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Francisco Barbado Viejo

Biografía

Barbado Viejo, Francisco. La Cortina (Asturias), 9.VI.1891 – Salamanca, 29.IV.1964. Religioso dominico (OP), obispo y conciliarista.

Ingresó en la Escuela Apostólica de la Orden de Predicadores de Almagro (Ciudad Real), profesa el 25 de noviembre de 1909 y fue ordenado sacerdote el 25 de junio de 1913. Se doctoró en Teología por el Ateneo Romano Angélico y se licenció en Sagrada Escritura ante la Pontificia Comisión Bíblica. Ejerció de profesor y maestro de novicios en Almagro y de maestro de estudiantes en el convento de San Esteban de Salamanca (1992-1995). Preconizado (1 de mayo de 1935) y consagrado obispo de Coria en Almagro el 29 de junio de 1935, tomó posesión e hizo su entrada los días 7 y 25 de julio de 1935. Orientó su acción pastoral a las vocaciones sacerdotales y el seminario, ampliado a expensas del palacio Episcopal; a las obras de caridad desde el Secretariado y Almacén para los pobres, en su propio palacio; a la Acción Católica y devoción mariana materializada en la advocación de la Montaña, patrona de Cáceres. Apoyó el Movimiento nacional colaborando para descubrir una conjura contra el general Varela.

Preconizado obispo de Salamanca (30 de diciembre de 1942), su escudo representa la Peña de Francia, con el lema: “Ut vitam habeant”; el 10 de abril de 1943 fue recibido al estilo universitario y catedralicio, con la “farsa” titulada De romería, compuesta por Constancio Palomo, siendo aún seminarista en honor de Pla y Deniel. Su perfil humano se caracterizó por la cercanía al pueblo y afabilidad con su “eterna sonrisa” y “bromas” ingenuas, por la facilidad para el “lenguaje coloquial”, sencillez, austeridad, abierto a todas las corrientes e iniciativas razonables; se deja aconsejar. Sus preferencias apostólicas fueron la evangelización y la atención a las vocaciones sacerdotales. Creó, en el Seminario Conciliar de San Carlos Borromeo, el Secretariado Catequístico Diocesano, y fundó la Obra de Vocaciones y la revista vocacional Alter Christus. Sus visitas pastorales incidieron en la catequesis e iniciación cristina por el Bautismo, la Eucaristía, en los movimientos apostólicos laicos (Acción Católica) y en la devoción mariana. Se preocupó de la “Iglesia doliente”, visitando a los enfermos y necesitados, y dio ejemplo con la acogida de dos niños austríacos de los numerosos niños huérfanos, secuela de la Segunda Guerra Mundial. Atendió a la formación del clero en las llamadas entonces “virtudes humanas”: en la intelectual mediante la selección de tres alumnos de cada curso para estudiar en la Universidad Pontificia y la especialización del profesorado en ciencias eclesiásticas en la Gregoriana o el Bíblico de Roma, en Economía, y Ciencias sociales en Toronto (Canadá), en Filosofía en Lovaina, etc.; y también por convivencias, cursillos, asambleas. Dio un nuevo reglamento a los seminaristas. Eran tiempos de cambios: dos Misiones Generales (años 1950 y 1961), dos Misiones Marianas, que recorrieron la diócesis con las imágenes de la Virgen de Peña de Francia y de Fátima, y la conversión de la catedral Vieja en santuario de Nuestra Señora de la Vega, patrona de Salamanca, revitalizaron la devoción mariana; secunda la Campaña del Rosario en Familia del padre Peytton; inauguró la Casa de Ejercicios del Rollo; cuidó de la solemnidad de las misas pontificales, de las vísperas y exposiciones solemnes, con interpretaciones de La Schola cantorum de la Universidad Pontificia. Apoyó la religiosidad popular con el rezo del rosario, las novenas, especialmente la solemnísima de la Inmaculada, “sabatinas”, singularmente en honor de la Virgen de la Vega durante el mes de mayo, rosarios de la aurora, peregrinaciones marianas; y con canciones religiosas populares, ayudado de músicos de excepción como Constancio Palomo o Aníbal Sánchez. Su sentido ecuménico fructificó en un Secretariado de Ecumenismo y en el solemne Octavario por la unión de las iglesias, con celebraciones en diversos ritos —muy polémicas—, conferencias sobre las “distintas iglesias” y el envío de cincuenta y un sacerdotes diocesanos para atender a la formación de seminaristas y ministerios parroquiales y mediáticos a Paraguay, Perú, Argentina, México, entre otros.

