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Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina

Biografía

Esquivel y Suárez de Urbina, Antonio María. Sevilla, 8.III.1806 – Madrid, 1.IV.1857. Pintor, crítico y literato.

Hijo de Francisco de Esquivel, oficial de Caballería, y de Lucrecia Suárez de Urbina, Esquivel nació en la capital hispalense el 8 de mayo 1806 en el seno de una familia hidalga. Huérfano a los dos años —su padre había fallecido en la batalla de Bailén (1808)—, pronto encaminará sus pasos al estudio de las letras y las artes. Su infancia se desarrolló en una Sevilla en declive, tras el traslado de la Casa de Contratación de Indias a Cádiz en tiempos de Felipe V. No sería menos alentadora la Guerra de la Independencia, en la que Sevilla fue expoliada por el mariscal Soult de sus grandes tesoros artísticos. Tras el infructuoso reinado de Fernando VII, la ciudad conoció momentos de auge bajo la regencia de la reina María Cristina, en la que se realizaron importantes actuaciones urbanísticas a cargo de José María Arjona. También a este momento se debe la revitalización de la Escuela de las Tres Artes Nobles, en la que se educará el artista.

Tras un breve paso por el colegio de Santo Tomás de Sevilla, donde se matriculó en Humanidades, en 1816 ingresó en la citada Real Escuela de las Tres Nobles Artes. Bajo las enseñanzas de José Domínguez Bécquer se instruyó, entre 1816 y 1821, en el estudio del dibujo, especializándose en las disciplinas del dibujo de estatuas y dibujo del natural. A Antonio Cabral debió sus conocimientos sobre colorido y composición, así como cierto toque castizo que se aprecia en sus primeras obras. Junto a estas disciplinas recibió la innegable influencia murillista tan particular de la escuela sevillana del siglo XIX, patente a lo largo de toda su obra y especialmente en el campo religioso de su producción artística.

En 1827, establecido ya como pintor con taller independiente, casó en Sevilla con Antonia Ribas Bravo, con quien tuvo tres hijos: dos varones —Carlos María y Vicente, ambos pintores— y una hija —Isabel— que murió pocos años después.

Pese al temprano éxito de sus composiciones, no se conocen obras de sus primeros años sevillanos. Sea como fuere, gozó muy pronto de la protección de autoridades locales. Caso singular es el de Guillermo Estrachán, secretario del Gobierno Político de Sevilla, para el que realizó varios lienzos destinados a su galería particular. Sin duda, los años de plenitud de la ciudad, tan propicios para el artista, pasaron por el asentamiento en Sevilla de los duques de Montpensier, creando una rica vida sociocultural que contó con la presencia de artistas como Delacroix o David Roberts, a quien tuvo ocasión de conocer Esquivel a través de su amistad con Genaro Pérez Villaamil.

Con el fin de ampliar sus conocimientos y también su clientela emprendió un viaje a Madrid junto a José Gutiérrez de la Vega en 1831 al amparo del cónsul británico Williams. Ese mismo año ingresó en la Real Academia de San Fernando, presentando a concurso el Descubrimiento de los mares del Sur por Núñez de Balboa. En 1832, tras superar los exámenes requeridos, obtuvo título de académico de mérito, hecho que propició el acomodo de Esquivel en la Corte, adonde trajo a su familia y donde residió, aunque con interrupciones significativas, hasta su muerte.

Una vez asentado en Madrid, participó ampliamente en las tertulias artístico-literarias más importantes del momento; así, fue miembro destacado del Liceo Artístico, donde impartió, junto a Juan Drumen, la asignatura de Anatomía Pictórica. También participó ampliamente, con artículos e ilustraciones, en la revista social El Liceo, para la que realizó una memorable litografía de la reina María Cristina (Madrid, Biblioteca Nacional).

Significativa es su participación en las exposiciones que organizaba el Liceo, en las que presentó algunas obras importantes. Destacan la Transfiguración (Santa Cruz de la Palma), expuesta en 1837 y reproducida en un grabado tras el éxito alcanzado en el segundo tomo del Semanario Pintoresco Español. También deben señalarse la Muerte de Abel (1838), adquirida por la Reina regente, o el San Hermenegildo (colección Montero), de fuerte carga murillesca y muy elogiado por Amador de los Ríos en su Sevilla Pintoresca (1839).

