegos del Museo Arqueológico Nacional, Madrid, 1882; Diamantes americanos, Madrid, 1882; Sobre las esculturas de barro cocido, griegas, etruscas y romanas del Museo Arqueológico Nacional, Madrid, 1884; El demonio con faldas, Madrid, 1884; Luisa Minerva, Madrid, 1886; Historia del casco, Madrid, 1887; A orillas del Guadarza, Barcelona, 1887; Traducción del vocabulario de términos de Arte de J. Adeline, Madrid, 1888; Salomón, Rey de Israel, Barcelona, 1894; Don Juan decadente, Madrid, 1894; Historia del arte egipcio, Madrid, 1897; Historia del arte griego, Madrid, 1897; Viaje a Grecia y Turquía (Memoria oficial), Madrid, 1899; “El jinete ibérico”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 9 (1900), págs. 1-11; Siete veces feliz, Madrid, 1901; “Esculturas del Cerro de los Santos. Cuestión de autenticidad”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos (RABM) (1903-1906), págs. 8-14; Discursos de medallas y antigüedades que compuso el muy ilustre Sr. D. Martín de Gurrea y Aragón, Duque de Villahermosa, Conde de Ribagorza, Madrid, 1903; Conferencias dadas en el Museo de Reproducciones Artísticas en 1908 (resumen de V. Picatoste), Madrid, 1908; “Los bronces ibéricos y visigodos de la colección Vives. Suscripción pública para adquirirlos”, en RABM (1912), págs. 1-7; El Arte Antiguo y El Greco, Madrid, 1915; “El Museo Numantino”, en Raza española, 10 (1919), págs. 63-74; Excavaciones de Numancia, Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades (MJSEA), Madrid, 1916-1924; Excavaciones de Mérida, MJSEA, Madrid, 1916-1932; Tesoro de Aliseda, Madrid, 1921; Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres, Madrid, 1924; Catálogo Monumental de España. Provincia de Badajoz, Madrid, 1925-1926; Excavaciones de Ocilis, MJSEA, Madrid, 1926; Arqueología española, Barcelona, 1929; Corpus Vasorum Antiquorum. Espagne, fascículo I, Madrid, 1930; El tesoro de Lebrija, Madrid, 1932; Arqueología Clásica (de Editorial Labor), Barcelona, 1933; Corpus Vasorum Antiquorum. Espagne, fascículo II, Madrid, 1933.
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Daniel Casado Rigalt