Aza Martínez de Vega, José Pío. Pola de Lena (Asturias), 12.VII.1865 – Quillabamba (Perú), 7.X.1938. Misionero dominico (OP), explorador, descubridor, gramático y filólogo.
De la vida y hazañas de este gran misionero asturiano y dominico se ha escrito para saber lo más importante que hizo, que fue misionar a los indígenas de la amazonía peruana, pero todavía queda por estudiar en profundidad su obra científica. Como dice su mejor biógrafo, el también misionero y dominico Wenceslao Fernández Moro, fue el alma de las misiones de la selva amazónica peruana mientras estuvo en ellas (1906-1938) y padre y protector de tribus de indios, algunas descubiertas por él.
Nació en Pola de Lena (Asturias) el 12 de julio de 1865, sexto hijo de una familia muy cristiana y acomodada, formada por Rodrigo de Aza y Bernarda Martínez de Vega.
Pasó un año en el seminario de Astorga y cuando cumplió los dieciocho, admirado y atraído por el gran misionero que fue san Vicente Ferrer, se hizo dominico.
Estudió y se formó en los conventos de Padrón, Corias y Las Caldas de Besaya (1883-1889), de los que salió aventajado en el amor al estudio, la predicación, la obediencia y la pobreza. Más tarde puso esta última virtud a prueba cuando tuvo que vérselas con el desposeído y a la vez feroz mundo de la selva amazónica peruana.
Ordenado sacerdote (1889), fue destinado al convento vallisoletano de San Pablo, de tanta vocación histórica y misionera, y al lado del antiguo colegio dominicano de San Gregorio, de honda tradición intelectual y americanista. En Valladolid estuvo hasta 1906 ocupado en el ministerio sacerdotal, destacando como conferenciante en la Academia de Santo Tomás de Valladolid, de la que llegó a ser su presidente, y más aún como predicador por varias partes de España.
Pero el padre Pío soñaba con la misión viva y por descubrir. Le llamaba América, donde tantos dominicos habían dejado sus vidas en favor de los indios desde el ya lejano siglo XVI. ¿Por qué concretamente el Perú? Las razones pueden seguirse paso a paso en la obra del padre Wenceslao Fernández Moro, abajo citada. El papa León XIII (1878-1903) había dado la voz de alarma en 1894, instando a los obispos peruanos a que se ocuparan de los indígenas de la selva. En 1898 se creó la Prefectura Apostólica de Santo Domingo del Madre de Dios, un extenso territorio, casi la mitad de España, y en gran parte por descubrir, que abarcaba las regiones orientales del río Madre de Dios y se extendía hasta el Urubamba y sus afluentes.
Los dominicos españoles se hicieron cargo de estas misiones en 1900, seis años antes de que llegara a ellas el padre Pío.
Es de notar que cuando se embarcó rumbo al Perú, el padre Aza había cumplido ya los cuarenta y un años de edad. Dejaba casa, familia, patria y comodidad por lo desconocido, lo lejano y lo peligroso, como muy pronto empezará a experimentar y a sufrir. Pero él era misionero desde siempre; lo demostró en vida y lo confesó a punto de morir: “He hecho por las misiones todo lo que he podido”. El viaje desde Santander a El Callao lo relató, con gran detalle, el mismo padre Pío, que ya entonces comenzó a ser un gran cronista de todo lo que veía y sobre todo descubría. El primer gran impacto que dejó escrito fue cuando se encontró por primera vez con un grupo de indígenas: “Escena conmovedora. Aquellos infelices muertos de hambre, casi desnudos, rendidos de cansancio, temblando de frío [...]”. Comenzó una aventura imposible de conocer tal y como él la vivió. Sufrió las fiebres palúdicas, de las que al final moriría, y que, como contaba por carta y con humor a uno de sus hermanos, casi lo mandan a la otra vida antes de tiempo y sin previo aviso.
Los años 1908-1910 fueron de rastreo “selva adentro”, en la que varias veces estuvo perdido durante meses hasta el punto de darlo por muerto. Abrió la misión de San Luis del Manu, en una zona donde se estaba concentrando actividad cauchera, acompañada de grandes injusticias para los indígenas, y contra lo cual luchó siempre el padre Pío. Su relación de los hechos es desgarrante; no sabía quiénes necesitaban más del sacerdote y misionero, si los salvajes civilizados caucheros o los pobres indígenas tratados como bestias y mercancías. Abrió una escuela y pronto reunió en ella a los hijos de los caucheros y a los de los piros, chamas y campas. Pero la situación era caótica y allí no había más ley que la de la carabina Winchester calibre 44. El misionero estaba entre dos fuegos. Los indígenas no acababan de confiar en él y los caucheros se desesperaban porque les restregaba la conciencia hasta levantarles ampollas.
