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Federico Mompou y Dencausse

Biografía

Mompou y Dencausse, Federico. Barcelona, 16.IV.1893 – 30.VI.1987. Compositor, pianista y pedagogo.

Sobre los antecedentes familiares de Mompou, hay que anotar que en la Catedral de Notre Dame y en la iglesia del Sacre-Coeur de París, las “Dencausse” suenan desde hace siglos... De la fábrica de Tarbes (Hautes Pyrénées), llegaron para establecerse en Barcelona, a fines del siglo xix, Jean y Pierre Dencausse; se situaron en la falda del Montjuic. Cerca de este lugar, vivían los Cominal, él —de origen francés— director de la Catalana del Gas de Barcelona, cuya hija, Ignacia Modesta, se casaría con Jean Dencausse; la mayor de sus tres hijas, sería Josefina. Los Mompou, ricos terratenientes de Ginestá (Tarragona), querían hacer de su hijo, Federico Mompou Montmany, un buen doctor en Medicina, como lo había ya sido su abuelo materno; no obstante, se inclinó por las Leyes y llegó hasta el notariado, después de estudiar en la Universidad de Valencia. Se casó con Josefina Dencausse Cominal y tuvieron tres hijos: el primero, muerto prematuramente; el segundo, José, admirado pintor que alcanzaría justificado renombre, y el tercero, Federico, bautizado en la catedral de Barcelona.

Federico Mompou nació en el Pueblo Seco, en El Paralelo famoso —entonces centro de espectáculos ligeros, zarzuela, revista, etc., con el célebre Molino Rojo—, en el n.º 1 de la que se llamaba plazuela de San Pablo, hoy calle de Font Rodona, edificio en el que vivían también sus abuelos. Las primeras músicas escuchadas por Mompou fueron las zarzuelas que se ofrecían en aquellos teatros de El Paralelo y siempre recordó también cómo le impresionó la marcha de Aida, que solía escuchar en un gramófono. Posteriormente, la familia se trasladó a la calle Diputación, n.º 312. Desde 1914-1915 hasta 1936, la familia fue mejorando de situación y terminaron por marchar a vivir a la calle Caspe, n.º 80. La Guerra Civil española obligó a la familia a trasladarse como refugiados a Rapallo (Italia). Muerto el padre, en 1935, en Barcelona, la madre de Federico Mompou contrajo segundas nupcias con Lluís Durán i Ventosa, en Santa Margheritta Ligure.

Federico Mompou fue un niño tranquilo, reflexivo, muy dado a la observación de las cosas. No era un buen estudiante y era feliz, sobre todo, en los veranos, que pasaba en San Gervasio, en una ‘torre’ propiedad del abuelo Jean Dencausse. Estudió en el colegio de Las Escuelas Francesas (en la Gran Vía), y de allí pasó al de los Hermanos de la Doctrina Cristiana (frente al Orfeó Catalá). Viviendo en un clima bien dispuesto hacia la música, los padres querían que Federico fuera pianista, aunque él, ocultamente, desde los dieciséis años trabajó la composición por atraerle más. Sin embargo, debió su primer éxito al piano. Tras varios conciertos en los Hermanos de la Doctrina Cristiana colaborando en las fiestas escolares —con los que resarcían a Mompou de los bonos de puntuación, que no lograba con sus “deberes”—, dio su primer recital en la Sala del Orfeón Barcelonés, el 4 de mayo de 1908 —contando quince años de edad— en unión de Francesc Figueras, los dos como discípulos de Pere Serra, que sería su profesor hasta 1911. En la primera parte interpretó la Sonata en La mayor —la de la célebre Marcha turca— de Mozart y, en la tercera, la Primavera de Grieg, La cacería, de Mendelssohn y el Impromptu en La bemol, de Schubert. Al final, en unión de Figueras, interpretaron a dos pianos el Capricho brillante, de Mendelssohn.

