Coromines i Vigneaux, Joan. Barcelona, 21.III.1905 – Pineda de Mar (Barcelona), 2.I.1997. Lingüista y filólogo.
Joan Coromines, segundo hijo del escritor y político Pere Coromines y de la maestra Celestina Vigneaux, nació en Barcelona en 1905. Estudió el bachillerato en el Instituto General y Técnico de Barcelona; por entonces, mostraba ya un sorprendente interés por la lengua, hasta el punto de dirigir a los quince años una carta a Pompeu Fabra, el patriarca de la Filología catalana, proponiéndole ciertos ajustes en las normas del catalán. Redactó por esos años su primer trabajo filológico, un estudio sobre el trovador tolosano Bertran de Falgar, y comenzó a interesarse por la toponimia catalana, a la que dedicaría buena parte de sus esfuerzos a lo largo de su vida.
En 1922 comenzó los estudios de Derecho y de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona. Tras el golpe de estado de Primo de Rivera (1923), participó en las reuniones políticas y en las prácticas paramilitares de la Societat d’Estudis Militars, hasta el punto de implicarse en un fallido atentado contra el Monarca, conocido como “complot de Garraf”, que tuvo lugar el 6 de junio de 1925. Con el fin de evitar su encarcelamiento, marchó a Montpellier en noviembre de 1925, para estudiar Filología Románica con Georges Millardet y Lingüística con Maurice Grammont. Poco antes había publicado su primer artículo (“Etimologies araneses”), en el Butlletí de Dialectologia Catalana.
En 1926 regresó a Barcelona: ese mismo año se licenció en Derecho y al siguiente en Filosofía y Letras (en esta última licenciatura obtuvo el Premio Extraordinario). En 1928 realizó los cursos de doctorado en Filosofía y Letras, en Madrid, donde tuvo como maestros a Ramón Menéndez Pidal, Tomás Navarro y Américo Castro; en noviembre defendió su tesis doctoral, Vocabulario Aranés, con materiales que había ido recopilando desde su adolescencia. Ese mismo año obtuvo una beca de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para completar su formación en Romanística y Germanística en Zúrich, si bien aprovechó su estancia estudiando también árabe. En la ciudad suiza recibió las enseñanzas de Louis Gauchat, Arnald Steiger y Jakob Jud, a quien siempre consideró el más influyente de sus maestros. Aprovechando esa beca, en noviembre de 1929 fue a París a perfeccionar sus conocimientos de Lingüística Histórica, Indoeuropeo y Lingüística Francesa con Oscar Bloch, Mario Roques y Antoine Meillet.
Al volver a Barcelona, en 1930, fue nombrado secretario de las Oficines Lexicogràfiques del Institut d’Estudis Catalans y, en junio de 1931, profesor auxiliar de Lengua y Literatura Españolas y de Filología Románica en la universidad. Ese mismo año comenzó la preparación de su Onomasticon Cataloniæ, monumental recopilación de todos los topónimos y antropónimos del dominio lingüístico catalán, un proyecto que finalmente coronó en los años ochenta del siglo pasado. Formó parte también del Comité de Redacción del Butlletí de Dialectologia Catalana. Revista catalana de linguistica —que editaba el Institut d’Estudis Catalans (IEC) y dirigía Pompeu Fabra—, cuya secretaría asumió en 1935.
El estallido de la sublevación militar, en julio de 1936, lo sorprende en Madrid haciendo gestiones para opositar a una cátedra de Provenzal. Participa en la toma del Cuartel de la Montaña —“cumpliendo mi deber de ciudadano. Pero, vencida la amenaza fascista sobre Madrid, me volví a casa” (J. Pujadas, “Notes biogràfiques”, en J. Solà, 1999: 234)—. En diciembre se incorporó como voluntario al Regimiento Pirenaico número 1 del Ejército de la República; más tarde, en junio de 1938, fue destinado, como traductor y redactor, a la Sección de Información del Estado Mayor.
En febrero de 1939 huyó a Francia y, tras sufrir un breve internamiento en un campo de refugiados, se reunió en París con su familia, con la que se embarcó el 17 de octubre de ese mismo año hacia la Argentina.
Su esposa, Bárbara de Haro, con quien se había casado en noviembre de 1936, acompañará al filólogo hasta su fallecimiento (en 1981). Había obtenido allí el joven filólogo un contrato como profesor en la recién creada Universidad de Cuyo, en Mendoza, gracias al apoyo decisivo de Ramón Menéndez Pidal y de Amado Alonso. Apenas un mes después de su llegada, el 1 de diciembre de 1939, murió su padre, con quien se sentía muy identificado.
