Fabra i Poch, Pompeu. Barcelona, 20.II.1868 – Prada (Francia), 25.XII.1948. Lingüista y gramático.
Pompeu Fabra nació en la entonces “villa” de Gràcia, hoy barrio de Barcelona, hijo de Josep Fabra y de Carolina Poch. Hacia los quince años escribió una carta a unos sobrinos que veraneaban en Camprodón.
Como era costumbre entonces, usó el castellano, pero después de la salutación, “Queridos sobrinos”, se bloqueó por el uso de una lengua que para aquella función se le hizo extraña, puesto que la lengua habitual entre ellos era el catalán. Aquí empezó su larga carrera de interés por esta lengua, que llevaba siglos apartada de los usos cultos y que no disponía más que de alguna gramática y algún diccionario poco o nada fiables, extremos que comprobó cuando quiso echar mano de ellos. En la Universidad de Barcelona estudió ingeniería química, pero entre tanto entró en contacto con un grupo de intelectuales progresistas que publicaban la revista L’Avenç y pronto poseyeron una editorial.
Desde esta revista dirigió una “campaña lingüística” (1890-1892) que fue el inicio de la renovación y modernización del catalán estándar, y en la editorial publicó Ensayo de gramática de catalán moderno (1891), obra precoz escrita años antes, cuya metodología y objetivos son revolucionarios: no escribe, como otros, un tratado teórico (lleno de nociones y clasificaciones) y en línea con los hábitos de tales obras (basadas en alguna tradición de lengua escrita o en rutinas que se van transmitiendo de un autor a otro), sino que se propone describir la lengua real hablada en Barcelona.
Le siguió Contribució a la gramatica de la llengua catalana (1898), no menos reveladora de un talento lingüístico desconocido entonces en el dominio lingüístico catalán. En esos años, además de estudiar por su cuenta una literatura clásica catalana y una historia de Cataluña ausentes de los currículos escolares, entró en contacto con las corrientes contemporáneas de la lingüística general y estudió los manuales de Meyer- Lübke y de Gröber, los más serios de la lingüística románica; años más tarde (1907) publicó una larga e imprescindible recensión crítica de estas dos obras en la Revue Hispanique, en la que ya había publicado varios trabajos teóricos y aplicados desde 1897.
En 1902 ganó una cátedra de Química general en Bilbao, y en esa ciudad pasó diez años. Se casó con Dolors Mestre, con quien tuvo tres hijas: Carlota, Teresa y Dolors. Desde Bilbao escribió la que fue su obra gramatical más profunda y erudita, dedicada a los romanistas y por esto escrita en castellano: Gramática de la lengua catalana (1912). En 1906 se celebró en Barcelona el Primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana, en el que el prestigio científico y la popularidad de Fabra se consolidó y se ensanchó definitivamente. En 1907 Prat de la Riba, presidente de la Diputación de Barcelona, fundó el Institut d’Estudis Catalans y en 1911 esta institución se amplió con una Sección Filológica, de la cual Fabra fue miembro fundador y presidente muy pronto. En 1912 Prat le llamó de Bilbao para dirigir desde el Institut la renovación de la lengua, un aspecto de la modernización política que aquél había emprendido a su vez. Entre tanto, Fabra había empezado otra de sus tareas que van a significar un impacto mayor tanto para el grueso de la población como para los especialistas: la publicación de artículos de divulgación lingüística en la prensa. Son célebres sobre todo los publicados entre 1919 y 1928 con el nombre de Converses filològiques (cerca de 900), que en conjunto son la obra que más repercusión ha tenido en la conformación del catalán moderno. En ellos y en conferencias paralelas, Fabra expuso y manifestó prácticamente los objetivos y los fundamentos lingüísticos, sociales y políticos de la reforma del catalán emprendida treinta años atrás.
La reforma, solidaria de la acción política de Prat tuvo como fundamento y objetivo ideológicos y políticos la restitución a la comunidad catalanohablante de la dignidad plena y de los signos de identidad que había tenido en la Edad Media. El principal referente de la identidad de esta comunidad era su cultura y específicamente su lengua. La única esperanza de éxito era pretender alcanzar una situación global comparable a la de los Estados reconocidos: aspirar a una lengua referencial bien fijada, potente y autónoma.
Como la lengua había sufrido un abandono y una persecución política seculares, con la consiguiente degradación y dialectalización, la ideología de Fabra estaba en sintonía con la del Círculo Lingüístico de Praga: el lingüista, el codificador, tenía el derecho y el deber de intervenir en la fisonomía y en el contenido de la lengua común referencial a la que se aspiraba.