La lucha contra los caucheros fue una gran batalla, y en un memorial famoso del año 1919, recogido en la revista Misiones Dominicanas, donde escribió bastante, denunciaba así la situación: “Los misioneros nos oponemos [...] a las correrías, que son la fuente y el origen del escandaloso comercio de carne humana [...]; se compra una mujer por una mula, un muchacho por un poco de sal y unos tarros de pólvora, y en nuestra misión de San Jacinto hemos recogido a una muchacha que había sido vendida en 60 soles [...]; aún en el siglo XX existe el abominable mercado de seres humanos [...]. Los misioneros, ministros de una religión que tiene por dogma fundamental la dignidad de la persona humana [...] no dejaremos de clamar, protestar y trabajar hasta que desaparezca ese execrable y vergonzoso mercado [...]. Nos oponemos a las correrías porque son el punto de partida de ese estado de esclavitud a que son condenados millares de seres humanos [...] jamás nos hemos opuesto [...] a las exploraciones; pero sí [...] a ese compendio de todos los crímenes, que se conoce con el nombre de correrías [...] origen del nunca bastante execrable delito de la venta de carne humana [...]. Si los firmantes [...] son [...] de esos abominables mercaderes [...] de carne humana [...] los misioneros son sus enemigos”. Con su vida y este memorial el padre Pío enlaza con los más grandes defensores históricos de los derechos de los indios.
El quinquenio 1910-1914 fue de asentamiento en la misión de San Jacinto de Puerto Maldonado; no puede aún establecerse junto a los huarayos, pero abre una misión en la desembocadura del río Tambopata, desde donde visita varias tribus. Durante siete meses hace una de sus célebres expediciones, ésta a través del río Las Piedras, visitando y catequizando a campas, piros, amahuacas, huitotos, y dejó por escrito un testimonio de primera mano de todo lo que iba descubriendo.
En 1918 bajó al Koribeni y, en la confluencia con el Urubamba, fundó la misión machiguenga de San José. Gran filólogo de esta lengua, la aprendió y la perfeccionó hasta hacer una gramática, un vocabulario y otros estudios, aportaciones originales de primer orden a la Filología. Los machiguengas, la tribu más numerosa de la cuenca del Urubamba, llegaron a querer tanto al padre Pío que él vivió para ellos hasta su muerte. Siempre humilde, fue vicario provincial, pero no aceptó ser vicario apostólico. En 1922 tuvo que hacer una relación para el Ministerio de Justicia del Perú, detallando los logros conseguidos hasta entonces, y el mismo padre Pío se asombró de lo que en esos veintidós años se había hecho. Se había evangelizado, explorado mucho terreno, descubierto tribus, lenguas, razas, ríos, valles. La geografía general del Perú debe mucho a este gran hombre.
Después de una breve estancia en España en 1934, en febrero de 1935 ya estaba de nuevo en sus queridas misiones, concretamente en Quillabamba (1935-1938), desde donde hizo su último viaje, esta vez a la Casa del Padre, el 7 de octubre de 1938.
Obras de ~: Vocabulario español-machiguenga, Lima, La Opinión Nacional, 1923; Estudio sobre la lengua machiguenga, Lima, La Opinión Nacional, 1924; Doctrina cristiana en machiguenga y español, Lima, Santuario de Santa Rosa, 1932 (2.ª ed.); artículos en la revista Misiones Dominicanas (1919-1938).
Bibl.: V. Osende, “Un gran misionero. M. R. P. Fr. José Pío Aza”, en El Santísimo Rosario, LIV (1939), págs. 26-34; W. Fernández Moro, Cincuenta años en la selva amazónica. Padres dominicos españoles. Vicariato de Puerto Maldonado. Perú, Madrid, Imprenta y Litografía de Juan Bravo, 1952; El P. Pío, adalid del Evangelio en la selva amazónica, Madrid, 1953; J. M. Soria Heredia, “P. Pío Aza, apóstol de las selvas del Perú”, en VV. AA., Semblanzas de misioneros, Caleruega (Burgos), Ope-San Esteban, 1985; S. Vallejo, “Pío Aza, descubridor de una civilización y una cultura étnica y lingüística”, en La Nueva España (Oviedo), 15 de junio de 1999, pág. IV; R. Alonso Ordieres, Fray José Pío Aza Martínez, O.P. Pionero de las Misiones en el Madre de Dios y el Urubamba, Lima, Centro Cultural J. Pío Aza, 2000; J. Barrado Barquilla, “El misionero lascasiano Pío Aza de Vega”, en Studium, XLIII (2003), págs. 189-218; J. M.ª García de Tuón Aza, Epistolario de fray José Pío Aza y Martínez de Vega, O.P., Oviedo, 2004; L. C. Junquera Rubio, Fray José Pío Aza. Misionero, geógrafo, filólogo, historiador, etnólogo y antropólogo en el Amazonas, Pamplona, Eunate, 2005; G. Lorenzo González, Fray José Pío Aza, O.P., Estudio sobre la lengua Machiguenga, Pamplona, Eunate, 2005.
José Barrado Barquilla, OP