En la universidad mendocina funda el Instituto de Lingüística, así como la revista Anales del Instituto de Lingüística, y se dedica a la docencia e investigación, fundamentalmente en el ámbito del español, aunque sin perder su fervorosa atención al catalán, como lo prueba el esfuerzo que dedicó a la publicación de la Miscel·lània Fabra, en homenaje a su maestro (1944).
En enero de 1941 comienza el despojo bibliográfico para la redacción del Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana (DCEC), supliendo con su voluntad las enormes dificultades debidas a las carencias bibliográficas de la joven universidad, que le obligaban a pasar las vacaciones en las bibliotecas de Buenos Aires y Santiago de Chile, reservando para el período escolar el estudio de los materiales que había logrado allegar en Mendoza. Empieza a publicar avances de su trabajo en la Nueva Revista de Filología Hispánica, los Anales del Instituto de Lingüística, etc.
Las dificultades bibliográficas con que se enfrentaba en Mendoza y la imposibilidad de regresar a España, para reincorporarse aquí a la vida universitaria —pese a las gestiones de Menéndez Pidal— le llevan a instalarse en Estados Unidos con el apoyo de Amado Alonso, Ramón Menéndez Pidal, Tomás Navarro y Américo Castro y a adquirir en 1953 la nacionalidad estadounidense. Disfruta desde diciembre de 1945 de una beca de la Fundación Guggenheim para la preparación del diccionario (más adelante recibiría otras ayudas de esta prestigiosa institución); en junio de 1946 se incorpora a la Universidad de Chicago como profesor de Filología Románica, enseñanza a la que añade un curso de catalán, que mantiene a lo largo de los años, en el que se formarían destacados filólogos norteamericanos Coincidiendo con su llegada a Chicago, en enero de 1947 inicia la redacción del DCEC, que finaliza en diciembre de 1951 y que se publica, en cuatro volúmenes, entre los años 1954 y 1957. Se trata de una obra de referencia dentro de la Filología hispánica, cuya aparición ha logrado paliar de algún modo la inexistencia de un diccionario histórico del español.
Aparece en inglés What you should know about Catalan language, vertido al catalán en 1954 con el título El que s’ ha de saber de la llengua catalana y reeditado numerosas veces.
Después de trece años de exilio, regresa provisionalmente a Barcelona en mayo de 1952; toma posesión como miembro de la Sección Filológica del IEC, para la que había sido elegido en 1950, si bien dimite en 1955, insatisfecho con la forma en que se había hecho constar su larga colaboración —desde 1931— en la nueva edición del Diccionari general de la llengua catalana de Pompeu Fabra. Su decisión de regresar a Barcelona y el merecido prestigio adquirido con la publicación de su diccionario etimológico del castellano, lleva a la Universidad de Chicago a nombrarlo catedrático y a autorizarlo a pasar seis meses al año en Cataluña para dedicarse a sus estudios: concretamente a la recogida de materiales para el Onomasticon y para el Diccionari etimològic. Jubilado como profesor en Chicago, regresó definitivamente a España en 1967. Y si al principio pasaba sus temporadas españolas en Barcelona, luego alternó su estancia entre la ciudad y Pineda de Mar, donde finalmente terminó viviendo.
Mantiene su atención a las lenguas peninsulares, empezando por el castellano, por el que se había adentrado con tanto vigor durante el exilio: en 1961 publica el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana (versión abreviada y ligeramente actualizada del DCEC, que conocerá diversas ediciones); en 1968 ve la luz su polémica edición crítica del Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita; colabora además, desde 1957 hasta 1969, en la redacción del Diccionario de construcción y régimen verbal de la lengua castellana, de Rufino José Cuervo, que se realiza en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá. Entre 1970 y 1976 amplía el DCEC, obra que aparecerá entre 1980 y 1991 con el título de Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (DECH), respondiendo a un notable incremento de la información sobre las restantes lenguas peninsulares. Precisamente de su atención al gallego, dan cuenta muchas páginas de ese mismo diccionario. La que tuvo hacia el vasco, le llevó desde 1968 a trabajar en el Diccionario etimológico vasco que pensaban publicar Antonio Tovar, Manuel Agud y Luis Mitxelena, pero con todo su entusiasmo por este trabajo no logró convencer a Mitxelena de la necesidad de afrontar una obra que el lingüista vasco consideraba prematura en aquel momento. A este período pertenecen sus problemáticos trabajos sobre el “sorotapto”, etiqueta que acoge a aquella hipotética variedad lingüística preindoeuropea que no encuentra explicación dentro de nuestros conocimientos del céltico peninsular, del que se puede considerar paradigmático su estudio sobre los Plombs d’Arles.
En esta etapa de su vida puede al fin entregarse en cuerpo y alma a su obra catalana. Publica en este terreno dos libros que suponen un excelente entramado para encontrar soluciones a algunos problemas importantes de la historia de la lengua, como las Lleures i converses d’un filòleg (1971) y los tres volúmenes de Entre dos llenguatges (1976-1977), aparte de varios estudios filológicos más. Pero sus trabajos fundamentales son los referentes a la historia del léxico catalán que dan lugar a su Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana y al Onomasticon Cataloniae.