Fue precisamente en ese año de 1911 cuando por vez primera viajó a París, donde, con una carta de presentación de Enrique Granados, esperaba conocer al maestro Gabriel Fauré, cuyas obras, escuchadas en un concierto en Barcelona, habían asombrado al joven músico. Su proverbial timidez, le hizo no entregar la misiva. En el Conservatoire, asistió a las clases de Piano de Louis Diémer y a las de Armonía y Composición de Pessard, cuando la familia le creía entregado sólo al Piano. Se le envió a uno de los más insignes pedagogos de este instrumento, Isidor Philipp, maestro francés que le recomendó a su discípulo, Ferdinand Motte-Lacroix, el que además de su profesor, se tornó de inmediato en fraternal amigo e intérprete del piano mompouiano. En aquel curso de 1911-1912, nació la primera página pianística de Federico Mompou: sus Planys (Quejas) (I. Lento cantabile espressivo. II. Andante. III. Gracioso. IV. Agitato) que, más tarde, abrirán la suite Impresiones íntimas (1. Planys. 2. Pájaro triste. 3. La barca. 4. Cuna [Berceuse]. 5. Secreto. 6. Gitano).

Volvió a París al año siguiente; en 1913 fue obligado a prestar su servicio militar en Barcelona; y en 1914, debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, se recluyó en su ciudad de nacimiento durante seis años... En este período, escribió obra tras obra, sin que nadie, ni su misma familia, lo supiera. Una orientación hacia un retorno a conceptos primitivos —“recomenzar” fue lema—, alejando de su expresión todo cuanto viniera de fríos tecnicismos y elucubraciones artificiosas, presidía su manera compositiva.

En 1920, de nuevo en París, se decidió a presentarse como compositor en la Ville Lumière. Entonces, se sintió atraído por la colosal figura de Maurice Ravel, así como por las maneras características de los Satie y componentes del Grupo de los Seis. Encontró serias dificultades de edición (de interpretación asimismo, según pude manifestarle por experiencias directas vividas con muchos alumnos), ante páginas que como los Cantos mágicos, cuya portada dibujó su hermano José, ya con su característica “Ermita” acostumbrada para la mayor parte de sus ediciones futuras; sin indicaciones metronómicas, dinámicas, ni de ninguna otra índole, sin barras divisorias que separasen los compases, simplemente indicados con un 2 o un 3, según se tratara de un ritmo binario o ternario, compensándolo con amplias indicaciones literarias, tales como el conocido “Chantez avec la fraîcheur de l’herbe humide” de sus Chicas en el jardín. Todo ello significaba algo que, por inusual en la España musical de su tiempo, rozaba con el galimatías. Sin embargo, con valentía, Unión Musical de Barcelona fue la primera en editar la música de Mompou.

Su propio maestro y amigo, Motte-Lacroix, ante las obras que Federico Mompou le iba mostrando, se decidió a ser su más entusiasta valedor y, así, le presentó al famoso crítico Emile Vuillermoz, al que hizo escuchar, precisamente, aquellas Chicas en el jardín, capaces, con su extraordinaria delicadeza y personalísima factura, de lograr la franca simpatía del musicólogo francés hacia el compositor español, dispuesto a introducirlo en el importantísimo medio musical del París de la posguerra. Cuando todo se presentaba tan favorable, Mompou, asaltado por una nueva crisis de timidez —aunque quizás no fuera sino la humildad de auténtico y consciente artista—, decidió su rápido regreso a Barcelona. No volvió a Francia hasta el año siguiente 1921; el 15 de abril, en un recital en la Salle Erard de Ferdinand Motte-Lacroix, éste incluyó algunas páginas de su discípulo y amigo, Federico Mompou, y el éxito alcanzado, unido a un magnífico artículo de Vuillermoz, en Le Temps, lanzaron definitivamente su nombre a los cuatro vientos del gran mundo de la música, desde la insustituible plataforma de la capital de Francia. 1922 fue año de residencia en Barcelona, al lado de los suyos. Desde 1923 hasta 1941 bien puede decirse que vivió en París y, en aquellos dieciocho años, su nombre se consolidó con rapidez, escribiendo y publicando nuevas composiciones y adquiriendo una proyección universal. Los músicos franceses de mayor renombre le consideraron y estimaron como colega, y aquel gran campeón de la música contemporánea y excelente pianista, paisano suyo, el inolvidable Ricardo Viñes, tuvo una especial dedicación por la obra pianística de Mompou.

