Enríquez de Salamanca y Danvila, Fernando. Madrid, 10.VI.1880 – 9.IV.1966. Médico.
Nació en Madrid, en el seno de una familia numerosa, ilustrada y de abolengo, el 10 de junio de 1880. Su padre, Ángel, hijo del marqués de la Concepción; su madre, María, de familia valenciana, hija de Manuel Danvila, abogado e ilustre historiador.
El padre, Ángel, también abogado y fiscal del Tribunal Supremo, serio, recto y justo, que murió precozmente, dejando a la madre, de gran temple, con sus hijos. El matrimonio de Ángel y María, padres de Fernando, tuvo diecisiete hijos. Fernando era el duodécimo, familia con bien notoria fertilidad, presidida por la austeridad propia de las familias numerosas. Al parecer era niño frágil, asténico, que padeció una grave gastroenteritis que le debilitó considerablemente. Murieron siete de sus hermanos, por la alta mortalidad de aquellos años, víctimas de la difteria y de la meningitis, quedando Fernando, el séptimo de los supervivientes. El padre, Ángel, murió cuando Fernando contaba dieciséis años, conociendo las dificultades lógicas y quizás promoviendo la energía y el espíritu de lucha del hijo Fernando y que, en cierto modo, explica su forma de ser y comportamiento, duro de carácter y que sólo a sus personas queridas les guardaba bondad y afecto. Durante toda su vida conservó entrañable afecto a su madre. Las serias dificultades fueron acicate para su afán de saber, de conocer lo nuevo y la explicación de las cosas, lo que se unió a su gran capacidad intelectual, a su feliz memoria, explicándose, de esta forma, la gran facultad de trabajo, intuición y la perspicacia en los problemas médicos y clínicos con los que se afrontó.
Cursó la primera enseñanza en el colegio de los Escolapios de San Fernando, en la castiza calle de Mesón de Paredes, y fue el primero de su clase durante todos aquellos años. En la segunda enseñanza, se despertó en él la vocación a las Ciencias en general, Física, Química y Matemáticas. Toleraba mal y fue continuo crítico de los defectos e imperfecciones de la enseñanza.
Gran lector, conocía a la perfección el castellano, que lo hablaba y escribía correctamente. Hablaba, leía y escribía muy bien francés y alemán, y aprendió con facilidad posteriormente, inglés, lenguas imprescindibles para la adquisición científica.
Alumno muy destacado durante la licenciatura de Medicina, fue distinguido por sus condiscípulos para obtener el Premio Martínez Molina (para premiar al alumno más destacado de Anatomía), igualmente obtuvo sobresaliente y Premio Extraordinario en los grados de licenciado y doctor.
Discípulo del profesor Redondo Carranceja, clínico y docente extraordinario, del que, en 1915, fue auxiliar. éste, gracias a la comunidad de sus profesores y que permitía aumentar las camas docentes y la posibilidad de efectuar “prácticas clínicas”.
Dos características distinguieron al profesor Enríquez de Salamanca postlicenciado, su intenso estudio en Ciencias Básicas, Física, Química y Biología, amén de Matemáticas (de las que fue buen experto) y de Biología y del dominio de idiomas. Varios viajes y estancias en Centros Científicos en el extranjero le sirvieron para completar su ya amplia y profunda formación médica y cultural. Hay constancia de su preparación en Anatomía Patológica, que consiguió con el permanente estudio del Handbuch alemán de dicha especialidad, el que se llama el “Hancke- Lubarsch”, verdadera “biblia” de la Histopatología, así como sus estancias con los profesores Carracido y Casares, ya que conocía las bases que debía cultivar para ser experto, como lo fue, en Bioquímica y contribuir al desarrollo de la Medicina española que debía transcurrir por esos caminos, y no sólo por el de la Clínica. De inmediato realizó su tesis doctoral “La coagulación de la leche y su influencia sobre la digestión”, que mereció sobresaliente y Premio Extraordinario del doctorado.
