Ayuda

Vicente Genaro Quesada Arango

Biografía

Quesada Arango, Vicente Genaro de. Marqués de Moncayo (I). La Habana (Cuba), 19.IX.1782 – Hortaleza (Madrid), 15.VIII.1836. Teniente general del Ejército, prócer del Reino, virrey de Navarra.

Hijo del coronel Juan Nepomuceno Quesada y de María Josefa Arango. A los doce años, su padre le nombró cadete del Batallón de Infantería de Cuba y dos años después gestionó su traslado al Real Cuerpo de Guardias de Infantería Walonas, en cuyas filas asistió al combate de Mahón en 1798, siendo recompensado con el ascenso a alférez. Diez años después, se hizo célebre por haber sido el autor material de la detención de Godoy durante el Motín de Aranjuez, y a las seis semanas se sumó al alzamiento popular del 2 de mayo de 1808 en Madrid.

En la madrugada del día 6 huyó de la capital y se presentó en Badajoz a la Junta de Extremadura, que le concedió el grado de teniente coronel y le puso al mando del 4.º Batallón de la Guardia Walona, con el que partió hacia Burgos, integrado en el Ejército mandado por el conde de Belveder. En la derrota de Gamonal (10 de noviembre de 1808), que abrió el camino de Madrid a las tropas de Napoleón, su fama se acrecentó al ser sus tropas, junto a las de Díaz Porlier, que ocupaban los dos flancos del dispositivo, las únicas que se mantuvieron firmes frente a los cuarenta y cinco mil hombres del mariscal Bessieres.

Diezmada su unidad y evacuado a Burgos con once heridas, fue hecho prisionero por los franceses y trasladado al depósito de Dijon, del que se fugó. Vuelto a ser capturado se le internó en un castillo, del que intentó evadirse en dos ocasiones. En agosto de 1811, logrado su objetivo, se presentó en Cataluña y fue enviado a Cádiz. Ascendido a capitán de la Guardia Walona en enero de 1812, contrajo matrimonio con la gaditana María Luisa Matheu y Lacasa. En julio participó con el 4.º Ejército en la batalla del río Santi Petri, con la que se logró levantar el sitio de Cádiz, y en la recuperación de Sevilla.

El 6 de diciembre, fue destinado al 3.er Ejército, al mando del Batallón de Cazadores de la Guardia Walona, y el 31, ascendido a coronel, fue nombrado corregidor y gobernador militar de las Cuatro Villas de la Costa de Santander. Destacado adversario de los constitucionalistas, se le confirmó en el cargo tras regresar Fernando VII de su cautiverio, y se premiaron sus servicios a la causa del absolutismo con los empleos de brigadier (4 de diciembre de 1814) y mariscal de campo (31 de julio de 1818).

El 13 de marzo de 1820, al jurar el Rey la Constitución, fue destituido y residenciado en Granada.

Cuando se dirigía allí emprendió la huida a Francia, pero fue localizado en Vitoria y enviado a prisión, de la que se fugó el 31 de diciembre. Exiliado en Bayona, se sumó a la conspiración anticonstitucional, y, el 4 de junio de 1822, el capitán general Francisco Ramón de Eguía, por delegación de Fernando VII, le concedió el mando de las partidas realistas reclutadas por la Junta Gubernativa Interna de Navarra, con las que batió en diversas acciones a las tropas liberales.

Apenas constituida la llamada Regencia de Urgel, un emisario se puso en contacto con él y le convenció para que pasase a combatir a Cataluña y se pusiera al servicio de la Regencia, lo que hizo el 30 de agosto, forzando a Eguía a reconocer la autoridad de la misma. Mina liquidó aquel entramado con poco esfuerzo y Eguía se vengó de Quesada desposeyéndole del mando, que hubo de ceder a Carlos O’Donnell.

En febrero de 1823, a punto de cruzar la frontera los Cien Mil Hijos de San Luis, Eguía le nombró capitán general de las Provincias Vascongadas y jefe del Ejército Realista que debía acompañar a las tropas de Angulema. En abril, tras cruzar éstas la frontera, cedió la Capitanía General a Manuel Llauder y acompañó a los franceses hasta Madrid, siendo nombrado capitán general de Castilla la Nueva, cargo que no llegó a ocupar por preferir Angulema que continuase al mando de las tropas que debían avanzar sobre Sevilla por la ruta de Extremadura.

