Aguilera López, Ricardo. Málaga, 21.VIII.1912 – Madrid, 10.IX.1972. Editor, escritor y ajedrecista.
Ricardo Aguilera se formó como ajedrecista en los torneos locales de Málaga. Desde 1941 residió en Madrid y, en poco tiempo, unió su nombre al círculo de ajedrecistas destacados de la capital. Jugador rápido y combativo, obtuvo varios premios por la belleza de sus partidas disputadas en las fases previas del Campeonato de Castilla. No pudo, sin embargo, dedicar al juego y a la exigente competición las energías y el tiempo necesario, pues su precaria salud se lo impidió. Su contribución al ajedrez se debió a su vocación como editor. En 1943 comienza una larga colaboración con la Federación Española de Ajedrez (FEDA) que le confía su programa de publicaciones, sobre todo como responsable editorial de la revista El Ajedrez Español. A sus dotes de organizador se debieron los encuentros por radio entre Argentina y España en 1946 y 1949, los Concursos Permanentes de Ajedrez Postal que puso en marcha en 1946 y la realización del Gran Torneo Internacional de Madrid de 1951.
La difícil década de los años cuarenta no parecía propicia para el ajedrez español, dada la situación política de aislamiento. La FEDA había sido expulsada de los organismos internacionales al acabar la guerra y no reingresó en la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) hasta 1948. Se contaba, eso sí, con una afición cada vez más numerosa y entusiasta, apenas formada e informada. Escasísimos los libros, los locales de juego, los propios trebejos..., apenas había presupuesto para montar las competiciones oficiales. Y, no obstante, el ajedrez español comenzó a dar síntomas de gran vitalidad, con la aparición de nuevos talentos y la organización de torneos sociales.
Hubo, para ello, una conjunción de factores.
Unos, de carácter interno, como el fenómeno Arturito Pomar, que popularizó el juego en toda la escala social. O que el campeón del mundo, Alexander Alekhine, viviera los últimos años de su vida recorriendo España. Otros factores llegaron como revulsivo de lo que acontecía en el mundo. El propio conocimiento teórico del juego había progresado desde la anterior década en tal medida que se revisaron y corrigieron no pocos dogmas del clasicismo. También, la estimulante pugna habida entre José Raúl Capablanca y Alexander Alekhine y el surgimiento de la pléyade de la escuela soviética.
Ricardo Aguilera vivió intensamente esta evolución.
Captó los anhelos de una nueva generación y gozó de la amistad de muchos de los protagonistas de esta época de novedades y cambios. Desde su propio sello editorial proporcionó en 1947 al ajedrecista lector en español un bagaje imprescindible en su formación y comprensión del ajedrez. Publicó la obra de Capablanca y de Alekhine, de Richard Réti, de Aaron Nimzowich, y de otros jugadores internacionales de ajedrez, así como la de los jugadores y teóricos españoles: Román Torán, Arturo Pomar, Manuel Golmayo, José Sanz, Julio Ganzo, entre otros. Aportó, entre los primeros títulos, un librito de su propia creación, Pequeño ajedrez, rebautizado Tratado elemental de ajedrez, un adecuado manual para niños que tuvo gran difusión.
Entre 1950 y 1954 compartió estas tareas con la de dirección de Ajedrez Español, muchas de cuyas páginas cubrió regularmente con artículos y reportajes.
Su cuidada prosa, soterrado humor y fina ironía, destacaron en un género por lo general tan áspero como la crónica ajedrecística. Todavía en esos años compaginaba libros y revistas con su actividad como jugador del Real Madrid; a partir de 1959 se concentró en su editorial, a la que dio un nuevo impulso con la contratación de obras de los maestros soviéticos. Los años sesenta consolidaron su ya amplio catálogo de ajedrez, que enriqueció con la publicación de sus tres libros sobre aperturas, obras maestras de pedagogía ajedrecística.
Ricardo Aguilera, un humanista de múltiples motivaciones, no se redujo, no obstante su inmensa afición, al ajedrez. En sus inicios ya se interesó por la creación literaria, editó la obra de algunos autores noveles, destacando la publicación de una de las primeras obras de Camilo José Cela, El gallego y su cuadrilla de 1949. También lanzó una colección de reproducciones de arte, Gráficos Españoles. A partir de la Ley de Prensa de 1966 de Manuel Fraga, sacó adelante la Colección Orbe, que acogió clásicos de la filosofía, ensayos literarios y, sobre todo, libros políticos.
La iniciativa, pionera en esos momentos del “aperturismo” español, tuvo éxito, pero proporcionó a su promotor muy serios problemas con el Ministerio de Información y Turismo. Poco antes, en 1964, había hecho realidad otro proyecto al abrir la Librería de Ciencias Humanas en el corazón de la Ciudad Universitaria de Madrid.
En 1972, cristalizó otra de sus pasiones y afanes de toda una vida, como lo fue su faceta cervantista, al ver publicada su obra Intención y silencio en el Quijote.
Ese mismo año, poco después de su muerte, apareció su último libro, El ajedrez, curso completo, manual para toda clase de debutantes que alcanzó una difusión extraordinaria.
Obras de ~: Pequeño ajedrez, Madrid, Ricardo Aguilera Editor, 1947; con F. J. Pérez, Ajedrez hipermoderno, Madrid, Ediciones Castilla, 1947; Taquigrafía ordenada, Madrid, Editorial Saturnino Calleja, 1953; El error en la apertura, Madrid, Ricardo Aguilera Editor, 1964; El espíritu de la apertura, Madrid, Ricardo Aguilera Editor, 1966; 500 Celadas y combinaciones en las aperturas, Madrid, Ricardo Aguilera Editor, 1966; Intención y silencio en el Quijote, Madrid, Editorial Ayuso, 1972; El ajedrez. Curso completo, Madrid, Alianza Editorial, 1972.
Bibl.: J. Ganzo, “Ricardo Aguilera y el ajedrez”, en Revista Jaque (San Sebastián), n.º 12 (noviembre de 1972), págs. 39-41; Encuentro Argentina-España: todas las partidas del memorable encuentro de ajedrez radiotelégrafico celebrado el 12 de octubre de 1946, Madrid, Editorial Ajedrez Español, 1946, págs. 15 y 115-118.
Pablo Aguilera Ramírez