Arango, José María. Sevilla, 1790 – 1833. Pintor.
Considerado como el único pintor de la débil corriente neoclásica sevillana, que se extinguió con su muerte. Es la consecuencia de la práctica de un clasicismo tardío y la dificultad por establecer la continuidad.
Formado en la Escuela de Bellas Artes, donde se hizo notar como un alumno avanzado, que sería nombrado en 1814 ayudante y una década más tarde, en 1825, teniente de pintura. Culminó su carrera como profesor y académico de mérito de la Academia de San Fernando. En paralelo había logrado consagrarse como el más importante pintor en activo en la ciudad, referente para algunos visitantes tan distinguidos como Goya, quien, en 1817, se alojó en su casa mientras atendía un encargo de la catedral, la pintura de las santas Justa y Rufina. El aragonés pagó tan amable disposición, como recuerda el conde de la Viñaza, con un retrato, hoy desaparecido. Este conocimiento es indicativo del giro que había experimentado la pintura sevillana de principios del siglo XIX, sin las reminiscencias murillescas que resistían el paso del tiempo. Es una realidad manifestada por la historiografía contemporánea, aunque no exista una correspondencia entre las valoraciones de la crítica y la realidad creativa, marcada por una clara debilidad técnica, con limitados valores cromáticos y discreta ejecución del dibujo.
La corta trayectoria artística de Arango puede seguirse a través de unas pocas obras firmadas, con una primera etapa, a la que pertenecen las pinturas realizadas para la catedral, en 1818, algunos meses después de que Goya hiciera la suya, en un momento en el que parece estarse promoviendo la renovación del aparato decorativo del templo. Son dos lienzos que muestran el bagaje formativo del autor, determinado por los principios del arte cortesano de Mengs.
Se trata de La oración en el huerto y el Noli me tangere.
A este arranque productivo pertenece la serie de la Vida de la Virgen, que se encontraba en la cartuja de las Cuevas, compuesta por cuatro cuadros (firmados y fechados en 1815), cuyo paradero actual se desconoce.
Corresponde a la misma época (1818) el episodio de Venus y Adonis que conserva la Academia de San Fernando, que, junto con la Muerte de Píramo y Tisbe, del Museo de Bellas Artes de Sevilla, constituyen su exigua producción mitológica, en la que se ejercita en las descripciones anatómicas y en la composición escenográfica. Técnicamente sigue estando afectada por la opacidad cromática que condiciona al resto de su producción.
Un San Lorenzo firmado en 1826, que se halla en el templo mayor sevillano, podría ilustrar la evolución estilística del pintor, que, en todo caso, sigue mostrando limitaciones técnicas. Se tienen noticias de la existencia de otro cuadro fechado en el mismo año, que representaba a José y la mujer de Putifar y perteneció al presbítero sevillano José María Pérez, junto con otras dos obras de temática religiosa, La Magdalena arrepentida y las Santas Justa y Rufina. De este momento data una de las obras que muestra la capacidad analítica de Arango, el retrato infantil de Juan Antonio O’Neil, que contrasta por la agraciada imagen, con los otros ejemplos conocidos del género, como el de La reina María Josefa Amalia o el de Francisco de Saavedra, de escasa naturalidad y menor expresividad.
Junto a esta exigua obra hay que situar la producción teórica, de la que formaba parte el texto que poseyó el erudito José Amador de los Ríos, en el que analizaba el Descendimiento de Pedro de Campaña. Es probable que no fuera la única incursión en el campo del ensayo de arte.
Obras de ~: Cuatro episodios de La vida de la Virgen, 1815; La oración en el huerto, 1818; Noli me tangere, 1818; Venus y Adonis, 1818; Retrato de Juan Antonio O’Neil, 1825; San Lorenzo, 1826; José y la mujer de Putifar, 1826; San Vicente Ferrer, p. c. s. XIX; San Cristóbal, p. c. s. XIX; San Lorenzo, p. c. s. XIX; La Magdalena arrepentida, p. c. s. XIX; Santas Justa y Rufina, p. t. s. XIX; La muerte de Píramo y Tisbe, p. t. s. XIX; Retrato de María Josefa Amalia, p. t. s. XIX; Retrato de Francisco de Saavedra, p. t. s. XIX.
Bibl.: F. González de León, Noticia histórica y curiosa de todos los edificios públicos, sagrados y profanos de esta muy noble, muy heroica e muy invicta ciudad de Sevilla, Sevilla, 1844 (ed., 1973); J. Amador de los Ríos, Sevilla pintoresca, Sevilla, 1844; M. Ossorio Bernard, Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX, Madrid, 1883-1885 (ed., Madrid, 1975); Conde de la Viñaza, Adiciones al diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes de D. Juan Ceán Bermúdez, vol. IV, Madrid, 1887; J. Gestoso, Catálogo de las pinturas y esculturas del Museo Provincial de Sevilla, Sevilla, 1912; J. Hernández Díaz, Guía del Museo Provincial de Bellas Artes de Sevilla, Madrid, 1967; E. Valdivieso, Pintura sevillana del siglo XIX, Sevilla, 1981; Historia de la pintura sevillana. Siglos XIII al XX, Sevilla, Guadalquivir, 1986; M. I. López Garrido, “La colección artística de la Real Academia de Medicina de Sevilla”, en Archivo Hispalense (Sevilla), 221 (1989), págs. 125- 144; J. Roda Peña, “Un Lienzo de José María Arango en la Capilla Sevillana de San Andrés”, en Laboratorio de Arte (LA) (Sevilla), 15 (2003), págs. 433-438; L. C. Rodríguez Aguilar, “Original, grabado y copia: La muerte de Píramo y Tisbe de José María Arango”, en LA, 15 (2003), págs. 439-444.
Fernando Quiles García