Liberado Fernando VII y disuelto el Ejército Realista, fue nombrado capitán general de Galicia, pero en diciembre, cuando el Rey regresó a Madrid, recompensó sus servicios a la causa del absolutismo con el empleo de teniente general y el cargo de gobernador militar de Madrid. En agosto de 1824, pasó a desempeñar la Capitanía General de Granada; en febrero de 1825 la de Valencia; en junio la de Guipúzcoa, y el 4 de agosto fue enviado a Sevilla, al día siguiente de que un grupo de liberales congregado en Gibraltar y mandado por el coronel Valdés ocupara por sorpresa Tarifa. La guarnición de Algeciras asaltó la plaza y encarceló a unos trescientos hombres, a los que Quesada ordenó ejecutar el día 20, nada más tomar posesión de su cargo.

Sin embargo, durante su estancia en Sevilla, a la par que la inmensa mayoría de los militares de la época, su radicalismo absolutista se fue moderando y empezó a contemplar la necesidad de mitigar la represión y reformar la estructura estatal. Debido a ello, cuando en marzo de 1831 el coronel Manzanares desembarcó en Gestares y parte de las guarniciones de Cádiz y San Fernando se sumaron al levantamiento, Quesada, después de apresar a los implicados en Vejer de la Frontera, ordenó fusilar a Manzanares pero se negó a ejecutar al resto de los insurrectos, tal como Fernando VII había dispuesto e hizo poco después el capitán general de Granada con Torrijos y sus cincuenta y dos compañeros. Esta actitud y su resistencia a prestar apoyo a los Voluntarios Realistas, poderosa milicia de mayor entidad que el Ejército Regular y que constituía el más firme bastión del absolutismo, motivaron su cese y traslado a Madrid.

La reina María Cristina, cuando el 6 de octubre de 1832 asumió el control del gobierno por enfermedad de su esposo, envió a Sevilla al marqués de las Amarillas y confió a Quesada los decisivos cargos de comandante general de la Guardia Real de Infantería e inspector general de Infantería, desde donde procedió a socavar la pujanza de los Voluntarios Realistas y a neutralizar a los mandos de ideas absolutistas, entre ellos al coronel Tomás Zumalacárregui, que había sido su ayudante en 1823.

Al morir Fernando VII y descubrirse que su testamento nombraba a Amarillas miembro del Consejo de Gobierno, el ministro de la Guerra, José de la Cruz, aprovechó la ocasión para deshacerse de Quesada, harto de que se inmiscuyera en asuntos políticos, y decidió que volviera a Sevilla. Éste se negó a ir, aunque aceptó el cargo de capitán general de Castilla la Vieja para combatir el incipiente levantamiento carlista. El 3 de enero de 1834, pacificado el distrito y expulsadas a Portugal las partidas de Nuevillas y del cura Merino, María Cristina le honró con el título de marqués de Moncayo.

Ofendido porque no le repusiese además en el mando de la Guardia Real, dirigió un duro escrito a la Reina gobernadora, que los liberales se ocuparon de difundir, instándole a cesar a Cea Bermúdez y a convocar Cortes constituyentes. El poder paralelo del Consejo de Gobierno respaldó su iniciativa, que incidía en la hecha unas semanas antes por el capitán general de Barcelona, Manuel Llauder, y la Reina nombró presidente del Consejo de Ministros a Martínez de la Rosa, con el compromiso de redactar un texto constitucional, el futuro Estatuto Real.

En febrero, el ministro de la Guerra, Zarco del Valle, sin relevarle de la Capitanía General de Castilla la Vieja, le puso al frente del llamado Ejército de Operaciones del Norte, integrado en realidad por las escasas fuerzas que operaban en Navarra y Guipúzcoa, por lo que fue preciso nombrarle de forma interina virrey y capitán general de sendos territorios.

A su llegada a Pamplona intentó sin éxito llegar a un acuerdo con Zumalacárregui, pero la lucha armada se recrudeció y las tropas liberales no fueron capaces, tras cinco meses de escaramuzas por el Pirineo navarro, ni de localizar su diminuta partida ni de forzarla a presentar batalla. El 17 de junio, Quesada fue elegido prócer del Reino y cuatro días después, resuelta favorablemente la cuestión sucesoria portuguesa, Zarco decidió aunar bajo el mando del teniente general José Ramón Rodil los Ejércitos del Norte y de Portugal. En compensación, nombró a Quesada jefe de la Guardia Real de Infantería y capitán general de Madrid, donde desbarató diversas conspiraciones carlistas y ultraliberales.