Durante sus repetidas estancias en París conoció y trató, pues, a los nombres más importantes de la música de aquel tiempo. Sin embargo, en la capital francesa apenas trabajaba e incluso estuvo tentado de abandonarlo todo. Ya en 1941, la Segunda Guerra Mundial le obligó a regresar a España, residiendo ya por siempre en su Barcelona natal, donde ese mismo año conoció a Carmen Bravo, una discípula destacada del Conservatorio, galardonada con los mejores premios, que luego sería su esposa. El maestro Mendoza Lasalle invitó a Mompou a formar parte del jurado de un Concurso de Piano por él organizado en el teatro Coliseum. A pesar de que Carmen Bravo tomaba parte en él y no logró el primer premio, comenzó entre ellos una buena amistad que llevó a Mompou a una renovación y comenzó a escribir con gran entusiasmo.

Eran músicas que tendían a ser cada vez más íntimas, mensaje directo al sentimiento del que las escucha; música en estado puro, presidida por el afán de reacción contra el cerebralismo dominante en la época, sin renunciar por ello a su sentido evolutivo, para hallar un expresionismo refinado, tanto melódico como armónico. “Fiel a este sentimiento estético —se dijo— y siguiendo el impulso de su gran institución, encuentra su verdadera expresión en este estado receptivo [...] Bajo este mandato espiritual, sigue cada vez con mayor convicción su búsqueda de la simplicidad y la síntesis. La máxima expresividad con el mínimo de medios”. En este orden de cosas, señálese como ejemplo el de sus inefables cuatro Cuadernos de Música callada (1959-1967), cuyas notas responden en su total decurso a “la idea de una música que sería la voz misma del silencio”, inspiradas en el místico san Juan de la Cruz.

Federico Mompou y Carmen Bravo contrajeron matrimonio el 21 de septiembre de 1957, en la iglesia del Pueblo Español de Monjuic, adornado el templo con flores (encargadas para una boda que se celebraría horas más tarde), siendo testigos de la ceremonia un fotógrafo y un guardia. El matrimonio comenzó a vivir a la calle Maestro Nicolau, para trasladarse definitivamente en la década de 1970 al paseo de Gracia.

Mompou fue, indudablemente, un compositor, ante todo y sobre todo, para el piano; y fue pianista modélico en la interpretación de sus propios pentagramas: nadie pudo ni podrá ni siquiera aproximarse a sus traducciones; sus manos, de dedos muy grandes, abarcaban con la simultaneidad holgada, los acordes de décima (y hasta más extensos aún), y formados no tan sólo de dos notas; su armonioso logro es necesario escucharlo para entenderlo. Él mismo, cuando no había tal posibilidad, “repartía” las notas que formaban el acorde, con la mayor calma, sereno, aproximándose así, con naturalidad y sin esfuerzo, a la conjunción sonora que había escrito. Como resultaba serlo asimismo, en el empleo del rubato. Por suerte, existe una grabación titulada explícitamente Mompou por Mompou. Nadie tocará esta música como él lo hacía y cuantos tuvieron la dicha de escucharle, aprendiendo, tantas y tantas veces, en las inolvidables sesiones de los Cursos Universitarios e Internacionales de “Música en Compostela” o en otras numerosas ocasiones, pueden asegurarlo sin temor a equivocación alguna. El rubato de Mompou era exageradísimo; tanto, como para no recomendar su imitación, sustituida por la aproximación; su rubato, por otra parte, resulta vital para traducirlo, para intentar interpretarlo con su contorno personalísimo.

A las obras ya citadas de su catálogo hermoso, se han de añadir otros títulos de la misma calidad, como sus Escenas de niños (1915-1919); Pessebres (1918); Suburbis (1916-1917); Cantos mágicos (1917): Charmes (1920-1921) (con subtítulos como: I... pour endormir la souffrance. II... pénétrer les ames. III... pour inspirar l’amour. V... pour évoquer l’image du passé. VI... pour appeler la joie); sus doce Preludios (1930, 1931, 1943, 1944); sus catorce Canciones y Danzas; Paisajes (con el 3.º, Carros de Galicia, escritos en circunstancias amistosas inolvidables y a mí dedicado). A renglón seguido, hay que citar sus lieder, canciones con piano; sus Comptines (1926-193?); Combat del somni (1942, 1946, 1948, 1951); Llueve sobre el río (1945); Cantar del alma (1951); Becquerianas (1971), etc. Escribió también dos ballets; una cantata infantil escenificada; para el coro, la guitarra, el órgano, el violín, el violonchelo...