Los que le conocieron, durante años, en su trabajo diario, pudieron recordar su carácter, de gran firmeza, persistencia y continuidad para enseñar, tal como señaló el profesor Simonena Zabalegui (1935). Especialmente dotado de vocación y destreza para la docencia, hombre siempre ávido del conocimiento en general, del saber, de los ideales históricos del ser vivo y de la vida, del espíritu y de Dios, de los fines y objetivos científicos para la explicación de los fenómenos clínicos. De conducta intachable en lo que creía y con su verdad, así como por su entrega “en cuerpo y alma” a la investigación clínica y básica, a la enseñanza y a su familia e instituciones en las que militó. Excelente médico clínico y maestro, que sabía enseñar el quehacer del profesional médico, abarcaba todos los campos de la Medicina Clínica. Sus libros y publicaciones poseen influjo magistral. Por su saber, se le debe calificar como magnífico internista integral.
El profesor Enríquez de Salamanca distribuía bien el tiempo que debía dedicar a la docencia, incluyendo la preparación perfecta de sus lecciones, el de la Docencia Clínica en las salas del hospital y el que realizaba a la investigación clínica y básica en el Laboratorio de Investigación de la cátedra dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, los primeros años en el Laboratorio de San Carlos y posteriormente en el Pabellón 1 de la Facultad de Medicina de la Ciudad Universitaria (plantas 3 y 4 del mismo), incluso después de jubilado.
Por las mañanas, en un ejercicio docente de excelencia, “pasaba visita” en las salas 13 y 33 del Hospital General y en las de hombres y mujeres de su Servicio de San Carlos. En estos lugares era habitual ver al doctor Enríquez de Salamanca rodeado de colaboradores y alumnos cumplir el citado cometido clínicodocente. Los sábados por la mañana atendía, con sus colaboradores, la Consulta Pública del Hospital General.
Año por año, tenía a gala explicar todas las lecciones de su programa en la cátedra 6.ª de la Facultad; los jueves, dedicaba una lección de clínica médica ante un enfermo al que exploraba, después de escuchar y comentar su historia clínica, desarrollando, como un auténtico maestro, la construcción de los juicios clínicos. En estas lecciones cabía apreciar mejor la magnitud de su magisterio.
Hombre enjuto, de mirada penetrante, nacido al final del siglo xix, se desarrolló intelectualmente en gran parte del siglo xx, en pleno auge de la Escuela Anatomoclínica; sabiamente relacionaba, ante cada enfermo o en todas sus lecciones, los aspectos anatomoclínicos, dedicando especial énfasis al concepto de la enfermedad y a sus características etiopatogénicas, pero enfatizando siempre en la clínica de la enfermedad.
El profesor Enríquez de Salamanca obtuvo en brillante oposición la cátedra de Patología y Clínica Médica de la Universidad Central en el año 1927. Desarrollaba la asignatura en tres años o cursos sucesivos; en el primero, Enfermedades del sistema digestivo, respiratorio y circulatorio; en el segundo, Enfermedades del riñón y del sistema nervioso, y en el tercero, Enfermedades infecciosas, endocrinología, metabolismo, nutrición y hematología. Las explicaciones teóricas las compartía los lunes y sábados en la cátedra con sus más inmediatos colaboradores. Durante muchos años, en la patología del aparato respiratorio recibía la ayuda del profesor José Zapatero Domínguez, y en los últimos años de los profesores adjuntos de la cátedra, José Luis Álvarez-Sala Moris, Julio Ortiz Vázquez y Amador Schüller Pérez.
Su labor en el laboratorio de investigación era muy notoria: Enseñanza de técnicas, resolución de dudas de sus colaboradores en materia de metodología, era experto organizador de equipos de investigación con la ayuda de sus más directos colaboradores en elAl poco tiempo obtiene por oposición, con el número 1, la plaza de médico del Hospital Provincial de Madrid, el más conocido como Hospital General, y entra a formar parte del prestigioso Cuerpo de la Beneficencia Provincial, sito a espaldas del Hospital Clínico de San Carlos, “prolongación” auténtica de laboratorio, tales como Poggio, García Morato, Tamarit, Otero de la Gándara, Ontoria, Tony Starling, Alberto Martínez, Ortiz Vázquez y Schüller Pérez.