Un año después, en junio de 1835, el conde de Toreno se hizo cargo del gobierno y nombró ministro de la Guerra a Amarillas. Éste quiso poner a Quesada al frente del Cuerpo de Ejército de Reserva, bajo el mando del jefe del Ejército del Norte, Luis Fernández de Córdova, puesto que no aceptó por preferir seguir en la Guardia. Sin embargo, en julio, Amarillas decidió unificar el mando de la Guardia Real para ahorrar gastos, lo que obligaba a cesar a Quesada, quien se consideró agraviado y se negó a desempeñar cargo alguno.

El 14 de agosto, la Milicia Urbana de Madrid se alzó en armas y el resentido Quesada conferenció con los amotinados en la Plaza Mayor y se ofreció a gestionar un cambio de gobierno. Al exigírsele además que se proclamara la Constitución de 1812, les abandonó y se puso a disposición del ministro del Interior, quien le encomendó reprimir expeditivamente la sublevación, con lo que se ganó la inquina de los liberales exaltados.

La Reina gobernadora, en muestra de agradecimiento, insistió para que se le repusiera en el mando de la Guardia Real y en la Capitanía General de Madrid, lo que provocó inmediatamente la dimisión de Amarillas, y pocos días después el relevo de Toreno por Mendizábal.

El 4 de agosto de 1836, tras reprimir un nuevo intento de proclamar la Constitución de 1812, ordenó el desarme de la Milicia Urbana de Madrid. Como consecuencia, el Ayuntamiento en pleno dimitió y la tropa abrió fuego contra la multitud armada de garrotes.

Diez días después, los sargentos de la Guardia Real Provincial de Infantería, encargada de proteger el Palacio de La Granja, obligaron a la Reina gobernadora a jurar la Constitución de 1812. Quesada se ofreció a marchar en su auxilio con una parte de la guarnición madrileña, pero el presidente del Consejo de Ministros, Francisco Javier de Istúriz, le ordenó que se ocupara de conservar el orden en la capital y envió al ministro de la Guerra, Santiago Méndez Vigo, a pulsar la situación en el Real Sitio.

A la mañana siguiente, 14 de agosto, comenzaron los enfrentamientos en Madrid. El propio capitán general fue tiroteado, un comandante y varios soldados cayeron abatidos y la multitud asaltó el cuartel sito en el Monasterio de los Basilios, de donde fue desalojada por las tropas enviadas por Quesada. El 15, de madrugada, Méndez Vigo regresó de La Granja con la nueva de que la Reina había entregado el gobierno a José María Calatrava. Quesada, tras ser cesado, decidió huir de Madrid perseguido por una turba enfurecida, que le dio alcance y le asesinó en el cercano pueblo de Hortaleza.

 

Obras de ~: “Esposición del General Quesada a la Reina Gobernadora. Valladolid, 8 de enero de 1834”, en J. de Burgos, Anales del reinado de Isabel II, Madrid, Est. Tipográfico de Mellado, 1851, t. I, apéndice n.º 3.º, págs. 352-357.

 

Bibl.: J. de Burgos, Anales del reinado de Isabel II, Madrid, Est. Tipográfico de Mellado, 1851, 6 vols.; F. de Copons y Navia, Memorias de los Años de 1814 y 1820 al 24, Madrid, Atlas, 1858; A. Gómez, Los sucesos de La Granja en 1836. Apuntes para la Historia, Madrid, Imprenta de Manuel de Rojas, 1864; A. Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los Partidos Liberal y Carlista, corregida y aumentada con la Historia de la Regencia de Espartero, Madrid, Felipe González Rojas, 1890-1895, 6 vols.; A. Alcalá Galiano, Recuerdos de un anciano, Madrid, Atlas, 1955 (Biblioteca de Autores Españoles, n.º 83); J. L. Comellas García-Llera, Los primeros pronunciamientos en España, 1814-1820, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1958; Los realistas en el trienio constitucional, 1820-1823, Pamplona, EUNSA, 1958; J. R. Alonso, Historia política del ejército español, Madrid, Editora Nacional, 1974; J. Torras Elías, Liberalismo y rebeldía campesina 1820-1823, Barcelona, Ariel, 1976; P. A. Girón, marqués de las Amarillas, Recuerdos (1778-1837), Pamplona, EUNSA, 1978, 3 vols.; M. Artola Gallego, La España de Fernando VII, Madrid, Espasa Calpe, 1992.

 

Fernando Puell de la Villa

Relación con otros personajes del DBE

Personajes similares