Los criterios técnicos que el científico tuvo en cuenta y puso en obra se pueden resumir en los siguientes: la auscultación de la lengua real hablada, el conocimiento de sus dialectos, de su evolución histórica, del período clásico de la misma, la aspiración a la coherencia y simplicidad propias de un código, y la conciencia de pertenecer a un espacio lingüístico determinado.
A continuación, se ilustra brevemente en qué consistía la aplicación de estos criterios.
Con la base de la lengua real y de sus dialectos se pudieron resolver varios problemas ortográficos. El dialecto oriental (Barcelona) confunde las vocales átonas a-e y o-u, pero no las confunden los dialectos occidentales (valencianos y leridanos): adoptando en plural formas con -e (correspondientes a formas de singular en -a) se reflejaba exactamente la pronunciación occidental sin vulnerar la oriental: cases (plural de casa), venien (singular, venia), y esto conllevaba el rechazo de grafías desviadas que se había difundido (casas, venian). Unos dialectos confunden v-b pero otros no (valencianos y baleáricos), se adoptó la grafía que reflejaba la pronunciación distinta (havia, cavall, contra habia, caball, productos estos de la imitación del castellano). Los criterios de pertenecer a un determinado espacio y de haber experimentado una determinada evolución histórica permitieron rechazar ortografías arcaicas o producto de la ignorancia. Así, las palabras de origen culto recibieron un trato paralelo al de otras lenguas románicas: grafías como àcit, diftonch o fluyt pasaron a àcid, diftong, fluid (como sus paralelas castellanas, italianas, francesas y hasta inglesas ácido, etc., diptongo, etc., fluido, etc.). El que nuestras lenguas poseen un caudal de formas cultas al lado de las formas propiamente “patrimoniales” es hoy un hecho elemental para cualquier lingüista, pero en los primeros tiempos de Fabra muchos “gramáticos” no lo habían advertido. El estudio de la lengua clásica permitió, por ejemplo, recuperar la riqueza de sufijos de derivación: -ment (de gaudir ‘gozar’, gaudiment), -ença (de prometre ‘prometer’, prometença) o cero (de renyar ‘reprender’, reny), etc. El conocimiento detallado de la lengua clásica permitió también establecer la semántica exacta de muchas palabras que tentativamente y con poco discernimiento iban penetrando en la poesía, etc., y permitió no confundir muchas otras, por ejemplo abillar ‘aparejar’ con abellir ‘agradar’. El tener presente el conjunto de las lenguas románicas permitió, además, tomar conciencia del hecho de que el catalán, como el francés y otras lenguas, abdica de ciertas preposiciones ante oraciones subordinadas empezadas con que: dice el catalán la necessitat que vinguin aviat, que en castellano es hoy la necesidad de que vengan pronto.
Se hace hincapié en este último rasgo importante del lingüista. Fabra en sus obras recurre de manera, puede decirse, natural a la comparación con otras lenguas, sobre todo románicas: el castellano está presente en multitud de ocasiones, como es natural dada la secular convivencia entre ambas lenguas; el latín es también omnipresente y el griego juega un papel importante sectorialmente, pero el francés, el italiano, el portugués, el inglés asoman muy a menudo. Otras lenguas citadas son el alemán, el rumano, el provenzal, el sardo y hasta el ruso, el persa, el árabe y otras.
Este rasgo se puede ver en muchas obras suyas, por ejemplo, en las mencionadas Converses y gramática de 1912 o en un largo e importante artículo publicado en la Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana hacia 1923: “El catalán y sus análogos”. Esta metodología la infundió a su discípulo el etimólogo Joan Coromines, para el cual un especialista de una lengua románica no puede prescindir nunca de las otras lenguas hermanas. Fabra conocía bien varias lenguas y publicó sendas gramáticas del francés (1919) y del inglés (1924), y escribió varias del catalán en castellano (las mencionadas de 1891 y 1912 y otras), en francés (1928, 1941) y en inglés, ésta no llegó a publicarse porque se perdió durante el exilio, probablemente en una inundación de la casa donde vivía en Prada (Francia).