Su actitud hacia los medios de difusión cultural y de comunicación fue positiva: círculos de representaciones teatrales durante las Navidades; encuentros con directores cinematográficos y periodistas; semanas de estudios sobre Cine y Periodismo con intervención de directores, actores y periodistas; cineforums para la comprensión del “lenguaje cinematográfico”; sesiones especiales para sacerdotes y seminaristas, que hasta participan en el rodaje de películas en los seminarios y colegio mayor de San Carlos; patrocinio del periódico sacerdotal Incunable, la Escuela de Propagandistas y a la editorial de Propaganda Popular Católica (PPC). En la “cuestión social”, prefirió, a la fácil crítica en sus pastorales de monseñor Tarancón, y monseñor Pildain (obispos de Solsona y Canarias), optar por la acción: crear un ambiente “social” (conferencias, reuniones entre obreros y seminaristas, charlas) y hasta enfoque “social” de los “ejercicios espirituales”, un Congreso Internacional de la HOAC en Salamanca; con la potenciación de las cofradías e implantación de la Acción Católica: Juventud Universitaria de Acción Católica (Jumac) y Juventud Universitaria Femenina de Acción Católica (Jufac), y sus ramas obreras: Movimiento Obrero de Acción Católica (MOAC), Juventud Obrera Católica Femenina (JOCF) y significativamente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), en estrecha colaboración con el consiliario nacional Tomás Malagón y con Rovirosa; con un Grupo HOAC de estudios conjuntos, seminaristas y obreros, en el seminario conciliar de San Carlos; y con el experimento de “curas y seminaristas obreros”, que trabajaron en importantes proyectos. El tratamiento académico está en el Proyecto de Facultad de Sociología y Ciencias Políticas, frustrado, por adelantarse el cardenal Herrera con el Instituto León XIII en Madrid.

El punto más destacable de su biografía es la Universidad Pontificia. Gran canciller durante el período 1943-1964, supera su carácter entre arcaico y localista. Frente al fundador obispo Pla y Deniel, que la quiso totalmente desvinculada de la universidad civil, Barbado Viejo, ya en 1943, intentó restaurar la tradición con fórmulas de integración de ambas universidades. En 1948 el proyecto de Ley Universitaria vuelve a las tentativas de unión, con el apoyo del nuncio, del cardenal primado y del cardenal Pizzardo, por parte eclesiástica, y de los ministros de Educación y de Asuntos Exteriores, del lado estatal. Pese a un anteproyecto del Ministerio las negociaciones quedaron suspendidas. Fiel a su lema reiterado: “En Salamanca cabe todo lo que cabe bajo la cúpula de S. Pedro”, internacionaliza la Universidad Pontificia que incrementa el alumnado extranjero y se amplía con un pabellón, en 1950. Surgen colegios mayores, escuelas e institutos: de Santiago (Irlandeses) y de Estudios Orientales, edificada por la Fundación Inés Luna Terrero; de Agustinos Ermitaños y Recoletos, Carmelitas Calzados y Descalzos, Escolapios, Hermanos de las Escuelas Cristianas, Franciscanos, Josefinos, Marianistas, Mercedarios, Misioneros del Corazón de María, Redentoristas, Opus Dei, Dominicas de Santo Domingo, Colegio Mayor para vocaciones tardías: el Hispano-Americano de San Vicente y el de El Salvador, la Escuela de Magisterio de la Iglesia, la escuela Salus Infirmorum para auxiliares técnicos sanitarios femeninos, y el Instituto de Santa Catalina, teológico- femenino, Facultad de Filosofía; en 1944 el Instituto de San Raimundo de Peñafort que organiza las Semanas de Derecho Canónico; surge la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), y las revistas Salmanticensis, de ciencias eclesiásticas; Helmántica, de humanidades clásicas y Revista Española de Derecho Canónico, vinculada al Instituto San Raimundo de Peñafort; el Instituto de Pastoral con Casimiro Sánchez Aliseda y monseñor Miranda, primer obispo formado en la Universidad Pontificia, para la pastoral, catequética y liturgia con las entonces llamadas “paraliturgias”, y los “Salmos” de Gelineau. Se afincan en Salamanca las Misioneras de la Providencia, Oblatas de Cristo Sacerdote, Hijas de la Divina Pastora, Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada, Institución Teresiana, Josefinas de la Santísima Trinidad, Misioneras Seculares, etc.

