Hoyos y Vinent de la Torre, Antonio de. Marqués de Vinent (III). Madrid, 1882-1888 – 11.VI.1940. Escritor.
Segundo de los hijos de Isidoro de Hoyos y de la Torre, marqués de Hoyos y Grande de España, y de Isabel Vinent y O’Neill, marquesa de Vinent y dama noble de la reina María Luisa. La exposición de su biografía, cuajada de incógnitas aún no resueltas, comienza a hacerse patente en 1895, cuando su padre fue nombrado embajador español en la Corte de Austria-Hungría y la familia se trasladó a Viena, donde permaneció hasta 1898, y Antonio ingresó en el colegio teresiano de la capital austríaca, en el que, según recordaba, se inició en la literatura componiendo “cuentecillos” no exentos del candor propio de la edad. Su educación se completó posteriormente en Oxford y en Madrid.
De vuelta a España, y sin dejarse amilanar por la sordera que desarrolló como consecuencia de haber sufrido el sarampión, el joven participó de los hábitos comunes a la alta sociedad de las postrimerías de la Regencia y el principio del reinado de Alfonso XIII: asistió a reuniones y fiestas que le permitieron entrar en contacto con destacadas personalidades y veraneó en el norte, en Zarauz y Cestona, lo que le dio oportunidad de intimar con el padre Luis Coloma, cuya influencia se dejó sentir cuando el autor compuso su primera novela, Cuestión de ambiente (1903; prologada por Emilia Pardo Bazán), a la que siguieron otras, como Mors in vita (1904), Frivolidad (1905) o A flor de piel (1907), que, en diferentes proporciones, recogen la línea crítica de la narrativa de escándalo aristocrático que el jesuita había cultivado en Pequeñeces y que, por paradoja, convirtieron a Antonio de Hoyos en esos momentos, conforme apuntaba José María Carretero en 1917, en el “novelista de la aristocracia” por excelencia, supuestamente leído y admirado por las mismas gentes a quienes censuraba en sus textos. Por estas fechas, estrenó en el teatro Campoamor de Oviedo, en 1904, la primera de sus escasas obras teatrales, la comedia Un alto en la vida errante, que nació de una colaboración con Ramón Pérez de Ayala, y dirigió la revista de sociedad Gran Mundo y Sport.
En 1909 dio a la imprenta Los emigrantes, novela con la que sancionaba un cambio de rumbo temático hacia lo que, en última instancia, mejor concretó sus intereses, vinculados a un erotismo decadentista de múltiples implicaciones que tomó definitiva carta de naturaleza en 1910, con la publicación del libro de cuentos Del huerto del pecado, y se fue afianzando a través de algunos de sus títulos más notables, como La vejez de Heliogábalo (novela, 1912) o El pecado y la noche (relatos, 1913). Fue ésta una etapa brillante para el escritor: realizó numerosos viajes; su talento empezó a ser reconocido, su nombre adquirió popularidad merced a la colaboración en colecciones de novela corta de gran tirada, como El Cuento Semanal, y fue consolidando una amplia cultura. En paralelo, tan fin de siècle en su vida como en su obra, comenzó a mostrar la acusada personalidad (extrema elegancia, homosexualidad nunca ocultada, transgresión de las convenciones) que hizo de él uno de los más destacados y conscientes representantes del dandismo hispánico. El estallido de la Gran Guerra le sorprendió en París.
Los años de la contienda fueron de gran intensidad para Antonio de Hoyos; muchas de sus narraciones más celebradas y significativas —El monstruo (1915), El caso clínico (1916) o El crimen del fauno (1916)— aparecieron en este lapso de tiempo y su producción se enriqueció ahora con la sustancial labor periodística que desarrolló en diferentes medios y que, junto al gran cuentista, en particular de lo fantástico y lo extraño, que tantas veces asomó a las páginas del semanario La Esfera, descubrió, en el periódico El Día, al crítico literario y al cronista cultural, pero también al hombre preocupado por una situación nacional cada vez más insostenible.
De aquí en adelante no abandonó Hoyos esa actitud de atención a su entorno. Lo que, además de explicar que en novelas, como El árbol genealógico (1918) o Las lobas de arrabal (1920), se dieran cita el tremendismo naturalista o la fascinación por lo canalla y el aliento de denuncia de una realidad corrupta, ayuda a comprender que su bibliografía se nutriera con volúmenes como Peregrinaciones apasionadas. Las hogueras de Castilla (1919) —poético y evocador recorrido por diversas ciudades castellanas— o que, tras el golpe de Estado del general Primo de Rivera, firmara en el diario ABC artículos en los que, esperanzado con el cambio, no parecía sentirse incómodo con el Directorio, al menos en sus primeros compases. Más tarde abominaría de tales opiniones.
A estas alturas, el escritor era ya marqués de Vinent, pues había heredado el título tras el fallecimiento de su madre. Su literatura había traspasado fronteras con la traducción a diversos idiomas de La vejez de Heliogábalo, El monstruo o El árbol genealógico; sin embargo, los testimonios de algunos de sus contemporáneos, como Rafael Cansinos Assens, lo presentaban en el inicio de su declive no sólo físico sino artístico, por lo que, sin renunciar a su manera más característica, trató de abrir nuevas vías a través de un pseudoensayismo, entre filosófico y científico, que se plasmó en El secreto de la vida y de la muerte (1924) o América. El libro de los orígenes (1927), e intentó el cultivo de lo que él denominaba “novela filosófica” en La curva peligrosa (1925).
