Segovia Torres, Andrés. Marqués de Salobreña (I). Linares (Jaén), 21.II.1893 – Madrid, 2.VI.1987. Guitarrista, docente y compositor.
Fueron sus padres Bonifacio Segovia Montoro y Rosa Torres Cruz, de los que muy pronto fue separado para vivir con sus tíos, su infancia transcurrió entre Villacarrillo y Granada, ciudad donde estudió el bachillerato. Su amigo Miguel Cerón le introdujo en el mundo de la guitarra y conoció los ambientes flamencos, de los que se apartó interesado por las piezas de Francisco Tárrega que escuchó a Gabriel Ruiz de Almodóvar y el descubrimiento de obras de Fernando Sor, Julián Arcas y Mauro Giuliani. En 1910 ofreció su primer recital en Granada. El contacto con pianistas le permitió acceder no sólo a un repertorio sino sobre todo a unos métodos de estudio que aplicó a la guitarra. Como el propio Segovia relata en su autobiografía, decidió ser él mismo su maestro y alumno. Tras una breve estancia con su madre en Córdoba, donde conoció al aristócrata y pianista Rafael de Montis que ejerció cierto mecenazgo sobre él, Segovia inició un periplo por toda Andalucía y en Sevilla entabló contacto con el ambiente cultural.
En 1913 ofreció su primer concierto en Madrid, en el Ateneo y con una guitarra que le fue regalada por el constructor Manuel Ramírez. En Valencia hacia 1915 conoció al discípulo de Tárrega Miguel Llobet, con él viajó a Barcelona. La influencia de Llobet, que se convierte en amigo y guía, es manifiesta y reconocida por el propio Segovia, que incorporó inmediatamente a su repertorio obras aprendidas de Llobet, como sus armonizaciones de canciones populares catalanas y transcripciones de piezas de Enrique Granados.
A partir de entonces viajó por toda España y en 1919 realizó su primer viaje a Argentina y Uruguay, volviendo dos años después. Junto con su amigo de la infancia Miguel Cerón, Manuel de Falla y Federico García Lorca, con cuya familia y él mismo tenía amistad de varios años, participa en la organización del concurso de Cante Jondo de Granada en 1922.
Hasta estas fechas Segovia confecciona los programas de sus conciertos con el repertorio perteneciente a la escuela de Tárrega; transcripciones del piano romántico junto con Albéniz y Granados y algunas obras de Bach, piezas del repertorio clásico de la guitarra, Sor y Coste, y piezas del propio Tárrega. En estos años la guitarra ha cobrado especial interés para los compositores españoles y empiezan a dedicar obras al instrumento, con Falla y su Homenaje a Debussy a la cabeza. Segovia, al igual que guitarristas como Regino Sainz de la Maza, Emilio Pujol y el propio Llobet, es receptor y difusor de un incipiente nuevo repertorio.
A partir de este momento se convierte en objetivo primordial de Segovia el demandar música para guitarra a los compositores no guitarristas. Llobet estrenó la obra de Falla en 1921, en esos momentos Segovia recibe obras de Jaime Pahissa, José María Franco y Federico Moreno Torroba, a quien Segovia siempre consideró el primero en “responder a mi llamada”, según expresión propia. También se intensificó la presencia de la música de Bach en el repertorio segoviano, desde que en 1921 Hans Dagobert Bruger publicara la música para laúd del maestro alemán.
En 1923 Segovia viajó a Cuba y México donde conoció al compositor Manuel Ponce, quien en estrecha colaboración y amistad con Segovia, produjo un importante número de obras para el instrumento. Un año después Segovia triunfa en París, en concierto al que asistieron, entre otros, Manuel de Falla y Miguel de Unamuno. En la capital francesa conoció a Héctor Villa Lobos. A partir del éxito parisino la carrera concertística de Segovia alcanzó una proyección decididamente universal. Ese mismo año debutó en Berlín y volvió a Sudamérica. En 1926 viajó a la Unión Soviética y Gran Bretaña, un año después Dinamarca, en 1928 debutó en Nueva York y en 1929 visitó China y Japón. Segovia fue reconocido en todo el mundo como el mejor guitarrista, parangonado con los más afamados intérpretes, Casals, Kreisler, Rubistein, y había logrado introducir la guitarra en las salas más importantes del mundo. En 1926 contrató con la casa Schott la edición de música para guitarra en la colección Guitar Archiv, donde Segovia empieza a publicar la ingente obra que le están dedicando los compositores: Joaquín Turina, Manuel Ponce, Joan Manen, Alexander Tansman, Franck Martin, Carlos Pedrell, y que seguirá aumentando con los años.