Y en un aparte, hay que situar su orquesta.

En los primeros años de la década de 1960, como director de la Semana de Música Religiosa, de Cuenca, quien esto suscribe pidió a Mompou una obra para la programación de su tercera edición de 1964. Su respuesta fue la escritura de sus Improperiae. En su estreno, se publicó en las “Notas del programa” el siguiente comentario: “Es la primera vez que acepto el encargo de componer una obra a fecha fija, forma de trabajo a la que no estoy acostumbrado. Las Semanas de Música Religiosa de Cuenca y su director, mi buen amigo Antonio Iglesias, han sido capaces de alterar mis hábitos de siempre. Puedo confirmar que, salvo raras excepciones de realizaciones espontáneas, lo habitual en mí es componer sin prisas. Dotado para ello de una paciencia sin límites, prosigo, infatigable, hasta el logro de una conclusión satisfactoria, habiendo antes perfilado, sintetizado, alambicado y, muchas veces, abandonado y dejado transcurrir un largo espacio de tiempo, de años, si es necesario, comprobando que el tiempo es, siempre, el mejor juez.

Por estas razones, en estos momentos en que acabo de terminar mi oratorio Improperiae —para bajo solista, coro y orquesta—, no podría decir si esta versión es la definitiva, pero he cumplido la obligación de terminarla en la fecha prevista, lo que resulta para mí una experiencia muy satisfactoria”. Seguidamente, aclara que el texto le fue sugerido por el reverendo padre Miguel Altisent, extraído de la liturgia del Viernes Santo, finalizando su nota, a guisa de lección, asegurando lo siguiente: “No quisiera que nadie confundiera estos conceptos, creyendo que he escrito esta obra con intención de superar mis anteriores producciones. Estoy muy satisfecho de su contenido musical y de su realización en cuanto a su composición, pero no la considero, por sus mayores dimensiones, superior a mis Charmes o Música callada, donde se encuentra lo más auténtico de mi música”. La crítica de quien esto firma en el diario madrileño Informaciones ensalzó la introducción de Mompou en el sinfonismo: “Su orquestación original la valoro por encima de la que, años más tarde (en nuevo artículo), observaríamos en la revisión de Igor Markevitc quizá más refinada; más francesa, pero menos espontánea reflejo verdadero de una maestría para la disposición instrumental que nadie negó cuando el estreno”.

Federico Mompou obtuvo numerosas valoraciones oficiales y le fueron entregados los más importantes premios, del Gobierno, de la Generalitat de Cataluña, Internacionales (Francia a la cabeza), colaborador insigne en los cuadros directivos de la SIMC (Sección Española de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea) o el CIM (Comité Español del Consejo Internacional de la Música de la UNESCO), académico, constantemente reclamado para formar parte de los jurados de los más famosos concursos internacionales y españoles, fue, además, profesor y directivo de los Cursos de “Música en Compostela”.

 

Obras de ~: Planys (Quejas) (I. Lento cantabile espressivo. II. Andante. III. Gracioso. IV. Agitato) que, más tarde, abrirán la suite Impressions íntimes (1. Planys. 2. Pájaro triste. 3. La barca. 4. Cuna [Berceuse]. 5. Secreto. 6. Gitano), 1911-1914; Pessebres, 1914-1917; Scènes d’enfants, 1915-1919; Suburbis, 1916-1917; Cants màgics, 1919: Charles ( I... pour endormir la souffrance. II... pour pénétrer les âmes. III... pour inspirer l’amour. V... pour évoquer l’image du passé. VI... pour appeler la joie), 1920-1921; Catorce Canciones y Danzas, 1921- 1978; Comptines (voz y piano) I-III, 1926; Doce Preludios, 1930-1960; Paisajes, 1941-1960; Combat del somni (voz y piano), 1942-1951; Llueve sobre el río, 1945; Cantar del alma (coro y acompañamiento), 1951; Música callada, I, II, III y IV, 1951, 1962, 1965 y 1967; Perlimplinada (música escénica), 1956; Variaciones sobre un tema de Chopin (orquesta), 1957; Cinco canciones sobre textos de Paul Valéry (I. La fausse norte. II. L’insinuant. III. Le Vin perdu. IV. La Sylphe. V. Les Pas) (voz y piano), 1965-1973; L’ocell daurat (cantata infantil escenificable), 1970; Becquerianas (voz y piano), 1971. Para un catálogo de su producción completa, véase F. Bonastre, “Mompou Dencausse, Frederic”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, vol. VII, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), 2000, págs. 659-660.