Para la exposición del Liceo de 1838 presentó una serie de Caprichos realizados durante las sesiones de competencia y el cuadro Doña María de Molina amparando al Infante Don Juan, muy elogiado desde las páginas de la revista El Liceo por Juan Nicasio Gallego. Junto a ello, para la exposición de la Academia del mismo año expuso, meses antes del regreso a su Sevilla natal, los retratos de Isabel II y la Reina Cristina. El éxito de ambos consolidó su prestigio y su posición como artista destacado en la Corte. Pese a ello, en el otoño de 1838 regresó a la capital hispalense, donde retomó el contacto con José Domínguez Bécquer y Antonio Cabral, a través de los cuales formó una clientela entre la aristocracia y la burguesía. En la capital hispalense participó en el recién inaugurado Liceo sevillano, sito en el antiguo convento dominico de San Pablo. En él expuso junto a los artistas sevillanos más destacados del momento, entre los que se encontraban Eduardo Cano, Antonio Barrón o Valeriano Béquer, entre otros.

El 18 de marzo de 1839 fue condecorado con la Cruz de la Orden de Isabel la Católica al igual que lo habían sido Genaro Pérez Villaamil y Gutiérrez de la Vega. Dos años después, el 16 de marzo de 1841 y por mediación del regente Espartero, a quien retrató para la ocasión, le fue concedida la categoría de comendador de la citada Orden.

El año 1839 fue una fecha crucial en la vida del pintor por otra importante razón: tras sufrir una enfermedad, en el otoño quedó ciego. Este hecho acarreó el consiguiente desempleo del artista; sin embargo, fue objeto de numerosos homenajes por parte de amigos —cabe destacar la ayuda prestada por Pérez Villaamil— e instituciones, que con sus cuantiosas aportaciones económicas permitieron subsistir a Esquivel y a su familia.

Aunque aún se desconoce con certeza cuál fue el método empleado para su curación, lo cierto es que a finales de 1840 estaba prácticamente recuperado. Por este motivo, y con el fin de agradecer públicamente las ayudas recibidas, pintó la famosa Caída de Luzbel (Madrid, Museo del Prado), presentada solemnemente en el Liceo madrileño el 25 de abril de 1841. Para este cuadro se conserva un boceto en la colección Muela.

Las noticias sobre la recuperación del artista en los diarios madrileños —El Castellano, El Correo o El Corresponsal recogen la noticia— desde principios de 1841 indican su regreso a la capital, integrándose de nuevo en la vida sociocultural de la ciudad. Para las distintas tertulias y exposiciones envió algunas de sus obras más significativas, entre las que cabe citar el Nacimiento de Venus (1842, colección Carlés), Colón en la Rábida (1845), la Lectura de Zorrilla en el estudio del pintor (1846, Madrid, Museo del Prado) o la Caridad (1849) que sería adquirida por los duques de Montpensier y posteriormente donada al sevillano Hospital de la Caridad.

La Lectura de Zorrilla es, junto a la Lectura de Ventura de la Vega, la obra más significativa del artista. En ella aparecen representados Espronceda —que por entonces ya había muerto (falleció en 1842)—, el duque de Rivas, Zorrilla y Mesonero Romanos, entre otros muchos. Perfecto retrato de la sociedad madrileña del momento, el lienzo viene a mostrar las dos corrientes literarias del romanticismo español: la influencia de lord Byron encarnada en la figura de Espronceda y la corriente histórica nacional de mano del duque de Rivas.

La Lectura de Ventura de la Vega en el Teatro del Príncipe (c. 1845-1846) quedó inconclusa. Representa el estreno en 1845 de El hombre del mundo de Ventura de la Vega en el Teatro del Príncipe. A él asistieron, como sucediera en El estudio, algunos de los personajes más destacados de la sociedad madrileña, entre los que se encuentra representado el propio Esquivel.

A este momento se deben también sus mejores retratos, caracterizados por su elegancia, su plasticidad en el modelado y por la minuciosidad de los detalles. Destacan el retrato de Isabel II y la Infanta Luisa Fernanda (Sevilla, Reales Alcázares) y la Lectura de Ventura de la Vega en el Teatro del Príncipe (Madrid, Museo Romántico), excelente representación de las celebridades literarias y teatrales del momento. Son también importantes los retratos de personajes literarios del momento (Espronceda, Zorrilla, Ventura de la Vega), con los que mantuvo una estrecha amistad. Junto a ellos, retrató a buena parte de la alta sociedad madrileña (duque de Ahumada, conde de San Luis), si bien es cierto que la aristocracia prefirió la mano experta de Federico de Madrazo.

Fueron años de éxito en los que realizó además la mayor parte de sus trabajos literarios, publicados en revistas y periódicos como El Siglo XIX o El Panorama. Sobresalen las biografías de los pintores Francisco Herrera, el Viejo, y del malogrado José Elbo (1804-1844), publicadas en 1847 en la revista El Artista. Pero, sin duda, su obra más celebrada será su Tratado de anatomía pictórica. Aunque publicada en 1848, su redacción se remonta a 1845, cuando la escribió con el fin de servir de referencia a los pintores y escultores que estudiaban en la Academia.