La obra de reforma del catalán se concretó en cuatro terrenos: la fonética, la ortografía, la gramática y el léxico. Hasta el año 1917 Fabra trabajó intensamente en el aspecto fonético (publicó varios artículos de alta lingüística en la Revue Hispanique, como “Étude de phonologie catalane”, 1897, y “Les e toniques du catalán”, 1906) y en otras, y con esta preparación pudo trabajar con seguridad en el terreno de la ortografía, ésta se fijó en el año 1913 por el Institut d’Estudis Catalans y, con retoques, definitivamente en 1917 (con el Diccionari ortogràfic de Fabra, que incluía sistemáticamente información ortoépica y era de hecho ya una primera selección lexicográfica crítica). En el año 1918, Fabra publicó la Gramàtica catalana que ha sido el código gramatical normativo hasta hoy. Finalmente, y después de los largos años de análisis minuciosos en las mencionadas Converses filològiques, publicó el Diccionari general de la llengua catalana (1932), que ha sido el código léxico normativo hasta 1995, en que el Institut d’Estudis Catalans lo actualizó. Este diccionario era metodológicamente el más avanzado de la Península, concretamente por dos características: la inclusión de una gran cantidad de ejemplos (que, entre otras cosas, venían a cubrir lo que hoy se ha venido en llamar combinaciones o concurrencias) y la indicación precisa del complemento directo en los verbos transitivos. La ventaja de esta metodología se verá con un solo ejemplo. Se puede imitar una cosa (una acción, etc.) o bien a una persona.
Si el diccionario de la Real Academia Española (ed. 1970) define este verbo como “Ejecutar una cosa a ejemplo o semejanza de otra” y no da ejemplos, no ayuda en absoluto al lector en el uso del verbo; pero sí le ayuda perfectamente el de Fabra indicando (con la convención del paréntesis) qué o cuál debe ser el complemento y añadiendo sendos ejemplos: “Fer la mateixa cosa (que un altre) [...] El simi imita l’home.|| Prendre per model (alguna cosa), l’obra (d’algú). Imita el meu exemple”.
Fabra había colaborado en iniciativas pedagógicas de nivel escolar (publicó el interesante y también sorprendente Silabari Català infantil, 1904, etc.) o divulgativo (Les principals faltes de gramàtica, 1925, etc.), pero pronto dedicó todos sus esfuerzos a la tarea normativa general que se ha descrito. Durante los años del movimiento del Avenç se interesó también por el teatro y publicó traducciones de Maeterlinck (1893, 1898) e Ibsen (1893). En 1933 desarrolló otra faceta de su personalidad, aunque por poco tiempo, debido a los avatares políticos: fue presidente del Patronato de la recién creada Universidad Autónoma de Barcelona, organismo que se esforzó en modernizarse y en recuperar el uso del catalán. Otras entidades culturales solicitaron también su presencia para cargos directivos u honorarios. En 1939 tuvo que exiliarse a Francia sin más bagaje que lo puesto, dejando en Cataluña toda la bibliografía, incluidos sus propios libros. Instalado provisionalmente con su familia en varios lugares, fijó su residencia en la pequeña villa de Prada, donde murió en Navidad de 1948, habiendo pasado sus últimos años con estrecheces económicas incluso graves, como se refleja en la correspondencia con varios amigos y colegas. Dejó inédita una importante gramática, escrita con más libertad intelectual que las anteriores, es decir menos sujeta a las necesidades normativas perentorias. Por voluntad del autor, se encargó de publicarla su discípulo Joan Coromines (Gramàtica catalana, 1956). Su pensamiento sociolingüístico se recoge en dos antologías: El català literari (1932) y La llengua catalana i la seva normalització (1980).
Su obra ha sido valorada unánimemente como de gran valor teórico e ideológico y de máxima eficacia práctica, sobre todo teniendo en cuenta que el catalán no contaba con el grueso de investigadores (o de simples conocedores de la lengua) existentes en culturas “normales”. Los códigos que dejó han resistido bien el paso del tiempo y desde hace unos años se están actualizando, a la vez que se intensifica la investigación sobre su obra y su entorno (véase: Argenter, 2000; Montserrat y Cubells, 2007; Ginebra et al., 2000).
Sus Obres completes, iniciada su edición en 2005 bajo la dirección de Jordi Mir y Joan Solà, incluyen los estudios de los especialistas que acompañan cada obra o grupo de obras, y ocupan unas diez mil páginas.