 

Bibl.: G. Jean-Aubry, La musique et les nations, London, J. & W. Chester, 1922; E. Vuillernioz, Musique d’aujourd’hui, Paris, Ed. G. Grés, 1923; I. Schwerké, “Spanish poet of the piano”, en Chicago Tribune, 25 de abril de 1925; I. Schwerké, Kings jazz and David, Paris, Les Presses Modernes, 1927; H. Collet, L’Éssor de la musique espagnole au xxe siècle, Paris, Max Eschig, 1929; J. Bruyr, L’ecran des musiciens, Paris, Edité par Mercure de France, 1933, 2 vols.; C. Cahmfray, “Mompou et sa doctrine”, en Beaux Arts (Paris), 27 de marzo de 1936; S. Kastner, Contribución al estudio de la música española y portuguesa, Lisboa, Ed. Atica, 1941; W. Georgi, Klavierimusik, Berlin, Atlantis Verlag, 1941; G. Chase, La música en España, Buenos Aires, Hachette, 1943; J. E. Cirlot, “La música de F. Mompou”, en La Prensa (Barcelona), 13 de mayo de 1944; Tristán La Rosa, “Estudios de música española contemporánea: Federico Mompou”, en La Estafeta Literaria (Madrid), n.º 11 (25 de julio de 1944); S. Kastner, Federico Mompou, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas [1946]; W. Starkie. “Homenaje al maestro Federico Mompou”, en Música (Barcelona), 1 de junio de 1946; R. Borrás, “Nota a un preludio de Mompou”, en Clavileño (Madrid), n.º 2 (1950); S. Moreaux, “Federico Mompou”, en La Revue Française (diciembre de 1950); M. Valls, La música española después de Falla, Madrid, Revista de Occidente, 1962; J. Cruset, Personajes definitivos, Barcelona, Rumbos, 1964, págs. 151-175; J. M. Huot, The piano music of Federico Mompou, tesis doctoral, Universidad de Washington, 1965; N. Méeus, Federico Mompou, influences populaires et téchnique savante dans son oeuvre, tesis doctoral, Univerdidad de Lovaina, 1967; V. Jankélevitz, “Le message de Mompou”, en Revue de l’Association ‘Vie Musicale’ (Paris) (abril de 1971) [trad. esp. en Revista de Occidente, VII/IX (1971)]; M. Valls, Entreactes de concert, Barcelona, Pórtic, 1973; C. Janés, La vida callada de Federico Mompou, pról. de F. Sopeña, Barcelona, Ariel, 1975; A. Iglesias, Federico Mompou (Su obra para piano), Madrid, Ediciones Alpuerto, 1976 (trad. catalana de F. Bonastre, Barcelona Fundación Güel, 1978); R. Prevel, La Musique et Frédéric Mompou, Génève, 1976 (trad. esp. Barcelona, Plaza y Janés, 1981); M. Valls Gorina, Frederic Mompou, Barcelona, Sociedad General de Autores de España [1984]; C. Janés, Federico Mompou: vida, textos y documentos, Madrid, Fundación Banco Exterior, 1987; VV. AA., “El silenciós adéu de Frederic Mompou, en Revista Musical Catalana” (Barcelona), n.º especial 35 (septiembre de 1987); R. Paine, Hispanic Traditions in Twentieth-Century Catalan Music, with Particular Referente to Gerhard, Mompou and Montsalvatge, New York, Garland, 1989; L. Millet y X. Aviñoa, Centenari Frederic Mompou (1893-1993), Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1993; VV. AA., Frederico Mompou (1893-1987). Homenaje internacional en el centenario de su nacimiento, Madrid, SGAE, 1994; A. García Estefanía, Federico Mompou, Madrid, SGAE, 1994; J. L. Hammil, The Development of Compositional Style in the Piano Music of Federico Mompou, tesis doctoral, Ann Arbor (Michigan), Universidad de Washington, University Microfilms Internacional, 1994; F. Bonastre, “Mompou Dencausse, Frederic”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, vol. VII, Madrid, SGAE, 2000, págs. 654-660.

 

Antonio Iglesias

 

 

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