Durante los últimos años de su vida fue nombrado académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1847) y catedrático de Anatomía Artística en la misma institución, dedicándose casi por entero a su labor como académico. También presidió hasta su muerte, una vez desaparecido el Liceo, la Sociedad Protectora de las Bellas Artes, ocupando el cargo de director facultativo. Asimismo, concurrió en 1856 a la primera Exposición Nacional de Bellas Artes. Fue fecha destacada por la participación en el evento de su hijo Carlos María, que presentó un cuadro de historia. A la exposición envía, junto a su Autorretrato (Madrid, Museo del Prado) y a una serie de retratos, tres temas religiosos, entre los que destacó la Magdalena penitente (Sevilla, Museo de Bellas Artes).

Esquivel murió el 9 de abril de 1857, a la temprana edad de cincuenta y un años, dejando a su familia en una relativa pobreza. La noticia se recogió seis días después en el diario Museo Universal.

Antonio María Esquivel es a todas luces el pintor romántico más importante del panorama artístico español. Excelente dibujante, cultivó también con éxito el grabado y la litografía. Entre su amplísima producción pictórica cabe destacar su faceta de retratista, en la que alcanzó gran éxito entre las clases adineradas de la España decimonónica. Sin embargo, pese a su condición de pintor de cámara de Isabel II no alcanzó la relevancia de los Madrazo en este género.

 

Obras de ~: Nacimiento de Venus, 1842; Invención de la Pintura, 1842; retrato de Isabel II y María Luisa Fernanda, 1845; Lectura de Ventura de la Vega en el teatro del Príncipe, c. 1845- 1846; Lectura de Zorrilla en el estudio del pintor, 1846; La Caridad, 1848; Caída de Luzbel, 1850.

Escritos: Observaciones acerca del estado actual de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1838; “Defectos de las enseñanza de las Artes Liberales en nuestra Patria”, en El Panorama (Madrid), 1840; “Interior de la Catedral de Zaragoza”, en Revista de Teatros (Zaragoza) (1842); “José Elbo”, “Francisco Herrera el Vejo”, en El Artista (Madrid), n.º 1 (1847); El Artista, n.º 1 (1847); “Peligros y prejuicios que resultan de las preocupaciones en materia de Pintura”, en El Liceo Artístico Español (Madrid), n.º 1 (1848); Tratado de Anatomía Pictórica, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1848; “Bellas Artes”, en El Panorama (Madrid) (1848).

 

Bibl.: M. Ossorio Bernand, Galería de Artistas Españoles del siglo xix, Madrid, Moreno y Rojas, 1883-1884; “Don Antonio María Esquivel”, en Revista contemporánea (Madrid), año X, t. XLIX (enero-febrero de 1884), págs. 275-311 y 404-421; J. Guerrero Lovillo, Antonio María Esquivel, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1957; A. Grosso, “Un siglo después de la muerte de Antonio María Esquivel”, en Archivo Hispalense, n.º 86 (1957); A. de la Banda y Bargas, “Arte del Siglo xix”, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, Madrid, Plus Ultra, 1958, págs. 209-216; B. Pantorba, “Antonio María Esquivel”, en Arte Español, vol. IV, Madrid, 1959, págs. 155-179; E. Pardo Canalís, “Antonio María Esquivel”, en Revista de Ideas Estéticas (1959); “Apuntes para el estudio de Esquivel”, en Revista de Ideas Estéticas (1970); “En el estudio de Esquivel”, en Anales Madrileños (1971); J. Valverde Madrid, “Esquivel, pintor romántico español”, en Diario Córdoba, 20 de mayo de 1973; “Tres documentos sobre el pintor Antonio María Esquivel”, en Boletín de Bellas Artes (Real Academia de Santa Isabel, Sevilla), n.º VII (1979), págs. 237-240; E. Valdivieso González, Pintura sevillana del siglo xix, Sevilla, Banco Bilbao Vizcaya, 1981, págs. 34-41; Historia de la Pintura Sevillana, Sevilla, Guadalquivir Abengoa, 1986, págs. 366-371; M.ª E. Gómez Moreno, “Pintura y escultura españolas del siglo xix”, en J. Pijoán (dir.), Summa artis: historia general del Arte, t. XXXV, Madrid, Espasa Calpe, 1994, págs. 264-275; A. de la Banda y Bargas, Antonio María Esquivel, Sevilla, Arte Hispalense, 2002; A. Rodríguez Rebollo, Las Colecciones de Pintura de los Duques de Montpensier en Sevilla, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2004, págs. 58-61.

 

Ángel Rodríguez Rebollo