Obras de ~: Ensayo de gramática de catalán moderno, Barcelona, L’Avenç, 1891; “Sobre la reforma lingüística y ortográfica”, en La Vanguardia, 22 de marzo de 1892, pág. 4; Esteve Arnau (seud.), “L’ensenyança de la llengua francesa a l’Institut de Barcelona”, en L’Avenç, 15 de enero, 31 de enero, 15 de febrero, 28 de febrero y 30 de abril de 1893, págs. 5-7, 24-28, 40-43, 58-62 y 122-126, respect.; M. Maeterlinck, L’intrusa, trad. de ~, en L’Avenç, 15-31 de agosto de 1893, págs. 225-240; H. Ibsen, Espectres, trad. de ~, Barcelona, L’Avenç, 1893-1894; “Étude de phonologie catalane”, en Revue Hispanique, IV (1897), págs. 5-30 y 347; Contribució a la gramatica de la llengua catalana, Barcelona, L’Avenç, 1898; M. Maeterlinck, Interior, trad. de ~, en Catalonia (1898), págs. 25-33; “La representació de la l palatal en catalá”, en Bolletí del Diccionari de la Llengua Catalana, I (1903), págs. 562-569; Silabari Català, Barcelona, L’Avenç, 1904; J. Saroïhandy, Remarques sur la conjugaison catalane (1905), recensión de ~, en Revue Hispanique, XIII (1905), págs. 269-273; “Les e toniques du catalán”, en Revue Hispanique, XV (1906), págs. 9-23; “Le catalan dans la Grammaire des langues romanes de W. Meyer-Lübke et dans le Grundriss der rom. Philologie”, en Revue Hispanique, XVII (1907), págs. 1-45; “Sobre diferents problemes pendents en l’actual catalá literari”, en Anuari del Institut d’Estudis Catalans, I (1907), págs. 352-369; “Qüestions d’ortografia catalana”, en VV. AA., Primer Congrés Internacional de la Llengua Catalana, Barcelona, Joaquim Horta, 1908, págs. 188-221; Qüestions de gramatica catalana, Barcelona, L’Avenç, 1911; Gramática de la lengua catalana, Barcelona, L’Avenç, 1912; “Els mots àtons en el parlar de Barcelona”, en Butlletí de Dialectologia Catalana, I (1913 [1914]), págs. 7-17, y II (1914), págs. 1-6; Diccionari ortogràfic, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1917 (2.ª ed., 1923; 3.ª ed., 1931; 4.ª ed., 1937); Gramàtica catalana, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1918 (2.ª ed., 1919; 3.ª ed., 1922; 4.ª ed., 1926; 5.ª ed., 1930, 6.ª ed., 1931; 7.ª ed., 1933); “Converses filològiques”, en La Publicidad/La Publicitat, 1919-1928 [eds. parciales: Barcelona, Regina, 1924; París, Ragasol, 1946; Barcelona, Barcino, 1954-1956; Barcelona, Edhasa, 1983-1984; ed. completa en Obres completes]; Gramàtica francesa, Barcelona, Catalana, 1919; “El catalán y sus análogos”, en VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo- Americana, Barcelona, Hijos de J. Espasa, vol. XXI [1923], págs. 444-450; Gramàtica anglesa, Barcelona, Catalana, 1924; Les principals faltes de gramàtica, Barcelona, Barcino, 1925; Abrégé de grammaire catalane, Paris, Les Belles Lettres, 1928; Diccionari general de la llengua catalana, Barcelona, Llibreria Catalònia, 1932 (2.ª ed., 1954; 30 eds. hasta 1994); El català literari, Barcelona, Barcino, 1932; Gramàtica catalana, ed. de J. Coromines, Barcelona, Teide, 1956 (19 eds. hasta 2007); La llengua catalana i la seva normalització, ed. de Fr. Vallverdú, Barcelona, Edicions 62, 1980; Pompeu Fabra i Joan Coromines. La correspondència dels anys de l’exili, ed. de J. y J. Ferrer y J. Pujadas, Barcelona, Fundació Pere Coromines, 1998; Obres completes, ed. de J. Mir y J. Solà, Barcelona [etc.], Enciclopèdia Catalana-Proa-Edicions 62-Edicions 3i4-Editorial Moll, 2005 [vols. publicados: I. Gramàtiques de 1891, 1898, 1912 (2005); II. Sil·labari. Gramàtiques de 1918 (curs mitjà), 1928, 1929, 1941. Cursos orals (2006); III. Articles erudits. Gramàtiques francesa i anglesa (2006); IV. Tractat de ortografia catalana. Normes ortogràfiques. Diccionari ortogràfic. Manuals divulgatius (Institut d’Estudis Catalans, 2008); V. Diccionari general de la llengua catalana (Institut d’Estudis Catalans, 2008); VI. Gramàtiques de 1918/1933, 1956, 1946. Traduccions de teatre (Institut d’Estudis Catalans, 2009)].
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Joan Solà