Programaba y dirigía los temas de investigación prioritarios de su cátedra, como fueron la Exploración de la función gástrica, con su método original de estudio del jugo gástrico, el estudio de las porfirinas y porfirias (pionero en España de esta investigación que hoy continúa y desarrolla su hijo Rafael). Estudio de las proteínas sanguíneas y sus alteraciones; estudio de los estadios de inedia. En todos ellos dirigió múltiples programas de investigación básica y clínica, que fueron esenciales para la realización de publicaciones nacionales e internacionales, así como fundamento de diversas tesis doctorales. En este aspecto, el maestro Enríquez de Salamanca se esforzaba a diario en la dirección de todos los trabajos, labor que ejercía de una forma exquisita y amable, en los aspectos bioquímicos, clínicos y hasta en los estadísticos y matemáticos, en los que era especialmente docto. Era destacable la sabia orientación fisiopatológica, bioquímica, clínica y estadística que prestaba a los que tenían dudas.
Como docente poseía una gran vocación y capacidad innata para enseñar y “sabía como hacerlo”. De expresión concisa y clara, en un castellano perfecto, resaltando lo conceptual y esencial, y desarrollando sistemáticamente y con orden los criterios fisiopatológicos y clínicos. Siempre se creyó que tenían especial valor didáctico sus lecciones de patología general y de fisiopatología, que anteponía a aquellas propias de la Patología Médica.
Lecciones teóricas y de clínica médica, en el aula, insuperables, que quedan “vivas en el recuerdo”, como lo eran también sus conferencias, en cursos para los que era muy solicitado, pero que regulaba mucho para evitar le desviaran de su cometido esencial: la enseñanza del pre y postgraduado, su gran labor como maestro de la Medicina Interna y la Investigación.
Labor docente, que extendía a nivel del Laboratorio, dictando cursos sobre Investigación médica y clínica, Fisiopatología de la secreción gástrica, Porfirias, Metodología para investigar. A través de sus libros y publicaciones proyectó su capacidad docente. Dirigió la revista Medicina, ya en el año 1931 y fueron muy numerosas y diversas sus conferencias: sobre Mortalidad Infantil, La Ética y la Moral en la vida del médico, Cultura y asuntos médico-sociales, sobresaliendo por su excepcional preparación moral, religiosa, histórica, antropológica y filosófica.
Sus trabajos de mayor originalidad fueron “Procedimiento personal de exploración funcional gástrica” (1941) y “Exploración funcional gástrica” (1952), distintos a todos en uso y más completo que ellos, por lo que fue adoptado en el Instituto Pavlov de Rusia y en el laboratorio del profesor Hunt de Londres, y que permite conocer y valorar mejor las alteraciones fisiopatológicas gástricas. En su laboratorio de San Carlos se extraían, a diario, de 6 a 8 jugos gástricos o se enviaban al mismo para su estudio, llegando a ser uno de los primeros centros nacionales para el estudio de la secreción gástrica. Otro tema, también pionero en España, fueron las Porfirias y estudio de las porfirinas, también laboratorio de referencia en España y que actualmente prosiguió en la cátedra de su hijo Rafael (Hospital 12 de Octubre, Madrid).
En las investigaciones sobre porfirinas, tuvo la colaboración de Poggio y García Morato, y cuyo estudio posteriormente continuaron Ortiz Vázquez, Schüller Pérez y su hijo Rafael, con la casuística de las más numerosas en cuanto a la PHCT mundiales (A. Schüller y R. E. de Salamanca, 2001, Ed. Complutense).