Entre 1927 y 1928 hizo Segovia sus primeras grabaciones para la casa His Master Voice con música de Bach, Sor, Tárrega, Turina y Torroba. Estos autores son el precipitado de una carrera y culminación de los objetivos segovianos. La interpretación de Bach prestigia la guitarra, Sor y Tárrega su más depurada tradición y Torroba y Turina expresión del nuevo repertorio.
Durante los primeros años de la década siguiente la actividad de Segovia se intensifica, tanto en lo concertístico como en la grabación y la edición de nuevas obras. Ha instalado su residencia en Ginebra y en 1932 viajó con Falla a Venecia donde conoció a Mario Castelnuovo Tedesco quien compondrá numerosas obras para la guitarra. En 1935 estrena en París su transcripción de la Chacona de Bach y decide ir a vivir a Barcelona donde al año siguiente, al regreso de un viaje por la Unión Soviética, le encontró el comienzo de la Guerra Civil. Exiliado de España residió en Montevideo y realizó giras por Europa. En Estados Unidos tuvo dificultades para actuar por su postura favorable al general Franco, a pesar de que ya tenía una posición consolidada en aquel país, era el presidente honorario de la Society of Classic Guitar de Nueva York desde 1936, y durante la Segunda Guerra Mundial vio reducida su actividad concertística a Sudamérica.
En Montevideo estrenó Segovia en 1939 el Concierto para guitarra y orquesta op. 99 de Castelnuovo Tedesco, dos años después estrenó el Concierto del Sur de Ponce en la misma ciudad. En 1940 Sainz de la Maza había estrenado en Barcelona el Concierto de Aranjuez. Son las tres primeras obras del siglo xx de un género que había tenido un breve inicio a principios del siglo anterior, su recuperación suponía un espaldarazo para la guitarra de concierto.
En 1943 Segovia volvió a actuar en Estados Unidos y fijó su residencia en Nueva York. Durante la guerra se había experimentado con un nuevo material para las cuerdas, el nylon, y el constructor de guitarras Albert Augustine, instado por Segovia, fabricó cuerdas con el nylon suministrado por la compañía Du Pon Chemical, con lo que se abandonó definitivamente la cuerda de tripa. También se incorporó Segovia al desarrollo tecnológico de la grabación ofreciendo desde 1947 reediciones de grabaciones anteriores y nuevas ediciones, tanto en Estados Unidos como en Europa.
Acabada la guerra, Segovia recuperó sus giras por Europa y en 1950 inició los cursos de verano en la Accademia Musicale Chigiana de Siena en Italia.
En 1952, un año antes de los acuerdos entre Eisenhower y Franco, Segovia regresó a España para actuar en el Festival de Música y Danza de Granada.
En 1956 estrenó el Concierto para guitarra y pequeña orquesta de Villa Lobos en Houston y en 1958 la Fantasía para un Gentilhombre de Rodrigo en San Francisco y en Granada. En el verano de ese mismo año inició los cursos de Santiago de Compostela. Durante esta década la actividad concertística de Segovia fue en incremento, giras anuales por América, Europa y Asia con visitas a nuevos países: Islandia, Israel, Sudáfrica, con un promedio de cerca de cien conciertos anuales. Habiendo sido operado de un desprendimiento de retina en Madrid en junio de 1953, en octubre actuó en Gran Bretaña. En paralelo, la edición de nuevas obras, transcripciones y obra propia, fue en aumento. En 1959 cumplió cuarenta años de actividad concertística, fue editado, en conmemoración, el álbum de tres discos Segovia The Golden Jubilee, y la revista Guitar Review ofreció un número especial dedicado a Segovia. También en 1959 fue nombrado Segovia académico de honor de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Desde 1937 Segovia tocaba una guitarra del constructor alemán Hermann Hauser, en 1960 volvió a tocar con una guitarra de Ramírez Nieto. En 1964 dejó los cursos de Siena y siguió con los de Santiago.