El primero, que comienza a redactar en 1977 y termina en 1985, se publica en nueve volúmenes entre 1980 y 1991; esta obra es uno de los más importantes diccionarios etimológicos del ámbito románico, que proporciona además una vasta información lingüística, histórica y dialectal sobre el catalán. En 1989 aparece el primer volumen del Onomasticon Cataloniae, en el que había comenzado a trabajar en su juventud; acaba su redacción en 1994, pero los dos últimos volúmenes (1999) se publicarían póstumamente.
Proporciona en esta obra una precisa información —e interpretación etimológica— sobre la toponimia menor del catalán, que no admite comparación con la de ninguna otra lengua románica. Se atreve allí, como en el Diccionari, a dar explicaciones —no carentes de problemas— a los hechos más oscuros y difíciles de la historia del léxico catalán, referentes a las lenguas prerromanas o al mozárabe.
Una tan abusiva dedicación al trabajo no le impidió a Joan Coromines mantener su compromiso político.
Lo muestran claramente el discurso sumamente crítico hacia el régimen franquista que pronunció durante el VII Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románica, celebrado en Barcelona en abril de 1953; o la detención a que fue sometido, junto con otros intelectuales, por la policía española en marzo de 1967, mientras participaba en un homenaje en Barcelona a Jordi Rubió i Balaguer, lo cual, gracias a su pasaporte estadounidense, se resolvió con su expulsión a Francia. Fue cicatero con la aceptación de una gran parte de los honores que se le ofrecieron: rechazó así la publicación de un volumen en su homenaje; evitó varios doctorados honoris causa que le fueron propuestos, salvo el de La Sorbona (1978), creyendo que podía ser un excelente resonador para difundir las atrevidas ideas a que había llegado sobre las lenguas prerromanas. A causa de sus convicciones profundamente catalanistas, rehusó que le postulasen como miembro de la Academia Española, igual que se negó a recibir la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (1982), debido al injusto tratamiento que, a su juicio, recibía la lengua catalana; aceptó finalmente, aunque con reticencias, el Premio Nacional de las Letras Españolas (1989). Participó, en cambio, en distintos actos dedicados a honrar la memoria de su padre, y fue galardonado con una serie de distinciones de las comunidades de lengua catalana, como la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya (1980), el Premi d’Honor Jaume I (1981), el Premi de Literatura Catalana (1982), el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes del Omnium Cultural (1984), el Premi d’Honor Sanchís Guarner (1989), la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona (1994) y el Premio de la Institució de les Lletres Catalanes (1996).
Obras de ~: Vocabulario aranés: tesis doctoral, Barcelona, Imprenta de la Casa de la Caridad, 1931; El que s’ha de saber de la llengua catalana, Palma de Mallorca, Moll, 1954; Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid-Berna, Gredos-A. Francke A. G., 1955-1957, 4 vols.; P. Fabra, Gramàtica catalana, ed. de ~, Barcelona, Teide, 1956; Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1961; Estudis de toponímia catalana, Barcelona, Barcino, 1965-1970, 2 vols.; J. Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, ed. crít. de ~, Madrid, Gredos, 1967; Lleures i converses d’un filòleg, Barcelona, Club Editor, 1971; Tópica Hespérica. Estudios sobre los antiguos dialectos, el substrato y la toponimia romances, Madrid, Gredos, 1972, 2 vols.; P. Coromines, Obres completes, ed. de ~, Barcelona, Selecta, 1972 (Obra completa en castellano, ed. de ~, Madrid, Gredos, 1975); P. Coromines, Diaris i records, ed. de ~ y M. Cahner, Barcelona, Curial, 1974-1975, 3 vols.; Entre dos llenguatges, Barcelona, Curial, 1976-1977, 3 vols.; con J. A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos, 1980-1991, 6 vols.; con J. Gulsoy y M. Cahner, Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana, Barcelona, Curial-“ La Caixa”, 1980-2001, 10 vols.; Cerverí de Girona, Narrativa, ed. de ~, Barcelona, Curial, 1985; Cerverí de Girona, Lírica, ed. de ~, Barcelona, Curial, 1988; con J. Mascaró, Onomasticon Cataloniæ, Barcelona, Curial-“La Caixa”, 1989-1997, 8 vols.; El parlar de la Vall d’Aran. Gramàtica, diccionari i estudis lexicals sobre el gascó, Barcelona, Curial, 1990; G. de Cervera, Versos proverbials, ed. de ~, Barcelona, Curial, 1991.
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José Antonio Pascual y José Ignacio Pérez Pascual