Hay que significar que su método de exploración de la secreción gástrica, de gran originalidad, sirvió para hacer multitud de tesis doctorales, muchos trabajos y publicaciones nacionales e internacionales, y en la actualidad sigue siendo uno de los métodos más completos para el estudio de la secreción clorhidropépsica, tanto en su fracción clorhídrica como en el llamado jugo diluyente. Otro importante grupo o sección de trabajos de investigación fueron las proteínas y estudio de las disproteinemias en situaciones patológicas.
Debe destacarse la labor que Fernando Enríquez realizaba en el Instituto de Medicina Experimental (pabellón 1, plantas 3 y 4 de la Facultad de Medicina de la Ciudad Universitaria), verdadera extensión de investigación de su cátedra de San Carlos. Era él hombre de firmes ideales y de sólidos criterios en los aspectos políticos, morales, religiosos, universitarios y académicos; defendió con tesón aquello en lo que creía. Tuvo especiales dificultades en los años 1931 al 36, en los que alguna vez se vio apartado de las funciones propias de sus cargos. Siguió siempre rectas directrices, sin doblegarse, desviarse ni cambiar. En los años 1936 al 39, durante la Guerra Civil española, vivió en su casa de Ávila.
Al terminar aquélla se reintegró a su cátedra de San Carlos y al Hospital Provincial, y fue nombrado decano de la Facultad de Medicina de la entonces Universidad Central, cargo que ostentó hasta el año 1951, que fue sustituido por el profesor García Orcoyen. Juez instructor del tribunal de Depuraciones Políticas al profesorado de la Universidad de Madrid, está hoy demostrado documentalmente que la depuración fue muy amplia, mayor y más contundente aún en la Facultad de Medicina.
El 23 de junio de 1935 había sido elegido académico numerario de la Real Academia Nacional de Medicina, en la que ingresó con la Medalla y Sillón números 15 y con el discurso de recepción, con el tema de investigación propio “El comportamiento del estómago humano normal ante el estímulo del té de prueba”, pieza esencial para el conocimiento de la fisiología y fisiopatología gástricas, y al que contestó el doctor Antonio Simonena Zabalegui. Por votación es elegido en la Corporación académica vicepresidente (1942) y en octubre de 1946 presidente, que lo fue durante siete años, con especial actividad y ponderación.
Fernando Enríquez, clínico médico: una de las últimas y más excelentes figuras de maestro clínico e investigador. Investigador peculiar y a la par avezado clínico e inspirado docente. Enseñó cómo se debe hacer la Clínica, desde el interrogatorio, la anamnesia por aparatos y la exploración clínica. Describía los hallazgos clínicos sin innecesarias retóricas pero transcribiendo con veracidad lo observado.
Formó la Escuela de Enríquez de Salamanca, constituida por Manuel Bermejillo, José Zapatero Domínguez, Manuel Valdés Ruiz, Arturo Fernández-Cruz Liñán, Arsacio Peña, Fernando Civeira Otermin, Antonio Aznar Reig, Jesús Fernández-Muro y Noguera, Julio Ortiz Vázquez, Amador Schüller Pérez, José de Portugal Álvarez, Justo González Álvarez, Villalobos, Alberto Martínez, Muro, Dusko Jelavic.
Los libros, monografías y publicaciones fueron numerosos y ampliamente referatados. Cabe destacar su Tratado de Patología y Clínica Médica, con las aportaciones de sus colaboradores. Tomos dedicados a las enfermedades del aparato digestivo, circulatorio, respiratorio, sistema nervioso, metabolismo y nutrición, enfermedades hematológicas, todas con la Editorial Científico-Médica, y finalmente con Espasa Calpe, enfermedades del aparato locomotor con A. Schüller. Hizo una excelente monografía sobre Fisiopatología gástrica, otra sobre Hematología (con dos ediciones), una monografía de enfermedades del riñón, con la colaboración del doctor Carlos Jiménez Díaz. Se destacan los trabajos sobre Patogenia de la anemia perniciosa (1931), Síndrome talámico (1932), Tratamiento de la fiebre tifoidea (1933), Tratamiento de la traqueobronquitis aguda (1933), El Problema de la constitución (1932), La Regulación neurovegetativa del organismo (1931).