Paralelamente impartió clases magistrales en Estados Unidos y Europa. Sus compromisos frecuentemente le impedían impartir las clases, siendo sus sustitutos destacados alumnos suyos en los cursos: Alirio Díaz, José Tomás y John Williams. A partir de la década de los sesenta, la edición de nueva música fue disminuyendo, pero publicó obras de Manuel Palau, Federico Mompou, Ida Presti, John Duarte, etc. En 1967 se instaló definitivamente en Madrid, ese mismo año Segovia rodó bajo la dirección de Christopher Nupen la película Los Olivos, repitiendo la experiencia nueve años más tarde en la Alhambra en The Song of the Guitar. Mantuvo Segovia la actividad concertística hasta el final de su vida, con una gira anual por Estados Unidos, otra por Europa y más ocasionales visitas a otros lugares, Australia, Japón y Sudamérica.
En 1977 editó su último disco, Reveries, y en 1978, ingresó como académico numerario en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
La incansable labor de Segovia, Salvador de Madariaga le calificó de “esclavo libre de la guitarra”, se vio recompensada por toda suerte de premios y reconocimientos en buen número de ciudades españolas y extranjeras, particularmente su ciudad natal, Linares, así como sociedades filarmónicas (Londres, Bolonia, etc.). Fue invitado a actuar en la residencia de la presidencia de Estados Unidos en 1963 y 1979, en 1985 fue recibido en audiencia privada por el Papa Juan Pablo II, fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de Santiago de Compostela (1963), de Florida (1969), de Oxford (1972), de la Autónoma de Madrid (1974), de Granada (1981), de Cádiz (1982), de California (1983), de Nueva York (1986).
Condecorado con la Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Italiana en 1980, Comendador de la Orden de la Artes y Letras de la República Francesa en 1983 y con la Orden del Sol Naciente de Japón en 1985. Finalmente, el rey don Juan Carlos I le concedió el 24 de junio de 1981 la merced de marqués de Salobreña.
En abril de 1987, con noventa y cuatro años, dio su último concierto en Miami, afectado de problemas cardiacos, suspendió la gira habitual por Estados Unidos y regresó a España. Falleció en Madrid el 3 de junio, instalándose la capilla ardiente en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Enterrado en el cementerio madrileño de San Isidro, sus restos mortales fueron trasladados a Linares en 2002.
A lo largo de toda su vida Segovia practicó la composición para guitarra, dejando un nutrido grupo de obras de carácter intimista y breves dimensiones que se compone fundamentalmente de estudios y preludios, además de armonizaciones de canciones populares de todo el mundo. Practicó muy por extenso la transcripción, dentro de la tradición heredada de Tárrega, de obras procedentes del piano y de autores clásicos y románticos. A diferencia de sus colegas Sainz de la Maza y, sobre todo, Pujol, no se mostró especialmente interesado en la investigación y recuperación del repertorio antiguo procedente de la vihuela, la guitarra barroca y el laúd, aunque no dejó de incluir en sus conciertos obras procedentes de este repertorio.
Los objetivos que Segovia se marcó al inicio de su carrera, y que proclamó en multitud de ocasiones, pueden concentrarse en tres: la inclusión de la guitarra en las grandes salas de concierto al mismo nivel que los demás instrumentos, la inclusión de la guitarra en los centros de enseñanza, los conservatorios, y la creación de un repertorio nuevo capaz de mostrar las posibilidades reales de la guitarra. En definitiva la revalorización musical y social de un instrumento que él consideraba arrumbado a usos populares y marginales.
Segovia era profundo conocedor y amante de las tradiciones musicales de su tierra, Andalucía, encarnadas en el flamenco, mantuvo respecto de ellas la misma postura que los intelectuales de la generación del 27 y los propios Falla y García Lorca, que las consideraban expresión del alma popular y no “mercadería de taberna”. Consecuentemente Segovia siempre se mostró reticente a la evolución del flamenco en manos de intérpretes virtuosos que incorporaban elementos ajenos a lo que él consideraba natural del flamenco. También Segovia se enfrentó a la actitud de intimismo, y apego a los ámbitos reducidos, de la escuela de Tárrega.