Durante su pontificado tuvieron lugar: el reajuste de límites diocesanos (agregadas veintiséis parroquias de Coria-Cáceres y once de Ávila y cedidas a Ciudad- Rodrigo, diez); la ejecución del decreto de la Sagrada Congregación Consistorial, Cauriensis-Castrorum Caeciliorum et aliarum; las bodas de oro de la Adoración Nocturna (junio de 1944); el XIX Congreso de Pax Romana: (20 de junio de 1946) con trescientos representantes de treinta y cinco naciones; el IV Centenario de Francisco de Vitoria; la Virgen Peregrina de Fátima en Salamanca: (de mayo de 1947); la Coronación de la Virgen de Peña de Francia (4 de junio de 1952) como Reina de Castilla por el cardenal Tedeschini; la Concentración de imágenes marianas (10 de mayo de 1953), colofón a la Campaña del Rosario en Familia; el VII Centenario de la Universidad de Salamanca, con asistentes de todo el mundo; nombramientos de doctores honoris causa: el cardenal Cicognani, Pla y Deniel en Teología (7 de mayo de 1954) y el jefe del Estado Francisco Franco en Derecho Canónico (8 de mayo de 1954); organización de cuatro semanas de altos estudios (Teología, Derecho Canónico, Filosofía y Espiritualidad).

Francisco Barbado fue miembro de la Comisión Episcopal de Seminarios, de Enseñanza, del Consejo de Investigaciones Científicas, de la Comisión Española asesora de la Unesco, de la Comisión de Fe y Costumbres del Concilio Vaticano, director del Instituto San Raimundo de Peñafort, en posesión de la Gran Cruz de Alfonso X, del Gran Cordón de la Orden del Cedro, de la República del Líbano, de las medallas de oro de la ciudad y provincia, el nombramiento de Hijo Adoptivo, y su nombre a una calle, obsequio de la Corporación Municipal y Diputación en sus bodas de plata episcopales (9 de junio de 1960).

Tampoco faltaron en su pontificado conflictos y problemas. Por decisión pontificia el seminario mayor de San Carlos Borromeo fue separado del colegio mayor homónimo, por razones oficiales que la historiografía señala y otras ocultas, “de imagen”, que se dieron y callan, aunque se adivinan. El seminario mayor, desposeído de sus bienes muebles, biblioteca general, circulante y archivo de música, fue llevado a Calatrava, y el seminario menor desplazado al seminario de verano de Linares de Riofrío. Por el incendio del seminario de Calatrava (noche del 11 al 12 de febrero de 1960) ha de mendigar acogida para sus seminaristas, y encargar la reconstrucción al arquitecto dominico fray Curro. Las doctrinas del padre Ayúcar, los “escándalos financieros” vinculados a damas de alcurnia muy “religiosas” y las reacciones de algunos obispos hispanos por la apertura “a la modernidad”, retirando a colegiales de la Universidad Pontificia, la prohibición, un tanto rocambolesca e ineficaz al diocesano, de ver las corridas de toros, le causaron inquietudes. Acosado por sus hermanos en el episcopado a causa de sus “aperturas, audacias y desmanes” (litúrgicos, ecuménicos, obreros, cinematográficos, indumentaria deportiva de los seminaristas, etc.), en una reunión de la Conferencia Episcopal acelera el final de sus días (29 de abril de 1964). Tras despedirse de sus diocesanos con emotivo testamento, yace en la nave del Evangelio de la catedral Vieja, a la altura del crucero en un sepulcro exento con su efigie y la inscripción mariana: “Dignare me laudare te —in aeternum— Virgo sacrata”.

 

Obras de ~: La Universidad Pontificia de Salamanca en su primer trienio, Salamanca, 1943; “Prólogo” al Tratado de la Santísima Eucaristía, de Gregorio Alastruey, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1952, págs. 16-40; Prólogo al Diálogo de Santa Catalina de Sena, Pamplona, Universidad de Navarra, 1955; Traducción y prólogo de la Summa Theologica, Madrid, BAC, 1960; La Universidad Pontificia de Salamanca. Sus primeros veinticinco años (1940-65), Salamanca, 1967; Catecismo expositivo católico, Madrid, Editorial Católica, s. f.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Universidad Pontificia de Salamanca, Archivo de Secretaria, Boletines, Calendarios y Memorias; Boletín Oficial del Obispado de Salamanca; Archivo del Convento de San Esteban de Salamanca; Archivo del Cabildo de la Catedral de Salamanca, Actas Capitulares; informaciones aportadas por los señores Longinos Jiménez, Francisco y Dámaso García, José Calvo Fernández, Miguel González y Juan Polo Laso.

A. Riesco, “Universidades: Universidad Pontificia de Salamanca”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, págs. 2641-2642; R. Sánchez Pascual, Episcopologio Salmantino. Obispos del siglo XX, Salamanca, Publicaciones del Cabildo Catedralicio, 2006, págs. 84-94.

 

Marciano Sánchez Rodríguez

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