Fue médico de la Casa Real de España, representante de España en Congresos Internacionales, miembro correspondiente de la Sociedad de Patología Comparada (París), miembro de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires y de la de Ciencias de México, de la Asociación Cultural Hispano-Americana, miembro fundador con Jiménez Díaz y Agustín Pedro Pons de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), miembro del Consejo Nacional de Instrucción Pública. Primer Premio español de la Fundación Juan March. Premio Medalla de la Campaña, Caballero Gran Cruz de la Orden de la Medahuilla, Grandes Cruces de la Orden de Alfonso X el Sabio, de la de Isabel la Católica y la del Mérito Militar. Católico y practicante, fue durante años presidente de las Hermandades de San Cosme y San Damián.
El doctor Enríquez de Salamanca, catedrático y jefe de Servicio de Medicina Interna, se distinguió por su elevado nivel científico, clínico e investigador, inolvidable docente y maestro universitario y excepcional académico. Continuó trabajando después de su jubilación y de esta forma fallecía el 9 de abril de 1966.
Obras de ~: Manual de enfermedades del riñón, Madrid, Nieto y Compañía, 1922; Nefritis, Madrid, Jaime Ratés, 1924; La exploración funcional del estómago, Madrid, Suc. de Enrique Teodoro, 1930; Compendio de Hematología, Madrid, Tipografía Artística, 1931; “El fisiologismo gástrico según mi técnica exploratoria”, en Anales de la Real Academia Nacional de Medicina (ARANM) (1941), págs. 63-69; “Procedimiento personal de exploración funcional gástrica”, en ARANM (1941), págs. 32-47; “El metabolismo mineral en los subalimentados”, en ARANM (1942), págs. 81-98; Cursillo de conferencias sobre alimentación, Madrid, Industrias Gráficas, 1944; “Extracciones seriadas del té de prueba en sujetos normales”, en ARANM (1944), págs. 136- 146; “Porfiria congénita”, en ARANM (1946), págs. 149-159; “Intervención sobre aplasia genital femenina”, en ARANM (1947), págs. 294-295; “Intervención sobre estudios experimentales basados en la fluorescencia de los cuerpos de carácter causal en lo llamado cáncer”, en ARANM (1948), págs. 433- 435; Nuevos hechos y nuevas ideas sobre la Fisiopatología gástrica, Barcelona, Salvat, 1951; “Intervención sobre la coagulación, nueva técnica para el estudio de la coagulación de la sangre y su modificación por los distintos fármacos”, en ARANM (1952), págs. 439-440; Estudios de Fisiología gástrica, Madrid, Nuevas Gráficas, 1956; “Diagnóstico temprano del cáncer gástrico”, en ARANM (1960), págs. 453-460; con A. Schüller, Enfermedades del aparato locomotor, Madrid, Espasa Calpe, 1959; La mujer a través de los médicos, Madrid, Garsi, 1970.
Bibl.: Fernando Enríquez de Salamanca. A 1890, 1966, Madrid, Compañía Española de Penicilina, 1967; http://www.ranm.es/ index.php?option=com_content&view=article&id=911:enriquez-de-salamanca-y-danvila-fernando&catid=79:academicosde- numero-anteriores&Itemid=129; F. Pérez Peña, Exilio y depuración política en la Facultad de Medicina de San Carlos (sus profesores y la Guerra Civil), Madrid, Editorial Vision Net, 2005; J. Claret Miranda, El atroz desmoche. La destrucción de la universidad española por el franquismo, 1936-1945, Barcelona, Crítica, 2006; L. E. Otero Carvajal et al., La destrucción de la ciencia en España, Madrid, Editorial Complutense, 2010.
Amador Schüller