El primer objetivo lo consiguió en su propia persona de manera plena y universal, para la prosecución del segundo, que ya era meta de muchos colectivos y sociedades de la guitarra con anterioridad, aportó la influencia de su enorme prestigio y para el tercero concitó el interés de un buen número de compositores, creando lo que hoy se conoce como “repertorio segoviano”. La actitud de Segovia fue la de ofrecerse como guía y colaborador del compositor para romper el temor de afrontar las dificultades de la composición para guitarra. Puede decirse que las características de este repertorio se adecuan a las maneras y gustos de Segovia: melodismo, muchas veces de origen popular, armonías influidas por el impresionismo francés y forma y lenguaje tradicionales. El cuerpo principal de este repertorio se creó en el período de entre guerras, sus principales representantes fueron los españoles Federico Moreno Torroba cuya Sonatina, compuesta sobre 1924, Segovia siempre consideró una “joya del repertorio”, Joaquín Turina, que dedicó la totalidad de su obra a Segovia: Sevillana (1923), Fandanguillo (1925), Ráfaga (1930), Sonata (1932) y Homenaje a Tárrega (1935) y el violinista catalán Joan Manén que compuso “por y para Segovia”, según reza en la partitura, una Fantasía-Sonata en 1930. El italiano Mario Castelnuovo Tedesco, que, además del primer concierto para guitarra, dedicó a Segovia su Sonata Homenaje a Bocherini (1934), Variaciones a través de los siglos (1934) y Capricho Diabólico (1935), el mejicano Manuel Ponce, el compositor con el que más se identificó Segovia, compuso para él cuatro sonatas entre 1923 y 1930, el Tema variado y Final (1928) y Variaciones sobre la folia de España y fuga (1929) más el concierto ya citado. El compositor polaco Alexander Tansman compuso en 1928 una Mazurka y no retomó la composición para guitarra, dentro del ámbito segoviano, hasta los años cincuenta con la Cavatina (1951) o la Suite en modo polónico (1962) y el brasileño Héctor Villa-Lobos, con un lenguaje más alejado del ideal segoviano, compuso sus 12 estudios en 1929 y los 5 preludios en 1940. Joaquín Rodrigo compuso música para Segovia ya en los años cincuenta, además de la Fantasía, las Tres piezas españolas en 1954.
Andrés Segovia fue durante la mayor parte de su carrera el indiscutido máximo exponente de la guitarra, sólo en las dos últimas décadas de su vida —y cuando ya había cumplido setenta años— pasó de ser el modelo a seguir a ser el modelo a superar, y esto de manos de guitarristas que en mayor o menor medida habían recibido sus enseñanzas: John Williams, Julian Bream, José Tomás, Oscar Ghiglia y un largo etcétera.
Segovia casó tres veces, en 1919 con Adelaida Portillo con quien tuvo dos hijos, Andrés y Leonardo, éste muerto en la adolescencia; en 1935 con Paquita Madriguera, con la que tuvo una hija, Beatriz, fallecida también muy joven, y en 1962 con Emilia del Corral, que había sido alumna suya, y con la que tuvo un hijo, Carlos Andrés, que nació en Londres, el 22 de mayo de 1970, y que sucedió en el título nobiliario que le había sido concedido al compositor.
Obras de ~: Estudio en mi mayor, 1921; 23 canciones populares de distintos países, 1941; Preludio n.º 11, 1950; Estudio sin luz, 1954; Estudios Oración y Remembranza, 1955; Divertimento para dos guitarras, 1955; Preludio en si menor; Preludio madrileño.
Escritos: An Autobiography of the Years 1893-1929, trad. de W. F. O’Brien, Nueva York, Macmilian Publishing Co., 1976; La guitarra y yo, discurso leído con motivo de su recepción como académico numerario en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, RABASF, 1978; Coplas del pueblo andaluz, selección y nota preliminar de ~, Madrid, Instituto de Cultura Andaluz, 1981.
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Miguel Ángel Jiménez Arnáiz