Con la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931, recuperó su faceta de analista socio-político; surgieron así libros como El derecho a la vida (1931), donde sintetizó sus ideas fundamentales sobre el nuevo régimen y los problemas a que debía hacer frente. Para entonces ya había conocido a Ángel Pestaña, con quien trabó una sólida amistad, de modo que cuando el líder anarquista fundó el Partido Sindicalista, Hoyos ingresó en sus filas, culminando así su personal evolución ideológica. La vehemencia con que defendió los ideales pestañistas se hizo patente desde septiembre de 1935 hasta marzo de 1939 a través de las numerosísimas colaboraciones en El Sindicalista, órgano de esa agrupación política. Durante la Guerra Civil suscitó la admiración de determinados sectores de la izquierda que veían en él el ejemplo de quien todo lo ha tenido y a todo ha renunciado en aras de la lucha popular. De ahí el proyecto de solicitar para él la Medalla de Oro de Madrid (que no se le concedería) y el homenaje que se le tributó el 2 de octubre de 1938, en los bajos del teatro Lope de Vega, al que asistió el alcalde de la capital.
Tras la entrada de las tropas franquistas en Madrid, fue detenido el 4 de abril de 1939; ingresó en la prisión de Porlier, donde, condenado por un delito de adhesión a la rebelión a una pena de treinta años de reclusión mayor, permaneció hasta su muerte.
Obras de ~: Cuestión de ambiente, Madrid, Idamor Moreno, 1903; Mors in vita, Madrid, Idamor Moreno, s. f. [1904]; con R. Pérez de Ayala, Un alto en la vida errante (¿inéd.?); Frivolidad, Madrid, Idamor Moreno, 1905; A flor de piel, Madrid, Idamor Moreno, 1907; La decadencia. Los emigrantes, Madrid, Artes Gráficas Mateu, 1909; Del huerto del pecado, Madrid, Primitivo Fernández, 1910; La vejez de Heliogábalo, Madrid, Renacimiento, 1912; El pecado y la noche, Madrid, Renacimiento, 1913; El monstruo, Madrid, Hispania, s. f. [1915]; El caso clínico, en La Novela Corta, n.º 3 (29 de enero de 1916); El crimen del fauno, en La Novela Corta, n.º 26 (1 de julio de 1916); El árbol genealógico, Madrid, Hispania, s. f. [1918]; Peregrinaciones apasionadas. Las hogueras de Castilla, Madrid, Biblioteca Estrella, 1919; Las lobas de arrabal, Madrid, Hispania, s. f. [1920]; El secreto de la vida y de la muerte. Exploraciones, Madrid, Hispania, 1924; La curva peligrosa, Madrid, Hispania, 1925; América. El libro de los orígenes, Madrid, Sociedad General Española de Librería, 1927; El derecho a la vida. Observaciones pertinentes al momento español, Madrid, CIAP, s. f. [1931].
Bibl.: J. M. Carretero [El Caballero Audaz], “Nuestras visitas. Antonio de Hoyos y Vinent”, en La Esfera, n.º 110 (5 de febrero de 1916), s. p.; R. Cansinos Assens, “Antonio de Hoyos y Vinent”, en La nueva literatura, IV. La evolución de la novela, Madrid, Páez, 1927, págs. 53-95; P. Suero, “Antonio de Hoyos y Vinent, escritor, marqués y sindicalista”, en España levanta el puño, Buenos Aires, Noticias Gráficas, s. f. [¿1937?], págs. 157-161; R. Gómez de la Serna, “Antonio de Hoyos”, en Retratos completos, Madrid, Aguilar, 1961, págs. 468-472; R. Cansinos Assens, La novela de un literato (Hombres-Ideas- Efemérides-Anécdotas [...]), Madrid, Alianza Editorial, 3 vols., 1982, págs. 114-115, 211-212 y 333-340, 1985, págs. 248-249 y 399, y 1995, págs. 76-77, 109-110 y 175-176; L. A. de Villena, “Antonio de Hoyos y Vinent, la pose y la decadencia”, en Corsarios de guante amarillo. Sobre el dandysmo, Barcelona, Tusquets, 1983, págs. 113-121 (nueva edición: Madrid, Valdemar, 2003); A. Cruz Casado, “Modernismo y parodia en la narrativa de Hoyos y Vinent”, en G. Carnero (ed.), Actas del Congreso Internacional sobre el Modernismo Español e Hispanoamericano y sus raíces andaluzas y cordobesas (Córdoba, 1985), Córdoba, Diputación, 1987, págs. 399-407; C.-N. Robin, “El expresionismo en Hoyos y Vinent”, en Angélica. Revista de Literatura, n.º 2 (1991), págs. 107-114; M.ª del C. Alfonso García, “El teatro olvidado de un decadentista (Antonio de Hoyos y Vinent)”, en Salina. Revista de Lletres, n.º 11 (1997), págs. 149-158; M.ª C. Alfonso García, Antonio de Hoyos y Vinent, una figura del decadentismo hispánico, Oviedo, Universidad, Departamento de Filología Española, 1998, págs. 290-301; “Dandismo, decadentismo, imagen pública: De cómo y por qué Antonio de Hoyos y Vinent creó a Julito Calabrés”, en Archivum, n.º XLVIII-XLXIX (1998-1999 [pero 2001]), págs. 7-65; M. Comellas, “Teoría literaria e ideología política: la trayectoria final de Hoyos y Vinent”, en Boletín del Museo Camón Aznar, n.º LXXXVIII (2002), págs. 41-82; B. Sáez Martínez, Las sombras del Modernismo: una aproximación al decadentismo en España, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2004.
María del Carmen Alfonso García